Cuando un anglicano se convierte en católico

Jonathan Goodall obispo anglicano
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(The Pillar) Jonathan Goodall, obispo anglicano de Ebbsfleet, anunció la semana pasada que dejará su cargo hoy y que tiene la intención de entrar en plena comunión con la Iglesia católica.

Goodall dijo que la Iglesia de Inglaterra había «formado y alimentado» su fe y que su decisión, tomada junto con su esposa, es «una forma de decir sí a la llamada e invitación actuales de Dios, y no de decir no a lo que he conocido y experimentado en la Iglesia de Inglaterra, con la que tengo una deuda tan profunda«.

Es el cuarto obispo de la Iglesia de Inglaterra, y el segundo de Ebbsfleet, que abandona la comunión anglicana y entra en la Iglesia católica desde que el Papa Benedicto XVI promulgó Anglicanorum coetibus en 2009. El documento creaba ordinariatos personales para los anglicanos que entraran en la Iglesia católica, es decir, estructuras que permitirían a los anglicanos conservar gran parte de su propia cultura litúrgica y pastoral al tiempo que entraban en la Iglesia católica.

Goodall no ha dicho si tiene la intención de entrar en el Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham en Inglaterra, o si intentará ser ordenado como sacerdote católico – otros ex obispos anglicanos casados han sido ordenados sacerdotes con una dispensa de la obligación del celibato, incluyendo el actual ordinario del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham, Monseñor Keith Newton.

Pero, ¿cómo se convierte un anglicano en católico?

The Pillar ha hablado con el padre James Bradley, antiguo diácono de la Iglesia de Inglaterra y ahora sacerdote católico. Bradley es profesor asistente de Derecho Canónico en la Universidad Católica de América.

Esto es lo que el P. Bradley nos contó sobre el anuncio de Goodall, y sobre su propio camino de fe.

¿Cuál es el contexto del anuncio del obispo Goodall?

Bueno, él viene del mismo tipo de «hogar» dentro de la Iglesia de Inglaterra que yo.

Es un obispo que se ha ocupado de los anglicanos de mentalidad tradicional durante los últimos ocho años. También ha formado parte de la Sociedad de la Santa Cruz durante muchos años, que es una sociedad sacerdotal en la Iglesia de Inglaterra para anglicanos de mentalidad católica.

En cierto sentido, me parece que ha llegado a una especie de momento de decisión, como lo han hecho otras personas, después de haber estudiado lo que significa ser anglicano en las corrientes del diálogo ecuménico.

Hubo un momento de interés en todos esos diálogos y conversaciones posteriores al Concilio Vaticano II sobre la reunión de anglicanos y católicos, pero el entusiasmo por ellos se desvaneció un poco cuando la Iglesia de Inglaterra en particular, y la comunidad anglicana en general, adoptaron posturas cada vez más diferentes en cuestiones de fe y moral. Y así se desviaron de un entendimiento común de las órdenes sagradas y los sacramentos y demás, que en cierto nivel había existido entre anglicanos y católicos.

Y creo que es por eso que el Papa Benedicto vio la necesidad. Habiendo la Iglesia de Inglaterra tomado la decisión, por ejemplo, de que iba a nombrar mujeres obispos, Benedicto reconoció que aunque el diálogo debía y debe continuar – y el objetivo final de ese diálogo debe ser, en última instancia, la plena comunión entre la Iglesia Católica y la Iglesia de Inglaterra – también reconoció que esto era, sin un milagro, algo imposible de lograr. Porque ahora había franjas del clero anglicano que nunca podrían ser reconocidas como clero católico [siendo mujeres ordenadas], incluso si se llegaba al punto de reconocer las órdenes anglicanas.

¿Cómo decidió hacerse católico?

Me hice católico en 2011, con la erección del Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham, pero antes diría que llevaba varios años convencido de las pretensiones teológicas y doctrinales de la Iglesia católica.

Simplemente veía nuestra situación en la Iglesia de Inglaterra como un accidente de la historia: que nos habíamos separado de la Iglesia católica completamente en el siglo XVI. Nuestro trabajo [como clero anglicano] era, en primer lugar, reclamar la identidad católica del cristianismo en Inglaterra, en la Iglesia de Inglaterra, y llevarla, lo más rápida y eficazmente posible, a la restauración de una comunión plena con la Iglesia católica.

Yo había sido seminarista anglicano en 2009, cuando se promulgó Anglicanorum coetibus y decidí realmente en ese momento que esto [la comunión con Roma] era algo que debía buscar, pero no me fue posible hasta 2011 porque el ordinariato no existía todavía. Así que seguí el camino que había iniciado, continuando mi formación y siendo ordenado diácono en la Iglesia de Inglaterra.

Empecé un curato en una parroquia de Kent, en la diócesis de Rochester, que había sido la diócesis de San Juan Fisher, y estuve con un párroco que simpatizaba mucho con todo esto. Y al final, cuando se creó el ordinariato, entramos en la Iglesia católica junto con 40 de nuestros feligreses. Esa era la intención del ordinariato.

Tuve la gran suerte de que cuando me hice católico, mis padres y mi hermana decidieron también dar ese paso. Eso ciertamente facilitó la decisión a nivel emocional. Fue una gran gracia, como lo ha sido la presencia continua de Nuestra Señora de Walshingham y de San John Henry Newman. Esas dos figuras me acompañaron desde Canterbury hasta Roma, por así decirlo. Y estoy agradecido por ello.

Los ordinariatos son el hogar de los anglicanos que deciden hacerse católicos. Pero, ¿son también un reconocimiento de los límites del diálogo ecuménico? ¿Los ordinariatos son a veces percibidos o enmarcados por los anglicanos como un impedimento para el diálogo ecuménico en curso?

Creo que es una cuestión de justicia que se sigan manteniendo conversaciones serias y se busque la posibilidad de una reconciliación plena [entre anglicanos y católicos]. Pero creo que también es un reconocimiento de la realidad de la situación.

En su primer discurso como Papa, Benedicto lo reconoció: dijo que necesitamos tener gestos concretos para realizar una visión ecuménica. Si la voluntad de Cristo es que todos sean uno, entonces debemos hacer algo al respecto. Y debemos hacer cosas concretas, no podemos limitarnos a hablar de ello.

Los ordinariatos son un ejemplo de cómo Benedicto, como sucesor de Pedro, tenía todo esto muy presente, habiendo estado en la Congregación para la Doctrina de la Fe durante años mientras se discutía todo esto a partir de los años 70 y reconociendo que había que hacer algo.

No sabemos si Jonathan Goodall se unirá al ordinariato o asistirá a la diócesis católica local, o si buscará ordenarse, ése es su propio camino.

Pero ciertamente lo que siento, y lo que sienten los miembros del ordinariato, es que estamos tremendamente agradecidos por todas las gracias que hemos recibido y las oportunidades que hemos tenido, que nos han llevado a ser capaces de entrar en la Iglesia católica con un sentido de lo que somos y con un patrimonio cristiano que nos ha alimentado y que ahora está ahí como un tesoro para ser compartido con toda la Iglesia.

Usted habla de los elementos del patrimonio anglicano que ofrecen los anglocatólicos que entran en comunión con la Iglesia católica. Muchos católicos, incluso muchos obispos católicos, probablemente no sepan lo que es realmente ese patrimonio.

Recuerdo que el cardenal Francis George dijo en 2011 «no estoy seguro de haber visto nunca una explicación de cuáles podrían ser esos elementos [del patrimonio anglicano].»

Entonces, ¿a qué se refiere cuando habla del patrimonio anglicano?

Bueno, creo que en los Estados Unidos la experiencia de la mayoría de los católicos con el anglicanismo es muy diferente de la experiencia de la mayoría de los católicos con el anglicanismo en Inglaterra y los países de la Commonwealth.

En primer lugar, el hecho de que la Iglesia de Inglaterra esté establecida por ley como iglesia del Estado significa que es la expresión predominante de la fe cristiana en el país; aunque el número de asistentes fluctúe, sigue formando parte de la sociedad. El anglicanismo en Estados Unidos es una confesión. En Inglaterra no lo es, es lo que uno es por defecto.

Si eres cristiano en Inglaterra, es probable que seas anglicano; si eres cristiano en Estados Unidos, puedes ser cualquier cosa y, de hecho, lo más probable es que seas católico.

Anglicanorum coetibus habla de las tradiciones litúrgicas, pastorales y espirituales de la comunión anglicana, y yo diría que es un buen punto de partida.

Aunque las tradiciones litúrgicas son quizás las más visibles y quizás las más importantes, la naturaleza de la liturgia es que apunta a algo más fundamental. Y creo que es una especie de ethos anglicano distintivo.

Describo ese ethos como la «virtud de la religión».

Siempre uso el ejemplo de la obligación del domingo. Los católicos van a misa el domingo porque la norma dice que hay que ir a misa el domingo. Los anglicanos van a la iglesia el domingo porque, bueno, se va a la iglesia el domingo. Y creo que eso es un ejemplo de cómo actúa la «virtud de la religión», una especie de orientación instintiva hacia la religión. Se ve también en las oraciones de la tradición anglicana: están llenas de lenguaje sobre el cielo y la vida beatífica y el encuentro con el Señor y la espera de la llegada de Cristo.

Esa disposición, por supuesto, está presente en la tradición católica, pero se presenta y se preserva en la tradición anglicana de una manera determinada, en los himnos y el lenguaje y la calidad del culto.

El patrimonio anglicano -un tipo de aproximación a la ley, a la liturgia, a la vida cristiana, a la virtud, a todo lo mejor- no está en desacuerdo con la fe católica y ni siquiera es algo único, sino que se ha preservado y articulado de una manera particular en la historia y la tradición clásica del anglicanismo.

El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, anunció el viernes que el servicio del obispo Goodall como obispo anglicano de Ebbsfleet terminará el 8 de septiembre. Así que parece que permanecerá en el ministerio anglicano hasta entonces y tal vez dirija las liturgias anglicanas hasta ese momento.

Eso me parece sorprendente, porque podría significar seguir ofreciendo liturgias anglicanas después de aceptar que la Iglesia católica considera inválidas las órdenes anglicanas.

Y me pregunto, para usted, como diácono anglicano, ¿llegó a un punto en el que se dio cuenta de que sus órdenes no eran sacramentalmente válidas, pero continuó durante un tiempo en el ministerio? Y si es así, ¿cómo fue eso?

Esa es una muy buena pregunta. Sólo puedo hablar personalmente, pero diría que mi experiencia personal fue que llegué a una decisión intelectual, a una comprensión intelectual de la enseñanza de la Iglesia sobre la validez de las órdenes anglicanas, que me permitió decir con toda confianza cuando me hice católico que creo que todo lo que la Iglesia enseña es verdad.

Sólo que no llegué a la comprensión emocional de ello hasta algún tiempo después, cuando ya había experimentado durante algún tiempo la gracia y la paz que vienen de la vida en la Iglesia y de la vida sacramental en su plenitud. Pero yo era diácono, no sacerdote, en la Iglesia de Inglaterra, así que nunca tuve ningún reparo en lo que hacía [litúrgicamente] el día antes de hacerme católico.

Recuerdo que en la Iglesia de Inglaterra defendíamos con ahínco la «seguridad sacramental». Queríamos saber que los ministros a los que acudíamos estaban verdaderamente ordenados y podían ofrecer válidamente los sacramentos tal y como los entendíamos.

Habíamos defendido esa seguridad sacramental y recuerdo que alguien dijo en el momento de mi conversión, “eso es todo lo que nos pedía la Iglesia católica”, y yo pensé “es cierto”. Exigí esto a la Iglesia de Inglaterra y ahora la Iglesia católica me lo exige a mí, y no debería decir que no.

Me pareció muy bien decir que si acepto que la Iglesia Católica es la Iglesia, entonces tengo que aceptar también todo lo que enseña sobre estas cuestiones; tengo que aceptar su juicio sobre la validez o no de las órdenes anglicanas. No se trata de cruzar los dedos, ni de decir «lo acepto pero…» ni nada parecido.

Llegué a comprenderlo a un nivel más profundo, no sólo a nivel intelectual, sino también a una especie de nivel emocional. No me costó tomar esa decisión una vez que me di cuenta de que la Iglesia tiene autoridad para decidir estas cosas.

Tu historia de conversión evidencia algo muy interesante: parece que dices que dentro de experiencias litúrgicas y rituales que no eran sacramentales, experimentaste una gracia real, que te llevó a profundizar en el misterio de la Iglesia y por lo tanto a acercarte a ser católico.

¿Cuál es su experiencia de la gracia en una comunión eclesial que no es la Iglesia, y en experiencias litúrgicas que no son la misa?

Ahora puedo mirar hacia atrás y puedo identificar muy claramente, no sólo temas, sino momentos, interacciones, personalidades, que fueron hitos en el camino para llegar a ser católico.

Creo que seguirán revelándose a medida que pase el tiempo, pero he estado pensando en mi viaje de fe y es algo de lo que he sido muy consciente: que hubo cosas que sucedieron en mi vida -lugares a los que fui a la iglesia o a la escuela o que visité, experiencias que tuve como músico, ver catedrales y todo ese tipo de cosas- todo lo cual puedo ver ahora que estaba preparando el terreno para mi vida como católico y para una vida como sacerdote.

Creo que a menudo damos por sentada la gracia porque es muy abundante. La experimentamos todo el tiempo de maneras tan maravillosas, pero cuando tienes la oportunidad de detenerte y mirar atrás y ver lo que el Señor ha hecho, es en esos momentos cuando te das cuenta del efecto y la importancia de esa gracia.

Ciertamente puedo ver la mano del Señor dirigiendo las cosas a lo largo de esos años. Quiero decir, en cosas extraordinarias: fui diácono en la diócesis de San Juan Fisher, y luego, cuando me hice católico, viví en la parroquia en la que había vivido Tomás Moro. Fui a un colegio en el que el párroco anglicano de la iglesia había sido el joven cardenal Henry Edward Manning. En todo este tipo de cosas puedo mirar hacia atrás y ver dónde estaba actuando el Señor. Aunque en ese momento no tuviera ni idea, es un poco reconfortante, la verdad.

Jonathan Goodall tiene 60 años, por lo que no sólo deja atrás un trabajo, o incluso una tradición religiosa, sino toda una vida – porque toda su vida, sin duda, ha sido la Iglesia de Inglaterra. ¿Cuál es el significado social de su anuncio para él personalmente? ¿Cómo fue para usted?

San John Henry Newman es famoso por hablar de la separación de sus amigos en su conversión. Y tengo que decir que eso es algo que yo también experimenté y que me sigue doliendo hasta el día de hoy.

Hay gente que creía que eran amigos muy cercanos con los que no he hablado en 10 años. No hemos discutido, no hemos tenido ningún desencuentro, simplemente hemos dejado de hablarnos. Simplemente dejamos de estar en contacto, ya sea inmediatamente, o poco después [de mi decisión de hacerme católico]. Hay otras personas que se lo han tomado con mucha más tranquilidad.

Fue difícil. Nunca había conocido a un católico, nunca conocí conscientemente a un católico practicante hasta que fui a la universidad. Crecí sin conocer a ningún católico. La Iglesia católica era para mí una cosa extraña que nunca había conocido realmente mientras crecía. Sólo llegué a conocerla realmente después de hacerme católico.

No conocía la cultura, no conocía a nadie que fuera católico antes de hacerme católico. Así que estoy inmensamente agradecido por las amistades que he hecho y los grupos de compañeros, y en particular por los sacerdotes que han sido muy buenos acogiendo a estos hijos pródigos que llegan tarde a la fiesta.

Pero es inmensamente triste. Pienso en personas a las que estaba muy unido, personas con las que iba de vacaciones, con las que peregrinaba, con las que rezaba a diario, y con las que ahora ya no tengo amistad. Y eso es muy difícil.

Esta mañana le envié un mensaje a alguien diciendo: «El camino es largo y ventoso, y el viaje es bastante difícil. Y cuando llegas aquí, a veces te sientes como si estuvieras sentado en una especie de restos de una ciudad antes gloriosa y desolada, como San Gregorio Magno al final del imperio romano”, pero, le dije, “pero te doy mi palabra, no me arrepiento”.

A pesar de todo eso, a pesar de las dificultades, a pesar de las amistades y las cosas que se pierden -y eso es triste, y todavía lo siento- no hay nada como ser católico. Y no lo dejaría por nada ni por nadie.

Me emociono cuando me levanto por la mañana y pienso: “Hoy voy a decir misa”. Todavía me emociona enormemente cada día.

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Comentarios
8 comentarios en “Cuando un anglicano se convierte en católico
  1. Alegrémonos y demos gracias de que un pastor haya entrado en este caminar universal de la Iglesia católica.
    Esperemos que el derrotero de Roma no perjudique su santo propósito y lo desencamine también.
    Oremos.

  2. Como otros comentaristas han apuntado con agudeza, yo también pido a Dios que la deriva mundana y caótica que seguramente le llevó a abjurar de su error pasado y a convertirse a la fe verdadera no la vea avanzar en el seno de la Iglesia, que por el contraria, vea ejemplos y testimonios de santidad en Cristo y de resistencia a los poderes mundanos.

    1. Testimonios los hay. Muchos y de grandísima calidad Miles, muchos miles de mártires ACTUALES. Prácticamente olvidados por la mayor parte de la Jerarquía. Pero ahí están. Por otra parte ahí están testimonios como el que hoy se publica de esa familia de neocatecumenales en Finlandia. Yo no entiendo bien alguna cosa de los del Camino pero les admiro por su autenticidad En fin…que este convertido tiene donde mirar. Y donde más vale que no mire en absoluto. Las dos cosas

  3. No me cabe duda de que San John Henry Newman está intercediendo por estas impactantes conversiones de anglicanos que nos llenan de gozo y nos muestran testimonios de fe y de gracia divina. Y también intercede por conversiones dentro de la propia Iglesia Católica. Los caminos del Señor son…, maravillosos. Laus Deo!

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