Juan Pablo II y esa santidad que los «quintacolumnistas» de la Iglesia no pueden comprender

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(l’Occidentale)- Es necesario que haya escándalos, dijo Jesucristo, pero ¡ay del hombre a causa del cual sucede el escándalo! (cf. Mt 18,8). Se trata de obra y culpa humana; sin embargo, existe en eso una disposición divina. ¿Acaso no sabía Cristo que Judas le traicionaría? Y a pesar de ello, lo eligió. Un misterio. El Salmo 120 afirma: “¿Quién puede encontrar una persona de confianza?” A quien le decía que algunos de sus colaboradores eran discutibles, Juan Pablo II respondía: “Lo sé, pero ¿piensa que los otros son mejores?” Conocía al hombre en profundidad y sabía que sin la conversión del corazón, la nomenclatura no sirve.

La fama de Karol Wojtyla, como arzobispo de Cracovia, estaba difundida entre los jóvenes de Comunión y Liberación que, contrariamente a la juventud católica de entonces más propensa a las protestas del 68, en los años 70 escudriñaban la agitación del samizdat, el disenso clandestino más allá del Telón de acero y en Rusia, y que, por indicación de don Francesco Ricci, gran sacerdote romañolo, y alentados por don Luigi Giussani, iban en peregrinación al santuario de la Virgen de Czestokowa. Yo era uno de ellos. Por eso exultamos esa tarde del 16 de octubre de 1978, cuando fue elegido Juan Pablo II. Y tuvimos miedo en el momento del atentado el 13 de mayo de 1981.

El 26 de marzo de 1982, al término del congreso teológico sobre el Espíritu Santo, en el Vaticano, en el XVII centenario del concilio de Constantinopla del año 381, me recibió. Lo volví a ver en una audiencia privada el 14 de marzo de 1991, junto a algunas personalidades de Jerusalén, exponiendo las dificultades de la presencia cristiana en Tierra Santa. Después de nombrarme, por propuesta del cardenal Ratzinger, consultor en la Congregación de los Santos, después de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, por último, perito en el sínodo sobre la Eucaristía, lo vi la última vez en la audiencia que concedió al Consejo de la Secretaría general del Sínodo de los Obispos. Me conmovió verlo en la silla de ruedas, debilitado: era el 16 de noviembre de 2004, a poco menos de cinco meses de su muerte. Todo esto no me ha impedido ser imparcial, proponiendo ulteriores profundizaciones cuando me nombraron uno de los consultores de la causa de canonización. Según mi humilde parecer, el Siervo de Dios merecía una Positio super virtutibus mejor. Pero quien considera que fue muy precipitada, se olvida de que en la historia de las causas de los santos, no han sido pocos los procesos de canonización rápidos.

Los santos, como los grandes padres de la Iglesia, no son los que menos defectos tienen, han cometido errores en personas y cosas, pero el error no es un pecado. En cambio, han sido los más valientes en seguir a Cristo; pero esto el mundo no lo entiende. Las intervenciones de los periodistas laicistas son moralistas, porque están acostumbrados a tolerar pecados mucho peores, pero ante la Iglesia se olvidan de ello y se convierten en inflexibles. Al inicio he dicho que Jesús, aun sabiendo quién era Judas, permitió que entrara en el colegio apostólico: misterio de la relación entre la gracia de Dios y la libertad del hombre. ¿Acaso no decimos que el hombre siempre es recuperable?

Tiene razón el cardenal Ruini en hacer un llamamiento a la vox populi, verdaderamente enorme –desde los millones de fieles que le rindieron homenaje cuando murió hasta los jefes de Estado procedentes de todo el mundo en el funeral–; no se recordaba nada igual desde la muerte de Pío XII, en la que se vio un funeral imponente y filas interminables durante días en San Pedro, y fama de santidad difundida hasta el punto que, a dos meses de la muerte, acaecida el 9 de octubre, el 8 de diciembre ya se había difundido la oración para la canonización. El proceso lo inició Pablo VI en 1965. Sí, tal vez Benedicto XVI hubiera querido para Juan Pablo II más tiempo, pero ya había innumerables indicaciones de gracias y supuestos milagros.

Juan Pablo II dio impulso a la evangelización a escala mundial, algo necesario para cada generación. Hoy se considera que esto es proselitismo: no, porque la comparación con las religiones no debe significar para la Iglesia abdicar de su misión de hacer conocer a Jesucristo, sin el cual no hay salvación. Juan Pablo lo tenía claro, también porque procedía de la generación que había crecido en Polonia bajo el comunismo.

Era verdadera su capacidad de mirar a lo profundo –su mirada te conmovía– y de hundirse en la oración como pez en el agua, diría el cura de Ars, de rodillas, también cuando ya le fue imposible hacerlo: no se exagera cuando se dice que era un místico. Jamás actuó contra los críticos y los opositores con una actitud vengativa, o marginando a cardenales y obispos, o castigando a institutos religiosos, sino que confirmó siempre la verdad, como hizo, por ejemplo, defendiendo la declaración Dominus Iesus. En un Ángelus dijo que el papa debe sufrir para introducir la Iglesia en el nuevo milenio.

De su magisterio se puede sacar el verdadero humanismo, el cristiano, a partir del «manifiesto» de la Redemptor hominis, en el que la antropología bebe de la cristología propuesta según categorías fenomenológicas. Nunca idealizó a los pobres o la paz, porque no era un relativista, sino que afirmaba a Jesucristo como centro de la historia y del mundo.

Se dice que no se interesó mucho en la curia romana: sabía que sin la justicia y la caridad las reformas eclesiásticas son inútiles. La constitución apostólica Universi Dominici gregis sobre el cónclave, demuestra cuánta atención prestaba. ¿Pero bastó para impedir la acción de lobby de la «mafia de san Galo»? Precisamente este documento confirma que no era superficial y centralizador, sino todo lo contrario: consciente de su responsabilidad, no pasaba por encima de sus colaboradores, sino que se sometía a las distintas instancias de los dicasterios de la curia para redactar documentos y realizar nombramientos. Sobre el papel del secretario personal se han dicho muchas cosas; pero seguro que no sustituyó al papa, sino que lo ayudó, sobre todo en los periodos de enfermedad y debilitamiento. Como en todos los ambientes, la curia se asemeja a un corte, en la que las voces y los susurros tienden a aumentar y a transformarse en otra cosa respecto a lo que eran en origen. Juan Pablo era prudente y respetuoso; sabía muy bien que no debía creer en las acusaciones contra un sacerdote, a no ser que hubiera declaraciones de testigos. Y en la época de Juan Pablo II las acusaciones contra McCarrick, por lo que parece, aún no eran evidentes.

Juan Pablo II, que había desafiado al régimen de Jaruzelski y alentado Solidarnosc… ¿debía tener miedo de McCarrick? San Bernardo, que sabía de obispos, es más, de papas, visto que Eugenio III había sido su discípulo, afirmaba: si prudens regat (si es prudente, que gobierne). ¿Puede esto acabar en malabarismo? Ciertamente, si no se está guiado por la verdad. El poder está en la verdad: los que tienen la verdad tienen el poder.

Juan Pablo II le dijo a don Giussani: “Estamos sin patria”. El santo es un extranjero en este mundo y el mundo con sus agentes no lo puede entender, y mucho menos los quintacolumnistas infiltrados en la Iglesia.

Publicado por Nicola Bux en l’Occidentale.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
22 comentarios en “Juan Pablo II y esa santidad que los «quintacolumnistas» de la Iglesia no pueden comprender
    1. Belzunegui,lo que acontece es lo que conviene,aunque no lo podamos ver,Dios escribe recto,en reglones torcidos,El sabe lo que conviene,mejor que nadie,y todo es para Gloria de Dios,no de los hombres,así que Bendito sea Dios .

  1. Lo que pasa es que esto ya se ha convertido, en un juicio constante a todos y a todo.
    Conocer que Dios eligió a Judas, y sin embargo no se equivocó, debería servirnos para saber que lo de todos perfectos en todo, ni es posible en este mundo, ni siquiera Dios lo quiere, porque entonces no hubiera elegido a Judas.
    Cada día estoy más convencida, sin humildad y caridad, no nos podemos salvar. Esta es verdadera perfección.
    Los que se erigen en pequeños Dioses, juzgando por aqui y por allá, en el dia de su muerte, van a sufrir más que nadie, por la maldita soberbia, que nos engaña haciendonos creer que sabemos de las personas, lo que no sabemos.
    Que la gente dude de la santidad de JPII, me parece una muestra de lo que está trabajando el demonio en la Iglesia.

  2. Se lo dije el otro día y no me contestó: utilizando su mismo razonamiento podríamos decir que los Papas preconciliares posibilitaron con sus nombramientos el Concilio Vaticano II que usted tanto odia. Por otra parte, eso de que usted no puede perdonar a dos grandes Papas expresa muy bien la soberbia y la falta de caridad que tan bien le caracterizan. Nunca en mi vida había conocido a alguien tan imprudente y pagado de sí mismo como usted.

  3. Suscribo totalmente este artículo. La santidad de Juan Pablo II era algo que se podía PALPAR. Dios le importaba más que nada. Fue sacerdote hasta la médula, no sabía hacer otra cosa que proclamar a Jesucristo.
    Que no todos sus nombramientos resultaron acertados, vale, ¿le quita santidad?
    Sobre el tema de la pedofilia: los historiadores de la Iglesia modernos (por citar uno, el británico Diarmaid Macculloch) consideran que Juan Pablo II, con su enorme integridad personal, ni podía concebir eso de los abusos pedófilos. Y otro detalle: en su larga experiencia de obispo bajo el poder comunista en Polonia, estaba acostumbrado a que continuamente se acusara en falso a sacerdotes de estas cosas, una de las múltiples tácticas anticatólicas de los comunistas. Entre esto y su integridad personal, creo que es mucho pedir que adivinara que ciertos personajes (como Maciel) que tan bien sabían engañar, pues eran farsantes.

  4. Pues haría usted bien en perdonar. Esos papas no tienen la responsabilidad directa que usted les atribuye en lo que ocurra ahora. Juan Pablo II hizo cuanto pudo, y fue mucho, por contener el vendaval de modernismo que se abatía sobre la iglesia desde el CVII (sólo hay que recordar enciclicas como Veritatis Splendor, Dives in Misericordia..) y Benedicto XVI, con su sabiduría, ha sido, y es todavia (me viene a la mente el reciente debate sobre el celibato) un formidable freno moral e intelectual ante cualquier embate desacralizador. No, ellos contuvieron en los límites de la sana doctrina lo que hubiera significado un comienzo adelantado de esos tiempos que todos lamentamos.
    San Juan Pablo II, ruega por la Iglesia

  5. Urbel:
    En mi opinión, el acto de Asís de 1986 que usted señala fue algo singular, y por eso mismo, con mucha menor significación en el orden ecuménico que la declaración Dominus Iesus, aprobada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmada por el entonces Cardenal Ratzinger y aprobada por el Papa Juan Pablo II el 6 de agosto de 2000. Subtitulada “Sobre la Unicidad y Universalidad Salvífica de Jesucristo y la Iglesia”, deja meridianamente claro el dogma católico de que la Iglesia católica es la única Iglesia verdadera de Cristo.

    1. En relacion con el pontificado de San Juan Pablo II, la influencia negativa o, si usted lo prefiere, «disolvente», que haya podido tener un acto como el de Asís en 1986, no creo que pueda compararse con el reforzamiento de la doctrina sobre la unicidad y universalidad salvadoras de Jesús y de la Iglesia que supuso la Declaración Dominus Iesu, aprobada por el papa. Sobre el peso doctrinal que ha ejercido este documento, hay que recordar las fortísimas críticas que llovieron entonces sobre Juan Pablo II desde los sectores más liberales de la iglesia, proclives a forzar un ecumenismo incluso sin atender a la Verdad (críticas que continúan todavia) . Sinceramente, creo que es justo reconocer en San Juan Pablo II una actuación decidida por salvaguardar los dogmas católicos de Cristo, Unico Salvador Universal y de la Iglesia Católica, como.
      verdadera Iglesia de Cristo.
      En actuaciones posteriores, como la adoracion de Pachamama que usted señala, no entro.

  6. Los que critican a Juan Pablo ll,no leyeron todos sus sermones ,documentos y escritos.LosPapas,eligen de entre LO QUE HAY,tienen muchísimos puestos importantes que cubrir,por otro lado,muchos de los elegidos,muestran la hilacha después,y muchas veces,hay mal asesotamiento.Si Dios,obra milagros ,a travez de ciertas personas,en este caso Juan Pablo ll,quiere decir que le está RESPALDANDO,entonces!¿,yo voy a minimizar la obra de este hombre??no se dan cuenta del ridículo que hacen al juzgarlo tan frescamente?Juan Pablo ll,es un SANTO ENORME¡¡

  7. xRada,¿cómo me explicás los milagros que respaldan la causa?.Pensás que se pueden inventar milagros así nomás,sin que salga alguien a deschavarlos?Igual no se para que argumento,si ustedes tienen cerrada la posibilidad de replantearse algo.Siguen a sus pastores de lata,y los siguen a toda costa.

  8. Precisamente, porque la respuesta es evidente, y no necesitamos tu contestación, ni la tuya ni la de nadie, Argia te hace el comentario que te ha hecho.
    De todas formas, como he tenido ocasión de comentar en más de una ocasión, además de juzgar, lo que se te da extraordinariamente bien, habría que tener un poco más de humildad para hablar de tus semejantes.
    Creo, como tú, que hay cosas del actual papado que son censurables (en mi opinión la excesiva posición de la postura ecológica) que además creo contrario a la idea de que la Iglesia no es una ONG, como dice y con razón en este Francisco, es claro que no tiene la altura teológica de sus predecesores, tampoco creo que la busque, pero desde luego no es insultándolo («Beg, homosexualista..:») y otros con los que nos deleitas a diario en estas páginas como se consigue nada.
    Yo opino, como tú, y como hacen todos y todas aquí, pero en modo alguno creo estar en posesión de la Verdad, ni tener más razón que todos los obispos y cardenales.

  9. Esto es insoportable, InfoVaticana. De los cuarenta comentarios que tiene esta publicación, la mitad son de Belzunegui. Y ni siquiera son cosas interesantes o de provecho: es el mismo spam repetitivo y fuera de lugar de siempre. ¡Ábrase un blog y deje de ser un parásito de InfoVaticana!

  10. Es una pena que no estuvieses tu allí para darles tu opinion a los Papas sobre a quien debian nombrar, ante la que ellos logicamente se arrodillasen y te adoraran… Belzunegui parece mentira que todos te dicen que estas ciego, y tu dices «no, veo». Por eso tu pecado permanece

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