«El día que pierda la humildad, dejaré de valer»

Misión de audaces
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Hoy les ofrecemos este extracto del libro Misión de audaces, de Óscar Rivas. «Dios es la caña. No exagero, de verdad que es la caña. Tú te propones llevar a cabo un proyecto y cuando quieres darte cuenta Él ya te ha sumergido en otro que nada tiene que ver con tu idea original.

Ha cambiado por completo tu hoja de ruta, y ni siquiera has sido consciente de ello. Y en el caso de que lo seas, no quieres evitarlo. ¿Por qué? Porque Él conoce mejor que tú lo que es bueno para ti. Si sabes de qué hablo, no te costará entenderme. Pues bien, así surgió este libro».

 «El día que pierda la humildad, dejaré de valer»

Miguel Ángel ha demostrado que quienes, tras su lesión, le desahuciaron como jugador, se equivocaban estrepitosamente. Ha recuperado la ilusión, la fe en sí mismo, demostrándose que le sobra casta, que no le falta talento, y sigue habiendo un lugar para él sobre la hierba. Superadas las dificultades que hubo de atravesar meses atrás, que le llevaron a replantearse incluso su continuidad en el fútbol, Atienza no solo ha sido el futbolista con más minutos de la liga, sino que ha acreditado unas dotes de liderazgo, dentro y fuera del terreno de juego, que justifican plenamente la confianza que su entrenador y compañeros depositaron en él al principio de la temporada. Sobre su futuro, ha vuelto a recuperar el sueño perdido, pese a lo cual, no se engaña; sabe que para él solo hay un camino posible: trabajar duro, darlo todo, y conservar esa humildad que siempre le ha acompañado. Así lo reconoce el propio Miguel Ángel: «Siempre he pensado que el día que pierda la humildad dejaré de valer».

Con estas expectativas, emprende una nueva temporada. La hoja de ruta es clara: por edad este año le corresponde jugar con el Juvenil C ─de primer año─, el siguiente en el Juvenil B ─de segundo año─, y el posterior en el Juvenil A ─tercer año.

«Comenzamos la nueva temporada con un cambio de entrenador, Antonio López; había competido con el Sevilla C.F. en Primera División. Desde el principio, me había transmitido su confianza en mí. Por eso, aunque recibo varias ofertas de otros equipos para jugar en categorías superiores, intuyo que la experiencia de Antonio en el fútbol de máximo nivel me puede aportar mucho, razón por la cual decido quedarme en el Fuenlabrada.

»No me equivocaba. Además de aprender una barbaridad, creo que nadie me ha exigido tanto. Antonio me enseñó lo que significa una verdadera capitanía, no solo los beneficios que reporta, sino las obligaciones que conlleva: por ejemplo, enderezar a un compañero que se aparta del camino, aumentando la exigencia sobre los demás.

»En este punto hay un detalle que jamás olvidaré: llevábamos pocos partidos, no habíamos empezado con buen pie. Por entonces, los capitanes ya estábamos elegidos. El míster nos reúne y, tras recordarnos que nuestro objetivo es ascender, desafiándonos con la mirada, pregunta: “Necesito líderes en este equipo, ¿hay algún líder aquí?”. Como es lógico, a todos nos daba vergüenza contestar. Pero a los dos segundos levanté la mano. Seguidamente fueron levantándola otros, sin embargo, yo había sido el primero. Minutos después, ya solos, Antonio me dijo: “No sabes el paso que acabas de dar hoy”.

»Lo cierto es que con anterioridad, él y yo habíamos hablado mucho. Sabía lo que esperaba de mí, porque me lo reclamaba constantemente. Pedía más de lo que yo le daba, de ahí que cuando nos formuló aquella pregunta me dije: “Tengo que levantar la mano, tengo que responder”. ¿Cuál fue la diferencia respecto a los demás? Que yo no había dudado.

»Aún cuando ser capitán no es nada fácil, siempre había gozado de la cobertura de los entrenadores, por lo que me sentía muy seguro. Además, yo he sido siempre muy vinagre en el fútbol, nunca he sido de pegar gritos, pero sí de exigir al compañero igual que me exijo a mí mismo. No le voy a reprochar que falle, pero si falla, quiero que vuelva a la carrera, defienda y ayude al equipo».

El alto rendimiento de Miguel Ángel llama la atención en el club. El Fuenlabrada vislumbra en él una joven promesa, motivo por el cual le ofrece un plan de potenciación.

«Hasta entonces, entrenaba tres días, mas partido. Ahora, el club me ofrece la posibilidad de trabajar, durante una hora a la semana, el aspecto psicológico; también una hora de preparación física que me ayude a solucionar ciertos problemas que tenía en la espalda, trabajo de pilates y corrección de la postura corporal; y, por último, una hora de entrenamiento con el Juvenil A, dos años más mayores que yo. Es decir, duplico el tiempo de entrenamiento en el club».

Cuando se le pregunta si de aquel plan de potenciación nace un nuevo Miguel Ángel, se muestra categórico.

«Totalmente. El trabajo con la psicóloga me ayudó a crecer en ambición. Nunca me había parado a pensar qué tipo de jugador quería ser. No me había planteado qué soy, qué me falta y qué quiero. Ahora sabía que si quería ganar en potencia física, disponía de un preparador físico; me di cuenta de que, siendo diestro, nunca golpeaba el balón con la izquierda. Ese tipo de cosas.

»Pero lo mejor es que los frutos del trabajo se veían en los resultados. Recuerdo un partido en el que, junto con la psicóloga, nos habíamos marcado un objetivo. Se trataba de un partido vital. Ocupábamos el tercer puesto en la clasificación. Pujábamos por uno de los dos puestos de ascenso, y aquel día jugábamos contra el segundo; sus jugadores eran dos años mayores que nosotros y, por tanto, físicamente superiores. La psicóloga me preguntó: “¿Qué esperas de este partido?”. “Creo ─le contesté─ que va a ser un partido complicado, donde el equipo me va a necesitar más líder que nunca”.

»Y así fue. Con 2-0 en contra en el minuto 10, tras encajar el segundo gol los reuní a todos en el campo: “Nos están pasando por encima, tranquilos, vamos a hacer las cosas bien”. Al final, ganamos 2-3. Aquella temporada, que tan mal habíamos empezado, logramos el ascenso».

***

Este fragmento ha sido extraído del libro Misión de audaces (2022) de Óscar  Rivas, publicado por Bibliotheca Homo Legens.

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Comentarios
2 comentarios en “«El día que pierda la humildad, dejaré de valer»
  1. No es mi lenguaje. («Dios es la..
    «, no puedo ni repetirlo). En la línea de querer ser mu guay y mú mohéhno (moderno) pa atraé a la juventú, ole, el lenguaje actuá..
    Si a otros les vale…

  2. No es mi lenguaje. («Dios es la..
    «, no puedo ni repetirlo). En la línea de querer ser mu guay y mú mohéhno (moderno) pa atraé a la juventú, ole, el lenguaje actuá..
    Si a otros les vale… bendito sea

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