El Papa afirma que «no todo lo que nace de la ira es malo» y defiende que «existe una santa indignación»

Papa Francisco
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El Papa Francisco dedicó la catequesis de esta semana a hablar sobre el vicio de la ira.

El Pontífice aseguró que «la persona dominada por la ira difícilmente logra disimular este ímpetu» y que se reconoce por los movimientos del cuerpo, la agresividad o por la mirada torva.

El Papa centró su crítica en señalar que «hay hombres que contienen su ira en el lugar de trabajo, mostrándose tranquilos y compasivos, pero que una vez llegados a su casa se vuelven insoportables para la esposa y los hijos».

El Santo Padre también señaló que «no todo lo que nace de la ira es malo». Francisco subrayó que «las pasiones son hasta cierto punto inconscientes: suceden, son experiencias de la vida. No somos responsables de la ira en su surgimiento, pero sí siempre en su desarrollo. Y a veces es bueno que la ira se desahogue de la manera adecuada».

Les ofrecemos las palabras completas del Papa Francisco durante la catequesis sobre la ira:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estas semanas estamos tratando el tema de los vicios y las virtudes, y hoy nos detenemos a reflexionar sobre el vicio de la ira. Es un vicio particularmente tenebroso, y es quizás el más simple de reconocer desde un punto de vista físico. La persona dominada por la ira difícilmente logra disimular este ímpetu: lo reconoces por los movimientos del cuerpo, por la agresividad, por la respiración agitada, por la mirada torva y ceñuda.

En su manifestación más aguda, la ira es un vicio que no da tregua. Si nace de una injusticia padecida (o considerada como tal), a menudo no se desata contra el culpable, sino contra el primer desafortunado con el que uno se encuentra. Hay hombres que contienen su ira en el lugar de trabajo, mostrándose tranquilos y compasivos, pero que una vez llegados a su casa se vuelven insoportables para la esposa y los hijos. La ira es un vicio desenfrenado: es capaz de quitarnos el sueño y de hacernos maquinar continuamente en nuestra mente, sin que logremos encontrar una barrera para los razonamientos y pensamientos.

La ira es un vicio que destruye las relaciones humanas. Expresa la incapacidad de aceptar la diversidad del otro, especialmente cuando sus opciones vitales difieren de las nuestras. No se detiene ante los malos comportamientos de una persona, sino que lo arroja todo al caldero: es el otro, el otro tal y como es, el otro en cuanto tal, el que provoca la ira y el resentimiento. Se empieza a detestar el tono de su voz, sus banales gestos cotidianos, sus formas de razonar y de sentir.

Cuando la relación alcanza este nivel de degeneración, ya se ha perdido la lucidez. La ira hace perder la lucidez. Porque, a veces, una de las características de la ira, es la de no calmarse con el tiempo. En esos casos, incluso la distancia y el silencio, en lugar de calmar el peso de los malentendidos, lo magnifican. Por ese motivo, el apóstol Pablo -como hemos escuchado- recomienda a sus cristianos que aborden inmediatamente el problema e intenten la reconciliación: «No permitan que la noche los sorprenda enojados» (Ef 4, 26). Es importante que todo se resuelva inmediatamente, antes de la puesta del sol. Si durante el día surge algún malentendido y dos personas dejan de entenderse, percibiéndose de pronto alejadas, no hay que entregar la noche al diablo. El vicio nos mantendría despiertos en la oscuridad, rumiando nuestras razones y los errores incalificables que nunca son nuestros y siempre del otro. Así es: cuando una persona está dominada por la ira, siempre dice que el problema está en la otra persona; nunca es capaz de reconocer sus propios defectos, sus propias faltas.

En el “Padre nuestro”, Jesús nos hace orar por nuestras relaciones humanas, que son un terreno minado: un plano que nunca está en equilibrio perfecto. En la vida tenemos que tratar con personas que están en deuda con nosotros; del mismo modo, ciertamente nosotros no siempre hemos amado a todos en la justa medida. A algunos no les hemos devuelto el amor que se les debe. Todos somos pecadores, todos, y todos tenemos la cuenta en números rojos: ¡no lo olviden! Por lo tanto, todos tenemos que aprender a perdonar para ser perdonados. Las personas no están juntas si no practican también el arte del perdón, siempre que esto sea humanamente posible. Lo que contrarresta la ira es la benevolencia, la amplitud de corazón, la mansedumbre, la paciencia.

Sobre el tema de la ira, hay que decir una última cosa. Es un vicio terrible, hemos dicho, está en el origen de las guerras y la violencia. El proemio de la Ilíada describe «la ira de Aquiles», que será causa de «infinitos lutos». Pero no todo lo que nace de la ira es malo. Los antiguos eran muy conscientes de que hay una parte irascible en nosotros que no puede ni debe negarse. Las pasiones son hasta cierto punto inconscientes: suceden, son experiencias de la vida. No somos responsables de la ira en su surgimiento, pero sí siempre en su desarrollo. Y a veces es bueno que la ira se desahogue de la manera adecuada. Si una persona no se enfadase nunca, si no se indignase ante la injusticia, si no sintiera algo que le estremece las entrañas ante la opresión de un débil, entonces significaría que esa persona no es humana, y mucho menos cristiana.

Existe una santa indignación, que no es la ira, sino un movimiento interior, una santa indignación. Jesús la conoció varias veces en su vida (cfr. Mc 3,5): nunca respondió al mal con el mal, pero en su alma experimentó este sentimiento y, en el caso de los mercaderes en el Templo, realizó una acción fuerte y profética, dictada no por la ira, sino por el celo por la casa del Señor (cfr. Mt 21, 12-13). Debemos distinguir bien: una cosa es el celo, la santa indignación, otra cosa es la ira, que es mala.

Nos corresponde a nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo, encontrar la justa medida de las pasiones, educarlas bien para que se dirijan hacia el bien, y no hacia el mal.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor ser conscientes de nuestra debilidad frente a la ira, de modo que cuando surja podamos encauzarla positivamente, para que esta no nos domine, sino que la transformemos en un santo celo por el bien. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

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Comentarios
18 comentarios en “El Papa afirma que «no todo lo que nace de la ira es malo» y defiende que «existe una santa indignación»
  1. ¿Quién le hace los discursos? Hay apetito irascible, pasión de la ira, y pecado de la ira, y son tres cosas muy distintas aunque se llamen igual. Eso es viejísimo.

    1. No hay una sola catequesis en la que el Papa no incurra en errores. Lo suyo no es magisterio ordinario sino disparate constante. Es evidente que no sabe, pero al menos podría tener la prudencia de pedir asesoramiento antes de pronunciar un discurso.

      1. El Papa debería matizar y explicar sus palabras, porque en caso contrario, confunde en vez de iluminar.
        En la Biblia, el rechazo de la ira no admite excepciones: “La ira es propia de los necios” (Eclo 7,8). Nuestro Señor rechaza toda ira: “Todo aquel que se encolerice ante su hermano será reo ante el tribunal.” (Mt 5,22).
        Por eso dice S. Ambrosio: “El que quiere justificar su ira, no hace más que aumentarla y prepara una falta nueva.” No se puede aceptar la ira, pues como dice San Juan Crisóstomo: “La ira es un fuego violento que todo lo devora, pierde el cuerpo y corrompe el alma.”
        Siguiendo a S. Gregorio Magno y a S. Juan Casiano, la Iglesia ha distinguido lo que se conoce como pecados capitales, uno de los cuales es la ira, a la que se le llama pecado capital porque engendra otros pecados.
        Ante lo que dice el Papa sobre la ira de Dios, Casiano responde…

        1. “Se habla de Dios metafóricamente. Así, al hablar de la ira de Dios debe entenderse simplemente que es el juez de todas las injusticias que se cometen en el mundo; y en virtud de estos términos y su significado debemos sentir pavor ante sus juicios y temor por hacer algo contrario a su voluntad.”
          Entre los teólogos existe controversia sobre si la ira podría servir en algún caso a la virtud.
          San Juan Casiano rechaza todo tipo de ira: “Hay tres clases de ira: la primera es un coraje puramente interno; la segunda se manifiesta al exterior: ya sea de palabra o con hechos y acciones; la tercera clase de ira no es como aquellos enfados en que uno se exalta rápidamente y termina en una hora, sino que dura varios días y periodos largos. Pero las tres las consideramos criticables.”…

          1. En cambio Sto. Tomás de Aquino opina de forma diferente a San Juan Casiano y por eso afirma: “La ira se puede relacionar con el juicio de la razón consecuentemente, es decir, que después que la razón ha establecido y ordenado el tipo de retribución, surge entonces la pasión para ejecutarla; y de este segundo modo, la ira y las demás pasiones no impiden el juicio de la razón que ya existía antes que ellas, sino que más bien ayudan a una ejecución más pronta, y así es como tales pasiones sirven a la virtud.”

          2. Además el Papa hace una afirmación deplorable cuando dice: «Hay hombres que contienen su ira en el lugar de trabajo, mostrándose tranquilos y compasivos, pero que una vez llegados a su casa se vuelven insoportables para la esposa y los hijos.» Decir esto es lamentable, porque se suma al lenguaje del mundo que sólo tiene ojos para la violencia de los varones, como si las mujeres no ejercieran también violencia. Y ese enfoque falseado, está promocionando leyes injustas que, como en España, provocan que una simple denuncia de una mujer hacia su cónyuge (aunque no haya ninguna prueba ni indicio), implica que el marido sale detenido de su casa. Estas leyes discriminan a los varones, que con frecuencia acaban en prisión sin que haya motivo, y les provocan injustificadas pérdidas de custodia sobre los hijos.

  2. Dice Francisco en esta catequesis: “…cuando una persona está dominada por la ira, siempre dice que el problema está en la otra persona; nunca es capaz de reconocer sus propios defectos, sus propias faltas.”

    Y eso me lleva a preguntarme: ¿Cual será el motivo por el cual Francisco no reconoce que la FS es un grandísimo error? Y por el contrario indicó en entrevista a La Stampa: «quienes protestan con vehemencia pertenecen a pequeños grupos ideológicos».

  3. Y dice Francisco en esta catequesis: “Existe una santa indignación, que no es la ira, sino un movimiento interior, una santa indignación. Jesús la conoció varias veces en su vida (cfr. Mc 3,5): nunca respondió al mal con el mal, pero en su alma experimentó este sentimiento y, en el caso de los mercaderes en el Templo, realizó una acción fuerte y profética, dictada no por la ira, sino por el celo por la casa del Señor (cfr. Mt 21, 12-13). Debemos distinguir bien: una cosa es el celo, la santa indignación, otra cosa es la ira, que es mala.”

    ¡Este es el motivo por el cual nos oponemos con vehemencia a la FS, no es por motivos ideológicos!

  4. Yo he tenido y tengo una santa indignación hacia Francisco. Sobretodo cuando dice ciertas frases en sus entrevistas cuando habla de manera espontánea.

  5. Tengo una muy santa indignación hacia Francisco.
    Le respeto porque está sentado en la silla de Pedro, pero mi santa indignación es mucha.

  6. La ira de Dios caerá sobre los que niegan la verdadera doctrina y fomentan las ideologías del mundo.
    Francisco debe arrepentirse ahora que todavía está a tiempo, y retractarse de sus errores.

  7. Mo sé cómo llamar a la acción de Jesucristo con los mercadores del Templo de Jerusalén.

    Quizás tenga algo de razón el Papa Francisco y haya una «ira santa»

      1. La santa indignación contra la iglesia modernista es la que sentimos muchos católicos, no ahora, si no desde hace lustros. Ahora he recordado en los años 70, cuando en las iglesias los sacerdotes jóvenes hablaban de democracia y en contra de Franco en vez de hablar de los Santos Evangelios. Mi pobre padre se ponía furioso, intervenía en el sermón y callaba con su ascendencia al cura modernista conciliar, mientras el resto de la familia nos moríamos de verguenza, por que entre otras cosas, no entendíamos nada de todo aquello. Ahora lo recuerdo con nostalgia, mi padre por supuesto tenia razón, y si ahora viviera su sufrimiento seria insoportable. El ya está con Cristo, y yo sigo aquí para defender la memoria de el y de tantos fieles cristianos que fueron pisoteados en sus creencias por los renegados de la jerarquía conciliar.

      2. «Mo sé cómo llamar a la acción de Jesucristo con los mercadores del Templo de Jerusalén»

        Latigazos. Se llama dar de latigazos (o echar a latigazos, si también se refiere al acto de expulsarlos).

        1. ¿Usted habla de «bocaza», siendo un bocachancla que sólo mete la pata? ¡Qué risa! En eso se parece usted al pontífice «felizmente reinante»: cada vez que abren la boca, sube el pan. Y, en vez de tanta amenaza (ya lleva varias hoy), cuide usted de no pasarse de frenada, por la cuenta que le trae, no vaya a ser que se le vuelvan a en contra. Que tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe (y usted no es muy listo).

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