El personaje de la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Rodham Clinton, abunda en extraordinarias anomalías estadísticas que solo un redactor bien entrenado de los grandes medios de comunicación a su servicio podría ignorar.
Se ha hablado mucho de los crecientes indicios de problemas de salud ocultos, visibles para cualquiera pero desdeñados como pura ‘teoría de la conspiración’ por los mismos medios que demandaron en su día que los candidatos republicanos McCain y Romney hicieran públicos sus historiales médicos.
También acabamos de saber que más de la mitad de quienes obtuvieron audiencia con Hillary cuando estaba en el Gobierno de Obama -más de la mitad- donaron fondos a la Fundación Clinton. Otra casualidad sobre la que los grande medios tampoco quieren llamar la atención en exceso. Correlación, causación: ya saben.
Pero hay un aspecto en el que las casualidades permitirían llegar a conclusiones tan alarmantes que uno solo se atreve a señarlas, al tiempo que se asombra que ningún reportero audaz las investigue en profundidad. ¿Cómo decirlo? La gente que se cruza en el camino de los Clinton parece tener una esperanza de vidasignificativamente inferior a lo normal. Y los documentos que pueden vincularlos a estas extrañas muertes tienen también cierta tendencia a extraviarse.
Lo más reciente ha sido el extravío de los informes del FBI de las entrevistas que documentan que las humillaciones a las que Hillary Clinton sometió a su amigo y mentor Vince Foster delante de funcionarios de la Casa Blanca precipitaron su suicidio una semana más tarde, informa el diario británico Daily Mail.
Un extravío de lo más oportuno, ¿verdad?, en vísperas de la elecciones. Pero, aunque sin duda digno de una investigación por parte de la prensa, quizá el asunto podría archivarse en cosas que pasan si no fuera porque en torno a los Clinton las casualidades de este tipo de acumulan de un modo que desafía todas las leyes de la probabilidad.
No hablo de un desgraciado accidente. Ni de dos. Ni de una docena. Casi un centenar de ‘muertes oportunas’ jalonan la trayectoria de esta pareja, desde becarias que prestan sus favores extracurriculares a Bill Clinton hasta abogados que saben demasiado y se suicida en el momento adecuado.
Del último muerto oportuno -Seth Rich, el analista de sistemas asesinado en un supuesto atraco en el que no se llevaron nada devalor y que pudo estar detrás de los correos filtrados a WikiLeaks- ya le hemos hablado aquí, y el consorcio de ‘hackers’ ha ofrecido una jugosa recompensa a quien dé pistas sobre el asesino. Pero hay dónde elegir, verdaderamente, y de bastante tiempo atrás.
El caso de Foster, por ejemplo, data de los primeros tiempos de Bill en la Casa Blanca, cuando estalla el escándalo Whitewater. Se acusaba a Bill Clinton de forzar un crédito a una tal Susan McDougal, que había facilidado una sospechosísima operación inmobiliaria en la que estaba implicado el matrimonio y su abogado, Vince Foster. Pero Foster se pegó un tiro en la boca en el momento oportuno, y los Clinton ordenaron inmediatamente un registro de sus despacho.
El periodista americano Gavin McInnes repasa algunos de estos casos, y es difícil leerlos sin asombrarse de lo malo que puede ser para la salud cruzarse en el camino de los Clinton. Tomen el caso de Jon Parnell Walker. Walker era un investigador que estaba tras el caso Whitewater, precisamente, pero no podemos saber si descubrió algo o no, porque se mató arrojándose desde el balcón de su casa a la calle. Quizá supiera algo el marido de Susan McDougal, pero si era así se lo llevó a la tumba cuando le dio un ataque al corazón mientras estaba en la cárcel, confinado en solitario. Susan optó por no abrir la boca, y obtuvo el indulto presidencial. Chica lista.
¿Y qué me dicen de Suzanne Coleman, que en 1997 se pegó un tiro en la parte de atrás de la cabeza estando embarazada? No sería la primera mujer atractiva que se suicida, y el hecho de que tuviera una aventura con Bill cuando éste era fiscal general de Arkansas no significa nada en absoluto. Como tampoco hay pruebas de que Bill tuviera nada que ver con el hecho de que cosieran a balazos a Mary Mahoney. Mary, una belleza, había estado empleada en la Casa Blanca y murió -aparentemente, en un robo en su casa- por la época en que Mike Isikoff, de Newsweek, anunciara que una ex empleada de la Casa Blanca estaba a punto de revelar un affair con el presidente. Fue el mismo año en que salió a la luz lo de Monica Lewinsky, de la que los malintencionados conspiranoicos podrían decir que salvó la vida gracias a que lo contó todo a tiempo, y con pruebas, el famoso vestido azul.
Pero no quiero aburrirles. Ustedes mismos pueden buscar en Google «Clinton body count» si tienen un interés especial por los prodigios estadísticos, o buscar información sobre el destino de Ron Brown, C. Victor Raiser II, Paul Tully, Ed Willey, Jerry Parks, James Bunch, James Wilson, Kathy Ferguson, Bill Shelton, Gandy Baugh, Florence Martin, Danny Casolaro, Paul Wilcher, Jon Parnell Walker, Barbara Wise, Charles Meissner, Dr. Stanley Heard, Barry Seal, Johnny Lawhorn Jr., Stanley Huggins, Herschel Friday, Kevin Ives, o Don Henry. Por ejemplo.
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¿Tan ingenuos somos cómo para no ver que donde está el poder humano está el demonio, y que donde este está siempre hay homicidio?
Los habrán sacrificado a su dios Moloch
Hasta que no aceptemos que desde el 24 de Junio en que se crea en Londres la MASONERIÁ rige el mundo no nos daremos cuenta poeque pasa lo que pasa. Ya lo dijo el gran pleboste mason Albert Pike; : «El mundo debe ser regido por un pequeño grupo de personas «muy inteligentes», los cuales dirigiran a otro grupo mas numeroso de pèrdsonas «inteligentes» quienes ejecutaran buestras ideas, sin que el pueblo nunca sepa por qué ocurren las cosas». Es un proyecto a largo plazo socio.politico-economico-seudoreligioso infernal, que busca la culminación del Nuevo Orden Munsial. La Masonería en sus grados mas elebados es Luciderina.
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