¡Volved a Misa!, suplica el arzobispo de Nueva York

El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, se ha dado cuenta de la ley de las consecuencias no deseadas, es decir, que una vez levantadas las restricciones para asistir a Misa, los feligreses no han regresado en los números de antaño. Así que ha escrito para pedirles que vuelvan.

Fuentes de la Vicaría General de la Archidiócesis de Nueva York cifran en la mitad los ‘feligreses desaparecidos’, es decir, los que no han vuelto a Misa una vez reabiertas las iglesias al culto tras el largo parón debido a las restricciones por la pandemia. La situación es tan desesperada que el arzobispo, cardenal Timothy Doland, ha escrito en el diario archidiocesano una columna en la que pide a los descarriados que vuelvan.

Sí, dice el cardenal, durante el año pasado decidimos prudentemente que las condiciones sanitarias aconsejaban interrumpir el culto público, e incluso hoy puede haber ciertamente población de riesgo que quede exenta del precepto sabático, pero, ¿y los demás?

“¿No vamos a restaurantes? ¿A los partidos de fútbol y béisbol de los niños? ¿A los grandes almacenes? ¿A reuniones con familiares y amigos?”, se pregunta. Y concluye: “Pues, entonces, es hora de volver a Misa”.

Fue en marzo del año pasado cuando las diócesis norteamericanas interrumpieron el culto público, levantando la obligación de asistencia a la Misa dominical al iniciarse una cauta reapertura aquí y allá, e incluso hoy no todas las diócesis han restablecido el precepto. Dolan justifica las medidas, que achaca a las autoridades civiles aunque calificándolas de “sabias”. Pero ya es hora de volver, se impacienta.

Dolan aprovechó la ceremonia del pasado Triduo Pascual para incidir en la importancia de la Misa, y de hecho aclaró que su archidiócesis nunca dio licencia para eximirse de la obligación de asistir a Misa los domingos y fiestas de guardar una vez que reabrieron los templos. Y Dolan se ha encargado de recordar a sus fieles la gravedad del precepto.

El portavoz de la archidiócesis comentó a la agencia CNA, además, que “a medida que se vacunan cada vez más feligreses y que la gente se implica en más actividades públicas, el cardenal les recuerda la sagrada obligación de asistir a Misa los domingos”.

Le deseo, naturalmente, toda la suerte del mundo, y entiendo su zozobra. Pero creo que todo esto era hasta cierto punto previsible. En su día, cuando empezaron las restricciones que los obispos aceptaron sin protesta e incluso llevaron en ocasiones más allá de lo decretado, los prelados y sacerdotes tranquilizaron a su grey con mensajes que, a menudo, muchos entendieron como un restar importancia al Santo Sacrificio, hablando de ‘comuniones espirituales’ o seguimiento telemático como equivalentes a la participación presencial.

Bien, eso ha quedado en muchos. Algunos, sin más, han perdido el hábito. Pero no pocos han percibido en los pastores una poco edificante precipitación, casi alivio, en la aceptación de un cierre que parecía contradecir lo que siempre se ha enseñado sobre la Misa y lo que ahora, quizá demasiado tarde, se quiere recuperar.