A lo largo de su vida, la beata Ana Catalina Emmerick tuvo numerosas visiones religiosas en las que fue testigo de los principales episodios bíblicos. En el relato de sus visiones también se pueden encontrar pasajes de las vidas de algunos santos y mártires. Este es el caso de Santa Inés, cuyo martirio contempló la mística alemana.
A continuación, publicamos un fragmento del libro Secretos de la Biblia que recoge la descripción que hace Ana Catalina Emmerick del martirio de Santa Inés:
«He visto a una graciosa y delicada virgen arrastrada por la soldadesca. Estaba cubierta con un largo vestido de lana de color oscuro y un velo sobre la cabeza, de cabellos entrelazados. Los soldados la llevaron, aferrándola por las faldas, de tal manera que algunas partes de su vestido estaban desgarradas. Mucho pueblo la seguía, entre él algunas mujeres. Pasando a través de una alta muralla y penetrando en un patio cuadrado fue llevada a una estancia, donde no había otra cosa que una caja grande con algunos almohadones. Metieron adentro a la santa virgen, y llevándola de un lado a otro, le arrancaron el manto y el velo. Ella estaba allí como un cordero inocente y paciente en medio de los verdugos, y se movía lista y ligera como un pajarillo. Mientras la empujaban de un lado a otro, parecía que volase. Le quitaron el manto y la dejaron. Inés permaneció entonces en un ángulo de la estancia, envuelta en una blanca túnica sin mangas, abierta a los lados; tenía levantada la cabeza y con las manos alzadas rezaba tranquilamente.
(…)
Después de algún tiempo vi de nuevo acercarse a algunos verdugos, que le trajeron un vestido oscuro y un velo ruin, como los que daban a los que estaban destinados al martirio. Ella se revistió, se recogió los cabellos sobre la cabeza, y fue conducida al Pretorio. Era un espacio cuadrado circundado de muros y edificios en los que había cámaras y cárceles; en lo alto se podía estar de pie y ver la plaza abajo. Había allí mucha gente. También muchas otras personas fueron llevadas ante el juez; las sacaban de una cárcel que parecía no estar muy lejos del lugar donde Inés había sido maltratada. Creo que aquellos prisioneros eran un viejo abuelito con dos yernos y sus hijitos; estaban atados juntos con cuerdas y nudos. Cuando fueron presentados al juez, sentado en aquel patio cuadrado sobre un sillón de mármol elevado, también Inés fue presentada y amonestada amigablemente y exhortada por el juez. Luego fueron interrogados y amonestados los otros. Fueron llevados allí solamente para ser examinados y asistir al martirio de otros. Las esposas de estos hombres eran aún paganas.
Tras ser examinados unos tras otros por el juez, fue presentada nuevamente Inés, por tres veces. La virgen fue conducida a un lugar elevado, de tres gradas; allí se alzaba un palo, donde se la quiso atar; pero ella no lo consintió. En torno de ella había una pira de leña a la cual se le aplicó fuego. Vi sobre ella una aparición alada que difundía sobre ella una gran cantidad de rayos luminosos que le servían de escudo y hacían que las llamas se inclinasen hacia los verdugos, que sufrieron mucho daño. Ella seguía ilesa. Entonces otros verdugos la sacaron de allí y la llevaron otra vez delante del juez. De nuevo fue conducida a un cepo de piedra, y se le quiso atar las manos; ella no lo
consintió: las tenía juntas sobre el pecho. Vi en lo alto una figura luminosa que la sostenía por los brazos. Entonces un verdugo la aferró por los cabellos, y le cortó la cabeza, como a Cecilia. (…)
Durante el juicio y la ejecución he visto a algunos parientes y amigos que lloraban desde lejos. Muchas veces me pareció maravilloso que en semejantes martirios nada sucediese de malo a los amigos que tomaban parte en el acto, ayudando o consolando a los mártires. El cuerpo de Inés y sus vestidos no ardieron. He visto su alma, desprendida del cuerpo, volando al cielo cándida y luminosa como una luna. Esta ejecución se hizo, me parece, antes del mediodía, y antes de que cayese la tarde los amigos habían retirado el cuerpo de la hoguera y lo sepultaron honrosamente. Muchos asistieron a las exequias, pero cubiertos y ocultos con sus mantos, quizás para no ser reconocidos. Me parece que aquel joven, a quien había hecho levantar, se encontraba en el lugar del martirio, pero aún no se había convertido.
Después he visto a la santa, fuera del cuadro general, como una aparición aislada, cerca de mí, de una manera muy luminosa y resplandeciente con una palma en la mano. Aquel nimbo de gloria que circundaba toda su persona era rosado y terminaba en rayos de color azul. Me consoló amigablemente en mis intensos dolores y me dijo: «Padecer con Jesús y en Jesús, es cosa dulce». »
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¡¡Por favor que alguien me diga lo que fumaba esta!!
Las visiones particulares no son dogma de fe y por tanto nadie está obligado a creerlas. Pero podría usted manifestar su escepticismo de forma menos irreverente y grosera.
Juan Nadie… no hagas de troll en un chat católico, que Dios te va a castigar.
Mi animo no es el de polemizar,pero aprovecho la critica que le hacen a juan nadie,para comentarles que la mayoria de los comentarios que hacen los lectores son irrespetuosos,especialmente cuando hablan del papa y autoridades de la Iglesia. Pueden no gustarnos sus formas de pensar y actuar y podemos expresarlo claramente,lo que no podemos es ser irrespetuosos.