2020: un año que no olvidarán

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Termina un año, 2020, marcado por la pandemia de coronavirus, algo que ha afectado a todos los órdenes de la vida: económico, social, político y, cómo no, espiritual. Un año que ha acelerado la agenda globalista de forma descarada ― ¿Aprobar el aborto o la eutanasia en mitad de una crisis como esta?― y en la que, a nivel eclesial, han sucedido cosas y se han tomado decisiones que, posiblemente, jamás imaginamos que íbamos a presenciar. Quiero recordarles lo más reseñable de lo acontecido este año; tomemos cierta perspectiva:

Enero: la polémica Ratzinger-Sarah

El año comenzó con una imagen inusual: el Papa pidiendo perdón por el “mal ejemplo” que había dado el día interior. ¿Qué había pasado? Se lo recuerdo: en vísperas de Año Nuevo, Francisco perdió la paciencia y tuvo un feo gesto con una mujer durante el saludo a los fieles al visitar el pesebre en la Plaza de San Pedro.

Pero, sin duda, lo que marcó el primer mes de 2020 fue la polémica Ratzinger-Sarah. Benedicto XVI y el cardenal guineano publicaban juntos un libro en el que hacían una férrea defensa del celibato tras su puesta en duda en el Sínodo de la Amazonía de octubre de 2019; el revuelo fue mayúsculo. El purpurado africano mostró su malestar ante aquellos que ponían en duda la coautoría del Papa emérito; y aportó pruebas de la colaboración. El secretario de Ratzinger, Georg Gänswein, se apresuró a señalar que se trataba de un “malentendido”. Viganò, el ex nuncio de Estados Unidos, acusó al secretario de controlar a Benedicto.

La historia acabó con Gänswein, que era ―y es, hasta que oficialmente no se diga lo contrario― prefecto de la Casa Pontificia, relegado a la función de secretario del pontífice emérito, y dejando de acompañar a Francisco ―como llevaba haciendo desde el inicio del pontificado en función de su cargo― en los actos públicos del Santo Padre. La decisión se justificó aludiendo que iba a dedicarse por entero a cuidar de Ratzinger.

Febrero: ni diaconisas ni sacerdotes casados

En el segundo mes del año la noticia fue, sin lugar a dudas, la exhortación apostólica fruto del Sínodo de la Amazonía: ‘Querida Amazonía’. Después de todos los rumores y las presiones recibidas, el Papa Francisco desechaba la ordenación de hombres casados y la ordenación de mujeres; un duro golpe para el progresismo eclesial. Algunos, de hecho, se apresuraron a decir que el Papa no había cerrado la puerta a los sacerdotes casados.

A finales de febrero, apareció en el foco mediático eclesial el coronavirus. El virus que había comenzado en la ciudad china de Wuhan desembarcaba en Italia, donde ya empezaba a alarmar a la población y donde se empezaron a tomar medidas, como la suspensión de misas públicas en Milán exceptuando bodas y funerales. En ese momento parecía una medida completamente descabellada; lo peor estaba por llegar.

Marzo: la suspensión de las misas

A principios de marzo, el coronavirus empezó a cobrar un protagonismo cada vez mayor: el Vaticano suspendía los encuentros sobre economía y sobre educación, dos de los eventos más ambiciosos del Pontífice argentino para ese año. Al mismo tiempo, saltaban las alertas por un resfriado del Papa que le impidió asistir a los ejercicios espirituales de Cuaresma; finalmente, se trató de una falsa alarma.

A principios de ese mes, el cardenal Omella, arzobispo de Barcelona, se convertía en presidente de la Conferencia Episcopal Española, con Osoro de vicepresidente. En Alemania, Georg Bäntzing, obispo de Limburg, sustituía al cardenal Marx al frente de los prelados del país, en un momento crucial, ya que tendrá que pilotar el polémico ‘camino sinodal’ que han puesto en marcha. En Roma, se anunciaba que el Sínodo de 2022 versaría sobre ‘la sinodalidad’.

Entonces llegó una noticia tremenda: siguiendo las medidas del Gobierno italiano, los obispos anunciaban la suspensión de todas las misas públicas del país hasta abril. La Iglesia polaca, es verdad que con menos contagios, anunciaba, en cambio, que para afrontar la situación celebrarían más misas.

Las misas y catequesis del Papa comenzaron a retransmitirse por streaming ―en una de ellas dijo que las decisiones que tomaban nuestros gobernantes eran por nuestro bien―, el Santuario de Lourdes cerraba sus puertas por primer vez en la historia y en el mundo entero se reabrió el debate sobre la forma de comulgar, ya que muchas diócesis recomendaban hacerlo en la mano para evitar contagios; pero el debate duró poco. Bélgica se sumó a la suspensión de las misas públicas, y en España empezaron a hacer lo propio ―con destacadas excepciones― el arzobispado castrense, Huesca, Madrid, etc… En Roma incluso se ordenó cerrar las iglesias, algo que se rectificó, gracias a Dios, en cuestión de horas. Nada volvería a ser lo mismo.

Todas estas noticias y decisiones parecían impensables, era como si estuviéramos en una película distópica. También hay que decir que hubo momentos bellos, como la consagración de España y Portugal ―a la que se sumaron varios países― a los corazones de Jesús y de María; o, para mí, el momento del año, la bendición ‘Urbi et Orbi’ del Papa Francisco en una Plaza de San Pedro desierta, bajo una fina lluvia, con el Santísimo expuesto y acompañado por unas preciosas antífonas cantadas en gregoriano; a algunos incluso les vino a la mente las profecías de Fátima. Les recomiendo que lo vean de nuevo.

Abril: la inocencia del cardenal Pell

Comenzamos abril con la noticia de que desaparecía el título de Vicario de Cristo asociado al Pontífice, quedando relegado a ‘título histórico’, algo que desconcertó a muchos fieles. Esta polémica pronto quedó eclipsada por el fallo de la Corte Suprema de Australia, por el cual declaraba la inocencia del cardenal Pell, que llevaba 13 meses en la cárcel por presunta pederastia. El Vaticano acogió con satisfacción la decisión de la justicia australiana. Mientras, el Papa decidió crear una nueva comisión para estudiar ―otra vez― el diaconado femenino.

Asistíamos esos días a la primera Semana Santa sin misas de nuestras vidas, teniendo que verlas a través de la televisión. El Viernes Santo, la policía llegó a interrumpir una misa en la catedral de Granada, ante el desconcierto del arzobispo. Pronto se vio que, ante la situación de la pandemia, era más que posible asistir a misa con medidas de precaución contra los contagios. Varios jóvenes nos sumamos para realizar esa petición a nuestros obispos. Días después, el propio presidente de la Conferencia Episcopal se lo pedía al Gobierno.

Mayo: el año Laudato Si

En mayo, poco a poco, se fue volviendo a la normalidad. Volvían las misas públicas a algunos sitios y, en Estados Unidos, Donald Trump las consideraba “esenciales”.

Algunos cardenales y obispos firmaron un documento sobre el coronavirus. Aunque en un momento apareció el cardenal Sarah como firmante del escrito que orquestara Viganò, el purpurado negó haberlo hecho.

Por esos días se celebró el centenario del nacimiento del Papa Juan Pablo II, algo que Francisco conmemoró presidiendo una misa sobre su tumba en la Basílica de San Pedro. “San Juan Pablo II era un hombre de Dios porque rezaba mucho”, dijo el Pontífice argentino.

A finales de mayo, el Papa Francisco anunció, con motivo del quinto aniversario de su encíclica sobre ecología, Laudato Si, un año entero dedicado al documento, elevando la apuesta del pontificado por el cuidado de la creación o, como se ha puesto de moda, por el cuidado de la “casa común”.

Junio: Black Lives Matter

Este mes estuvo protagonizado por las protestas en Estados Unidos a raíz de la muerte de un negro, George Floyd, a manos de la policía de Minnesota. Como respuesta, hubo manifestaciones, a menudo violentas, a lo largo y ancho del país. Incluso el Papa se manifestó al respecto: “No podemos tolerar ni cerrar los ojos ante ningún tipo de racismo o exclusión”, dijo a principios de junio.

En las protestas se llegaron a quemar iglesias; Trump visitó una de ellas, donde sujetó una Biblia en alto, algo que no gustó a algunos. El arzobispo de Washington ―ahora cardenal― incluso criticó la visita del presidente estadounidense al santuario de Juan Pablo II de la capital, y, de hecho, no le acompañó, como hubiera sido lógico.

El obispo de El Paso se sumó a una protesta ‘Black Lives Matter’, siendo telefoneado por el Santo Padre para aplaudir su iniciativa. Mientras, el movimiento que había empezado denunciando el racismo, supuestamente sistémico del país norteamericano, acabó derribando estatuas de evangelizadores, como la de San Junípero Serra, o el descubridor de América, Cristóbal Colón.

Cuando acababa el mes llegó una sorprendente noticia: Benedicto XVI abandonaba el Vaticano. El Papa emérito, ante la gravedad del estado de salud de su hermano Georg, cogió un vuelo a Alemania, levantando todo tipo de rumores y conjeturas. La realidad es que quería dar su último adiós a su querido hermano, que fallecería pocos días después.

Julio: Santa Sofía convertida en mezquita

El verano comenzaba con una decisión histórica: Santa Sofía, una de las basílicas más queridas por la cristiandad ―aunque ciertamente desacralizada desde hacía tiempo―, volvía a convertirse en una mezquita. “Pienso en Santa Sofía, y estoy muy dolido”, confesó Francisco durante el rezo del Ángelus.

En España tuvieron lugar los homenajes a las víctimas del coronavirus. Uno católico, en la catedral de la Almudena, al que acudieron los Reyes pero no Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias; y uno laico, al que sí acudieron los prelados Osoro y Argüello, y que no dejó a nadie indiferente: por el sincretismo y la rareza del mismo. Entre esto y el Islam, nos quedamos con el Islam, podían leer en nuestras páginas.

Mientras, Viganò abría el melón del Concilio Vaticano II y el cardenal Zen seguía protestando y denunciando la actitud de la Santa Sede para con China, llegando a acusar al cardenal Secretario de Estado de manipular al Papa. El Vaticano publicó un documento sobre la renovación de las parroquias que no gustó a algunos obispos alemanes y en España se reinstituía el precepto dominical, dispensado durante meses por el virus.

Agosto: El seminario de San Rafael

Este mes, siempre más relajado en cuanto a noticias se refiere, comenzó con los rumores del mal estado de salud de Benedicto XVI. Desde el Vaticano se desmintió este extremo, informando que el Papa emérito sufría un herpes en la cara que es “doloroso, pero no grave”.

El cierre del seminario de San Rafael, uno de los que contaba con más seminaristas de toda Argentina, llevó a que algunas madres de los candidatos al sacerdocio escribieran una carta al Papa suplicando la revocación de la decisión. El episcopado argentino, mientras tanto, cerró filas en torno al obispo responsable de la diócesis.

En Estados Unidos se preparaban para las elecciones presidenciales con las convenciones de los partidos mayoritarios. Los demócratas contaron con la intervención del sacerdote jesuita James Martin, que conocerán por ser un ardiente defensor de las “personas LGTB”, como él las califica. Mientras, los republicanos contaron con la presencia de una religiosa católica que no dudó en mostrar su rosario durante su discurso.

Septiembre: el Caso Becciu

Empezaban a acercarse las elecciones americanas, y vimos como Biden reivindicaba a Juan Pablo II; mientras, algún obispo americano insinuaba que no se podía ser católico y apoyar al candidato demócrata. Al presidente Trump la providencia le ofreció una oportunidad de marcar su legado en caso de perder las elecciones: la muerte de una juez del Supremo. En su lugar presentó a una católica con siete hijos.

Por aquellos días, el Vaticano publicó un importante documento en el que condenaba sin ambages la eutanasia. Menos firme se mostraba con la dictadura china, con la que preparaba la renovación del pacto para el nombramiento de obispos; por este motivo saltaron chispas con Estados Unidos.

La polémica la marcó este mes la defenestración del cardenal Becciu: el Papa Francisco obligaba a renunciar a su importante puesto en la Curia y a los derechos derivados del cardenalato a uno de sus más estrechos colaboradores. Como telón de fondo, oscuros manejos financieros de las arcas vaticanas. El purpurado calificó la maniobra de “surrealista”.

En España se anunciaba la “resignificación” del Valle de los Caídos casi un año después de la exhumación de Francisco Franco. La ley aún no está aprobada, pero hay serios indicios de que la comunidad de monjes benedictinos que custodian el lugar pueda ser expulsada. “Si toca sufrir la humillación y el menosprecio, seamos felices imitando a Cristo”, dijo el prior del Valle a sus compañeros.

Octubre: las declaraciones del Papa

Este mes se montó un gran revuelo por unas declaraciones del Papa aparecidas en un documental; en ellas, el Pontífice decía que defendió las uniones civiles homosexuales. Pronto surgieron las diferentes versiones de lo que dijo, quiso decir, o no dijo; la historia de siempre. Lo cierto es que los medios generalistas “volvieron a entender mal al Papa”. Apareció hasta el Secretario General de la ONU aplaudiendo las palabras de Francisco. Ante la algarabía que se montó, el Vaticano envió un comunicado a los obispos del mundo explicando las declaraciones pontificias.

Las tensiones entre China y Estados Unidos continuaban mientras el Vaticano renovaba finalmente el acuerdo con el Gigante Asiático; en España, el líder de Vox lamentaba dicho pacto.

Francisco publicó en octubre una nueva encíclica ―fue adelantada por InfoVaticana en exclusiva; no, no rompimos ningún embargo―, ‘Fratelli Tutti’, un documento que tampoco hizo mucho ruido más allá del mundo eclesial y ha sido alabada por extraños aliados. Si se hizo referencia a ella, sin embargo, en el Parlamento español, donde Sánchez la utilizó para atacar a la “ultraderecha”. El presidente de España parece encantado con el Santo Padre; este año podrá dormir tranquilo, ya tiene una foto con él.

Este mes el Papa aumentaba su legado e influencia en el Colegio cardenalicio que elegirá a su sucesor, ya que, como adelantamos, Su Santidad nombró una nueva hornada de cardenales.

Otro hecho a destacar acontecido este mes fue la beatificación de Carlo Acutis; un joven, desconocido para muchos, cuya vida ha sorprendido a mucha gente. ¿Qué hizo para convertirse en beato habiendo fallecido con tan sólo 16 años?

Noviembre: el Informe McCarrick

El mes de los difuntos comenzaba con las elecciones de Estados Unidos, donde todavía, aunque parece que finalmente será Biden, no se sabe cien por cien quién será presidente; les confieso que en este tema me he perdido un poco. Sea como fuere, lo que si parece es que el voto católico ha dado la espalda al candidato “católico”. El Vaticano parece que tiene claras sus preferencias, ¿no creen?

En estos días salía a la luz el Informe McCarrick, elaborado por el Vaticano, que intentaba explicar cómo llegó a la cima de la carrera eclesiástica un hombre con una doble vida tan lamentable como fue el caso del ex cardenal. El arzobispo Carlo María Viganò salió raudo a criticar el documento. En una entrevista aseguró que tenía poca “credibilidad” y que no le llamaron a testificar.

Los católicos franceses se levantaron contra la supresión de las misas dictada por el Elíseo. Sus reclamaciones por la vuelta del culto publico ―suprimido bajo el pretexto de la pandemia― fueron escuchadas, aunque en unas condiciones que no gustaron mucho.

De la diócesis de Madrid empezaron a salir informaciones constantes sobre los extraños manejos del patrimonio de varias fundaciones ligadas al arzobispado. Dimisiones, comisiones, ventas inexplicables, pagos desorbitados… Llegó un punto en el que Osoro pidió un asesor al Vaticano para que pusiera las cartas sobre la mesa e intentara arreglar el estropicio.

Diciembre: un año para san José y para ‘Amoris laetitia’

Esta polémica de la archidiócesis de Madrid, de la que se aprovechó esta presunta trama inmobiliaria, continuó en el último mes del año. Ante el revuelo mediático, la archidiócesis anunció la revocación de las ventas; mientras, se conocían más episodios de lo que pretendían realizar. Esta supuesta trama incluso utilizo nuestro nombre, el de InfoVaticana, en un desesperado intento de lavar su imagen.

El arzobispo de Madrid, el cardenal Osoro, tuvo que acudir a Roma a tratar con el mismísimo Papa la situación en la que se encuentra la diócesis respecto a esta polémica. Y mientras te escribo este resumen del año, a 31 de diciembre, me entero de que Osoro ha sido citado para declarar como testigo en el juicio; los protagonistas de la trama han sido imputados.

Adviento comenzó con la publicación, por parte del Vaticano, de unas oraciones que daban vergüenza ajena; si no me creen aquí las tienen. También causó bastante rechazo, por cierto, el belén de la Plaza de San Pedro; pero eso es otra cuestión. En cambio, me pareció una gran idea convocar un año dedicado a san José, cosa que anunció la Santa Sede el día de la Inmaculada.

No ha sido un año tranquilizador para los conspiranoicos: este mes conocíamos como el Vaticano se aliaba con Rockefeller, Ernst and Young, Rothschild, y más grandes empresas y multinacionales, por un capitalismo inclusivo; unas amistades peligrosas.

El año terminaba con dos malas noticias: la aprobación del aborto en argentina, con una tímida respuesta de los obispos; y la eutanasia en España, con una firme condena por parte de los prelados españoles.

En 2021 nos espera la vacunación masiva de las poblaciones, con el consiguiente freno, se supone, de la expansión del virus que empezó en Wuhan. El Vaticano emitió un documento el otro día, a través de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en el que afirmaba que era “moralmente aceptable” utilizar vacunas en las que se hayan usado líneas celulares de fetos abortados. También han publicado una nota subrayando la responsabilidad moral de aceptar la vacuna.

2021 también será el año de la familia ‘Amoris Laetitia’ ―sí, otro año dedicado a un documento de Francisco―, un momento perfecto para responder a las famosas dubia; quién sabe.

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Comentarios
7 comentarios en “2020: un año que no olvidarán
  1. Si, capaz los siguen protestando un tiempo más, hasta que vean que es imposible, que algo muy esencial falta. Ojalá lo vean, amigos míos. La Paz es así imposible, siguiendo a ciegos.

  2. Cada uno dará cuenta de sus actos ante el Uno y Trino.
    Nuestra evaluación meramente humana es una hoja rota llevada por el viento…
    No importa.
    Sólo importa un Juicio

  3. Si la «nueva normalidad» de la que tanto hablan nuestros impíos políticos consiste en seguir legalmente abortando, eutanasiando, gaymoniando, etc., es más que posible que Dios nos siga enviando, para tratar de convertirnos, nuevos castigos peor que el coronavirus. Y el peor de los castigos divinos sería no enviarnos Dios ningún castigo, pues ello significaría que Dios nos deja o abandona en nuestros pecados.

    Como dice San Agustín, «cuando Dios deja de pasar los pecados sin ningún castigo, es cuando está más profundamente irritado.» El mayor de los castigos divinos sería no enviarnos Dios ningun castigo y dejarnos tranquilamente seguir pecando.

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