El Papa escribe a los matrimonios: «No dejen que un semblante triste transforme sus rostros»

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«Hoy, en la fiesta de la Sagrada Familia, se publica una Carta que escribí pensando en ustedes», anunció el Papa Francisco en el día de ayer desde la ventana del Palacio Apostólico tras el rezo del Ángelus.

«Quiere ser mi regalo de Navidad para ustedes, los esposos: un estímulo, una señal de cercanía y también una oportunidad para meditar», señaló. Efectivamente, el Vaticano publicaba ayer la carta del Pontífice a los matrimonios con motivo del año Familia Amoris Laetitia, año que comenzó el pasado día de san José, 19 de marzo de 2021, con motivo del quinto aniversario de la exhortación Amoris Laetitia, que tanta polémica trajo.

Este año dedicado especialmente a la familia concluirá el 26 de junio de 2022, en el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre.

Con la carta publicada ayer, el Papa se acerca a los matrimonios para expresarles todo su «afecto y cercanía» en este tiempo «tan especial que estamos viviendo», escribe el Santo Padre al comienzo del documento.

«Siempre he tenido presente a las familias en mis oraciones, pero más aún durante la pandemia, que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables. El momento que estamos pasando me lleva a acercarme con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando», asegura Francisco.

Como Abrahán, escribe el Papa, «cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas». «Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!», exclama Su Santidad.

Los hijos «son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia», dice el Santo Padre, que reconoce que, eso sí, educarles «no es nada fácil». «Pero no olvidemos que ellos también nos educan. El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento», escribe el Papa.

«Como padre y madre es importante relacionarse con sus hijos a partir de una autoridad ganada día tras día. Ellos necesitan una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase», dice.

«También los matrimonios deben “primerear” dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial», escribe el Papa en otro punto de la carta, exhortando a los esposos a «participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar».

«La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto – pero seguro por la realidad del sacramento – en un mar a veces agitado», continúa el Sucesor de Pedro. «No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar», escribe Su Santidad.

«Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva», señala Francisco.

«No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice. Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes», recomienda el Santo Padre a los matrimonios.

Francisco reconoce que para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena «ha sido especialmente difícil». «Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar. A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto», indica.

«La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos. El Señor Jesús, en su misericordia infinita, les inspirará el modo de seguir adelante en medio de tantas dificultades y aflicciones», asegura el Pontífice.

«Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él», escribe Francisco.

«Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo, y Nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo. Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!», escribe el Papa al final de la carta.

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Les ofrecemos la carta del Papa, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

A LOS MATRIMONIOS

CON OCASIÓN DEL AÑO “FAMILIA AMORIS LAETITIA”

Queridos esposos y esposas de todo el mundo:

Con ocasión del Año “Familia Amoris laetitia”, me acerco a ustedes para expresarles todo mi afecto y cercanía en este tiempo tan especial que estamos viviendo. Siempre he tenido presente a las familias en mis oraciones, pero más aún durante la pandemia, que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables. El momento que estamos pasando me lleva a acercarme con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando.

Este contexto particular nos invita a hacer vida las palabras con las que el Señor llama a Abrahán a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn 12,1). También nosotros hemos vivido más que nunca la incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos y nos hemos visto impulsados a salir de nuestras seguridades, de nuestros espacios de “control”, de nuestras propias maneras de hacer las cosas, de nuestras apetencias, para atender no sólo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad, que también depende de nuestros comportamientos personales.

La relación con Dios nos moldea, nos acompaña y nos moviliza como personas y, en última instancia, nos ayuda a “salir de nuestra tierra”, en muchas ocasiones con cierto respeto e incluso miedo a lo desconocido, pero desde nuestra fe cristiana sabemos que no estamos solos ya que Dios está en nosotros, con nosotros y entre nosotros: en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio, en la ciudad que habitamos.

Como Abrahán, cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas. Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio. Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!

Queridos esposos, sepan que sus hijos —y especialmente los jóvenes— los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable. «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!».[1] Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza. La paternidad y la maternidad los llaman a ser generativos para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios, hijos de un Padre que ya desde el primer instante los ha amado tiernamente y los lleva de la mano cada día. Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios.

Ciertamente, educar a los hijos no es nada fácil. Pero no olvidemos que ellos también nos educan. El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento. El educador es una persona que “genera” en sentido espiritual y, sobre todo, que “se juega” poniéndose en relación. Como padre y madre es importante relacionarse con sus hijos a partir de una autoridad ganada día tras día. Ellos necesitan una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase.

Por otra parte, y como ya he señalado, la conciencia de la identidad y la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad ha aumentado. Ustedes tienen la misión de transformar la sociedad con su presencia en el mundo del trabajo y hacer que se tengan en cuenta las necesidades de las familias.

También los matrimonios deben “primerear”[2] dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial; en particular, los «cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente».[3]

Por tanto, los exhorto, queridos esposos, a participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar. Porque «la corresponsabilidad en la misión llama […] a los matrimonios y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, a cooperar de manera fecunda en el cuidado y la custodia de las Iglesias domésticas».[4] Recuerden que la familia es la «célula básica de la sociedad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 66). El matrimonio es realmente un proyecto de construcción de la «cultura del encuentro» (Carta enc. Fratelli tutti, 216). Es por ello que las familias tienen el desafío de tender puentes entre las generaciones para la transmisión de los valores que conforman la humanidad. Se necesita una nueva creatividad para expresar en los desafíos actuales los valores que nos constituyen como pueblo en nuestras sociedades y en la Iglesia, Pueblo de Dios.

La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto – pero seguro por la realidad del sacramento – en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Mc 4,38). No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, […] cesó el viento» (Mc 6,51). Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva.

Sólo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible. El camino es reconocer la propia fragilidad y la impotencia que experimentan ante tantas situaciones que los rodean, pero al mismo tiempo tener la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co 12,9). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confiar en Él.

A la luz de estos pasajes bíblicos, quisiera aprovechar para reflexionar sobre algunas dificultades y oportunidades que han vivido las familias en este tiempo de pandemia. Por ejemplo, aumentó el tiempo de estar juntos, y esto ha sido una oportunidad única para cultivar el diálogo en familia. Claro que esto requiere un especial ejercicio de paciencia, no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar. Que el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga. Recuerden lo que les escribí en Amoris laetitia retomando el himno paulino de la caridad (cf. nn. 90-119). Pidan este don con insistencia a la Sagrada Familia, vuelvan a leer el elogio de la caridad para que sea ella la que inspire sus decisiones y acciones (cf. Rm 8,15; Ga 4,6).

De este modo, estar juntos no será una penitencia sino un refugio en medio de las tormentas. Que el hogar sea un lugar de acogida y de comprensión. Guarden en su corazón el consejo a los novios que expresé con las tres palabras: «permiso, gracias, perdón».[5] Y cuando surja algún conflicto, «nunca terminar el día en familia sin hacer las paces».[6] No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice. Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes.

Sin embargo, para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena ha sido especialmente difícil. Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar. A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto.

La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos. El Señor Jesús, en su misericordia infinita, les inspirará el modo de seguir adelante en medio de tantas dificultades y aflicciones. No dejen de invocarlo y de buscar en Él un refugio, una luz para el camino, y en la comunidad eclesial una «casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 47).

Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él. Cristo “habita” en su matrimonio y espera que le abran sus corazones para sostenerlos con el poder de su amor, como a los discípulos en la barca. Nuestro amor humano es débil, necesita de la fuerza del amor fiel de Jesús. Con Él pueden de veras construir la «casa sobre roca» (Mt 7,24).

A este propósito, permítanme que dirija una palabra a los jóvenes que se preparan al matrimonio. Si antes de la pandemia para los novios era difícil proyectar un futuro cuando era arduo encontrar un trabajo estable, ahora aumenta aún más la situación de incerteza laboral. Por ello invito a los novios a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José, cuya memoria he querido honrar en este Año dedicado a él. Así también ustedes, cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, confíen siempre en la Providencia, ya que «a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener» (Carta ap. Patris corde, 5). No duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, en la parroquia, para vivir la vida conyugal y familiar aprendiendo de aquellos que ya han transitado el camino que ustedes están comenzando.

Antes de despedirme, quiero enviar un saludo especial a los abuelos y las abuelas que durante el tiempo de aislamiento se vieron privados de ver y estar con sus nietos, a las personas mayores que sufrieron de manera aún más radical la soledad. La familia no puede prescindir de los abuelos, ellos son la memoria viviente de la humanidad, «esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor».[7]

Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo, y Nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo. Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!

Me despido con cariño animándolos a seguir viviendo la misión que Jesús nos ha encomendado, perseverando en la oración y «en la fracción del pan» (Hch 2,42).

Y por favor, no se olviden de rezar por mí, yo lo hago todos los días por ustedes.

Fraternalmente,

FRANCISCO

Roma, San Juan de Letrán, 26 de diciembre de 2021, Fiesta de la Sagrada Familia.

[1] Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?» (9 junio 2021).

[2] Cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24.

[3] Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?» (9 junio 2021).

[4] Ibíd.

[5] Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la Fe (26 octubre 2013); cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 133.

[6] Catequesis del 13 de mayo de 2015. Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 104.

[7] Mensaje con ocasión de la I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores “Yo estoy contigo todos los días” (31 mayo 2021).

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Comentarios
30 comentarios en “El Papa escribe a los matrimonios: «No dejen que un semblante triste transforme sus rostros»
    1. Que Bergoglio se deje de poesías inútiles y conteste a la herética Amoris laetitia y el Rescripto de 5 de junio del 2017 que lo ha puesto fuera de la plena comunión con la Iglesia Católica: contesta ya de una vez, Bergoglio, déjate de romanticismos demagógicos y populistas, cumple tu obligación…

  1. Harías mejor en escribirte a tí mismo la siguiente breve carta: Tengo que convertirme, tengo que derogar la Amoris Laetitia, por elevar el pecado al rango de respuesta generosa a la voluntad de Dios, un sacrilegio, tengo que pedir perdón a las familias numerosas, por ridiculizarlas diciendo que no se pueden tener hijos como conejas, en vez de ayudarlas a llegar a fin de mes y bendecirlas, tengo que rectificar las desafortunadas afirmaciones de protección de las parejas homosex, pues estoy promocionando el pecado de homosexualidad, un gravísimo pecado, que destroza la familia y la sociedad, tengo que condenar el adulterio, aunque se me eche encima toda la dictadura del pensamiento único, tengo que dejar de apoyar a todas las candidaturas y programas abortistas, eutanásicos y genderistas, tengo que recordar que el matrimonio es uno con una para siempre y abierto a la vida, sin anti conceptivos.

    1. A alguno de los comentaristas más les valdría leer el Evangelio con espíritu se humildad. No juzguéis no seréis juzgados. Con la misma vara con la que midáis seréis medidos.

      Oro por usted, querido Santo Padre. La Amoris Laetitia ha provocado división en la Iglesia y, en mi humilde opinión, las dubia deberían ser respondidas por el bien de la unidad y de los fieles. Yo no soy nadie, por supuesto. Pero creo que ese punto conflictivo del discernimiento sacramental debería ser aclarado según la sana doctrina. Cualquier predicación sobre la familia pende del hilo de nuestra fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo. ¡Qué gran oportunidad para aclarar sería este año de la familia Amoris Laetitia.

      En cualquier caso, viva el Santo Padre y viva Cristo Rey.

      1. Yo juzgo y me parece correcto que me «juzguen» si estoy equivocado. Lo de «no juzguéis y no sereis juzgados» es el mantra demagogo que se utiliza como pretexto para tapar la boca a la Iglesia. Por otra parte, el Santo Padre es y sigue siendo S.S.Benedicto XVI.

      2. Tomista: Esos dos «vivas» me parecen incompatibles. Quien dice «viva Cristo Rey» no puede felicitar un pontificado que se separa de las enseñanzas de Nuestro Señor.
        No es del agrado de Cristo un pontificado que en el día de la Sagrada Familia no quiere hablar del mayor ataque actual contra la familia, que es la ideología lgtbi, y que escribe una carta en la que mira hacia otro lado.

      3. No hace ni siquiera falta juzgar. Basta con abrir los ojos de par en par, del todo, no a mitad. Por cierto, mucho me temo, Tomista, que el ¿Santo? ¿Padre? se pasa a Santo Tomás, un santo y sabio de verdad, por el arco del triunfo. Le viene muy grande. ¿Aclarar la Amoris Laetitia? Ya la aclaró: Todos pueden comulgar, en especial los adúlteros consolidados, homosexuales activos y abortistas, menos los católicos, por rígidos.

        1. Sì, yo tambièn, como Blanca, rezo por el Santo Padre, para que dirija al pueblo de Dios segùn la sana doctrina, la tradiciòn y el Catecismo de la Iglesia Catòlica…

      4. «punto conflictivo del discernimiento sacramental»

        No hay discernimiento que valga. «Amoris laetitia» contradice el Decálogo, al mismo Cristo y al Concilio de Trento cuando, refiriéndose al adulterio, afirma que «plantear que quien incumple la norma (el sexto Mandamiento, en este caso) puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa».

        El 6º Mandamiento, «No cometerás adulterio», no admite excepciones (y menos las falsas excusas a las que recurre AL). Y además, por si queda alguna duda, el canon dogmático XVIII del Concilio de Trento define: «Si alguno dijere, que es imposible al hombre aun justificado y constituido en gracia, observar los mandamientos de Dios; sea excomulgado». ¿Cómo que los adúlteros no pueden observar el 6º mandamiento? Todo el mundo puede (con la gracia), y debe, cumplir los Mandamientos, y al hacerlo jamás adquiere «nuevas culpas».

    2. ADIÓS A LA NULIDAD MATRIMONIAL: SE ABREN LAS PUERTAS AL «DIVORCIO CATÓLICO»

      Así lo sostiene Sandro Magister en su blog Settimo Cielo en un artículo con abundantes citas, en especial la del cardenal Walter Kasper, que dio un parecer negativo a la reforma, a pesar de ser el principal inspirador de AL.

  2. La normativa manda ponerse la mascarilla, tanto cuesta estar 1 hora escasa de duración con la mascarilla puesta, lo que llevan puesta la mascarilla que son mayoría la llevan por gusto? Tengo de tener en el banco de detrás a un Señor sin mascarilla y que vaya tosiendo y 3chandome su aliento encima , por favor un poco d sentido común esta esto muy complicado, respeten al menos al que la lleve y al que se vacune

    1. El semblante triste lo tienen ya los padres y para siempre. Los niños están sometidos a vacunas de manera obligatoria y descarada por parte de los mayores criminales que haya conocido la humanidad en los últimos siglos.

      1. Los niños no estarían sometidos a las vacunas si sus padres fueran un poco más inteligentes y estuvieran bien informados. Nadie puede obligar a vacunar. Pobres criaturas; sus padres sí son víctimas de las enseñanzas socialistas.
        En lo de los mayores criminales, sí estamos de acuerdo. Pero es que les estamos dejando serlo…

    2. Hay más porquería ,virus ,gérmenes incluso heces en el dinero y en los cajeros,que en un señor que tose.
      Por favor.
      Cuántos paranóicos.
      Ya está bien.

    3. «Tengo de tener en el banco de detrás a un Señor sin mascarilla y que vaya tosiendo y 3chandome su aliento encima»

      Las vueltas que les dan algunos a las cosas para justificar lo injustificable. Vamos, que están las iglesias tan llenas de fieles, que justo le toca a usted uno tosiendo detrás, con la de bancos libres que hay (casi todos). Y encima uno con covid, claro; porque si no tiene covid es imposible que le contagie por más que le tosa en el cogote. Además, demuestre que alguien puede contagiarle a usted a más de dos metros de distancia y llevando usted mascarilla (si lo hace, se lo comunica a las revistas «Science», «New England Journal of Medicine», «The Lancet», o alguna otra publicación médica o científica, para poder aspirar al Nobel al ser el primero en demostrarlo).

      «respeten al menos al que la lleve y al que se vacune»

      Esta frase es de guasa: en el mundo real son los no vacunados quienes son perseguidos y marginados.

    4. Ya está usted protegido con su bozal. Para que quiere que los demás lo lleven? Por mi póngase 10 capas. Le dejo hacer lo que quiera. Como si se inyecta anís en vena. Pero déjennos usted y sus políticos en paz. Después de haber hecho lo posible por informarme e informar, la suerte de los que adoráis a la diosa televisión y comulgáis con sus doctrinas depende de ustedes mismos.

      Y ahora, Déjennos en paz!

  3. FRANCISCO, EL PAPA DE LOS TRISTES DESTINOS

    ¡Cuánto pesa esta corona!
    W. Shakespeare, Ricardo III.

    El pontificado de Francisco se encuentra en sus últimos actos y se espera que tarde o temprano baje el telón que acabe con esta Tragedia. Mientras tanto, nos queda por ver cómo se va resolviendo una trama que fatalmente va aplastando en su marcha al propio Francisco, a sus colaboradores y la vida de toda la Iglesia Universal bajo su peso de locura, maldad y estupidez. Parafraseando al Cisne de Avon, esta fábula es un cuento realizado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido.

    «Macbeth, tu serás rey.»
    El peor castigo que se pudo concebir para una persona como Bergoglio fue la consecución colmada de todas sus ambiciones. Paso a paso, traición a traición, escalón a escalón fue subiendo la escalera del Poder eclesiástico poniendo todas sus facultades y toda su persona en ello.

  4. Ya llegaba a un puesto y su ambición sin freno ideaba pasar al siguiente, aplastando todo bajo su enorme peso, destruyendo la justicia y el derecho y sacrificando cuanto la Tierra y el Cielo le ofrecían para henchir el alma y el cuerpo de verdadera felicidad. Su espíritu era animado por las fatídicas voces del viento que le susurraban poder al oído y le decían señalándole con sus huesudos dedos: «¡Salve, Jorge, Provincial de los jesuitas; Salve, Jorge, Arzobispo de Buenos Aires; Salve, Francisco, Papa de Roma!»
    Persona eminentemente práctica sin atisbos de contemplación ni de imaginación, sin aficiones ni gustos, sin embargo, su inteligencia se movía ligera por los campos de la política y la manipulación de los hombres. En este terreno, para su desdicha y la nuestra, no tenía rival y su genio pudo desplegar todas sus alas en pos de sus conquistas cada vez más elevadas:

  5. De Provincial a obispo, de obispo a Primado, de arzobispo de Buenos Aires a finalmente, Papa en Roma tras la caída de su odiado competidor. Quienes menosprecien a Jorge Mario Bergoglio deberían pensar la enormidad de esta su aventura, por muchos comenzada y por muy pocos acabada. Tampoco debemos olvidar que si llegó tan alto fue porque es el vivo ejemplo de toda una generación de sacerdotes que mamaron los resecos pechos de la iglesia postconciliar. Arquetipo del tipo mayoritario del clero ¿Cómo estos no lo iban a alzar viéndose cada uno de ellos en el trono a través de él?

    Durante este largo camino que su ansias le marcaba iba deformando su alma, amputando aspectos esenciales de la persona: Solo acción pura y mera potencia. Ignoramos que hay en el centro de su persona para impulsarle a cometer este hecho horrible. Primero cayó y poco lo lamentó la contemplación de la Verdad y la Belleza, juzgadas como superfluas y sin valor.

  6. Luego le tocó a la Justicia y las demás virtudes juzgadas de impedimentos para su carrera. Tras ello se apagó la Caridad, se oscureció la Fe y se corrompió la Esperanza. Finalmente se quedó con el verdadero idolillo de su alma, el Poder puro. Al llegar a la Silla de S. Pedro y ser coronado, summum de sus afanes, la transformación se había completado y casi toda su humanidad, generosidad y curiosidad se había agotado con sus pensamientos, hechos y decisiones interesadas. Es rey pero no reina sobre sí mismo pues no tiene luz interior que le guíe por el laberinto de la vida ni está acompañado por las generosas Verdad, Bien y Belleza: Es en completo desalmado, sin corazón, hueco donde arrecia el eterno frio del desamor y su alma yerma, glacial, se quedó a oscuras como un cielo nocturno sin estrellas y Luna.

  7. Alguien que permite las bendiciones a parejas contranatura en las iglesias católicas de Alemania no puede ser tomado en serio a la hora de dar consejos a matrimonios normales.

  8. «Que papá más siniestro…»

    Y que troll más cansino, que sigue sosteniendo que la finalidad de la Encarnación es el diálogo (y no la redención, como confiesa la Iglesia), haciéndose eco del disparate pontificio, que es lo único a lo que adhiere, pues si el Papa acierta en algo o dice algo ortodoxo, se calla como un muerto. Y no hablemos del magisterio de los 265 Papas anteriores…

    La última memez que depone también era innecesaria: todos sabemos aquí que usted contradice el magisterio de la Iglesia, y en concreto
    la encíclica ‘Casti Connubii’ sobre el matrimonio cristiano, del Papa Pío XI, porque no le gusta y porque usted debe de creer que su magisterio ya ha caducado o que era falso.

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