Cuando el Ratzinger de ayer respondió al Kasper de hoy

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El Cardenal alemán Walter Kasper ha dado por definitiva y totalmente zanjada la larga y crecientemente agria polémica en torno a la interpretación de un espinoso capítulo de la exhortación papal Amoris Laetitia. 

«Con la publicación de la carta del Papa Francisco a los obispos de la región de Buenos Aires, la dolorosa disputa sobre la exhortación apostólica está zanjada». Permitir el acceso a los sacramentos a los divorciados vueltos a casar en algunos casos es la única interpretación correcta del polémico documento. Roma locuta, causa finita.

Y antes de que el lector recuerde que hubo cuatro cardenales, de los que quedan dos, a cuyas dudas no se ha respondido y que podrían sentirse inclinados a disentir con su colega alemán, conviene entender que Kasper no es cualquier cardenal sino, a decir de los conocedores de los recovecos vaticanos, el teólogo de cabecera de Su Santidad y su mano derecha en estas cuestiones.

Que, hay que decir, han acompañado al cardenal durante buena parte de su carrera clerical, aunque no con igual fortuna.

Kasper lleva años manteniendo la misma opinión sobre la comunión a los divorciados que ahora pretende única permisible según el Magisterio infalible.

Retrocedamos a 1993. Tres obispos alemanes -Walter Kasper, Karl Lehmann, y Oskar Saier- publican una carta pastoral en la que urgen a un diálogo sobre si la norma general que prohíbe a los divorciados vueltos a casar recibir la Eucaristía «se aplica también a cada situación concreta», sugiriendo que debe haber «margen para la flexibilidad pastoral en casos individuales complejos». La carta se leyó en todas las iglesias de las tres diócesis del Alto Rin ese mismo septiembre.

Los obispos proponían en la carta que la decisión última debía corresponder al propio individuo afectado, que debería discutir su situación personal con un sacerdote católico. «El sacerdote respetará el juicio de la conciencia del individuo, que esa persona ha alcanzando tras examinar su propia conciencia y convencerse de que acercarse  la Sagrada Eucaristía puede justificarse ante Dios».

«Nein», fue la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces a cargo del Cardenal Joseph Ratzinger, quien convocó a los tres obispos en el Vaticano para una serie de encuentros antes de, por último, el 14 de octubre de 1994, redactar una carta a todos los obispos de la Iglesia Católica titulada «Respecto a la Recepción de la Sagrada Comunión por Parte de Fieles Divorciados y Vueltos a Casar».

La carta confirmaba la prohibición tradicional de recibir la comunión de quienes vivieran en uniones irregulares. «Fiel a las palabras de Jesucristo, la Iglesia afirma que no se puede reconocer una nueva unión como válida si el matrimonio precedente era válido», sostiene.

«Si los divorciados vuelven a contraer matrimonio civil, se encuentran en una situación que contraviene objetivamente la ley de Dios. En consecuencia, no pueden recibir la sagrada comunión mientras esta situación persista». Verde y con asas.

Kasper no cejó, pero cuando, siete años después, en 2001, Ratzinger y Kasper volvieron a verse las caras -esta vez en las páginas de la publicación jesuita ‘America’-, el segundo planteó su tesis de un modo indirecto, sosteniendo que en materia pastoral, los criterios de las iglesias locales debían tener precedencia sobre los de la Iglesia Universal. «Como obispo de una gran diócesis, he observado cómo está surgiendo una brecha entre las normas promulgadas en Roma para la iglesia universal y las necesidades y prácticas de nuestra iglesia loca», escribía.

Ratzinger se tomó su tiempo, pero respondió en las mismas páginas ese mismo año con un ensayo titulado ‘La Iglesia Local y la Iglesia Universal’. En él, el luego Papa Benedicto XVI vuelve a la carga exponiendo el principio de que «la iglesia universal (ecclesia universalis) es en su misterio esencial una realidad que precede, ontológica y cronológicamente, a las distintas iglesias locales».

Pero si entonces prevaleció el criterior de Ratzinger -que coincide con la doctrina aplicada desde el origen-, parece que es ahora Kasper quien ha acabado saliéndose con la suya. Más dudoso, nos atrevemos a apuntar, es que se trate la suya de una victoria definitiva.

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Comentarios
6 comentarios en “Cuando el Ratzinger de ayer respondió al Kasper de hoy
  1. No estaría de más que el cardenal Kasper nos pusiera, al menos, un ejemplo de casos, circunstancias, motivos, razones…por las que se considere necesario mantener relaciones conyugales entre quienes no son cónyuges por estar válidamente casados con otro. Sería una forma de pasar de la idea a la realidad pues, en lo moral, lo que no se puede llevar a la praxis sólo existe como idea.

    Los atenuantes en la responsabilidad de un acto moralmente malo confirman la gravedad del acto porque se derivan de su propia maldad o no entidad. No existen atenuantes antes de la comisión del acto conocido como malo -si no es por inadvertencia- y, por ello, es adecuado calificar ciertos pecados de especial gravedad como inadmisibles. De lo contrario se estaría negando la capacidad racional del hombre y su libertad.

  2. El relativismo dogmático es herejía (enc. Humani Generis). Ratzinger y Casper deberían saberlo. El modernismo es herejía (enc. Pascendi). Ratzinger y Casper deberían saberlo.

  3. Si la rica iglesia alemana cree que va a evitar la sangría de fieles que se van permitiendo la comunión en pecado mortal, está equivocadísima. Si se permite la comunión por un pecado mortal, también habrá que permitirlo por otro y por cualquier otro. La cuesta abajo es muy fácil de transitar, sólo que no lleva al cielo sino al infierno, con mucho acompañamiento kasperiano, pero al infierno.

  4. El artículo comete un pequeño error ortográfico que sin embargo resulta una verdadera perla. Donde Kasper diría «nuestra iglesia local» el artículo pone «nuestra iglesia loca». Ni hecho a propósito sería más adecuado.

  5. Y, si le aparta de la Iglesia y que se vaya a su casa, qué ocurre? Ya tenemos un cisma encima. ¿Cómo se arregla eso? Yo no lo sé, como tampoco sé el criterio a seguir, pues no soy vaticanista ni versado en temas de tal envergadura. Paz y Bien

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