Francisco: «Seremos juzgados por el amor, no por el sentimiento»

Vatican Media
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«En su muerte y resurrección, Jesús se mostrará como el Señor de la historia, el Rey del universo, el Juez de todo. Pero la paradoja cristiana es que el Juez no reviste una realeza temible, sino que es un pastor lleno de mansedumbre y misericordia», señaló Su Santidad.

Jesús «se identifica también con las ovejas, es decir, con los hermanos más pequeños y necesitados», explicó. «Y así indica el criterio del juicio: se efectuará sobre la base del amor concreto dado o negado a estas personas, porque él mismo, el juez, está presente en cada una de ellas», añadió Francisco.

«Seremos juzgados por el amor. El juicio será por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita», afirmó.

«¿Yo me acerco a Jesús presente en la persona de los enfermos, de los pobres, de los que sufren, de los presos, de los que tienen hambre y sed de justicia? ¿Me acerco a Jesús presente allí? Esta es la pregunta de hoy», dijo el Santo Padre.

Les ofrecemos las palabras del Papa, publicadas en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, que cierra el año litúrgico, la gran parábola en la que se despliega el misterio de Cristo: todo el año litúrgico. Él es el Alfa y el Omega, el comienzo y el cumplimiento de la historia; y la liturgia de hoy se centra en el “omega”, es decir, en el destino final. El sentido de la historia se comprende teniendo ante nuestros ojos su culminación: el final es también el fin. Y esto es precisamente lo que hace Mateo, en el Evangelio de este domingo (25, 31-46), colocando el discurso de Jesús sobre el juicio universal en el epílogo de su vida terrenal: Él, a quien los hombres están a punto de condenar, es en realidad el juez supremo. En su muerte y resurrección, Jesús se mostrará como el Señor de la historia, el Rey del universo, el Juez de todo. Pero la paradoja cristiana es que el Juez no reviste una realeza temible, sino que es un pastor lleno de mansedumbre y misericordia.

En efecto, Jesús, en esta parábola del juicio final, utiliza la imagen del pastor. Toma las imágenes del profeta Ezequiel, que hablaba de la intervención de Dios en favor del pueblo, contra los malos pastores de Israel (cf. 34, 1-10). Aquellos habían sido crueles, explotadores, prefiriendo alimentarse ellos mismos en lugar del rebaño; por lo tanto, Dios mismo promete cuidar personalmente de su rebaño, defendiéndolo de las injusticias y los abusos. Esta promesa de Dios para su pueblo se cumplió plenamente en Jesucristo, el Pastor, precisamente Él es el Buen Pastor. También Él mismo dice de sí: «Yo soy el buen pastor» (Jn 10, 11.14).

En la página evangélica de hoy, Jesús se identifica no sólo con el rey pastor, sino también con las ovejas perdidas. Podríamos hablar de una “doble identidad”: el rey-pastor, Jesús, se identifica también con las ovejas, es decir, con los hermanos más pequeños y necesitados. Y así indica el criterio del juicio: se efectuará sobre la base del amor concreto dado o negado a estas personas, porque él mismo, el juez, está presente en cada una de ellas. Él es juez, Él es Dios-hombre, pero Él es también el pobre, Él está escondido, está presente en la persona de los pobres que Él menciona precisamente allí. Jesús dice: «En verdad os digo que cuanto hicisteis (o no hicisteis) a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis (o no lo hicisteis)» (vv. 40.45). Seremos juzgados por el amor. El juicio será por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita.

¿Yo me acerco a Jesús presente en la persona de los enfermos, de los pobres, de los que sufren, de los presos, de los que tienen hambre y sed de justicia? ¿Me acerco a Jesús presente allí? Esta es la pregunta de hoy.

El Señor, pues, en el fin del mundo, pasará revista a su rebaño, y lo hará no sólo del lado del pastor, sino también del lado de las ovejas, con las que se ha identificado. Y nos preguntará: “¿Has sido un poco pastor, como yo?”. “¿Has sido pastor mío, de mí, que estaba presente en esa gente necesitada, o has sido indiferente?”. Hermanos y hermanas, guardémonos de la lógica de la indiferencia, de lo que viene inmediatamente a la mente: mirar a otra parte cuando vemos un problema. Recordemos la parábola del Buen Samaritano. Aquel pobre hombre, herido por los bandidos, tirado en el suelo, entre la vida y la muerte, estaba allí solo. Pasó un sacerdote, lo vio, y se fue, miró hacia otro lado. Pasó un levita, lo vio y miró hacia otro lado. ¿Soy yo, ante mis hermanos y hermanas necesitados, tan indiferente como este sacerdote, como este levita, y miro a otra parte? Seré juzgado por esto: por cómo me acerqué, por cómo miré a Jesús presente en la necesidad. Esta es la lógica, y no lo digo yo, lo dice Jesús: “Lo que hicisteis a éste, a éste, a éste, me lo habéis hecho a mí. Y lo que no hicisteis a éste, a éste, a éste, a éste, a mí no lo hicisteis, porque yo estaba allí”. Qué Jesús nos enseñe esta lógica, esta lógica de cercanía, de acercarnos a Él, con amor, en la persona de los que más sufren.

Pidamos a la Virgen María que nos enseñe a reinar en el servir. Nuestra Señora, asunta al Cielo, recibió la corona real de su Hijo, porque lo siguió fielmente —es la primera discípula— en el camino del Amor. Aprendamos de ella a entrar desde ahora en el Reino de Dios, por la puerta del servicio humilde y generoso. Y volvamos a casa solamente con esta frase: “Yo estaba presente allí. ¡Gracias!” o si no “Te has olvidado de mí”.

Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Deseo enviar un pensamiento especial a la población de Campania y de Basilicata, cuarenta años después del desastroso terremoto, que tuvo su epicentro en Irpinia y sembró muerte y destrucción. ¡Hace ya cuarenta años! Ese dramático acontecimiento, cuyas heridas, incluso las materiales, aún no han cicatrizado del todo, puso de relieve la generosidad y la solidaridad de los italianos. Lo atestiguan tantos hermanamientos entre los países afectados por el terremoto y los del norte y el centro, cuyos vínculos todavía existen. Estas iniciativas han favorecido el laborioso camino de la reconstrucción y, sobre todo, la fraternidad entre las diferentes comunidades de la Península.

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos, que a pesar de las dificultades actuales, y siempre respetando las reglas, habéis venido a la Plaza de San Pedro. Un saludo especial a las familias, que en este momento lo pasan peor. Pensad en esto, en tantas familias que pasan dificultades en este momento, porque no tienen trabajo, han perdido el empleo, tienen uno o dos hijos; y a veces, algo avergonzadas, no dejan que se sepa. Pero sed vosotros los que vayan a mirar donde hay necesidad. Donde está Jesús, donde Jesús está necesitado. ¡Hacedlo!

Os deseo a todos un buen domingo —también a los de la Inmaculada, que se hacen escuchar —. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

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Comentarios
8 comentarios en “Francisco: «Seremos juzgados por el amor, no por el sentimiento»
  1. El Papa afirmó: «Seremos juzgados por el amor. El juicio será por el amor. No por el sentimiento, no: por las obras, por la compasión que se hace cercanía y ayuda solícita”.

    Afirmo yo: ¿Qué es la compasión sino un sentimiento que Dios con su gracia suscita en nuestra alma? ¿Qué es el amor sino la inclinación a agradar a Dios adorándolo y haciendo el bien a los demás con la caridad, que Él mismo nos da por su gracia, y que hace nacer en nuestros corazones la voluntad de visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, enseñar al que no sabe y rezar por los vivos y los muertos?
    Que responda a las dudas que le plantearon los cuatro cardenales y luego hablamos de los sentimientos y las obras. ¿O va a esperar a que se mueran los dos que quedan vivos?

  2. A saber cómo seremos juzgados. cada uno por los talentos que nos han dado, por nuestras condiciones socio-familiares y por las oportunidades que nos ha dado la vida. Más nos vale que vayamos pensando que hemos hecho o que hemos dejado de hacer.

    1. Todos sabemos cómo vamos a ser juzgados señora María,y no va a ser precisamente por la cantidad de kilos de arroz y pasta que hayamos donado al banco de alimentos.

  3. Bueno, bueno, como de costumbre, aspectos de complejidad teológica considerable se despachan con frases coloquiales, que luego generan confusión.

    El Dios de la mansedumbre… que ciertamente lo es, es también el León de Judá, un Dios capaz de ser fiero y colérico. Y es el mismo Dios del amor, en ambos casos. Además, la mansedumbre es ante Dios, no ante el pecado. Mucho cuidado con confundir mansedumbre con complicidad con el Mal.

    No vayamos a pensar que el ideal de santidad de todo cristiano es ser un pánfilo miramelindo, un eunuco encantado de serlo, un blandiblú andante. No, nada de eso. A veces, la llamada de Dios requiere de hombres y mujeres enérgicos, fuertes, expeditivos, que apremian con urgencia y autoridad. El cordero puede pasar a ser un fiero León, y es el mismo Dios amoroso en ambos casos.

  4. Muy cierto, hay quien pretende un rodeo siniestro, hay quien pretende que no amando a Dios, se ama al prójimo. Inviable, por supuesto. Fuera de Dios, y sobre todo, contra Dios, no hay amor verdadero.

  5. Leyendo sus comentarios…… veo que no estoy tan lejos con mis propias apreciaciones…..Que problema que este sea un tiempo de tanta…confusión teológica; y sin necesidad me parece, porque el mensaje lo dió el Señor hace 200o años.

  6. Hoy en día no oigo mas que hablar en la Iglesia que el AMOR.
    San Juan nos dice al empezar la 2 y 3 cartas “…a quien amo según la VERDAD”
    Eso es lo que echo en falta en grandes partes de la Jerarquía ¿Por qué?
    Hay que recordar que los verdaderos profetas fueron perseguidos por predicar la VERDAD, pensemos en San Juan Bautista.
    ¿Por que murió?
    Nuestro mismo Señor no murió por predicar el amor sino la VERDAD.

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