Cobo mueve ficha, para hoy dos peones y una torre

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Desde que publiqué mi último artículo han ido sucediendo significativos acontecimientos en nuestras Archidiócesis de Madrid. “The prince”, como ya se le conoce entre su clero a Cobo, el Cardenal-Arzobispo de Madrid, y no llevamos ni seis meses y tiene motes hasta para regalar, ha empezado a mover sus primeras fichas de ajedrez en esta partida que ya ha comenzado.

Y como cualquier jugador de ajedrez ha empezado moviendo a los peones para ver si se mueve alguna pieza desde el otro lado del tablero, las negras. Efectivamente, Cobo eligió blancas, no por inteligencia, sino por picardía; lo de la inmigración sólo es el discurso oficial que le toca dar por el cargo, él lo sigue escribiendo desde su Palacio Arzobispal o se lo encarga a sus escribanos, que ya los tiene. Total, que mejor blancas y los peones adelante, porque si tiene que caer alguno, primero que sean estos, siempre conviene sacar peones para dejar espacio a los alfiles, poner en primera línea de batalla a los caballos, abrir huecos por si han de actuar las torres y por supuesto que la reina de la corona pueda moverse libremente por el tablero; todo con un objetivo, que no caiga el rey, en este caso “the prince”.

Los cambios de vicarios que desde este blog anuncié, ya han llegado. No todos, sino el príncipe se quedaría sin peones de una tacada. Cobo mueve fichas para “ver qué pasa”, “a ver cómo reaccionan”. Yo ya lo conté en mi artículo https://infovaticana.com/blogs/con-balcones-a-la-calle/103431/ del día 6 de septiembre, y en muy poco me equivocaré, teniendo en cuenta que cuando se pisa a alguien, el pisoteado rápidamente saca su zapato de debajo, para intentar pisar encima. De cualquier modo, ahora que los cambiados van ya tomando posesión de los nuevos oficios, les voy a dar mi parecer.

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Empecemos por el Vicario General saliente y Moderador de Curia entrante. No sé, ¡que quieren que les diga!, ¡pues que pobrecillos!, ¡dan hasta lástima!

Avelino Revilla

“Prometí obediencia y aquí estoy”, sólo le faltó decir “resignado”. Desde mi punto de vista su vida sacerdotal se podría tristemente resumir en un querer y no poder, ahora ya sí que se le pasó el arroz definitivamente. Buscó la mitra con ahínco, hasta a mis compañeros de Infovaticana les colaron el rumor de que sería inminentemente nombrado auxiliar de Getafe. ¡Qué grande debe de ser la frustración por anhelar el gorrito y comprobar que no va a llegar nunca! y ¡qué duro debe ser tener que disimular tal frustración! ¡Pobrecillo!

Pero claro, a veces se cumple aquello de que uno recoge lo que ha sembrado. Cuando uno ha ocupado puestos de gobierno y ha dejado que le entren en el corazón deseos de más y más poder, es muy difícil, no imposible, asumir con humildad que ya te vas y que no vas a volver. Cuando uno alcanza un poder, el que fuere, tiene el riesgo de llegar a creerse que se ha dado el poder a sí mismo; cuando le mueven la silla para dársela a otro, hay que ser muy humilde y tener una conciencia clara de servicio para ser capaz de sentarse en la banqueta.

El clero diocesano, no ha sido educado en los seminarios para esa humildad, ni en esta conciencia de servicio, de ahí que nos cueste tanto sentarnos en la banqueta. Hay que reconocer que en esto los religiosos, los buenos religiosos, nos dan lecciones. Por ejemplo, el padre general de la Compañía de Jesús cuando deja el oficio de General, se pone con obediencia a disposición de los superiores y normalmente pasa a ocupar un puesto poco relevante, pasando a vivir como uno más en la comunidad de jesuitas donde se le envíe. Como en todo, hay excepciones, véase la del jesuita Elías Royón, todavía Vicario Episcopal para la Vida Consagrada de la Archidiócesis de Madrid que a punto de cumplir 87 años sigue empoderado, tal es así que hasta los pocos novicios de la compañía ya dicen que “ese nació para mandar”, pero bueno, son eso, excepciones que confirman la regla. Nosotros, los diocesanos, eso no lo hacemos bien y no se corrige en los seminarios, no se educa en humildad y servicio, la patada al diocesano siempre tiene que ser para arriba, lo más alto que se puede.

Pero cuando tú tienes un objetivo, aunque intentes convencerte de que la patada es para arriba, como la de nombrarte párroco de la Basílica-Parroquia de la Concepción de Nuestra Señora, en el barrio Salamanca, el más adinerado de la capital, situada en la calle Goya, uno sabe que en el fondo lo que le han dado es una patada en las posaderas con un definitivo vete y no vuelvas más. En definitiva, Cobo se lo ha quitado de encima, quizá asesorado por el noticiero José Manuel Vidal: empezando por sustituir a su Vicario General (un hombre de la vieja guardia) por alguien de su absoluta confianza, quizás uno de sus auxiliares.

En la Archidiócesis de Madrid esperábamos que nuestros superiores rompieran ya y definitivamente con esta mala praxis, pero queda meridianamente claro que Cobo lo de ir a las periferias que tanto insiste el Papa Francisco, lo tamiza según quién sea el enviado y cambia el discurso según dónde lo envíen. Al final una patada para arriba que hasta el interesado es consciente de que es para abajo, ya saben aquello de que Dios pone a cada uno en su sitio.

Eso sí, reconozco que en dos cosas estoy plenamente de acuerdo con el ex Vicario General Avelino Revilla; que los años en la curia “han sido unos años muy fructíferos” y que “va a asumir la riqueza que tiene la parroquia”. De eso podemos estar seguros.

Mons. Jesús Vidal Chamorro

¡Pobrecillo!, ser obispo le vino grande. Lo que no entiende uno, es cómo dijo que sí. Uno tiene que saber para qué puede servir, yo para hacer de fontanero no, pero, sin embargo, las cosas de albañil se me dan bien y para esos arreglos en la parroquia no llamo a nadie, lo hago yo mismo. Dios nunca pide algo de lo que uno no es capaz, lo que no quita que nos capacite para lo que nos pide. Pero bueno, el daño ya está hecho y ahora veremos a ver a que diócesis le perjudica.

El caso es que a él le volvieron loco, después de darle una patadita para arriba y campar por Alcalá como si fuera el obispo del lugar, fruto de la inmadurez y de la inexperiencia, terminó aprendiendo que no es lo mismo administrar que gobernar, pero como el alumno era tozudo le dieron, ahora sí una patada, pero esta vez para abajo y me sale expresar lo mismo: ¡qué duro debe saber que te la dieron y encima tener que disimularlo! ¡Pobrecillo!

Fue mayor el daño que el disimulo y hasta la cara se le reviró a causa de un herpes zóster, y desde entonces, nunca mejor dicho, no levanta cabeza. Santander era mucho Santander y se lo han dado a un pupilo del peregrino. El Sr. Nuncio, anda de cabeza a ver dónde le podrían mandar, aunque para el caso que hace el Papa a los informes de la Nunciatura española, mejor sería que desde Roma se lo dieran decidido, como hicieron para Madrid. Vidal no quiere saber nada de sedes, que él ya tiene el gorrito y está fenomenal en Madrid y no le importa para nada no ser el capo.

El príncipe Cobo le nombra Moderador de Curia, a ver si aumentando las responsabilidades gradualmente resiste. De momento parece que sí y ya vamos camino del mes. Los curas sobre el moderador de Curia, pues eso, de Curia, ni nos va ni nos viene. Vicarios generales lo son todos los auxiliares por el hecho de serlo, lo dice el derecho canónico, así que yo cuando tengo alguna cosita que consultar, lo hago con don Juan Antonio Martínez Camino. Para los no clérigos el Moderador de Curia equivaldría a un jefe de personal o a un gerente de cualquier empresa. Lo que demuestra que Cobo no hace ni pinta de caso al Papa Francisco y nombra en un puesto que podría ser para un laico a un clérigo de grado máximo. Va a resultar que el líder patrullero nos va ahora a caer también en el pecado de clericalismo; ¡no se engañen!, ya llevo tiempo que se lo vengo diciendo, las serpientes mayores mudan de piel sólo dos o tres veces al año, y a Cobo le quedan 20 años, aunque a lo mejor es menos, si Dios no quiere.

Juan Carlos Merino

Qué se puede esperar y como definirían mis lectores a un Vicario Episcopal que tras presentarle la renuncia a Osoro, pregonar dicha presentación por toda mi vicaría como un gesto de ruptura ante un modo pésimo de gobernar, no sólo se echa para atrás en el momento de renunciar, sino que tras la llegada del nuevo Arzobispo, el que ya estaba aquí de auxiliar, en lugar de forzarle a que prescinda de él, éste acepta la propuesta o se propone para ser Vicario del Clero.

Los hombres nos vestimos por los pies, ahora también las mujeres por lo que se ve. La hombría, es decir, la entereza y el valor junto con el honor y la dignidad son rasgos que un hijo, aprende en su casa, más si lo es de un Guardia Civil.

Merino es un magnífico sacerdote, que cuando se dedica a serlo lo hace muy bien y hace el bien. Pero se empeña en posponer su servicio ministerial y su entrega para seguir ocupando puestos de gobierno. Todo edulcorado en la misma falacia del “prometí obediencia y aquí estoy”.

Siete son las promesas de la oración sacerdotal, qué obsesión tienen estos que llevan toda la vida en la Curia y sirviéndose de ella, en destacar sólo una para justificar sus posicionamientos mundanos, la de la obediencia al obispo, que por cierto es para todos, también para el cura de Braojos que está en la periferia y tantos otros que no pisamos por la Curia.

Podía darles a estos curiales por la promesa de colaboración en la misión de la Iglesia, que tanto acentuó el Concilio Vaticano II en su decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, Ordinis Presbyterorum: “Recuerden, pues, los presbíteros que deben llevar en su corazón la solicitud por todas las Iglesias. Por tanto, los presbíteros de aquellas diócesis que son más ricas en abundancia de vocaciones, muéstrense de buen grado dispuestos, con permiso o por exhortación de su propio Obispo, a ejercer su ministerio en regiones, misiones u obras que padecen escasez de clero”.

No le veo yo a Merino con muchas ganas de hacer las maletas. El mismo año que fue ordenado sacerdote, 1992, le destinaron para ser formador de nuestro Seminario Menor y desde entonces, es decir, 31 años es lo que lleva en la Curia diocesana. Sacó tímidamente una patita cuando le nombraron párroco de Nuestra Señora del Consuelo, en Vallecas y de San Gregorio Magno, pero dejó la otra patita dentro de la Delegación de Pastoral Vocacional, para sacar definitivamente la primera. Nuevamente con las dos dentro de la curia, vino una nueva patada, por supuesto, para arriba. Y patada tras patada ha llegado a sonar para obispo, lo que de momento no llega.

Nombrarle ahora Vicario para el clero es ya insultante, a no ser que dicho oficio haya quedado asemejado al de director de geriátrico de curas mayores o al de gerente de guardería de curas jóvenes. Curas mayores que hayan sido curiales se va a encontrar pocos, pero don José Luis Huéscar, le puede contar en qué soledad puede acabar uno cuando no sale de esos puestos a tiempo, que casualidad que ambos hayan sido vicarios de mi vicaria; los curas jóvenes, de la Curia no quieren ni oír hablar, tienen claro que se ordenaron para identificarse con Cristo y como Él entregar su vida, por lo que necesitarían otro tipo de modelo de Vicario del Clero. Al resto, nos sobra y nos llega con nuestro vicario de zona.

La obediencia al obispo es muy importante. Nadie va al obispo a hacer lo que me diga, a no ser que haya falta de madurez. Desde hace mucho la obediencia es dialogada, no ciega. Y en ese diálogo uno puede hacer valer su entereza, su valor, su honor y su dignidad. Claro que todo eso hay que traerlo aprendido de casa porque en el seminario no lo enseñan, ni siquiera con la nueva Ratio.

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