José Arregui contado por él mismo

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Exfranciscano, exsacerdote, casado, ignoro si civil o canónicamente, aunque me inclino por lo primero, ha escrito una interesante autobiografía a la que se le debe aplicar el correspondiente corrector de la autoestima que en su caso es elevada.

http://servicioskoinonia.org/relat/449.htm

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Tiene, o está a punto de cumplirlos, 65 años y anuncia su jubilación docente en el presente curso.

Creo que siempre fue figura marginal en nuestra Iglesia y hoy ya ni eso. Aunque haya estado presente, y todavía lo esté, en algunas páginas contestatarias.

Se suicidó eclesialmente cuando se creyó que podía cargarse al obispo de la diócesis en la que vivía, empresa en la que obtuvo un descomunal fracaso. El obispo, un excelente obispo, sigue al frente de su diócesis y él está fuera de su orden, del sacerdocio y de la menor significación eclesial salvo la de la rebeldía.

No merece la pena, pues Arregui ya no es casi nadie, comentar su curriculum. Me limitaré a dos cuestiones del mismo. Una en la que coincido mucho con él, sorpréndanse los lectores. Y otra en la que he resultado yo el sorprendido.

La primera, y coincidente, es sobre su pesimismo ante la supervivencia de la orden seráfica de la que fue parte muchos años. Dice que él verá, en veinte años, la desaparición de la que fue su provincia franciscana de Aránzazu. Pues muy largo nos lo fía. Esa provincia desaparecerá, si no ha desaparecido ya, englobada en una provincia única de los franciscanos de España, hoy, mañana o pasado mañana. No puede sobrevivir sin vocaciones y no las tiene. Son un conjunto de  ancianos sin el menor futuro.

Cabe que lo que quisiera haber dicho no es la muerte canónica de una provincia sino la de los franciscanos en las Vascongadas y Navarra. Eso me parece mucho más probable aunque sigue pareciéndome mucho plazo el de veinte años.  Creo que llegará bastante antes.

Anuncia también, aunque añadiendo que eso no llegará a verlo, la desaparición mundial de la orden de los frailes menores. Uno, que es católico rigorista, nostálgico y con cara de pepinillo en vinagre, cree sin embargo en la virtud de la esperanza. Cabe que esa desgracia no llegue a ocurrir a poco que Dios eche una mano. Y espero que la echará. Pese a tantos franciscanos. Lo peor ya se está yendo. Por tres vías: le exclaustración, el fallecimiento o el geriátrico. Los pocos que entran y algunos que quedan me parecen mucho mejores que los que se van por el desaguadero.

La segunda cuestión, y esa verdaderamente sorprendente, es la acogida que ha tenido, tras su espantá, por los jesuitas vascos. Me parece no sólo sorprendente sino incluso lamentable. Pues si quieren seguir el camino de los franciscanos pues allá ellos. Están recogiendo lo que a manos llenas sembraron. La ruina general y muy destacada en España.

Los jesuitas, el siglo pasado, llegaron a ser 36.038, el 1 de enero de 2016 apenas quedaban ya 16.378. Los franciscanos eran tras ellos la segunda orden más numerosa de la Iglesia, 26.320. Hace dos años sólo había 13.513. Y habían sido superados por los salesianos. Y en España la situación es todavía peor. Llegó a haber en el siglo recientísimamente pasado 3.000 jesuitas españoles. Hoy son ya menos de 1.000. De los franciscanos no tengo esos datos españoles pero deben ser iguales o peores. Hoy, o en fechas muy próximas, ambos debe estar a punto de perder el listón de los dieciséis mil y los trece mil. Pues como para Arreguis y protectores de Arreguis.

 

Comentarios
11 comentarios en “José Arregui contado por él mismo
  1. MARTÍNEZ GORDO SOSPECHA QUE EL GOBIERNO DE LA IGLESIA SE VA A DESCENTRALIZAR EN NAVIDAD (*)

    Jesús Martínez Gordo se despacha a gusto en una entrevista que publica hoy «Diario de Burgos». Y es que el «teólogo» pronunció una conferencia en dicha capital castellana, titulada «Por una Iglesia libre de sí misma. El desafío de poner la Iglesia al día siendo fiel a Jesús».

    Y es que, para el sacerdote de la diócesis de Bilbao, la Iglesia «más que apostar por la añoranza nacional católica de mover masas, tiene que apostar por ser un resto fiel a su origen e identidad. […] Un resto de practicar empatía crítica.»

    Afirma, contundente que durante los pontificados del papa emérito Benedicto XVI y San Juan Pablo II «hemos tenido una Iglesia que ha sido poco propensa a la autocrítica». En cambio, el pontificado del papa jesuita sí se caracteriza por algo «es porque está haciendo una autocrítica de la institución vaticana bastante seria. […] La Iglesia ahora está en un proceso de autocrítica y, de hecho, posicionamientos que antes eran muy mayoritarios se sienten particularmente incómodos con este pontificado, justamente por esta conversión de la que habla el Papa.»

    Martínez Gordo se lamenta, empero, de que a dicho proceso de conversión promovido por el papa jesuita «le va a faltar tiempo», manifestando su impresión de que a Francisco I «le está faltando tomar decisiones concretas». Pese a ello, dicho el profesor de la Facultad de Teología de Vitoria, alberga esperanzas: «creo que estas Navidades a una primera gran toma de decisión de reforma de la curia vaticana […] y por efecto dominó, tienen que renovarse las iglesias locales y las diócesis.

    Preguntado si dicha reforma consistiría en la elección de cardenales, obispos, etc., Martínez Gordo sospecha que «podríamos asistir a una descentralización del gobierno de la Iglesia», manifestando abiertamente sus deseos de que «los cristianos y católicos pudieran intervenir en la elección de los obispos» aunque reconoce que eso en todo caso sería una «revolución». Y es que, según el entrevistado «el actual sistema de elección favorece un gobierno regido por el nepotismo y los “lobbys” de influencia».

    Más que de separación o secularización entre la sociedad española e Iglesia, el teólogo «hablaría de una Iglesia que ha ocupado demasiado espacio desde la Guerra Civil hasta ahora […] y por eso digo que está más llamada a ser un resto dinámico y con iniciativa, que un modelo nacional católico […] porque somos muchos, también dentro de la Iglesia, los que deseamos quitar también todo este lastre nacional católico que ha habido para volver a lo que tiene que ser una Iglesia: un colectivo de seguidores de Jesucristo alegre y combativo, que no tiene por qué identificarse con la mayoría de los ciudadanos de un pueblo o una ciudad» porque para Martínez Gordo, más que perder fuerza «la Iglesia está volviendo al sitio en el que tenía que estar: un modelo de diversidad en el que la Iglesia ofrece su trabajo como otras instituciones».

    En cuanto al «conflicto» catalán «el servicio podría ser informar a la gente que se mueve en el seno de la Iglesia que la unidad puede ser vivida de muchas y diferentes maneras, todas legítimas».

    Fara finalizar, como sacerdote de la diócesis de Bilbao, manifiesta que, en Vascongadas «la Iglesia debe proporcionar la reconciliación, que pasa por superar situaciones excepcionales» respecto de los presos de ETA, quienes, según Martínez Gordo «tienen que hacer autocrítica».

    «Diario de Burgos»
    Edición impresa del martes 7 de noviembre de 2017

    * Dado que no sabía donde podía encajar esta noticia, me he permitido hacerlo en esta entrada.

  2. La historia de Arregui es bastante triste. Es la de alguien cuya formación teológica probablemente ha sido tan mala que le ha hecho perder la fe. No cree que Cristo es el hijo de Dios, luego no se le puede considerar cristiano. Y si no piensa que el Señor es la Revelación, que no es diferente a esos otros profetas de las religiones orientales, poco le conoce.

    Su caso debiera hacer reflexionar muy mucho a los formadores de los seminarios y a la jerarquía de la Iglesia acerca de lo importante de formar -y reformar, cuando es preciso- no solo al clero, sino también a los fieles laicos. Menos mal que la senda que Arregui ha seguido se encamina a la extinción. A poca gente, a los jóvenes desde luego que no, le interesa un catolicismo sin fe

  3. Arregui ni siquiera es creyente: ahora es panteísta (como Boff, llamativamente). Sus aburridísimos artículos para Vidal y Bastante no dejan dudas sobre esto. Menéndez Pelayo decía que los heterodoxos españoles siempre se volvían panteístas al discurrir con lógica, y seguramente le habría usado como ejemplo.

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