Francisco critica a los que van a misa «solamente para demostrar que son católicos»

Vatican Media
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«Si tú rezas muchos rosarios al día pero luego chismorreas sobre los otros, y después tienes rencor dentro, tienes odio contra los otros, esto es puro artificio, no es verdad».

Francisco ha iniciado hoy la audiencia pidiendo perdón por la nueva forma que han adquirido las audiencias generales, con el Papa a gran distancia de los fieles y sin acercarse a saludar. “Siento hacer esto, pero es por vuestra seguridad. En vez de ir cerca de vosotros y darnos la mano y saludar, nos saludamos desde lejos, pero sabed que yo estoy cerca de vosotros con el corazón. Espero que entendáis por qué hago esto”, ha explicado el Papa.

También mencionó como, al comenzar la audiencia, una madre intentaba consolar a su hijo acurrucándolo y amamantándolo. “Nunca hacer callar a un niño que llora en la iglesia, nunca, porque es la voz que atrae la ternura de Dios. Gracias por tu testimonio”.

Por su parte, la catequesis versó sobre los salmos, continuando la de la semana pasada. Francisco señaló como en los Salmos “aparece a menudo una figura negativa, la del “impío”, es decir aquel o aquella que vive como si Dios no existiera”. “Es la persona sin ninguna referencia al trascendente, sin ningún freno a su arrogancia, que no teme juicios sobre lo que piensa y lo que hace”, ha dicho el Santo Padre.

La oración es la salvación del ser humano, ha dicho el Papa, sin embargo, ha reconocido que también existe “una oración falsa, una oración hecha solo para ser admirados por los otros”. “Ese o esos que van a misa solamente para demostrar que son católicos o para mostrar el último modelo que han comprado, o para hacer una buena figura social. Van a una oración falsa”, ha criticado Francisco.

“El peor servicio que se puede prestar, a Dios y también al hombre, es rezar con cansancio, como si fuera un hábito. Rezar como los loros. No, se reza con el corazón”, ha explicado el Papa. Su Santidad ha comentado que “la oración no es un calmante para aliviar las ansiedades de la vida; o, de todos modos, una oración de este tipo no es seguramente cristiana. Más bien la oración responsabiliza a cada uno de nosotros”.

«Si tú rezas muchos rosarios al día pero luego chismorreas sobre los otros, y después tienes rencor dentro, tienes odio contra los otros, esto es puro artificio, no es verdad», ha señalado Francisco. «Dios no sostiene el “ateísmo” de quien niega la imagen divina que está impresa en todo ser humano. Ese ateísmo de todos los días: yo creo en Dios pero con los otros mantengo la distancia y me permito odiar a los otros. Esto es el ateísmo práctico. No reconocer la persona humana como imagen de Dios es un sacrilegio, es una abominación, es la peor ofensa que se puede llevar al templo y al altar», aseguró Francisco.

«Queridos hermanos y hermanas, que la oración de los salmos nos ayude a no caer en la tentación de la “impiedad”, es decir de vivir, y quizá también de rezar, como si Dios no existiera, y como si los pobres no existieran», ha concluido el Papa.

Les ofrecemos las palabras del Papa en la catequesis de hoy, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Catequesis – 11. La oración de los salmos. 2

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy tendremos que cambiar un poco la forma de realizar esta audiencia por causa del coronavirus. Vosotros estáis separados, también con la protección de la mascarilla y yo estoy aquí un poco distante y no puedo hacer lo que hago siempre, acercarme a vosotros, porque sucede que cada vez que yo me acerco, vosotros venís todos juntos y se pierde la distancia y está el peligro para vosotros del contagio. Siento hacer esto pero es por vuestra seguridad. En vez de ir cerca de vosotros y darnos la mano y saludar, nos saludamos desde lejos, pero sabed que yo estoy cerca de vosotros con el corazón. Espero que entendáis por qué hago esto. Por otro lado, mientras leían los lectores el pasaje evangélico, me ha llamado la atención ese niño o niña que lloraba. Yo veía a la madre que le acunaba y le amamantaba y he pensado: “así hace Dios con nosotros, como esa madre”. Con cuánta ternura trataba de mover al niño, de amamantar. Son imágenes bellísimas. Y cuando en la iglesia sucede esto, cuando un niño llora, se sabe que ahí está la ternura de una madre, como hoy, está la ternura de una madre que es el símbolo de la ternura de Dios con nosotros. Nunca hacer callar a un niño que llora en la iglesia, nunca, porque es la voz que atrae la ternura de Dios. Gracias por tu testimonio.

Completamos hoy la catequesis sobre la oración de los Salmos. Ante todo notamos que en los Salmos aparece a menudo una figura negativa, la del “impío”, es decir aquel o aquella que vive como si Dios no existiera. Es la persona sin ninguna referencia al trascendente, sin ningún freno a su arrogancia, que no teme juicios sobre lo que piensa y lo que hace.

Por esta razón el Salterio presenta la oración como la realidad fundamental de la vida. La referencia al absoluto y al trascendente —que los maestros de ascética llaman el “sagrado temor de Dios”— es lo que nos hace plenamente humanos, es el límite que nos salva de nosotros mismos, impidiendo que nos abalancemos sobre esta vida de forma rapaz y voraz. La oración es la salvación del ser humano.

Cierto, existe también una oración falsa, una oración hecha solo para ser admirados por los otros. Ese o esos que van a misa solamente para demostrar que son católicos o para mostrar el último modelo que han comprado, o para hacer una buena figura social. Van a una oración falsa. Jesús ha advertido fuertemente sobre esto (cfr. Mt 6, 5-6; Lc 9, 14). Pero cuando el verdadero espíritu de la oración es acogido con sinceridad y desciende al corazón, entonces esta nos hace contemplar la realidad con los ojos mismos de Dios.

Cuando se reza, todo adquiere “espesor”. Esto es curioso en la oración, quizá empezamos en una cosa sutil pero en la oración esa cosa adquiere espesor, adquiere peso, como si Dios la tomara en sus manos y la transformase. El peor servicio que se puede prestar, a Dios y también al hombre, es rezar con cansancio, como si fuera un hábito. Rezar como los loros. No, se reza con el corazón. La oración es el centro de la vida. Si hay oración, también el hermano, la hermana, también el enemigo, se vuelve importante. Un antiguo dicho de los primeros monjes cristianos dice así: «Beato el monje que, después de Dios, considera a todos los hombres como Dios» (Evagrio Póntico, Tratado sobre la oración, n. 123). Quien adora a Dios, ama a sus hijos. Quien respeta a Dios, respeta a los seres humanos.

Por esto, la oración no es un calmante para aliviar las ansiedades de la vida; o, de todos modos, una oración de este tipo no es seguramente cristiana. Más bien la oración responsabiliza a cada uno de nosotros. Lo vemos claramente en el “Padre nuestro”, que Jesús ha enseñado a sus discípulos.

Para aprender esta forma de rezar, el Salterio es una gran escuela. Hemos visto cómo los salmos no usan siempre palabras refinadas y amables, y a menudo llevan marcadas las cicatrices de la existencia.  Sin embargo, todas estas oraciones han sido usadas primero en el Templo de Jerusalén y después en las sinagogas; también las más íntimas y personales. Así se expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: «Las múltiples expresiones de oración de los Salmos se hacen realidad viva tanto en la liturgia del templo como en el corazón del hombre» (n. 2588). Y así la oración personal toma y se alimenta de la del pueblo de Israel, primero, y de la del pueblo de la Iglesia, después.

También los salmos en primera persona singular, que confían los pensamientos y los problemas más íntimos de un individuo, son patrimonio colectivo, hasta ser rezados por todos y para todos. La oración de los cristianos tiene esta “respiración”, esta “tensión” espiritual que mantiene unidos el templo y el mundo. La oración puede comenzar en la penumbra de una nave, pero luego termina su recorrido por las calles de la ciudad. Y viceversa, puede brotar durante las ocupaciones diarias y encontrar cumplimiento en la liturgia. Las puertas de las iglesias no son barreras, sino “membranas” permeables, listas para recoger el grito de todos.

En la oración del Salterio el mundo está siempre presente. Los salmos, por ejemplo, dan voz a la promesa divina de salvación de los más débiles: «Por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahveh: auxilio traigo a quien por él suspira» (12, 6). O advierten sobre el peligro de las riquezas mundanas, porque «el hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja» (48, 21). O, también, abren el horizonte a la mirada de Dios sobre la historia: «Yahveh frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos; mas el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades» (33,10-11).

En resumen, donde está Dios, también debe estar el hombre. La Sagrada Escritura es categórica: «Nosotros amemos, porque él nos amó primero» (1Jn 4, 19). Él siempre va antes que nosotros. Él nos espera siempre porque nos ama primero, nos mira primero, nos entiende primero. Él nos espera siempre. «Si alguno dice “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1Jn 4, 20). Si tú rezas muchos rosarios al día pero luego chismorreas sobre los otros, y después tienes rencor dentro, tienes odio contra los otros, esto es puro artificio, no es verdad. «Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4, 21). La Escritura admite el caso de una persona que, incluso buscando sinceramente a Dios, nunca logra encontrarlo; pero afirma también que las lágrimas de los pobres no se pueden negar nunca, so pena de no encontrar a Dios. Dios no sostiene el “ateísmo” de quien niega la imagen divina que está impresa en todo ser humano. Ese ateísmo de todos los días: yo creo en Dios pero con los otros mantengo la distancia y me permito odiar a los otros. Esto es el ateísmo práctico. No reconocer la persona humana como imagen de Dios es un sacrilegio, es una abominación, es la peor ofensa que se puede llevar al templo y al altar.

Queridos hermanos y hermanas, que la oración de los salmos nos ayude a no caer en la tentación de la “impiedad”, es decir de vivir, y quizá también de rezar, como si Dios no existiera, y como si los pobres no existieran.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que, a través de la oración de los salmos, nos veamos libres de la tentación de la impiedad, es decir: de vivir —e incluso rezar— como si Dios no existiera, como si el hermano no existiera. La oración es el antídoto a toda indiferencia. Que el Señor los bendiga.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy completamos nuestra catequesis sobre la oración en los salmos, con una figura que presentan a menudo: el impío. Es aquél que vive como si Dios no existiese y cerrado a la trascendencia. Por el contrario, los salmos nos muestran la oración como algo fundamental, que nos abre al absoluto, evitando que nos dejemos llevar por la voracidad predadora y poder así llegar a ser plenamente humanos.

Existe por desgracia una oración falsa, en la que se busca ser admirados, cubrir las propias necesidades o encontrar consuelo. Esa oración, en la que el hermano no está presente, que es egoísta, no es una oración cristiana. Como vemos en el Padrenuestro, el otro se hace importante y nosotros responsables. Por eso, hallamos en los salmos tanto oraciones íntimas, como comunitarias, de modo que la plegaria personal se alimenta de la litúrgica y viceversa. Ambas se convierten en patrimonio de todos.

En definitiva, donde está Dios debe estar el prójimo. Quien dice amar a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso, y por eso los salmos nos los presentan continuamente, para que veamos en ellos la imagen que Dios ha impreso de sí mismo en cada uno de nosotros. Nos recuerdan que Dios escucha el grito de los pobres, nos amonestan sobre el peligro de poner nuestra confianza en las riquezas y abren nuestra mente a su diseño de salvación que está por encima de los planes de las naciones.

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Comentarios
16 comentarios en “Francisco critica a los que van a misa «solamente para demostrar que son católicos»
  1. Yo a veces me pregunto si este hombre tiene sentido de la realidad. ¿Pero en qué mundo vive? En un tiempo como el actual, en que los católicos estamos muy sometidos a ostracismo y persecución, ¿habrá alguien que vaya a misa para ser bien visto? Estos tópicos se decían en décadas pasadas, pero ya están trasnochados.
    Y con las cosas tan graves que están pasando, ¿Francisco no tiene cosas más importantes y certeras de las que hablar?

    1. La pregunta pertinente y cabal es: en qué mundo vives tú?. Siendo sacerdote (parece), ¿ no es evidente que hay gente que acude a los templos y recibe los sacramentos para que les vean o por mera costumbre social?. Eso es lo que ha dicho, sí de una manera muy simple, pero es así, y no de ahora. Y eso no tiene nada que ver con que sean muchos o pocos los acudan a la Iglesia, por favor.
      Y sí, hay cosas más importantes, pero podrás disculparle por no hablar de lo que tú crees que es necesario. En fin….

      1. No. La pregunta cabal sigue siendo en qué mundo vive Su Santidad, porque el Papa es él (no Sacerdote católico) y si su análisis de la realidad parte de unas premisas tan manifiestamente anacrónicas existe un riesgo muy real de que la Iglesia universal tome un rumbo equivocado, cosa que no sucedería si fuese Sacerdote católico quien metiese la pata. ¿Que existen católicos que van a misa y que reciben los sacramentos sólo para ser vistos? Pues tal vez sí. Yo no conozco a ninguno. ¿No sería más razonable, digo yo, que no soy más que un pobre laico de a pie, que Su Santidad fijara el foco en las legiones de bautizados que no van a misa, no se confiesan, o sostienen todo tipo de errores? Porque la realidad es que en estas categorías entran la inmensa mayoría de católicos (por lo menos en Occidente), y esto no es una apreciación subjetiva, sino un hecho acreditado empíricamente de forma reiterada.

  2. Y dicho sea de paso. Recuerdo que una vez estuve en una audiencia de los miércoles, en los felices tiempos de Su Santidad Benedicto XVI. Fue una catequesis sobre un tema de actualidad pastoral,
    brillante e impoluta, con la plaza de San Pedro abarrotada de gente. En cambio con Francisco, catequesis pobre, insulsa, y con el aula Pablo VI medio vacía.

  3. Lo de «yo quién soy yo para juzgar…» parece que lo aplica a los homosexuales y no a los que vamos a Misa (antes llamada Santo Sacrificio)

  4. La crítica no es en general contra todos los que van a Misa, sino contra quienes hacen como aquellos a los que se refirió Jesús en Mateo 6:5 (Orar por querer ser vistos por los demás). En los párrafos en cursiva, se cita también ese pasaje.

  5. A estas alturas de la película NADIE VA A MISA PARA DEMOSTRAR QUE ES CATÓLICO…..
    Ésto está ya pasado de moda…
    Este hombre vive en otra Iglesia, en otra Sociedad, en otra Época….

  6. Eso se decía en los años 50, hoy no va nadie a misa a pasear. Ir a misa no da ningún status, en el ambiente del trabajo si decís que vas a misa se te ríen.

  7. Ah, ¿pero quedan de esos de «ir a misa para que me vean»? Más bien me parece que, en el Occidente moribundo y laicista, abunda lo de «negar que voy a Misa para que vean lo laicista que soy». ¿A qué se refiere Su Santidad exactamente?

  8. Aqui encaja el comentario de un hermano cofrade cuando nos preparábamos para salir en procesión: No deberíamos llevar capirote, es de otra época en que no había que alardear de lo buenos que somos, ahora deberíamos decir que no nos importa que los demás sepan que somos vofrades.

  9. Suscribo completamente todo lo que ud., acertadamente, ha comentado. Yo no conozco ni uno que vaya a misa para que lo vean. Y de los cuatro gatos que quedamos rezando aún el Santo Rosario, no creo que haya muchos que se dediquen a chismorrear. Para chismorrear ya inventaron aquí Telecirco.

  10. Ya nadie va a misa para simular ser católico, más bien los católicos se ufanan de no ir a misa, y la posibilidad de que gente murmuradora u hostil a los demás rece varios rosarios al día no existe. No sé qué razón lleva al Papa a inventarse un modelo de católico inexistente. La mayoría de los católicos que todavía rezamos el rosario y vamos a misa tenemos que enfrentarnos con la acedia, es decir con la desgana, y vencerla y eso solo se puede hacer desde la constancia y la paciencia porque la vida que llevamos no favorece las devociones. Que gente así se ponga a chismorrear es poco probable, Santidad.
    Los antiguos beatos podían llenar huecos existenciales con la práctica de una religión hueca pero resulta que ahora los sacerdotes ya no dicen novenas, las iglesias están cerradas, el culto reducido por la Covid-19 y las reuniones para Ejercicios Espirituales no se dan. Rezar uno o más rosarios en casa requiere una fe sólida o no se rezan. ¿De quién está hablando?

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