Sarah vuelve a proponer ‘la Reforma de la Reforma’ litúrgica en una lección magistral en Roma

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Los cardenales Raymond L. Burke, Gerhard Ludwig Müller y Robert Sarah en la celebración del X aniversario de Summorum Pontificum.

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha pronunciado su conferencia sobre »El Silencio y el primado de Dios en la liturgia’ en los actos de celebración del X aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum.

El cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha participado en los actos de celebración del X aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum que han tenido lugar en la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino de Roma.

En el marco de esta celebración, el cardenal Sarah ha impartido su conferencia sobre »El Silencio y el primado de Dios en la liturgia» que ha iniciado con una muestra de agradecimiento a Dios por la publicación de este texto de Benedicto XVI.

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Durante su intervención, el purpurado ha vuelto a hacer referencia a la importancia de restablecer la orientación hacia Oriente del sacerdote y los fieles, de dirigirse «ad Deum» o «ad orientem» durante la liturgia eucarística.

«Esta gestualidad está casi universalmente asumida en las celebraciones del usus antiquior –la forma antigua del Rito Romano- que, gracias al Motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, está libremente disponible para todos aquellos que deseen utilizar dicha forma», ha añadido Sarah.

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino ha insistido en que esta «antigua y hermosa práctica», que manifiesta el primado de Dios Omnipotente, no está restringida al usus antiquior, sino que es perfectamente apropiada, e incluso pastoralmente recomendable, en las celebraciones del usus recentior.

Como parte de su reflexión sobre el enriquecimiento mutuo entre las dos formas del Rito Romano, Sarah ha planteado que el ofertorio y el Canon Romano se recen en secreto: «El silencio orante de las oraciones del ofertorio y el Canon Romano, ¿podrían incluirse para enriquecer la forma ordinaria? En nuestro mundo tan lleno de palabras -y cada vez lo está más-, lo que se necesita es más silencio, también en la liturgia.» 

Sarah ha reconocido que «permanece la cuestión de una más fiel implementación de la reforma litúrgica deseada por los Padres del Concilio Vaticano II». «A veces a esto se le llama la cuestión de la “reforma de la reforma”, si bien dicha expresión, a algunas personas, les infunde temor», ha aseverado.

Asimismo, el cardenal Sarah ha criticado que muchas liturgias queden reducidas a una «diversión mundana», plagadas de gestos extraños al misterio que se celebra: «Muchas liturgias no son más que un teatro, una diversión mundana, con muchos discursos y gritos ajenos al misterio que se celebra, o con mucho ruido, danzas y movimientos corporales que se parecen a nuestras manifestaciones folclóricas.»

La liturgia, en cambio, según ha recordado el prelado, debe ser el momento para un encuentro personal y de intimidad con Dios. «Cada celebración litúrgica debe tener como centro a Dios, y sólo Dios, y nuestra santificación», ha recalcado. 

Por este motivo, el cardenal ha afirmado que todo lo que sea utilizado en la liturgia debe resaltar el primado de Dios y que nada es suficientemente bueno, bello y valioso para Su servicio. «Incluso siendo humildes, según los medios que tengamos a nuestra disposición, nuestros vasos sagrados, paramentos y demás objetos deberían ser de calidad, valiosos y hermosos, signos del amor y del sacrificio que ofrecemos a Dios Omnipotente por medio de ellos».

En esta conferencia, quien es cabeza de la Congregación para el Culto Divino ha lanzado una advertencia: Cuando los pequeños rituales de la liturgia se convierten en rutina y ya no son actos de culto, cuando no se cuidan los detalles o no se quiere hacer más para preparar y celebrar la liturgia de manera más digna, entonces existe el gran peligro de que el amor por Dios se enfríe.

En relación con los cantos y la música durante la liturgia, Sarah ha invitado a que sean de tal manera que eleven los corazones y las mentes a Dios, y «no, como sucede normalmente con demasiada frecuencia», queden limitados a reflejar sentimientos y costumbres.

El autor de La fuerza del silencio ha indicado, además, que el silencio y la humildad son disposiciones fundamentales para el acercamiento a la Sagrada Liturgia: «Si estoy tan lleno de mí mismo y del ruido del mundo, si no hay espacio dentro de mí para el silencio, es prácticamente imposible que pueda rendir culto a Dios Omnipotente, que pueda escuchar Su Palabra o dejar espacio para que ésta penetre en mi vida.»

Los ritos litúrgicos deben estar embebidos del silencio y la reverencia hacia Dios, subraya Sarah, agregando que la solemne celebración de la Santa misa en el usus antiquior, «con sus ricos contenidos y los diversos puntos de unión con la acción de Cristo, permite que alcancemos ese silencio». Con este tesoro, señala el purpurado, pueden enriquecerse algunas celebraciones del usus recentior, «que a veces, por desgracia, son anodinas y ruidosas».

Los medios tecnológicos y su uso y presencia en las celebraciones litúrgicas también han estado presentes en el discurso de Sarah. «Tal vez rezar teniendo el breviario en el móvil, o en el IPad, sea muy cómodo y práctico, pero no es digno y desacraliza la oración», ha sentenciado el cardenal, al tiempo que ha hecho un llamamiento «apagar los instrumentos electrónicos» al ir a rendir culto a Dios.

A continuación, puede leer algunos fragmentos de la conferencia del cardenal Robert Sarah en los actos de celebración del X aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum traducidos por Helena Faccia Serrano para InfoVaticana:

«El primer sentimiento que deseo expresar diez años después de la publicación del Motu proprio Summorum Pontificum es de gratitud a Dios. Efectivamente, con este texto Benedicto XVI quiso ofrecer un signo de reconciliación en la Iglesia que ha traído muchos frutos y que, en este sentido, el Papa Francisco también ha hecho suyo. Dios quiere la unidad de su Iglesia, por la cual rezamos en cada celebración eucarística: estamos, así, llamados a seguir recorriendo este camino de reconciliación y de unidad, para dar un testimonio cada vez más vivo de Cristo en el mundo hodierno. Esta iniciativa del Papa Benedicto XVI encuentra plena correspondencia en una importante obra del entonces Cardenal Ratzinger. Menos de un año antes de su elección a la Cátedra de Pedro, el cardenal se pronunció respecto a la «propuesta de algunos liturgistas católicos de adaptar definitivamente la reforma litúrgica al ’cambio antropológico’ de la época moderna y, así, construirla en sentido antropocéntrico».

[…]Esto puede deberse, también, al hecho que a menudo la liturgia, tal como se celebra ahora, no se celebra con la fidelidad y la plenitud con la que quiere la Iglesia, sino que se celebra empobreciéndonos o privándonos de ese encuentro pleno con Cristo en la Iglesia, que es un derecho de todo bautizado.

Muchas liturgias no son más que un teatro, una diversión mundana, con muchos discursos y gritos ajenos al misterio que se celebra, o con mucho ruido, danzas y movimientos corporales que se parecen a nuestras manifestaciones folclóricas. La liturgia debería ser, en cambio, el momento de encuentro personal e íntimo con Dios. África en especial, pero también Asia y América Latina, deberían reflexionar, con la ayuda del Espíritu Santo y con prudencia y la voluntad de llevar a los fieles cristianos a la santidad, acerca de su ambición humana de inculturar la liturgia, para así evitar la superficialidad, el folclore y la autocelebración cultural. Cada celebración litúrgica debe tener como centro a Dios, y solo a Dios, y nuestra santificación.

[…]Por consiguiente, Dios debe estar en el primer lugar en cada elemento de nuestra celebración litúrgica. Por amor a Él y para rendirle culto de la manera más completa es por lo que separamos y consagramos a personas, lugares y cosas para Su servicio específico en la Sagrada Liturgia. Nuestro deseo de “osar lo más posible” (cf. Santo Tomás de Aquino, Secuencia de la Festividad del Corpus Christi: «Quantum potes, tantum aude: quia major omni laude, nec laudare sufficis») para alabar y adorar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en la Sagrada Liturgia es, en sí mismo, un acto interior de culto. Naturalmente, esta disposición tiene que tener una expresión externa. Por esto, nuestras iglesias deberían ser bellas expresiones de nuestro amor a Dios; nuestros ministros -ordenados y laicos- deberían dedicar tiempo a probar y preparar todas sus acciones litúrgicas; del mismo modo, sus paramentos deberían reflejar reverencia y estupor por los divinos misterios que tienen el privilegio de servir y ministrar.

Todo lo que utilizamos en la liturgia debería, del mismo modo, resaltar el primado de Dios: nada es suficientemente bueno, hermoso y valioso para Su servicio. Incluso siendo humildes, según los medios que tengamos a nuestra disposición, nuestros vasos sagrados, paramentos y demás objetos deberían ser de calidad, valiosos y hermosos, signos del amor y del sacrificio que ofrecemos a Dios Omnipotente por medio de ellos. Del mismo modo, nuestro canto y nuestra música deberían elevar los corazones y las mentes hacia Él y no -como sucede normalmente con demasiada frecuencia- reflejar meros sentimientos humanos y costumbres que prevalecen en nuestra sociedad y cultura.

Ciertamente sabéis que en los últimos años he hablado a menudo de la importancia de restablecer la orientación hacia Oriente del sacerdote y los fieles; es decir, de dirigirse ad Deum o ad orientem durante la liturgia eucarística. Esta gestualidad está casi universalmente asumida en las celebraciones del usus antiquior –la forma antigua del Rito Romano- que, gracias al Motu proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, está libremente disponible para todos aquellos que deseen utilizar dicha forma. Pero esta antigua y hermosa práctica, que con tanta elocuencia manifiesta el primado de Dios Omnipotente en el corazón mismo de la Misa, no está restringida al usus antiquior. Esta venerable práctica está permitida y es perfectamente apropiada e, insisto, es incluso pastoralmente recomendable y ventajosa, en las celebraciones del usus recentior, la forma más moderna del Rito Romano.

Alguno puede objetar que presto demasiada atención a los pequeños detalles, a las minucias, de la Sagrada Liturgia. Pero como cada marido y cada mujer saben, en toda relación de amor los detalles más minúsculos son importantes, porque en ellos y a través de ellos el amor se expresa y se vive día tras día. Las  ’pequeñas cosas’ expresan y protegen, en la vida matrimonial, realidades más grandes. Lo mismo sucede en la liturgia: cuando sus pequeños rituales se convierten en rutina y ya no son actos de culto que expresan la realidad de mi corazón y de mi alma, cuando ya no presto atención a los detalles, cuando puedo hacer mucho más para preparar y celebrar la liturgia de manera más digna, más bella, pero no lo quiero hacer, entonces el gran peligro es que mi amor por Dios Omnipotente se enfríe. Tenemos que prestar mucha atención a esto. Nuestros pequeños actos de amor a Dios, cuando cuidamos con esmero lo que la liturgia necesita, son muy importantes. Si los descuidamos, si los rechazamos como detalles banales y puntillosos, podemos descubrir que casi sin darnos cuenta, como sucede a veces trágicamente en un matrimonio, nos hemos separado de Cristo.

[…] Cuando encontramos lo sagrado, cuando llegamos a estar cara a cara con Dios, espontáneamente nos quedamos en silencio y nos arrodillamos en adoración. Nos arrodillamos en señal de estupor y de humilde sumisión ante nuestro Creador. Con reverencia y anticipadamente esperamos su Palabra, su acción salvífica. Estas son disposiciones fundamentales cuando nos acercamos a la Sagrada Liturgia. Si estoy tan lleno de mí mismo y del ruido del mundo, si no hay espacio dentro de mí para el silencio, es prácticamente imposible que pueda rendir culto a Dios Omnipotente, que pueda escuchar Su Palabra o dejar espacio para que ésta penetre en mi vida.

[…] El silencio es la clave: el silencio de la verdadera humildad ante mi Creador y Redentor, que expulsa el orgullo y aleja el clamor del mundo. Las exigencias de mi vocación pueden exigir mucha actividad por mi parte y pueden, también, significar que estoy rodeado a diario del ruido del mundo. Dios me entrega unos dones que pueden proporcionarme sólo alabanzas por lo que he conseguido hacer a su servicio. Pero también en estas circunstancias es posible preservar el silencio de la verdadera humildad ante Dios. De hecho, dicha actitud es absolutamente necesaria si tengo que rendirle culto a Él y no a mi persona y, aún menos, a otros.

En cuanto realización y celebración de la Iglesia de las realidades más sagradas que podemos encontrar en esta vida, nuestros ritos litúrgicos deben estar embebidos, en sí mismos, de este silencio y reverencia hacia Dios. Me refiero más a la consistencia del numinoso, del trascendente que a la imposición de momentos específicos de silencio, que muchas veces pueden resultar artificiales. Así, puedo estar silencioso en el corazón, en la mente y en el cuerpo pero, al mismo tiempo, puedo estar preso del estupor de Dios en la Sagrada Liturgia, siempre que sea celebrada de manera excelente y con esa multiplicidad de ritos que lo facilita. La solemne celebración de la Santa misa en el usus antiquior es un magnífico paradigma de esto porque con sus ricos contenidos y los diversos puntos de unión con la acción de Cristo, permite que alcancemos ese silencio. Todo esto es verdaderamente un tesoro, con el cual pueden enriquecerse algunas celebraciones del usus recentior, que a veces, por desgracia, son anodinas y ruidosas.

Del mismo modo, los ministros litúrgicos deben prepararse y celebrar los ritos litúrgicos con la misma disposición de estupor, reverencia y silencio. Debemos ser humildes y manifestar un profundo respeto por la Sagrada Liturgia tal como la hemos recibido de la Iglesia. El Concilio Vaticano II insiste que, además de las autoridades pertinentes constituidas, «nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia». No nos corresponde a nosotros reescribir los libros litúrgicos a causa de nuestro orgullo o del de los otros, que piensan que pueden hacer las cosas mejor que la Iglesia. Es menos probable encontrar esta tentación entre quienes usan los libros litúrgicos más antiguos, que entre quienes usan los nuevos. Las prácticas litúrgicas no autorizadas son como notas discordantes en la sinfonía de los ritos de la Iglesia y producen un ruido que trastorna las almas. Esto no es creatividad, ni siquiera es pastoral. No: una fidelidad fundada en la humildad, el estupor y el silencio del corazón, de la mente y del alma es todo lo que se requiere de cada uno de nosotros en relación a los ritos de la Iglesia. ¡No permitamos que el pecado de orgullo litúrgico arraigue en nuestras almas!

[…] Silencio del corazón, de la mente y del alma: ¿acaso no son estas las claves para alcanzar cuanto deseaban el movimiento litúrgico del siglo XXI y los Padres del Concilio Vaticano II, es decir, la participación plena, consciente y activa en la Sagrada Liturgia? Entonces, ¿cómo puedo participar provechosamente en los Sagrados Misterios si mi corazón, mi mente y mi alma están bloqueados por la obstrucción del pecado, oscurecidos por el tumulto del mundo y pesan por cosas que no son de Dios?

Cada uno de nosotros necesita un espacio interior para acoger al Señor, que está obrando en los ritos de Su santa Iglesia. En el mundo moderno, esto requiere un esfuerzo por nuestra parte. En primer lugar, tengo que purificar mi alma o, mejor, dejar que Dios Omnipotente la purifique a través del sacramento de la Penitencia, celebrado con frecuencia, total y humildemente. Mientras el pecado reine en mi corazón, no puedo conseguir nada de la «fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano».

En segundo lugar, debo -de alguna manera- intentar apartar, aunque sea temporalmente, al mundo y sus continuos estímulos. No puedo participar plena y provechosamente en la Sagrada Liturgia si el centro de mi atención está desplazado hacia otro lugar. Todos nos hemos beneficiado de los progresos de la tecnología moderna, pero los muchos (¿tal vez demasiados?) medios tecnológicos de los que dependemos pueden dominarnos en un flujo constante de comunicación y de peticiones de respuesta inmediata. Debemos dejar atrás todo esto si queremos celebrar la liturgia correctamente. Tal vez rezar teniendo el breviario en el móvil, o en el IPad, sea muy cómodo y práctico, pero no es digno y desacraliza la oración. Este aparato no es un instrumento consagrado y reservado para Dios, ¡pero lo utilizamos para Él y para las cosas profanas! Hay que apagar los instrumentos electrónicos o, mejor aún, hay que dejarlos en casa cuando vamos a rendir culto a Dios. He hablado antes de lo inaceptable que es hacer fotografías durante la Sagrada Liturgia y del escándalo que supone que sean clérigos vestidos para el servicio litúrgico quienes las hagan. No podemos centrar nuestra atención en Dios si estamos ocupados con otras cosas. No podemos escuchar a Dios, que nos habla, si estamos ocupados hablando con otro, o nos comportamos como un fotógrafo.

Tampoco podemos escuchar la voz de Dios, o prepararnos adecuadamente a hacerlo, si nuestros hermanos y hermanas están, en la iglesia, distraídos u ocupados y haciendo ruido. Ésta es la razón por la cual el silencio y la calma son tan importantes en nuestras iglesias antes, durante y después de las celebraciones litúrgicas. ¿Cómo podemos esperar en centrar nuestra atención, interiormente, en Dios si lo que experimentamos en nuestras iglesias es sólo distracción, agitación y ruido? Diciendo esto no pretendo excluir el órgano u otro tipo de música apropiada, que puede ayudar a la oración silenciosa y la contemplación, y que puede servir para cubrir el ruido de fondo de gente que entra, etc. Pero estoy convencido que tenemos que hacer un esfuerzo para que nuestras iglesias, incluidos la sacristía y el presbiterio, no sean lugares para charlar, para prepararse deprisa y corriendo en el último minuto o, simplemente, para las relaciones sociales. Nuestras iglesias son lugares privilegiados en las que nuestra atención debe centrarse en lo que estamos a punto de celebrar. Podemos y, justamente, lo hacemos, socializar más tarde, en cualquier otro lugar. El silencio devoto en la iglesia y en la sacristía debería ser, en sí mismo, una escuela de participatio actuosa, en cuanto nos lleva a ese silencio del corazón, de la mente y del alma tan necesario si tenemos que recibir lo que Dios Omnipotente desea ofrecernos a través de la Sagrada Liturgia. Si realmente es necesario comunicar algo, hay que hacerlo con reverencia y respeto, tanto por el lugar en el que uno se encuentra, como por la acción que estamos a punto de realizar.

En tercer lugar, cuando me dispongo a acceder al altar de Dios, antes de llegar tengo que abandonar mis preocupaciones, por muy pesadas y mundanas que sean. Esto es, ante todo, un acto de fe en el poder y la gracia de Dios. Es posible que esté totalmente agotado y distraído por las tareas que debo llevar a cabo en el mundo. Es posible que esté profundamente preocupado por mí o por otra persona. Tal vez estoy sufriendo íntimamente a causa de una tentación o una duda; o estoy herido por el mal o por cualquier injusticia perpetrada contra mí o contra otros hermanos y hermanas en la fe. Ciertamente, es justo que persevere en soportar estas preocupaciones: ésta es una parte importante de mi vocación cristiana. Sin embargo, cuando llego a la Sagrada Liturgia, debo depositar con fe estas cosas a los pies de la cruz y dejarlas allí. Dios sabe la carga que debo soportar. Y sabe más que yo cuánto me cuesta llevarla. En el silencio que se crea cuando el alma pone a los pies del Señor las propias preocupaciones, Él desea comunicarme Su amor a través de los ritos en los que estoy a punto de participar. Él desea renovarme, incluso re-crearme, para que yo pueda cumplir con lo que mi vocación me pide con nueva fuerza y vigor evangélico.

[…] Como bien sabemos, aún hay mucho por hacer para alcanzar la reconciliación deseada por el Papa Benedicto XVI y continuada por el Papa Francisco. Tenemos que rezar y trabajar para alcanzar esta reconciliación por el bien de las almas y de la Iglesia, y para que nuestro testimonio cristiano y nuestra misión puedan ser cada vez más firmes.

[…] No obstante, puede haber una relación de enriquecimiento mutuo entre las dos formas. Permanece la cuestión de una más fiel implementación de la reforma litúrgica deseada por los Padres del Concilio Vaticano II, a la que hice referencia el año pasado en Londres. A veces a esto se le llama la cuestión de la “reforma de la reforma”, si bien dicha expresión, a algunas personas, les infunde temor. Aunque reconozco la necesidad de estudiar y profundizar dichas cuestiones, prefiero hablar de un “enriquecimiento positivo” a través del cual los elementos positivos presentes en el usus antiquior puedan enriquecer al recentior, y viceversa.

Por ejemplo: el silencio orante de las oraciones del ofertorio y el Canon Romano, ¿podrían incluirse para enriquecer la forma ordinaria? En nuestro mundo tan lleno de palabras -y cada vez lo está más-, lo que se necesita es más silencio, también en la liturgia. El silencio ritual en estas partes de la Misa en la forma extraordinaria es fecundo: las almas de las personas son capaces de elevarse hacia las cosas celestes porque hay un espacio que permite hacerlo. La disciplina del “silencio” verbal y ritual, de la que está impregnado el usus antiquior del Rito Romano, que permite escuchar más claramente al Señor, es también un tesoro que hay que compartir y apreciar en nuestro modo de celebrar según el usus recentior.

[…] Me gustaría dirigir una palabra paterna a todos aquellos que están vinculados a la forma más antigua del Rito Romano. Se trata de esto: algunas personas, no muchas, os llaman “tradicionalistas”. Hay veces en que también vosotros utilizáis esta expresión para referiros a vosotros mismos, llamándoos “católicos tradicionalistas”, o, análogamente, ponéis un guión entre los dos términos. Por favor, no lo volváis a hacer. No estáis encerrados en una caja situada en un estante de una librería o en un museo de curiosidades. No sois tradicionalistas: sois católicos del Rito Romano como yo y como el Santo Padre. No sois de segunda clase o, de alguna manera, miembros particulares de la Iglesia Católica en razón de vuestro culto y vuestras prácticas espirituales, que han sido las de innumerables santos. Habéis sido llamados por Dios, como todos los bautizados, a ocupar vuestro lugar en la vida y la misión de la Iglesia en el mundo de hoy, no para permanecer recluidos –o, peor, retirados– en un gueto en el que reinan una actitud defensiva y de introspección que ahogan el testimonio y la misión cristiana hacia el mundo, a los que vosotros también habéis sido invitados.

Si diez años después de su promulgación, el Motu proprio Summorum Pontificum significa algo, es precisamente esto. Si aún no habéis abandonado las cadenas del “gueto tradicionalista”, por favor, hacedlo hoy. Dios Omnipotente os llama a hacerlo. Nadie os robará el usus antiquior del Rito Romano, pero muchos se beneficiarán, en esta vida y en la futura, por vuestro fiel testimonio cristiano que tendrá mucho que ofrecer, considerando la profunda formación en la fe que os han dado los antiguos ritos y el ambiente espiritual y doctrinal a ellos vinculados. Como el Señor nos enseña en el discurso de las Bienaventuranzas: «Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa» (Mt 5, 15). Ésta es, queridos amigos, vuestra verdadera vocación. Ésta es la misión a la que os ha llamado, y os llama, la divina Providencia al suscitar, en el tiempo oportuno, el Motu proprio Summorum Pontificum.

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Comentarios
22 comentarios en “Sarah vuelve a proponer ‘la Reforma de la Reforma’ litúrgica en una lección magistral en Roma
  1. No debemos olvidar que en la Eucaristía se representa la última cena y es la antesala de la muerte y resurrección de Jesús Cristo, el cual se hace presente en las formas consagradas por la transubstanciación.
    » Dice el Evangelio: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo». Luego tomó un Cáliz y, dadas las gracias, se lo dio diciendo: ‘Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados” “¡Haced esto… en memoria (o en conmemoración) mía”
    Es por tanto un hecho muy importante que nos debe empujar a mejorar y buscar la santidad, mediante el necesario y justo temor de Dios. Él es misericordioso cuando reconocemos nuestros pecados y no volvemos a pecar.

  2. Si. Música que eleve los corazones. Hace mucha falta. Y no sólo música, sino también actitud. Aquellos himnos cuya melodías parecían elevarte al cielo, mientras las notas se mezclaban con el olor a incienso y el recogimiento generalizado de sacerdotes y fieles. Se palpaba la fe. Y había una profunda reverencia de todos hacia el Sagrario y hacia la Eucaristía. Todo rebosaba bondad. Cuando salías de la Iglesia, te parecía que por un momento habías estado presenciando el más allá. Y eso te llenaba de esperanza. Se presentía la felicidad que nos esperaba al final del camino. Con especial emoción recuerdo el himno Cerca de Ti Señor, el himno cuya letra escribió una poetisa inglesa cristiana, Sarah Flower, que lo compuso en el siglo XIX para la Iglesia Unitaria basándose en el texto del Génesis 28,11-19, que narra el sueño de Jacob: Una escalera apoyada en la tierra que termina en el cielo, por la cual suben y bajan los ángéles de Dios. Dicen que fue la última melodía que tocaron los músicos del Titanic en la cubierta, y que, mientras el barco se hundía, los pasajeros y la tripulación la cantaban, afrontando asi la muerte que sabían inminente y segura. Al parecer, el director de la orquesta era un metodista inglés enamorado del himno y había designado que lo tocaran en su funeral. Dicen también que el tercer Presidente de los EEUU, el republicano William McKinley, metodista, que fué asesinado y murió una semana después de dispararle, lo hizo musitando su letra y que le comentó a su médico que esa había sido la oración constante en su vida: «Nearer, my God, to Thee» ( «Mas cerca, mi Dios, de Ti «).

  3. Müller tampoco se calla y hace muy bien. El rico patrimonio litúrgico eclesial no se puede dilapidar sino enriquecer, pues está en juego el futuro de la Iglesia,
    «Il futuro della Chiesa si decide nella liturgia»
    di Lorenzo Bertocchi
    Ha concluso citando il suo maestro, Benedetto XVI, per dire che «nella liturgia si decide il futuro della chiesa». Una indicazione importante e fuori moda quella del cardinale Gherard Muller, ex prefetto della congregazione per la Dottrina della fede, intervenuto ieri al V Convegno sul Motu proprio Summorum Pontificum, il documento che papa Ratzinger donò alla Chiesa 10 anni fa nel settembre del 2007.

    In questi giorni a Roma si è dato appuntamento un popolo che segue l’insegnamento di quel Motu proprio, quello che riportava alla luce del sole la liturgia preconciliare del rito romano e dava concretezza alla cosiddetta “riforma della riforma” liturgica. Oggi questo termine sembra non trovare molte simpatie, tanto che recentemente papa Francesco ha detto che «la riforma liturgica è irreversibile», però bisogna riconoscere che un movimento che cerca un reciproco arricchimento fra le due forme del rito romano esiste ed è attivo.

    Il cardinale Muller ha esordito mettendo subito in chiaro come la pensa a proposito del Summorum pontificum: «Sappiamo i numerosi benefici che ha portato alla vita della Chiesa questo Motu proprio che regola l’antica liturgia in forma straordinaria, e di questo siamo immensamente grati a Benedetto XVI».

    L’intervento dell’ex prefetto, articolato e profondo, si è concentrato sul rapporto tra “dogma e liturgia”, percorrendo una lunga analisi sul ruolo della teologia nel suo rapporto con la prassi e la liturgia nella vita della Chiesa. «Siccome la fede cristiana», ha detto il cardinale, «non è un sistema dottrinale teoretico, ma personale unità di vita con Cristo e con la Chiesa, bisogna intendere la liturgia anzitutto come elemento centrale, costitutivo dell’agire della Chiesa e manifestazione vivente della sua professione, e non come ambito per l’applicazione secondaria dei concetti teoretici-teologici».

    Riprendendo il noto assioma “lex orandi, lex credendi”, Muller indica che tale formula tradizionale «è espressione della fondamentale comprensione della natura della liturgia come autorealizzazione della Chiesa e fonte normativa di tutta la teologia». Nelle conclusioni il cardinale ha detto che «il kerigma e la liturgia sono fonti importanti per la teologia, perché sono forme vive di mediazione della traditio. Nella formazione del Canone, ad esempio, i Padri della Chiesa si richiamarono in primo luogo alla liturgia». Infine una citazione dell’allora cardinale Ratzinger: «La liturgia non deve diventare campo sperimentale di ipotesi teologiche. […] La liturgia trae la sua grandezza da ciò che è e non da ciò che noi facciamo con essa. Certo, il nostro agire è necessario, ma come un umile inserirsi nello spirito della liturgia e come servizio a Colui che è il vero soggetto della liturgia: Gesù Cristo. La liturgia non è espressione della coscienza della comunità, coscienza del resto sparpagliata e mutevole. Essa è Rivelazione accolta nella fede e nella preghiera e la sua misura è pertanto la fede della Chiesa che è il “recipiente” della Rivelazione».

    A margine della conferenza il cardinale Muller ha risposto a qualche domanda postagli dai giornalisti presenti. A proposito delle traduzioni del messale ha notato che «fino ad ora vi è stata una sostanziale unità nella traduzione nel messale della stessa lingua, nonostante piccole differenze. Però queste lingue, ad esempio l’inglese, non si parlano in unico paese, pertanto vi potrebbe essere una certa difformità se fosse la singola conferenza episcopale a decidere. Avremmo piuttosto bisogno della cooperazione di più conferenze episcopali, per evitare problemi pratici come il caso di messali della stessa lingua differenti».

    Tanti giovani sono attratti dal rito romano cosiddetto antico, ma questo non sorprende il cardinale Muller perchè, ha detto,, «tanti cercano una dimensione del mistero che vada alla sostanza, cioè l’incontro e l’unione con Gesù Cristo come segno della speranza. Per dare un autentico senso alla propria vita». Come aveva detto nella sua relazione, «la liturgia è lo strumento per la formazione di un senso ecclesiastico e di un sentimento basilare di fede. Nella liturgia avviene l’unione con Cristo, l’imprimersi della parola di Dio nella ragione dell’uomo, l’indirizzamento della volontà umana, nella forza dello Spirito Santo, alla sequela di Cristo, l’esperienza della comunità dei credenti, la speranza nella manifestazione della comunione di vita con Cristo e tutte le membra del Corpo di Cristo, che è la Chiesa, nella vita eterna».

  4. Ojalá vuelva un poco de silencio que ayude al recogimiento a la vez que una disciplina mas estricta para que los sacerdotes se atengan al texto que propone la Iglesia sin mezclar sus propias «inspiraciones». A veces un comienza escuchando una sonota y de pronto se encuentra con un rock y luego con un zamba. Armonía, unidad, silencio, respeto al texto. No hace falta decir «Buenos días hermanos».

  5. Son inmutables todas aquellas instituciones de la Iglesia que «no pueden ser cambiadas por los hombres», las estructuras o elementos sobre los cuales los hombres, aun los mismos Vicarios de Cristo en su Iglesia, no tienen poder alguno para modificar, innovar o suprimir. Estos elementos inmutables en la vida de la Iglesia son los que se remontan a una institución inmediata de su divino Fundador, los que son de origen divino, de derecho divino.
    La esencia de la Iglesia, con todos sus principios fundacionales y notas esenciales, es inmutable, como obra inmediata de Jesucristo; ella resiste a todos los cambios de la historia y mudanzas de los hombres y, por disposición de su divino Fundador, ha de permanecer inmutada y realizarse siempre en todas sus líneas esenciales, hasta el fin de los tiempos.
    No es difícil enumerar los principales entre estos elementos e instituciones inmutables. Estos pueden reducirse a las tres grandes funciones designadas por la triple expresión: Lex credendi ( El Credo esencial de la fe y los dogmas), lex orandi (el sacerdocio, los sacramentos especialmente la Santa Misa y la oración liturgica), lex regendi. (el regimen jerarquico de la Iglesia, bajo la potestad suprema de Pedro y sus sucesores)
    Penthos 15- 9-2017

  6. Respecto al silencio, también habría que revisar el tema de los cánticos. Creo que deberían, si no suprimirse, al menos indicar a las mujeres que tan bien se creen que cantan, que, si ellas no quieren rezar, que, al menos nos permitan rezar al resto de los feligreses. Los cánticos después de la Sagrada Comunión no deberían tener lugar, ya que al recibir al Señor debería haber un «silencio sagrado» para poder hacer la acción de gracias en condiciones. Si hay mujeres cantando cánticos eternos no hay manera de concentrarse. Algún sacerdote valiente debería decirles que si lo que quieren es cantar, que hay programas en la televisión donde hay castings para tales menesteres, pero que la gente va a la iglesia a rezar, no a escuchar a personas que no han sido seleccionadas para programas musicales.

  7. Eso por no hablar de los curas a los que les gusta cantar toda la Misa ¡pero quien ha dicho que haya que pasarse la misa cantando! Una cosa es un canto, que vale, y otra que haya que cantar: la entrada, el «Señor ten piedad», el salmo (cada vez que hay una estrofa), el aleluya, la canción del ofertorio con TODAS las estrofas, el Santo, el Cordero, el «Daos la paz», la canción de la Comunión (con todas las estrofas e incluso se canta varias veces) y el canto de despedida. .. Me parece excesivo e innecesario todo eso. Y lo que es peor, parece que vamos a Misa a cantar en lugar de asistir al Santo Sacrificio del Calvario. ¿Se creen que así van a atraer a más gente a Misa? ¿O al revés?…yo tengo mis dudas…

  8. De la misa está dicho todo, así que nada que añadir. Pero os cuento: Una joven sudamericana, católica, entró al servicio de un familiar. Cada domingo acudía a misa hasta que dejó de hacerlo. Intrigada mi familiar le preguntó que pasaba. Esta fué la respuesta: Cuando iba a misa, iba sola, allí no hablas con nadie, te «dan la paz» sin mirarte a la cara y al terminar te vas sola. UNa amiga de mi país me invitó a acudir a una iglesia evangelista, allí rezan, cantan, pero sobre todo hablan todos unos con otros y ahora tengo un momentos de amigos. Sigo siendo católica, pero no voy a misa, voy con mis nuevos amigos. Dios lo entiende, estoy segura, contestó.

  9. «Más silencio, más oración, menos cantos»
    ….
    Yo más bien diría, más silencio, más oración…y más leer y aprender. Hay oraciones cantadas que, además, es obligatorio que las canten todos juntos (ejemplo el Santo). La ignorancia ha hecho muchísimo daño en la Iglesia. Empezamos quitando ·los «cantos» y acabamos poniendo globos en el altar.
    Así nos va.

  10. Buenos días, a mi, los cantos me llevan a Dios, decía S. Agustin que «quien canta ora dos veces» y leemos en la Biblia que los ángeles cantan y alaban a Dios, un canto apropiado lleno de sentimiento con una letra respetuosa y llena de sentido ¿no te lleva a Dios? Claro que siempre de acuerdo con la liturgia,por ejemplo en el ofrertorio nos unimos al sacerdote ofreciendo con el pan y el vino nuestros trabajos y nuestras vidas, pero no tiene sentido que mientras el sacerdote está ofreciendo al Padre lo que se combertirá en el cuerpo y sangre de Cristo, los fieles se entretengan cantando un ave maria o un trece de mayo

  11. Este rito tan Sagrado y agradable a Dios.

    Desgraciadamente una Falsa iglesia que se vislumbra en los Videos mensuales de Francisco, y a us palabras de la Iglesia Como poliedro de religiones pueden implicar la construccion de ritos paganos como la concelebracion con otras religiones, sectas o denominaciones… el rito romano, es verdaderamente santo e impide por si esa profanacion.

    ojala nuestrso sacerdotes comenzaran a tomar concsciencia de la deriva de la Falsa iglesia y centrarse en conocer y proponerse a celebrar con el rito romano, fiel a las ensenanzas de Cristo para la liturgia

  12. Teresa: y los Convenios de la ONU con el Vaticano? Sigo esperando. El Vaticano hizo reservas adecuadas a la moral católica. Tu has critica al Santo Padre con ese tema y lo has puesto como un abortista mas Has leído o no las reservas? ¿Las has estudiado?
    Contestame con un simple si o u simple no si están vigentes.
    Por lo demás, que califiques de falsa a la Iglesia de Nuestro Señor porque es evidente que estás fuera de la misma.

  13. Yo estoy de acuerdo con Mary Carmen .Hay partes de la Liturgia que se debe rezar ,responder en voz alta a lo que nos pide la liturgia o el sacerdote celebrante y otras que se puede perfectamente cantar .yo siempre oí también que «quien canta reza dos veces » .Cantos de acuerdo con los textos del día.Una misa cantada un domingo o una fiesta ,o incluso la misa diaria ,a mí personalmente me gusta más .Hay cantos preciosos,eso no quiere decir que no tengamos nuestro momento de silencio.

  14. Bien por Cardenal Sarah, espero que tenga salud suficiente para que sea el próximo Papa. Pido a Dios que su Santidad el Misericordioso Francisco, no lo eche del vaticano como hizo con Muller y otros mas.

    Larga Vida al Cardenal Sarah

  15. RETORICOS DE MIERDA CON APARIENCIA DE ORTODOXIA SON LOS PEORES ENGAÑADORES VIEJOS PUTOS PROHIBIERON LA VERDADERA MISA. PUNTO.

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