El esclarecedor artículo del obispo Schneider sobre Fiducia supplicans: «Negarse a dar tales «bendiciones» es verdadera obediencia a Dios»

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El obispo auxiliar de Astaná, monseñor Athanasius Schneider, acaba de publicar el que quizá sea el mejor artículo publicado hasta la fecha contra Fiducia supplicans.

El prelado kazajo ha epublicado un iluminador artículo en la revista Crisis Magazine en donde explica en diez puntos los motivos por los que la declaración Fiducia supplicans, del cardenal Víctor Manuel Fernández, «socava gravemente la fe y la moral católicas, convirtiendo a la Iglesia católica».

Con gran lucidez y sabiduría, el obispo Schneider aborda la problemática que ha causado esta declaración en el seno de la Iglesia católica y confiesa que cree que esto es solo un primer paso para lo que puede venir en un futuro.

Por su interés y relevancia, les ofrecemos el artículo completo en español publicado en la revista conservadora estadounidense Crisis Magazine:

El Documento Fiducia Supplicans, emitido por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe el 18 de diciembre de 2023, y aprobado por el Papa Francisco, sobre la posibilidad de conceder bendiciones «simples», «espontáneas», «breves» y «no litúrgicas» a parejas que cohabitan en adulterio o en relaciones del mismo sexo, afecta profunda y perjudicialmente a la Iglesia católica en su conjunto, así como a las comunidades católicas locales.

1. El verdadero significado de la bendición.

La autorización para «bendecir» uniones homosexuales o adúlteras no expresa un cuidado auténticamente «pastoral», porque tal «bendición» no es realmente una «bendición» en el verdadero sentido bíblico. La verdadera bendición sólo puede darse cuando quienes la buscan están dispuestos a aceptar la enseñanza de la Iglesia sobre aquello para lo que buscan la bendición y están dispuestos a arrepentirse y a vivir de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia si tal no es el caso. Aquellos que voluntariamente se han apartado de los mandamientos de Dios y llevan una vida que le es desagradable, le ofenden, están rechazando conscientemente Su gracia, y no pueden recibir efectivamente la bendición de Dios sin antes arrepentirse de su estilo de vida pecaminoso.

La ordenación sacerdotal otorga al sacerdote el poder espiritual y la autoridad para dar bendiciones con fines moralmente lícitos que están dentro del verdadero significado de «bendición» según la enseñanza perenne de la Iglesia. Un sacerdote no está autorizado a conceder bendiciones más allá de ese ámbito, ya que sería una ofensa a Dios, una transgresión de sus poderes, un abuso de su autoridad y un mal uso de la bendición, porque se está dando para fines distintos de aquellos para los que está destinada la bendición. Por ejemplo, un sacerdote no puede bendecir a un profesor de filosofía que declara que dará una conferencia aprobando el ateísmo, ya que esto equivaldría a respaldar las convicciones ateas de este filósofo. Si lo hiciera, el sacerdote sería cómplice de la apología del ateísmo, que es un pecado grave, y su bendición sería ilícita, ya que contradiría la ley natural y las verdades divinamente reveladas.

Los efectos de la bendición del sacerdote incluyen la bendición de objetos, la santificación de los fieles y la invocación de la generosidad y las gracias de Dios sobre ellos, y en estos contextos el término «bendecido» equivale al término «santificado». Por esta razón, quienes reciben la bendición están llamados a vivir rectamente. Por tanto, hacer la vista gorda ante el pecado de la homosexualidad, es decir, participar en actos homosexuales, y llegar a bendecir a una persona que se identifica con el estilo de vida homosexual, equivale a bendecir la abominación. Nunca en la historia de la Iglesia se ha dado a los sacerdotes la autoridad y el poder de bendecir estilos de vida pecaminosos, ¡ya que esto equivale a aprobarlos y alentarlos!

La Iglesia bendice a individuos y grupos, en términos generales (como la bendición que da el sacerdote al final de una celebración litúrgica), aunque algunos de los presentes se encuentren en estado de pecado. Sin embargo, el dilema reside en «la posibilidad de bendecir a parejas del mismo sexo», designando específicamente como destinatarios de una bendición a aquellas parejas cuya relación en curso contradice directamente las verdades Divinamente reveladas. El documento Fiducia Supplicans dice que, en este caso, un sacerdote debe omitir «investigar su situación», lo que significa que no debe indagar sobre su situación ni discutirla con ellos. Esto significa hacer la vista gorda ante cualquier situación o estado erróneo en el que puedan estar viviendo. Al mismo tiempo, este mandato impide al sacerdote llamarles al arrepentimiento. De hecho, tal «bendición» no sólo es inútil, ya que no producirá ningún bien para esas «parejas», sino que, por el contrario, producirá el mal, al hacerles creer que su unión y expresiones de «amor» homo-erótico no sólo no son pecaminosas, sino que son queridas como buenas por Dios.

2. La «bendición» de parejas del mismo sexo conlleva un daño espiritual para las personas.

Si las personas no tienen intención de llevar una vida moral conforme a la Palabra de Dios, lo más probable es que no pidan la bendición. Trágicamente, sin embargo, Fiducia Supplicans ha incitado a «parejas en situación irregular y parejas del mismo sexo» a pedir la bendición, a pesar de su intención de continuar con un estilo de vida objetivamente pecaminoso. De este modo, este documento permite escandalosamente a los clérigos bendecir a quienes llevan abiertamente una vida de pecado, y que pueden cometer habitualmente pecados graves sin intención de arrepentirse. Se dice que las parejas heterosexuales que viven juntas sin contraer «matrimonio» tienen derecho a recibir una bendición «simple», «espontánea» y «no litúrgica».

Más grave aún es la bendición dada a las parejas homosexuales, ya que el pecado de sodomía es más grave que la fornicación. «Bendecir» a una pareja del mismo sexo significa, lógica e implícitamente, bendecir su estilo de vida pecaminoso y, sobre todo, su convicción de que es intrínsecamente bueno y, por tanto, moral y socialmente aceptable. Y si tales uniones son lícitas, ¿por qué las relaciones «poliamorosas» no pueden recibir una bendición «simple» y «espontánea»? Según la lógica de Fiducia Supplicans, un sacerdote también podría bendecir lícitamente a un hombre casado y a su amante, a un sacerdote que vive en abierto concubinato, a un pandillero asesino e impenitente o a un dictador que mata de hambre a millones de inocentes.

Invocar la gracia de Dios sobre quienes llevan estilos de vida flagrantemente pecaminosos sin llamarles al arrepentimiento insensibiliza tanto al clero como a los laicos ante la pecaminosidad de los actos homosexuales, y hacia las relaciones pecaminosas en general. Con el tiempo, el pecado sexual ya no se considerará una violación del mandamiento de Dios «No cometerás adulterio», sino una realidad aceptable que hay que bendecir en lugar de condenar.

Quienes defienden la licitud de Fiducia supplicans han afirmado que bendecir a una pareja del mismo sexo significa bendecir a los dos individuos por separado y no a la relación, pero ¿cómo puede ser que bendecir a una pareja del mismo sexo no implique bendecir la relación que une a la pareja? En efecto, bendecir a un hombre y una mujer que han recibido el sacramento del matrimonio no sólo significa bendecir a cada uno de los cónyuges por separado, sino también su vínculo sagrado. La Carta a los Hebreos dice: «Téngase el matrimonio en honor» (Hebr. 13, 4). Esto confirma lo que Dios estableció y lo que reafirma Nuestro Señor Jesús. El sacramento del matrimonio une exclusivamente a un hombre y a una mujer de por vida y es la única institución para un ejercicio moralmente lícito de la sexualidad aceptable a Dios.

3. La «bendición» de parejas del mismo sexo contradice la misión de la Iglesia de llamar al arrepentimiento.

Una de las misiones primordiales de la Iglesia consiste en llamar a los pecadores al arrepentimiento: «En su nombre se proclamará a todas las naciones el arrepentimiento y el perdón de los pecados» (Lucas 24:46). Y el primer anuncio que pronuncia Nuestro Señor Jesús es: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt. 4:17). La Iglesia se fundó y sigue existiendo, creciendo y prosperando gracias al arrepentimiento de los pecadores, que los abre a recibir la gracia santificante de Dios. Es inútil que una persona se convierta al catolicismo sin arrepentirse y llevar una vida nueva, virtuosa y casta en Cristo. La Iglesia también llama constantemente al arrepentimiento a los que son católicos practicantes, para que mantengan una vida virtuosa. Descuidar la llamada al arrepentimiento causa un gran daño a la Iglesia y a los fieles.

Al bendecir a una pareja homosexual, un clérigo descuida su deber de llamar a los homosexuales al arrepentimiento, y socava su deber de llamar al arrepentimiento, con el debido amor pastoral, no sólo a las parejas del mismo sexo, sino a todos los que cometen pecados sexuales, y a los que viven en estado de pecado sexual. «Bendecir» el estado de pecado refuerza las convicciones morales erróneas de los pecadores, y les hace sentirse a gusto con su pecado, provocando que sean menos propensos al arrepentimiento. Por tanto, quienes apoyan tales bendiciones animan de facto a las parejas del mismo sexo a seguir con su estilo de vida pecaminoso, por el que Dios les condenará. Quienes autorizan la «bendición» de parejas del mismo sexo cargan con el peso y la responsabilidad del grave daño espiritual causado a estas personas. Por lo tanto, tales «bendiciones» encajan en la definición tradicional de escándalo, ya que inducen a otros al pecado.

La Declaración Fiducia Supplicans no es, evidentemente, un acto de auténtica atención pastoral, ni una iniciativa de verdadera caridad hacia las personas que viven en situaciones que contradicen las verdades divinamente reveladas. La finalidad de la atención pastoral es beneficiar a las personas, ayudando a los pecadores a arrepentirse, consolando a los afligidos, asistiendo a los enfermos, etcétera. Pero no se puede obtener ningún beneficio de la «bendición» de parejas del mismo sexo; al contrario, se produce un daño a varios niveles. Las personas atraídas por el mismo sexo que reciben tal «bendición», así como el sacerdote que la confiere, declaran tácitamente que su actividad homosexual es aceptable. Esto pone en grave peligro su salvación eterna. Tal «bendición» sería como un sello que les da la Iglesia -permitiéndoles presumir de que han recibido la «bendición de la Iglesia»- ¡y constituiría un hito en sus vidas! Y no hay ninguna razón por la que no puedan acudir a un sacerdote más de una vez para recibir dicha «bendición». Además, las personas atraídas por el mismo sexo que participan en «desfiles gays», vestidas con atuendos queer y blandiendo pancartas y eslóganes a favor de los gays, pueden incluso entrar en una iglesia católica, probablemente previo acuerdo con el sacerdote, ponerse a la cola y pedir una «simple» y «espontánea» bendición.

Todo ello sirve de importante apoyo a los grupos y lobbies «LGBTQ» y a su «orgullo gay», y eleva a los homosexuales practicantes al nivel de «comunidad» aceptable dentro de la Iglesia. Esta «bendición» también refuerza a las «comunidades LGBTQ» en la falsa convicción de que su estilo de vida pecaminoso es bueno, lo que les disuade de arrepentirse. Sobre todo, les ayuda a justificar sus esfuerzos militantes para obtener el «derecho» a casarse, adoptar niños y normalizar la actividad homosexual. De este modo, sociedades enteras, e incluso algunas comunidades eclesiásticas, se convertirán de facto en promotoras de la ideología «LGBTQ».

4. La «bendición» de las parejas del mismo sexo es una contradicción entre la fe y la práctica de la Iglesia.

Cuando los obispos declaran que la Iglesia ahora «bendice» a las parejas del mismo sexo, esencialmente afirman que «bendice» el pecado por el que Dios castigó a Sodoma y Gomorra (cf. Gén. 19: 1-29). Cuando un clérigo «bendice» a personas como parejas del mismo sexo, significa que no se opone a que se comprometan en una relación homosexual a largo plazo. También declara de facto su consentimiento a la relación pecaminosa de dos o más individuos cualesquiera, independientemente del tipo de desviación sexual que practiquen.

El mayor peligro potencial de la decisión de «bendecir» a las parejas del mismo sexo es la posibilidad de repercusiones ulteriores. Es inútil aclarar que esa «bendición» es sólo «simple» y «espontánea» y que no afirma el vínculo entre las dos partes, al igual que es inútil afirmar que no tiene un significado litúrgico. Los no creyentes y las personas de otras religiones no comprenden el significado de una bendición católica, por lo que supondrán con toda naturalidad que recibir esa «bendición» significa contraer algún tipo de vínculo matrimonial. Por tanto, es inútil afirmar que la decisión de bendecir a parejas del mismo sexo «no equivale al sacramento del matrimonio». Tanto las consecuencias inmediatas como las implicaciones ocultas de largo alcance de esta decisión, que pueden no estar claras a primera vista, son significativas a nivel religioso, moral, eclesiástico y social. Estos efectos serán difíciles de remediar, y el daño causado por ellos, que es muy probable que empeore, será igualmente muy difícil de corregir.

Si dos laicos en una relación del mismo sexo pueden recibir una «bendición», entonces no hay razón para que un sacerdote homosexual con su pareja sexual no pueda recibirla. Habría así individuos en la Iglesia católica, tanto clérigos como laicos, que parecerían tener el «derecho» de vivir permanentemente en pecado mientras la autoridad eclesiástica no sólo ignora sino que directamente alienta su estilo de vida pecaminoso. Estas «bendiciones» se convertirán así en un medio de corrupción moral de la comunidad de fieles, especialmente de los menores y de los jóvenes. ¿Por qué alguien se haría miembro de una Iglesia que de facto promueve y bendice el pecado y la homosexualidad?

5. La «bendición» de parejas del mismo sexo y el abuso de la palabra «discriminación».

La Fiducia Supplicans está siendo esgrimida como un arma contra los fieles católicos -sacerdotes y laicos por igual-, ya que afirma que estas «bendiciones» son una iniciativa pastoral de amor y cuidado hacia las personas atraídas por el mismo sexo, que sufren discriminación dentro de la Iglesia. Pero quienes hacen esta afirmación confunden el lenguaje. «Discriminación» se utiliza actualmente para referirse a un comportamiento injusto o poco caritativo hacia los demás, y en este sentido todos los católicos están de acuerdo en que la caridad, en el sentido propio de la palabra, debe mostrarse hacia todos. Pero también hay que distinguir y diferenciar entre el bien y el mal. Esto es algo que ciertamente no sólo hacen las criaturas racionales, sino que ciertamente hace Dios mismo, que distingue o discrimina entre acciones malas y buenas, condenando las primeras y bendiciendo las segundas. Quienes acusan a la Iglesia de «discriminar» a los homosexuales condenan también con ello cualquier distinción entre conductas buenas y malas.

6. La «bendición» de parejas del mismo sexo y la propaganda de la ideología de género.

La Fiducia Supplicans es también un arma que los enemigos de la Iglesia y los grupos «LGBTQ» pueden utilizar fácilmente para corromper a las sociedades y hacerlas indulgentes con los estilos de vida pecaminosos. Pueden utilizar fácilmente este documento del Vaticano como un poderoso medio para exigir el estatus legal de las uniones del mismo sexo en el ámbito civil, y la aceptación de este estatus dentro de la Iglesia Católica -sólo exacerbando la profunda división ya presente dentro de la Iglesia.

La Fiducia Supplicans crea una situación en la que a los obispos y sacerdotes fieles que sirven en países donde la sodomía está ahora legalmente permitida se les podría prohibir hablar en contra de ella, y se les podría prohibir invitar a los homosexuales al arrepentimiento, y en la que a los terapeutas se les podría prohibir tratar a los que buscan curación. ¿Cómo podrán decir los obispos y sacerdotes que la doctrina de su Iglesia no les permite «bendecir» a parejas del mismo sexo? De hecho, se les dirá que su Iglesia ha autorizado tales «bendiciones», y que su negativa a concederlas constituye un «comportamiento hostil» contra los homosexuales, exponiéndoles así a ser procesados, expulsados e impedidos de servir como sacerdotes.

7. La «bendición» de parejas del mismo sexo en una ceremonia similar a una boda.

Fiducia Supplicans afirma que la bendición debe ser «sencilla», «espontánea» y «no litúrgica». Sin embargo, es probable que las parejas del mismo sexo concierten una cita con el sacerdote para recibir esta bendición «espontánea» y «no litúrgica» y que incluso contraigan un «matrimonio» entre personas del mismo sexo en un tribunal civil o en una «iglesia» no católica justo antes de recibirla. Incluso puede ocurrir que esta «bendición» vaya acompañada de un sermón. ¿Qué puede impedirlo mientras la «bendición sea sencilla y espontánea»? El sacerdote podría componer una oración «no litúrgica» para «la bendición», que puede ser relativamente larga e incluir un lenguaje conmovedor y emotivo que se asemeje al lenguaje del «compromiso» utilizado en el sacramento del matrimonio. Los términos «sencillo», «espontáneo» y «breve» están abiertos a una amplia variedad de interpretaciones.

8. La «bendición» de parejas del mismo sexo y la aceptación de otras situaciones de pecado.

Las autoridades civiles, especialmente en los países que han legalizado el «matrimonio entre personas del mismo sexo», acogerán con naturalidad la decisión de algunos clérigos de la Iglesia católica de «bendecir» a las parejas del mismo sexo. Y si esta práctica se generaliza en la Iglesia, será difícil ponerle fin. ¿Es la Fiducia Supplicans un preludio de la petición de una especie de ceremonia matrimonial para las parejas del mismo sexo en la Iglesia católica? La facilidad con la que se ha desarrollado esta «bendición» hace pensar que detrás de su emisión hay objetivos latentes a largo plazo y de gran alcance.

Dada la respuesta positiva de muchos grupos eclesiásticos y seculares hacia Fiducia Supplicans, el significado de esta «simple» o «corta» bendición puede fácilmente expandirse mucho más allá de su intención explícita inicial. De hecho, como se ha señalado anteriormente (n. 2), la Fiducia Supplicans abre la puerta a un sinfín de situaciones pecaminosas. Si una pareja del mismo sexo puede ser «bendecida», ¿por qué no dos menores atraídos por el mismo sexo que se acercan a un sacerdote para una «bendición»? ¿Qué impide «bendecir» a un hombre homosexual adulto que se presenta a un sacerdote con un menor? Según la lógica de la Fiducia Supplicans, el sacerdote no puede negarse a «bendecirlos», ya que el documento no dice nada sobre la edad de quienes solicitan tal «bendición». Una indagación del sacerdote sobre la edad de las partes bien podría conducir al tipo de «análisis moral exhaustivo» que la Declaración prohíbe.

9. La «bendición» de parejas del mismo sexo y el abuso de la obediencia eclesiástica.

Otro efecto gravemente perjudicial de la Fiducia suplicante es que quienes no aprueben las parejas del mismo sexo en el seno de la Iglesia católica serán ahora tachados de desobedientes a la autoridad eclesiástica. Sin embargo, la verdad es que negarse a «bendecir» a las parejas del mismo sexo no es un acto de desobediencia a la Iglesia, sino sólo a aquellas autoridades eclesiásticas que abusan del poder que Dios les ha dado. Negarse a dar tales «bendiciones» es, de hecho, verdadera obediencia a Dios, que es más digno de ser obedecido.

Los poderes seculares, los grupos de presión «LGBTQ» y las agendas contrarias a la Iglesia son, en última instancia, la fuerza impulsora de la publicación de esta Declaración, cuyo objetivo es sembrar la semilla de la duda profunda en el corazón de la Iglesia. Y seguramente ejercerán una presión significativa para obligar a los católicos a aceptarla y promoverla. Invocarán falsamente la obligación de obedecer las enseñanzas de la Iglesia, y aquellos sacerdotes y fieles que critiquen la Fiducia Supplicans, y se nieguen a aplicarla, serán acusados de ser infieles al Papa.

10. La «bendición» de las parejas del mismo sexo y su influencia en los niños y jóvenes.

Hoy en día, los padres y educadores católicos se enfrentan a considerables dificultades para enseñar la sana moral católica, especialmente la moral sexual, ya que los niños y adolescentes son constantemente bombardeados por ideas «LGBTQ» a través de los medios de comunicación social, y lo que es peor, por muchas escuelas católicas e incluso por el clero católico. Ahora, además, Fiducia Supplicans transmite a los menores y adolescentes el mensaje de que la Iglesia acepta y aprueba a las parejas del mismo sexo y sus relaciones. Los educadores católicos y los profesores de catecismo, engañados por la práctica de «bendecir» a las parejas del mismo sexo, pueden muy bien alterar su enseñanza sobre la verdadera moral católica, hasta el punto de incluso justificar y propagar, directa o indirectamente, el estilo de vida homosexual y la desviación sexual en general.

Conclusión

La Fiducia Supplicans socava gravemente la fe y la moral católicas, convirtiendo a la Iglesia católica, al menos en la práctica, en un entorno acogedor y propicio para homosexuales y adúlteros impenitentes que llevan estilos de vida pecaminosos, en lugar de llamar a tales pecadores al arrepentimiento. El profeta Isaías declara: «Ay de vosotros, que llamáis al mal bien y al bien mal; que ponéis las tinieblas por luz y la luz por tinieblas… porque han desechado la ley del Señor de los ejércitos» (Is 5,20.24). Esta condena se refiere especialmente a los pastores de la Iglesia que extravían a la gente.

Fiducia Supplicans no es ni auténticamente pastoral ni auténticamente magisterial, ya que socava la inmutable verdad divina y la constante enseñanza del Magisterio de la Iglesia sobre la maldad intrínseca de los actos sexuales fuera de un matrimonio válido, específicamente los actos homosexuales. Esto impide la capacidad de la Iglesia de reflejar convincentemente el verdadero rostro de Cristo resucitado y de irradiar la belleza de su verdad ante el mundo entero.

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Comentarios
11 comentarios en “El esclarecedor artículo del obispo Schneider sobre Fiducia supplicans: «Negarse a dar tales «bendiciones» es verdadera obediencia a Dios»
  1. Evidente desde el principio, evidente que Francisco quería cambiar, corromper, la doctrina desde el principio, junto con las fuerzas globalistss del mal, biden y demás aborteros
    Pero nuestros malos pastores callan, catolicosimos ellos, como el Iceta.
    Ayer el canal Macabro entrevistó al que los caritativos sacerdotes de aquí, y otros, llaman el barman, que conoce el latín griego hebreo… Los sacerdotes di tuvieran pundonor y virili dad sacerdotal deberían debatir, anónimamente, con el «Batman» pero los machacaria en el debate, especialmente sobre la invalidadez de la ordenacion episcopal del rito de Montini (yo no hr visto nunca que se haya podido rebatir). Pero ahí lo dejo, ahí está la entrevista, y si hay virili dad, debatir con él como Dios manda, como hizo siempre la Iglesia, hasta con los judíos como el la disputa de Tortosa

    1. «al que los caritativos sacerdotes de aquí, y otros, llaman el barman»

      No es que se lo llame alguien: es que es un seglar cuya profesión es «barman» o coctelero (lo cual ha contado él mismo). Decir otra cosa sería mentir, lo cual es contrario a la caridad.

      «…pero los machacaria en el debate»

      Sí, sí: será debatiendo en hebreo, idioma que domina cual si fuera bilingüe (aprendido por ciencia infusa, claro). Porque, debatiendo sobre Derecho no es que «machaque» a nadie, precisamente (hay que ver los disparates jurídicos que suelta cada vez que abre la boca). Además, ¿qué se supone que hay que debatir? ¿La fecha de su salida de la clausura que él y el obispo fake han roto, permaneciendo aún en un inmueble perteneciente a la Orden de Santa Clara? No creo que el juez (o la juez) contemple tal debate: o salen voluntariamente o decretará su desalojo por las fuerzas del orden, ante la cual podrá maldecir en hebreo, si le place.

      1. no huyas Catholicus, debate con él hombre. Es muy cobarde atacarlo como habeis hecho y a la hora de debatir argumentos esconderse y poner disculpas. no me sorprende

        1. No sea usted pesado: la noticia son las declaraciones de Mons. Schneider sobre la «Sodoma lubricans», no sus queridas «beloradas». Puede usted irse con ellas cuando quiera (hasta que llegue la orden judicial de desalojo), pues la clausura ya está rota por esos dos maromos (el coctelero y el obispo fake). Seguro que no tendrá problemas de espacio, además de que donde caben dos, caben tres.

  2. Amen, amen , amen.
    Muchas gracias Monseñor Schneider por esta aclaración .
    Necesitamos las voces de nuestros buenos pastores que nos enseñan con caridad y con la verdadera enseñanza de nuestro Señor Jesús.
    Dios nos libre de todo mal y bendiga a su iglesia.

  3. El mejor ‘articulo’ contra «Fiducia supplicans» fue y será la inmediata reacción pública del cardenal Müller: «sacrílega y blasfema». De ese urgente y certero rejonazo, que sacó a los creyentes de la ofuscación y la perplejidad, el Diablo y sus servidores nunca se repondrán.

  4. Tuve el gran privilegio de intercambiar unas palabras con monseñor Schneider en los pasillos de un hotel cuando los activos y valientes «Jóvenes por España» lo invitaron a dar una conferencia en Madrid. En mi cartera siempre llevo su oración para pedir al Señor que nos dé «santos papas», aunque me bastaría con que nos diese «papas normales», aunque no llegasen ni a beatos. La afirmación de monseñor es tremenda, no me sale otra palabra. Se resume en «desobedecer a Roma es obedecer a Dios». La sede de Pedro se está convirtiendo en un centro difusor de contaminación de la doctrina, de verdadero ventilador de todo tipo de aberraciones que se dispersan entre los fieles que, en general, ni las cuestionan mientras el silencio entre los que debían ser nuestros pastores es atronador. El único faro a seguir para el fiel católico interesado en la salvación de su alma es la doctrina de siempre, la misa de siempre y apartarse de los pervertidos que gobiernan en Roma. El faro es la Luz de Trento.

  5. COMO LA DOCTRINA CATÓLICA Y APOSTÓLICA PROVIENE Y SE FUNDAMENTA EN TODA LA SAGRADA ESCRITURA, ES LO MÁS LÓGICO Y DE FE, OBEDECER A DIOS Y NO A LOS HOMBRES. COINCIDENTE CON LA FUNDAMENTACIÓN DE MONS. SCHNEIDER.

  6. Este obispo hace honor a su nombre, Atanasio, que parece profético en estos tiempos de tanto «lío» en la Iglesia. ¿Quedarán obispos en Roma dispuestos a escuchar al Espíritu…, me refiero al santo? Fuera de Roma parece que quedan pocos, y encima algunos callan como perros mudos.

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