«El Papa ‘pierde’ las elecciones»

Que bien estaría calladito, es lo que tiene meterse en política a todas horas, y nada en lo moral y poco en lo religioso. Es un poco gafe pues siempre sale lo contrario de lo que apoya.
Que un político como Salvini hable de valores tradicionales, saque a relucir un rosario y se enfaden cuatro obispos chaqueteros y caciques y le haga poca gracia a la cabeza de la Iglesia, debería dar que pensar a muchos fieles en que manos estamos, es el mundo al revés de la lógica, e ir contra la lógica suele traer tarde o temprano resultados desastrosos del todo.
Que sean más valientes muchos laicos que esta jerarquía que tenemos da para muchas reflexiones, muchos han vendido a Cristo, a la Verdad y a su Iglesia a la que deberían defender con su vida incluso por una ecología de chiflados y fanáticos, por todos los mantras del Nuevo Orden Mundial habidos y por haber y por el populismo barriobajero inspirado en los países latinoamericanos, que no resulta en otros lugares del mundo que forman la Iglesia Universal como Asia o África, no digamos en Europa. Esto demuestra que Bergoglio no está a la altura de la Iglesia Universal pues todo su pontificado es un continuo mantra repetitivo con lo mismo venga a cuento o no, pues integrar, discernir, acoger vale para un roto y un descosido y se ha quedado hueco de contenido, sobre todo cuando ni se integra si no al revés, pues se divide más que nunca, ni se discerne, ni se acoge. Parece como cuando el médico te duela la cabeza, el estómago, la pierna o lo que sea te receta siempre lo mismo, pues da esa sensación. Ya sólo falta lo del clericalismo, en la época que más clericalismo existe, toda una contradicción como la basílica de San Pedro.

La Memoria

Fray Raymond La Grange OP
27 de Mayo de 2019

Hoy es el Día de los Caídos, en que los estadounidenses se toman su tiempo para recordar a aquéllos que dieron la vida en defensa de la Patria.
No soy estadounidense, pero en mi Canadá natal tenemos una conmemoración similar llamada Día de la Memoria, que se celebra el 11 de Noviembre.
Muchos otros países también celebran días similares, porque entienden la importancia de honrar a aquéllos que se han sacrificado por los que aman.
Estas fechas han conservado un carácter muy solemne y serio, a diferencia de muchos otros días festivos cívicos que tienden a convertirse en marcadores de posición para levantarse más tarde y para preparar un picnic al aire libre.
Instintivamente sabemos que no debemos olvidar los hechos heroicos de quienes lucharon por nosotros.

La memoria de nuestros héroes es un tema bíblico antiguo. Antes de entrar en la tierra prometida, Moisés instruyó a los israelitas en el amor a Su Dios con todo el corazón, con toda el alma y todas las fuerzas.
Debían tener siempre estas palabras ante sus ojos, mesitarlas y enseñarlas a sus hijos (Deut. 6, 4-9). Más adelante Moisés explicó: «No te olvides del Señor, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.» (6, 12).
Desafortunadamente, una y otra vez, el pueblo del Antiguo Testamento olvidó la Ley, a pesar de la advertencia de que debían leerla y proclamarla regularmente.
De hecho, el libro de la Ley pasó totalmente a la oscuridad antes de que fuera redescubierto por Josías a finales del siglo VII a. C. (2 Reyes 22-23).

La Nueva Alianza se se introduce con una advertencia a retener:

Y tomó el pan, y dio las gracias, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Igualmente tomó el cáliz después de la cena, diciendo:»Éste es el cáliz de mi sangre, que se derrama por vosotros.» (Lucas 22, 19-20).

La capacidad de olvidar lo que debe ser recordado es una falta muy humana, demasiado. Como remedio, las Escrituras sugieren la conmemoración frecuente de los acontecimientos de la historia de la salvación.
Esto sucede de manera preeminente en la Misa, en la que todo el pueblo cristiano se reúne regularmente para unirse en oración en el memorial y en el sacrificio redentor de Jesús.

La historia humana no es menos propensa a la oscuridad. El Día de la Memoria surgió de una sociedad cristiana que conocía tanto el peligro de olvidar como la necesidad de preservar los recuerdos que más importan. Si no se hiciera habitualmente este ejercicio, sería demasiado fácil dar por sentado lo que hemos recibido a través del sacrificio de los demás. En días como hoy, recordamos el sacrificio heroico de quienes dieron su vida por la Nación a la que amaron.

Como Jesús, los soldados están dispuestos a derramar su propia sangre por aquéllos a quienes aman. Al recordar su sacrificio, no podemos dejar de recordar el mayor de todos los sacrificios, y sentirnos estimulados a imitar un modelo de sacrificio propio.
Como cristianos, estamos llamados a dar testimonio del amor de Dios por nosotros mediante nuestro sacrificio en beneficio de los demás.
Esto es bastante difícil por sí solo, si olvidamos tener siempre en la mente el sacrificio de Cristo y de todos aquéllos que nos han conseguido un bien que no podemos pagar. Nuestra memoria es importante.