Esperar

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(Paco Sánchez/La Voz de Galicia)- Muchos conocerán ya la palabra antifrágil, inventada por Nassim Nicholas Taleb, un autor norteamericano de origen libanés, que formuló también la teoría de los cisnes negros. No existía, a su juicio, ningún término capaz de amparar el concepto contrario al de frágil. Lo antifrágil, viene a decir, no solo es irrompible, no solo es robusto, sino que, cuanto mayor maltrato padece, más fuerte y mejor se hace. Un paquete antifrágil, por tanto, debería llevar pegada la advertencia: agítese, maltrátese. Porque, en el fondo, cualquier acción que pretendiera dañarlo lo mejoraría.

Taleb, hombre de curiosidad infinita y mirada penetrante, abunda en ejemplos de todos los ámbitos. Él mismo pertenece a una minoría árabe cristiana y sabe que siglos de persecución violenta no fueron capaces de exterminar la fe en aquellas tierras: más bien la robustecieron, la subrayaron. En general, esa es la historia del cristianismo desde sus inicios: se esparce por el mundo con la sangre de sus mártires desde los apóstoles a nuestros días. La Iglesia católica parece una buena muestra de lo antifrágil, porque nada de lo que existe hoy ha durado tanto como ella. Ni ha sobrevivido nadie a tantos adversarios, también internos. Si hacemos caso al razonamiento de Taleb, su futuro está asegurado y será más fecundo cuanto más se la ataque.

Se lo dice Jesús a san Pablo en aquella primera aparición en el camino a Damasco: «¿Por qué me persigues? Te lastimas al dar coces contra el aguijón». La Iglesia y cada cristiano crecen en la persecución y se agostan en la comodidad, en el aburguesamiento. Los santos siempre lo han sabido, también el que festejamos este sábado 26 de junio: san Josemaría.

Publicado por Paco Sánchez en La Voz de Galicia.

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