‘No os dejéis aprisionar por la nostalgia de poder tener una sola respuesta a aplicar en todos los casos’

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El Papa Francisco durante la audiencia. Foto: L’Osservatore Romano

Es el llamamiento que ha hecho el Papa Francisco a los obispos recientemente nombrados con los que ha mantenido una audiencia.

En una audiencia con los obispos nombrados en el último curso, el Papa Francisco ha reflexionado acerca del «discernimiento» y ha instado a los nuevos prelados a evitar la nostalgia de poder dar una sola respuesta para todos los casos.

«No os dejéis aprisionar por la nostalgia de poder tener una sola respuesta a aplicar en todos los casos», ha aconsejado el pontífice según recoge ACI Prensa.

A los participantes en el Curso de Formación para nuevos Obispos, el Papa les ha recordado una de sus tareas centrales: ofrecer el discernimiento espiritual y pastoral necesario para llegar al conocimiento y a la realización de la voluntad de Dios.

Francisco ha indicado a los nuevos Obispos que solamente quien es guiado por Dios tiene autoridad para ser propuesto como guía de los demás y hacer crecer en el discernimiento. Por este motivo, el Papa ha advertido de que el obispo no puede dar por supuesto «el poseer un don tan alto y trascendente», como si de un derecho adquirido se tratara.

«El discernimiento nace en el corazón y en la mente del Obispo a través de su oración, cuando pone en contacto a las personas y a las situaciones a él confiadas con la Palabra divina pronunciada por el Espíritu», ha precisado en declaraciones recogidas por Radio Vaticano.

El Santo Padre también ha hecho una invitación a «cultivar una actitud de escucha», creciendo en «la libertad de renunciar al propio punto de vista, para asumir aquel de Dios».

«La misión que les espera no es llevar ideas y proyectos propios, ni soluciones abstractamente ideadas por quien considera la Iglesia como un huerto de su casa, sino humildemente, sin protagonismos o narcisismos, ofrecer su concreto testimonio de unión con Dios», ha aseverado el Papa, subrayando que discernir significa humildad respecto a los propios proyectos y obediencia respecto al Evangelio, al Magisterio, a las normas de la Iglesia universal y a las situaciones concretas de las personas.

Finalmente, el Papa Francisco ha destacado que el auténtico discernimiento «es un proceso siempre abierto y necesario, que puede ser completado y enriquecido». «El Pastor está llamado a hacer disponible a la grey la gracia del Espíritu, que sabe penetrar en los pliegues de la realidad y tener presente sus tonalidades para hacer emerger cuanto Dios quiere realizar en cada momento», ha concluido.

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Comentarios
37 comentarios en “‘No os dejéis aprisionar por la nostalgia de poder tener una sola respuesta a aplicar en todos los casos’
  1. Pasamos de la Iglesia de Jesucristo del sí sí, no no al quizás, tal vez, ya se verá, el tiempo lo dirá, por ahora es la respuesta generosa, aunque no sea el ideal por la complejidad de situaciones y sus límites, apliquemos el discernimiento y el acompañamiento, dialoguemos, el diálogo dirá, etc. Pero esa nueva iglesia de la misericorditis ya no es la de jesucristo. Ya se ve por donde va Francisco : Desdibuja los pecados de adulterio, divorcio, relaciones prematrimoniales, y demás relacionados con el 6º y 9º mandamientos, a fin de incorporar los sacrosantos derechos de bragueta. En compensación erige nuevos dogmas en materia de inmigración, aunque se ha moderado recientemente gracias a Pirolin, Basetti y Gektiloni, y de calentamiento global, cuyo culpable es el homre, que es imbécil. La ciencia discute, pero, en lugar de esperar que haya un cierto acuerdo, que no lo hay, él ya se ha pronunciado por la nueva respuesta dogmática.

  2. Cómo le gustan a Francisco los insultos a los católicos. Antes éramos unos rígidos; ahora unos nostálgicos. Es algo más suave. Progresa a adecuadamente. A este paso va a acabar dándonos la razón. Ya se ve que es la respuesta generosa que, por ahora, Dios le pide.

  3. Es Jesucristo quien da las respuestas a través de la revelación a los apóstoles y esto es lo que constituye la doctrina católica. Considerar que existe una respuesta para cada caso , como por ejemplo en el adulterio, y que el hombre tiene capacidad de realizar el discernimiento, es intentar suplantar a Dios. Porque sólo Dios, conocedor de lo más profundo de los actos del hombre y de lo que se oculta en su corazón, tiene capacidad y autoridad para discernir y así será en el juicio personal que cada uno recibirá tras su muerte.

  4. Una sola respuesta en todos los casos, nunca la ha habido. Hay casos que la respuesta depende de la situación concreta de la persona y otros que siempre será la misma. Ejemplos:¿Cuánta oración es bueno que haga? Depende de tu estado, edad, grado de cercanía a Dios etc etc etc. ¿ Cómo combatir la soberbia, avaricia, ira…? Depende del grado de santidad de cada uno. ¿puedo engañar a mi marido e irme con otro? No, en todos los casos. ¿Puedo dar un bofetón a mi suegra porque es pesadísima y se inmiscuye en mi vida? No, en todos los casos.¿Puedo dar todo mi dinero a los pobres y dejar sin atender las necesidades básicas de mi cónyuge e hijos que tengo a cargo? No, en todos los casos.
    El discernimiento ha existido siempre, no desde hace 4 años.

  5. Lo que ustedes llaman relativismo es el puro sentido común,

    Es decir, si o decir no, cuando se conoce de lo que se habla, y decir quizás cuando no se conoce, en lugar de decir si o no, siempre, aunque no se sepa de lo que se habla.

    Es decir que un epiléptico es una situación de otigen desconocido, antes de conocerse el origen de la enfermedad y no afirmar que es un poseido, camuflando la ignorancia debajo del dogma.
    Afirmar que se conoce todo cuando no se conoce, no es decir la verdad, el que dice la verdad pasa la mayor parte del tiempo diciendo «no lo se», eso es ser honesto

  6. “la libertad de renunciar al propio punto de vista, para asumir aquel de Dios”… “La misión que les espera no es llevar ideas y proyectos propios, ni soluciones abstractamente ideadas por quien considera la Iglesia como un huerto de su casa…» Hagan lo que él les dice (en este concreto supuesto) pero no lo que hace…

  7. El adulterio es adulterio en todos los casos, sin necesidad de acompañamiento ni discernimiento, las palabrejas más manejadas en este pontificado para falsear las ofensas graves a Dios. Jesucristo prohibe el divorcio en todos los casos, aunque le moleste a quien tenía que recordarlo y no desfigurarlo. La homosexualidad activa es pecado objetivamente en todos los casos, se ponga como se ponga el interesado. Si la doctrina de Jesucristo no le gusta a Francisco, puede marcharse con el Islam, que admite la poligamia, o con los protestantes de la decadencia, que admiten todo, sin necesidad siquiera de acompañamiento ni discernimiento. Nos haría un gran favor. Lo perverso es que estos protestantes que quieren cambiar la Iglesia a su gusto no se marchan y quieren echarnos a los católicos a las catacumbas, persiguiéndonos por rígidos y nostálgicos.

  8. Y qué tal si el Papa Jesuita diera un repaso a todo el magisterio de su venerable predecesor? Seguro que podría aprender mucho sobre el discernimiento.

  9. Esto nos hace comprender mejor, que el camelo del discernimiento es simple y llano relativismo. Para colmo, la formación teológica y académica de estos nuevos obispos será, seguramente, tan lamentable como la del Papa. Una buena simiente para que permanezca el modernismo en la Iglesia.

  10. Efectivamente Daniel, sólo que el pensamiento débil no quiere saber nada del lúcido pues lo deja en el más espantoso ridículo, como la oscuridad no quiere saber nada de la luz, pues la mata.

  11. “La misión que les espera no es llevar ideas y proyectos propios, ni soluciones abstractamente ideadas por quien considera la Iglesia como un huerto de su casa, sino humildemente, sin protagonismos o narcisismos, ofrecer su concreto testimonio de unión con Dios”

    Como se puede ser tan cínico.

  12. Ya van preparando el ambiente para cargarse la H. Vitae y en especial el texto que más les molesta, pues les resulta insoportable : » Ha de rechazarse toda acción que, en previsión del acto conyugal, en su ejecución o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, evitar la procreación » No hay que dar esa respuesta inequívoca sino respuestas varias, según las conferencias episcopales, a gusto del consumidor. Quieren que, lo que es pecado en Polonia, no lo sea en Alemania y luego en el resto del mundo. https://infovaticana.com/2017/09/13/van-la-humanae-vitae/

  13. Nostalgia: Sentimiento de pena por la privación o pérdida de alguien o algo queridos. Por lo tanto, al hablar de nostalgia se está implícitamente reconociendo que a los fieles católicos se nos está privando de algo muy querido para nosotros, la verdadera doctrina católica emanada del depósito de la fe dado por Nuestro Señor Jesucristo y sobre el cual se ha instituido la Iglesia cuya obligación es transmitirlo fielmente. Y Jesucristo para el adulterio sólo tiene una respuesta, porque la verdad sólo es una. La misma ayer, hoy y mañana. La única respuesta que siempre ha reconocido el Magisterio de la Iglesia en todos sus documentos y en su Catecismo. Por eso estamos tristes y tenemos nostalgia. Porque se está intentando destruir lo más importante y sagrado que tenemos, el depósito de nuestra fe. Por eso el Cardenal Caffarra lloraba.

  14. María R, has dado en el clavo. Somos unos nostálgicos porque añoramos la Verdad , el Bien y la Belleza que este pontificado está empeñado en privarnos. Deberá dar cuenta a Dios de tantas privaciones, de tantos hurtos, de tantos daños, de tantas almas que se pierden por la confusión creada a propósito y eso no es de negligentes, es de malvados. Se quiere dilapidar el patrimonio de 2000 años. Si detrás de todo eso no está el diablo, es que está delante.

  15. Lo más grave del discernimiento que propone el papa Francisco no solo es el relativismo implícito que erosiona gravemente la doctrina católica, él apunta más alto, como el ángel caído, intentando debilitar, erosionar o anular EL TEMOR DE DIOS, mediante la misericordia infinita, es decir, hagas lo que hagas Dios te perdona en vida. En este punto es más atrevido y malvado que Lutero, puesto que para él eras perdonado después de la muerte.
    Las Leyes Naturales, Morales y de Dios inscritas en todo ser vivo, se aplican independientemente del discernimiento relativo y misericordioso del ser humano.

  16. Infovaticana: Para no variar, dan ustedes en el clavo, como en tiempos de «La Codorniz» con lo que comunican sin palabras. La fotografía del encabezamiento (tarima marmórea elevada, alejadísima de los asistentes, un prelado adelantado, bien alejado del solio presidencial, unos asistentes, que no participantes, aún más alejados, en posición pasiva) relata sin palabras la historia de la colegialidad, la fraternidad y el compromiso compartido. Bergoglio en estado químicamente puro, el de siempre, el de ahora.

  17. Pues se está luciendo el confesor del Papa con «el discernimiento» que exige «humildad y obediencia» (Biblia, Tradición y Magisterio de la Iglesia; dicho por el Papa a estos obispos recibidos por él). Ya sabemos que debemos hacer caso a nuestro confesor, y el Papa está sujeto a su confesor.

  18. «Discernimiento»: Nuevo palabrejo para dinamitar la doctrina católica.
    Hace años fue «diálogo con el marxismo».

    Quedarán pocos, muy pocos, pero buenos.

  19. Como siempre, la disociación absoluta entre lo que se dice y se hace. Por lo demas parece que durante dos mil años la Iglesia ha estado equivocada hasta que llegó una nueva revelación que se adapta como un guante al mundo.

  20. Pero bueno… «haz lo que tengas que hacer» mucha vuelta.
    digan que: odian la iglesia católica,
    ya déjense de tanta vuelta que ni ellos mismo se la creen…
    Discernimiento jajajajaja ese cuento si da riza… le falto discernir a S.Juan Bautista. Jajajajajajja y a todos los mártires de hoy también,… para nada murieron…

  21. La sed de Jesucristo no es nostalgia, es El mismo ayer, hoy y siempre, aunque alguno se empeñe en cambiárnoslo. No me lo toquéis. Dejadlo en paz. Pretender cambiarlo es de ilusos y/o malvados. No se va a dejar fácilmente.

  22. Efectivamente Echenique. Además, los comentaristas que no piensan como nosotros nos acusan reiteradamente de criticar. Lo hacen en sentido peyorativo. Pero es cierto. Porque criticar en su primera acepción significa examinar y juzgar una cosa, especialmente para determinar su bondad, verdad o belleza. Y sin sentido crítico el ser humano se convierte en hojarasca arrastrada hacia dónde el viento quiere. Lo que es muy peligroso si el viento no sopla hacia dónde debe.

  23. Marian: Yo no insulto a nadie. Pero criticar es examinar y juzgar la verdad y bondad de algo. No es malo. Es necesario. El sentido crítico sirve para que el ser humano pueda conducir su propia vida por dónde le indique su conciencia rectamente formada. Sirve para poder detectar el error independientemente de lo que la mayoría opine. Porque la mayoria puede confundirse. La Historia lo demuestra. Y sirve sobre todo para permanecer fiel a Jesucristo, a la Iglesia, a la Patria, a la familia y a uno mismo. Un saludo.

  24. La desorientación en el mapa moral del cristiano que introduce el ex Jorge Mario Bergoglio consiste en que dibuja VARIAS RESPUESTAS PARA EL MISMO CASO, algo patente en el caso adulterio tratado en AL y ratificada por el Vaticano en su única interpretación oficial, la de los obispos de Buenos Aires.

    Una guía moral auténticamente católica la ofrece Mons. Charles Chaput, en conmemoración reciente de la encíclica Veritatis Splendor de San Juan Pablo II en sus 25 años, y que tiene que ver con el falso concepto francisquista de discernimiento, falsedad que consiste en otorgar al discernimiento del creyente la potestad de determinar lo que es bueno y lo que es malo.

    Por el contrario, Chaput en línea con la ortodoxia católica, asegura que «la verdad existe, nos guste o no. No creamos la verdad, la encontramos, y no tenemos poder para cambiarla según nuestros gustos. La verdad puede no ser cómoda para nosotros, pero nos hace libres. Y conocer y vivir la verdad ennoblece nuestras vidas. Es el único camino para una felicidad duradera».

  25. Yo lo tengo cada vez más claro ; En la Iglesia Católica estamos cohabitando de mala manera católicos y protestantes. Son estos últimos los que tienen que marcharse con los suyos y dejarnos a los católicos en paz. Lo que resulta perverso y demoníaco es el plan trazado de adulterar la Iglesia y echarnos de nuestra casa a los católicos.

  26. Francisco no está a favor de diferentes soluciones para las cosas, hay una que rechaza de plano que es la enseñanza de la Iglesia. Quiere dinamitarlo todo para quedarse El como unica referencia. Es lo que hacen todos los populistas, destruir y no construir. Lo que dejan siempre es un solar triste y seco

  27. Los nostálgicos y rígidos no piensan y en eso llevan razón. Confunden el acto moral con una física de las acciones humanas donde las reglas se aplican de forma directa. Incluso para salir del adulterio presente el caso del homicidio a una honorable forista y no entendió que era un ejemplo. No piensan porque el tuciorismo moral rígido y atrincherado que utilizan sin saberlo es un camino es corto y fácil en el cielo de los principios morales pero no bajan a la realidad.

  28. Echenique: No En la Iglesia solo habitamos pecadores que esperamos la venida del Señor. Hay algunos lefebristas atrincherados y rígidos que tambien son hermanos nuestros. La divisón que propones no se sustentan en la realidad. Basta pensar en los millones de católicos que aman a María Santísima, en las peregraciones a santuarios, allí no conozco que los líderes protestantes concurran.
    Menos vaticanistas italianos y mas hechos muchacho.

  29. María R: Supongo que habrás tenido una mirada perfectamente limpia durante toda tu vida por una especialísima gracias de Dios de lo contrario ya habrías perdido un ojo. Lo mismo ocurre con tus manos que jamás habrán sido ocasión de pecado porque estarías manca. Con una interpretación como la tuya se repite la regla que los extremos se tocas; la interpertación literal del evangelio igual que los protestantes.

  30. Más católicos perseguidos por la nueva iglesita de la misericorditis. ttps://www.facebook.com/197268327060719/photos/a.210315405756011.46173.197268327060719/1455247427929463/?type=3&theater

  31. ¿Se merece todo esto la Iglesia Católica?
    A las 10:43 PM, por José Luis Aberasturi
    Sinceramente: asombrado es poco. De un tiempo a esta parte, en la Iglesia Católica se ve y se oye ya de todo. Y no todo bueno, claro. Es más, muchas veces lo que se lee y se oye es contradictorio: sobre un mismo tema se puede decir una cosa y su contraria; y nadie se mosquea, ni mueve un dedo o abre la boca para aclarar lo que se deberia aclarar; otras muchas, es absolutamente gratuito: ¿la Iglesia como tal y a través de su Jerarquía, tiene que pronunciarse sobre cuestiones estrictamente políticas, o absolutamente opinables, como si le fuese en ello su ser o no ser la Iglesia? Pues tan gratuito como si hablase de fútbol; otras, es directamente escandaloso: ¿qué pinta un protestante de director de L’Osservatore Romano, en Argentina? Pues lo mismo que un paralítico pretendiendo jugar al fútbol; finalmente, también otras muchas es directa y radicalmente corrosivo: hay obispos que en sus diócesis ya han dicho públicamente que allí se va a dar la comunión a todo el mundo; otros han dicho lo contrario, como es natural y sobrenatural.

    Y que conste que lo que me sobran son ejemplos para ilustrar cada unos de estos apartados; es más, cada día hay “novedades” que, desgraciadamente, los corroboran. Incluso se podría también ampliar el listado, pero me he limitado a esos aspectos.

    Para mayor “asombro” -por seguir en el mismo horizonte descriptivo- también se detecta un silencio -o silenciamiento-, a todas luces buscado y querido por esa misma jerarquía, en su mayor parte: con las brillantes excepciones de rigor, naturalmente. Temas como “el fin sobrenatural de la Iglesia», la “primacía de la gracia», los “novísimos», la “necesidad de la conversión», la “disciplina de los Sacramentos», etc., brillan por su ausencia. Y hoy, con la que está cayendo, da la impresión de ser más necesarios que nunca.

    Por el contrario, hay todo un mundillo orquestado y bien avenido -nada es ya casual, desgraciadamente: ¡si hasta algunos de los cardenales protagonistas han declarado que se pusieron de acuerdo antes del último cónclave…!- para ir poniendo en solfa los logros de la Iglesia en los últimos 40 ó 50 años. Lo último: el globo sonda -que pronto dejará de serlo para convertirse en un trofeo a conquistar-: el “nuevo estudio” o “revision” de la Humanae vitae” de Pablo VI, para “acomodarla” -lo dicen ya así, sin complejos; como teniendo las espaldas bien cubiertas- a las gentes y a las “nuevas situaciones” que han surgido; personas “que no podemos olvidar o relegar, sino que hay que atender y acoger». ¡Es la moda vaticana!

    El cuadro se completa con las múltiples llamadas de atención que, por parte de eclesiásticos, religiosos, estudiosos, laicos e incluso no católicos, se han dirigido a las autoridades católicas en todos sus niveles, alertando precisamente de todos estos motivos de “asombro”. Algo, por cierto, que tanto por su cantidad como por su calidad se ha convertido en la vida de la Iglesia en un fenómeno, no solo inusual, sino nunca visto hasta fechas muy recientes. Estas serían las luces.

    Las sombras del mismo las llenan los también múltiples aplausos -desaforados: hasta con las orejas- procedentes en su totalidad de las gentes -eclesiásticos, religiosos y laicos- que se han señalado por su contra a los papas anteriores, y que se han apuntado al modus actual -al “oficialismo vaticano»- como si les fuese la vida en ello. Y seguramente les va; porque estaban “muertos” -practica y aclesialmente- tras los pontificados de san Juan Pablo II y Benedicto XVI.

    Y están viendo -y poniéndolo en un pedestal- al papa Francisco, como su última oportunidad: también porque cronológicamente -la vida no perdona- no les quedan muchas más. Y se han hecho, sin excepción, “más papistas que el Papa». Les oyes hablar, o lees lo que escriben, y te dan arcadas de lo pelotilleros que pueden llegar ser: ni en el mundillo político he visto un servilismo tan obsceno. Que conste que muchísimos de esos llevan años sin pisar una iglesia. Pero hay que cargarse a la Iglesia, que es la que hay.

    ¿La Iglesia Católica se merece todo esto? ¿Y, además y precisamente, por parte de los que más interés deberían tener y demostrar en servirla, defenderla, respetarla y engrandecerla?

    ¿Jesucristo se merece todo esto? ¿Y precisamente por quienes más deberíamos ser “otros cristos, el mismo Cristo»?

    Los demás, todos nosotros, quizá sí, como se merecieron los judíos palos y palos por parte de Dios, por sus manifiestas, graves y reiteradas infidelidades.

    Sinceramente, con humildad y si me permiten el desahogo: ¡me duele la Iglesia!

  32. Ya se ve que a Francisco le encanta la moral de situación condenada por la Veritatis Splendor
    En esta recensión, publicada en Sapientia n. 119, Vol. XXXI (1976), La Plata (Bs As), p. 62-65, Mons. Derisi presenta la obra de García de Haro y De Celaya, llamada “La Moral Cristiana”. Expone las líneas fundamentales de la teología moral, según el fundamento de la Revelación y del orden natural.

    Escrita para refutar los errores de su época, hoy cobra más vigencia que nunca, dada la moral de situación, propagada por Marciano Vidal, el mismo que es citado por Mons. Derisi, donde se niega la existencia de objetos morales siempre y por siempre malos, tal como lo enseñaron, entre otros, los Papas San Pío X, Pío XII y Juan Pablo II. El fin jamás justifica los medios. Jamás estará justificada la violación de ninguno de los mandamientos de la Ley de Dios, que responden a la ley natural, inscrita por Dios en el alma de cada ser humano. La tergiversación de estos principios se deben exclusivamente a la influencia de la filosofía moderna (en especial, del kantismo) contra los datos claros y evidentes de la Revelación. Por esta razón, no se puede “reescribir” ni reinterpretar, ni la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II, ni la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, ni ninguno otro documento referido a la vida moral de la Iglesia.

    Nunca más actual, entonces, este escrito, que recuerda lo que siempre ha enseñado la santa Iglesia Católica. Por eso los mártires eran capaces de morir antes que inciensar una imagen del emperador, como recuerda Juan Pablo II en su Encíclica Veritatis Splendor. También hoy nosotros, imitándolos, debemos estar dispuestos a ello, porque, en definitiva, morir por la verdad, es hacerlo por el que es la Verdad, Cristo, que en su momento supremo dijo a Pilato que el que es de la verdad escucha su voz.

    LA NUEVA MORAL[1]

    Por Mons. Dr. Octavio N. Derisi

    La obra que aquí se analizará consta de un prólogo y tres capítulos: 1) Otra Moral Nueva, 2) La Perenne Novedad de la Moral Cristiana y 3) Doctrina y Vida. El primero expone con amplitud y precisión los pasos y desarrollo de la nueva moral, que pretende actualmente introducirse en la Iglesia. Frente a ella, el segundo capítulo presenta las líneas esenciales que configuran la moral cristiana. Y el tercero extrae las consecuencias que para la vida acarrean una y otra moral.

    En el primer capítulo, los autores de la obra han logrado presentar, a la luz de los textos de los propios teólogos, con gran objetividad y claridad, los fundamentos, el desarrollo y el espíritu, así como también las consecuencias, de esta nueva moral cristiana.

    Fuchs, Haring, Valsecchi, Vidal García, Girardi, Chenu, Schillebeeckx y otros son los protagonistas de esta nueva moral, que se pretende introducir en la Iglesia como una renovación del Evangelio.

    Esta nueva moral, en su esencia radical no se formula en preceptos, es más bien un compromiso total de la persona. Sus creadores distinguen entre una actitud trascendental, una mentalidad que transformaría totalmente la vida y que sería el real aporte del cristianismo a la moral; y una formulación de preceptos, a que aquélla conduce y anima con su espíritu. Se trata —como bien notan los autores de este libro y como su mismo nombre lo indica— de un retorno al formalismo trascendental moral kantiano, en el cual la ley no tiene contenido, sino que informa y da vigencia a las máximas o normas.

    Por otra parte, esta nueva moral pretende hacer del hombre no sólo un ser histórico, sino un ser inmerso y diluido totalmente en el fluir de la historia, sin esencia humana propiamente tal y mucho menos inmutable. En rigor, no hay una naturaleza humana propiamente dicha, constituida por notas esenciales y permanentes. Por eso, el hombre no es siempre y esencialmente el mismo, sino que cambia y asume diversas formas a través de las circunstancias y situaciones del acontecer del tiempo y de la cultura.

    La influencia del existencialismo actual es evidente. Recuérdese la frase de los existencialistas: “El hombre no es, se hace“.

    Si no hay naturaleza humana, tampoco hay una ley o moral natural, inmutable, una moral exigida por una naturaleza humana que realmente no existe. Sobre el particular quiero recordar el vigoroso estudio que ha realizado el eminente filósofo y teólogo que es el Padre Cornelio Fabro. De aquí que sólo haya un pluralismo moral, consiguiente al pluralismo de la naturaleza humana en sus variantes en la historia. Por eso también los preceptos morales pueden ser válidos para una época o cultura y no para otras, según que estén o no exigidos por el espíritu o aptitud trascendental cristiana. Como se ve, se trata de un retorno al historicismo o relativismo moral, en cuanto a los preceptos, por más que se evite ese nombre. Esto explica la actitud de algunos teólogos o de sus epígonos, que afirman que la indisolubilidad del matrimonio pudo ser válida en otra época y contorno cultural, pero no ahora, que ha variado el hombre; y que el acto sexual en sí mismo, fuera del matrimonio, y aún la misma masturbación, consideradas en otras épocas como pecado, puedan no serlo hoy, y aún puedan asumir el gesto de una apertura al otro. Otro tanto se afirma del aborto y otras cuestiones de actualidad.

    Se ve ahora cuál sea el sentido de esta nueva moral: es una entrega total de la persona, es un espíritu, que puede encarnarse en diversas formulaciones normativas y no está sujeto a ninguna de ellas, y las asume de acuerdo a los cambios de la naturaleza humana en el tiempo. Esa moral está por encima de toda norma —como en Kant la ley está por encima de la máxima— y, por eso, puede encarnarse en nuevas normas morales, dejando como obsoletas otras que fueron válidas antes. Los mismos preceptos de Cristo son válidos para su época y situación moral; pero no lo son necesariamente para siempre y para cualquier tiempo.

    En síntesis, esta nueva moral es un compromiso o inserción de la persona en el tiempo, es una forma vacía de contenido, cuya materia o preceptos pueden variar: unos pueden perder vigencia y otros asumirla, de acuerdo a las transformaciones que sufre el hombre en su devenir histórico. Dilthey, con su historicismo, está redivivo en esta afirmación. Con ello se niega una moral natural con normas y preceptos permanentes y válidos para todos los hombres de todos los tiempos y situaciones culturales, precisamente porque se ha destruido su fundamento que es la esencia o naturaleza humana. Una vez más lo esencial de esta nueva moral es lo formal, su espíritu, y en manera alguna su contenido de preceptos.

    Los autores de la obra advierten que esta moral implica un retorno a la inmanencia del modernismo, condenado por Pío X. Ha desaparecido Dios como último Fin trascendente al hombre. Consecuencia lógica, por lo demás, desde que se ha perdido la esencia o naturaleza humana, la cual ha sido hecha por Dios y ordenada por El en todo su dinamismo hacia ese Fin. La naturaleza humana inmutable —terminus a quo— y Dios —terminus ad quem de la moral— han sido suprimidos en esta nueva ética, y la moral natural ha desaparecido. La nueva moral se centra ahora, no en Dios, último Fin y Razón suprema del hombre, sino en el hombre mismo. Es antropocéntrica y, como tal inmanentista. El hombre es quien asume su responsabilidad histórica, sin imposiciones de una ley, que se funda en el Fin o Bien trascendente divino.

    Mucho más aún, en esta nueva moral, está ausente la gracia, la vida y los auxilios sobrenaturales, que insertados en el alma y en la vida espiritual de la inteligencia y de la voluntad, configuran la moral cristiana sobre el fundamento del Fin supremo y divino del hombre. Al inmanentismo modernista, que diluye la moral natural, se añade un horizontalismo naturalista, que destruye los fundamentos de la moral sobrenatural cristiana.

    En síntesis, esta nueva moral con pretensiones de cristiana o evangélica, destruye, por una parte, los fundamentos de la moral natural y, por otra, vacía a la moral cristiana del contenido sobrenatural; y conduce, consecuentemente, a un inmanentismo naturalista y relativista moral.

    El segundo capítulo encierra una síntesis clara y fundada de la moral cristiana. El trabajo se basa primordialmente en la doctrina de Santo Tomás, cuyos pasajes principales están citados y aun transcriptos en sus textos latinos, en las notas. La moral cristiana, lejos de destruir, salva y consolida la moral natural, tanto en su aprehensión intelectiva de las normas, como en el cumplimiento de las mismas por parte de la voluntad libre.

    Como la gracia supone la naturaleza, también la moral cristiana supone la moral natural. Sin ésta, no es posible aquélla. De ahí el cuidado con que el cristianismo la restaura y defiende. Esa moral natural es ensanchada y profundizada por la moral cristiana, con sus propios preceptos y con sus normas supremas de vida y con sus consejos evangélicos.

    Tanto en el plano natural como en el sobrenatural, la moral se funda en el último Fin trascendente del hombre, que es Dios, Bien infinito —conocido por la razón y por la fe, en uno u otro plano, terminus ad quem— y se establece como un recorrido de perfeccionamiento desde el hombre o hijo de Dios —terminus a quo, del orden natural o sobrenatural, respectivamente— hasta la posesión plena, natural o sobrenatural de aquel último Fin o Bien, después de la muerte. Hombre e hijo de Dios, integralmente unidos en el cristiano, se perfeccionan hasta su término, durante su vida terrena, por la actividad moral recta, es decir, por la sumisión de la voluntad libre a las exigencias ontológicas de aquel último Fin o Bien divino sobre la naturaleza humana enriquecida por la gracia, aprehendidas y manifestadas por la inteligencia como normas morales cristianas.

    Los autores del libro señalan los medios del enriquecimiento de esta vida sobrenatural cristiana: la lucha ascética, las virtudes, los sacramentos y la oración. Bajo la actividad moral cristianamente recta el hombre se acrecienta no sólo sobrenaturalmente o como hijo de Dios, sino también naturalmente como hombre. Este capítulo termina asentando con Santo Tomás la supremacía de la contemplación sobre la acción en la vida moral y la inserción del tiempo en la eternidad, que esta actividad ética implica.

    La cultura o perfeccionamiento de las cosas y del propio hombre, por la acción espiritual de la inteligencia y de la voluntad, en el cristianismo se enriquece con una dimensión divina de hijo de Dios que, lejos de impedir, asegura más ampliamente y profundiza los valores humanos de aquélla.

    El último capítulo extrae las consecuencias prácticas de una y otra moral; de esta nueva, y de la auténtica moral cristiana. Se comienza por poner en claro las endebles “bases intelectuales” de la nueva moral, que se funda en la inmanencia de la filosofía actual —kantismo y existencialismo— con la consiguiente pérdida no sólo del orden natural, sino también de la Revelación, del Magisterio y de todo el orden sobrenatural.

    Perdido el sentido sobrenatural de la vida y su alegría en la asunción plena de la misma, el hombre actual, agobiado bajo el peso y temor servil de los preceptos, con bellas palabras de “compromiso”, de “liberación”, etc., opta por una moral “liberadora”, que relativiza toda norma y precepto, con las consecuencias de un hedonismo, sensualismo, sexualidad, y egoísmo sin frenos, que van a dar al odio, la violencia, y el caos moral y humano.

    Frente a ella, la auténtica moral cristiana conforma una admirable armonía y unidad de vida entre lo que se cree y se practica, y pone en camino al hombre —por eso, homo viator— no sólo hacia la plenitud de su vida divina, sino también de su perfección humana, a la vez que lo llena de satisfacción y alegría con el descubrimiento del sentido de su vida en el tiempo y en la eternidad y con la asunción de las responsabilidades que esa vida impone amorosamente.

    La obra está elaborada con orden y bien escrita. Es de fácil lectura y asimilación. Las afirmaciones están corroboradas por abundantes notas, en que se citan y muchas veces se transcriben, los textos de los autores citados.

    La parte doctrinal se funda en la doctrina de la Iglesia, principalmente a través de Santo Tomás, y la doctrina nutre el pensamiento de los autores a través de todo su desarrollo.

    Esta obra responde a una verdadera necesidad de esclarecimiento de la auténtica moral cristiana, frente a las pretensiones de ciertos teólogos que, con la asunción consciente o inconsciente de las posiciones inmanentistas e historicistas de la filosofía actual, desnaturalizan y hasta destruyen su sentido trascendente y sobrenatural y la sumergen en un formalismo destructor de toda la vida natural y sobrenatural.

    Por eso, dentro de esta obra que ofrece una síntesis bien fundada de la moral cristiana, juzgamos que el primer capítulo, de exposición crítica de las tendencias de la nueva moral, formuladas por algunos teólogos de hoy, es el más oportuno para nuestro tiempo y a la vez el mejor logrado por sus autores.

    Recomendamos vivamente la lectura de este libro a cuantos quieren esclarecer sus ideas frente a la confusión reinante, que en no pocos círculos han engendrado estos teólogos con su nueva moral.

    El libro ha sido bellamente editado por Rialp de Madrid.

    Padre Jorge Luis Hidalgo

    Cf. Sapientia n. 119, Vol. XXXI (1976), La Plata (Bs As), p. 62-65.

    [1] R. GARCIA DE HARO Y DE CELAYA, La Moral Cristiana, Rialp, Madrid, 1975, 267 pp.

  33. Jesús prohibó el divorcio en todos los casos y también dijo que era mejor arrancarse un ojo antes que pecar, pero los antimisericorditis conservan los dos ojos, así que sufren todos de algún tipo de deficiencia y nunca han deseado una mujer, cosa que dudo mucho, o aplican rigurosamente o laxamente la Biblia, aunque luego lo critiquen del Papa, de todos modos no es nada nuevo, ya lo hacian los fariseos hace mucho

  34. Mi amigo Aldo maría Valli critica la verborrea francisquita, la falsa unídad y la expulsión de Seifert por defender la Verdad. Hay que traer a Infovaticana con más frecuencia.
    Le parole di Pietro

    Salvato in: Blog scritto da Aldo Maria Valli
    Le numerose e sempre vivaci reazioni a quanto Francesco dice durante le conferenze stampa sui voli di rientro dai viaggi apostolici internazionali (l’ultimo, quello dalla Colombia), spingono ad alcune riflessioni sul modo di comunicare del papa e sulla portata delle sue opinioni personali. Indagine che si lega da un lato alla questione del rilievo assunto dalla figura papale nella sfera pubblica, dall’altro a un’analisi degli autentici compiti del successore di Pietro.

    Per secoli il vicario di Cristo sulla terra ha vissuto nella riservatezza, ha parlato poco e pochi erano al corrente di ciò che diceva, tanto che si poteva benissimo essere cattolici senza neppure conoscere il suo nome. Anche quando aveva un peso politico decisivo, il suo modo di esprimersi era codificato e avveniva attraverso documenti ufficiali. L’uso delle lingue correnti al posto del latino e, ancor di più, la diffusione dei mezzi di comunicazione sociale (il primo radiomessaggio di Pio XI è del febbraio 1931) hanno modificato completamente il quadro, facendo del papa una figura di rilievo mondiale, spesso al centro delle cronache. Contemporaneamente, in modo inversamente proporzionale, la sua reale capacità di incidenza è diminuita (ai tempi di Giovanni Paolo II la battuta era «applaudono il cantante ma non la canzone»), ma sta di fatto che il papa, di sua iniziativa o perché sollecitato, ha allargato enormemente la sfera di intervento, e da alcuni decenni, specie a partire dal Concilio Vaticano II, non si occupa più soltanto di fede, dottrina, morale e governo della Chiesa, ma veramente di ogni questione riguardante la vita dei singoli e della società. Con il pontificato di Francesco, poi, si è accentuata la tendenza a intervenire mediante modalità comunicative, come la conferenza stampa e l’intervista, che si prestano non soltanto ad allargare il campo degli argomenti, ma anche a sollecitare l’opinione personale del papa.

    Parlare di tutto?

    Ora è evidente che quando parla un po’ di tutto, e specialmente se lo fa durante interviste o conferenze stampa, senza un testo preparato in precedenza e meditato, il papa, come qualunque altro uomo, può benissimo essere superficiale o cadere in errore. Per l’osservatore avveduto, poco male. Chi conosce le prerogative e i compiti del papa sa che quando non è espresso «ex cathedra», o per lo meno non attraverso documenti ufficiali, elaborati con particolare cura, il pensiero papale, perfino se si occupa di fede e vita religiosa, vale come opinione personale. Il problema è che il «media system», pur imbevuto di laicismo, al cospetto di un papa come Francesco, il cui pensiero sotto molti aspetti si dimostra in linea con quello dominante, per proprio tornaconto diventa così clericale da «sacralizzare» ogni espressione papale. Così, anche quando si tratta di una semplice opinione personale, e anche quando l’uomo-papa dimostra di non essere sufficientemente preparato sulla specifica questione, «l’ha detto il papa» diventa una sorta di sigillo veritativo.

    Un po’ di buon senso

    Come rimettere, almeno un po’, le cose a posto? Non sono un teologo e non mi avventuro (a proposito di competenza) in un campo non mio. Osservo soltanto che, forse, si potrebbe applicare semplicemente il buon senso. Per esempio, intervenire solo su questioni che sono state studiate e approfondite, lasciando perdere le altre e riconoscendo che in proposito non si ha nulla da dire. Si fornirebbe così, oltretutto, un esempio di serietà e umiltà in un mondo che soffre a causa della verbosità dilagante e della pretesa di intervenire sempre e comunque, anche quando non si sa letteralmente di che cosa si sta parlando. Credo che se un’autorità come il papa, di fronte a una domanda rispetto alla quale sente di non essere preparato, rispondesse «non so», non ne risulterebbe sminuito. Anzi, darebbe un contributo di onestà e integrità superiore a quello che può dare avventurandosi in risposte che spesso ottengono soltanto il risultato di accrescere il tasso, già molto elevato, di confusione.

    Un questione di prudenza

    Il discorso sulla comunicazione papale si lega a questo punto a quello dei reali compiti del successore di Pietro, che oggi rischiano di essere persi di vista. In proposito mi sembra il caso di riflettere su alcune parole che Benedetto XVI pronunciò in un’udienza del mercoledì (catechesi del 7 giugno 2006) dedicata a «Pietro, la roccia su cui Cristo ha fondato la sua Chiesa».

    Sottolineato che il mandato di Gesù nei confronti di Pietro arriva solo dopo che l’apostolo ha fatto la sua confessione di fede (un aspetto che non andrebbe mai trascurato), Benedetto XVI osserva che le prerogative di Pietro già in quel momento sono fissate in modo chiaro: «Pietro sarà il fondamento roccioso su cui poggerà l’edificio della Chiesa; egli avrà le chiavi del Regno dei cieli per aprire o chiudere a chi gli sembrerà giusto; infine, egli potrà legare o sciogliere nel senso che potrà stabilire o proibire ciò che riterrà necessario per la vita della Chiesa, che è e resta di Cristo. È sempre Chiesa di Cristo e non di Pietro».

    «È sempre Chiesa di Cristo e non di Pietro». Questa consapevolezza, di per sé, dovrebbe spingere Pietro a esprimersi esclusivamente sui temi collegati ai suoi compiti istituzionali (ripetiamo: essere il fondamento roccioso, amministrare l’uso delle chiavi del Regno, legare e sciogliere), evitando di occuparsi d’altro e di mettere in primo piano le opinioni personali. Si tratta di esercitare la virtù della prudenza. Che non vuol dire paura, autocensura o fuga. Significa avere coscienza del fatto che tu, Pietro, sei il custode di un tesoro grande, che va ben al di là della tua persona, e non ti è dunque consentita una banalizzazione del tuo ruolo.

    Ascoltiamo ancora Benedetto XVI: «Il fatto, poi, che diversi dei testi chiave riferiti a Pietro possano essere ricondotti al contesto dell’Ultima Cena, in cui Cristo conferisce a Pietro il ministero di confermare i fratelli (cfr Lc22,31 s.), mostra come la Chiesa che nasce dal memoriale pasquale celebrato nell’Eucaristia abbia nel ministero affidato a Pietro uno dei suoi elementi costitutivi».

    Sono puntualizzazioni da non considerare scontate. Primo: il ministero di Pietro è uno degli elementi costitutivi della Chiesa, ma non certo il solo. Secondo: la missione affidata a Pietro è confermare i fratelli nella fede.

    Annota poi Benedetto XVI: «Questa contestualizzazione del Primato di Pietro nell’Ultima Cena, nel momento istitutivo dell’Eucaristia, Pasqua del Signore, indica anche il senso ultimo di questo Primato: Pietro, per tutti i tempi, dev’essere il custode della comunione con Cristo; deve guidare alla comunione con Cristo; deve preoccuparsi che la rete non si rompa e possa così perdurare la comunione universale. Solo insieme possiamo essere con Cristo, che è il Signore di tutti. Responsabilità di Pietro è di garantire così la comunione con Cristo con la carità di Cristo, guidando alla realizzazione di questa carità nella vita di ogni giorno».

    Dopo di che papa Ratzinger chiede di pregare perché «il Primato di Pietro, affidato a povere persone umane, possa sempre essere esercitato in questo senso originario voluto dal Signore».

    Il papa? Un custode

    Custode della fede e custode della comunione con Cristo e con i fratelli. La «povera persona umana» che diventa papa sa di non essere altro. E le sue scelte devono essere conseguenti. Anche nel modo di comunicare. Può il compito della custodia sposarsi con l’interventismo, con il protagonismo, con la tendenza a parlare di tutto manifestando le proprie opinioni personali? Certamente no.

    L’esempio di Giuseppe

    A proposito del concetto di custodia, papa Francesco pronunciò parole molto belle nell’omelia per la messa di inizio pontificato (19 marzo 2013), quando, prendendo spunto dalla figura di Giuseppe, custode di Maria e di Gesù, disse: «Come esercita Giuseppe questa custodia? Con discrezione, con umiltà, nel silenzio, ma con una presenza costante e una fedeltà totale, anche quando non comprende […]. Come vive Giuseppe la sua vocazione di custode di Maria, di Gesù, della Chiesa? Nella costante attenzione a Dio, aperto ai suoi segni, disponibile al suo progetto, non tanto al proprio […] e Giuseppe è “custode” perché sa ascoltare Dio, si lascia guidare dalla sua volontà, e proprio per questo è ancora più sensibile alle persone che gli sono affidate, sa leggere con realismo gli avvenimenti, è attento a ciò che lo circonda, e sa prendere le decisioni più sagge. In lui, cari amici, vediamo come si risponde alla vocazione di Dio, con disponibilità, con prontezza, ma vediamo anche qual è il centro della vocazione cristiana: Cristo!».

    Sappiamo quanto papa Francesco sia devoto a san Giuseppe e crediamo che ispirarsi a lui, come figura di custode, sia un ottimo proposito, anche per quanto riguarda la sfera della comunicazione.

    La comunione infranta

    Infine, con un aggancio alla realtà ecclesiale che stiamo vivendo, qualche considerazione sulla comunione che Pietro è chiamato a garantire.

    Come forse sapete, un autorevole filosofo cattolico, Josef Seifert, amico di san Giovanni Paolo II e già membro della Pontificia accademia per la vita, è stato allontanato dalla sede spagnola dell’Accademia internazionale di filosofia, da lui stesso fondata, per aver espresso valutazioni critiche nei confronti di «Amoris laetitia» e in particolare sul paragrafo 303 del capitolo ottavo, dove, secondo Seifert, il papa arriva a sostenere che, a rigor di logica, Dio può chiedere, in talune circostanze, ogni tipo di azione cattiva, come l’adulterio, contraddicendo i suoi stessi comandamenti.

    La decisione di allontanare il filosofo è stata presa dall’arcivescovo di Granada, Francisco Javier Martínez Fernández, secondo il quale Seifert «danneggia la comunione della Chiesa, confonde la fede dei fedeli e suscita sfiducia nel successore di Pietro, il che, alla fine, non serve alla verità della fede, ma agli interessi del mondo».

    Mi permetto di osservare che non le lucide e rispettose valutazioni del professor Seifert (le quali avrebbero bisogno di essere discusse, non punite), ma proprio provvedimenti come quelli dell’arcivescovo spagnolo danneggiano veramente la comunione della Chiesa. E sarebbe stupendo se da Santa Marta arrivasse un segnale in senso contrario, nel nome di quella «parresia» sempre invocata.

    Ma sulla questione della comunione, in relazione al caso Seifert, c’è un’altra riflessione da fare. Se n’è incaricato il professor Claudio Pierantoni, docente di filosofia all’Universidad de Chile, che in un recente saggio intitolato « Josef Seifert, Pure Logic, anche the Biginning of the Official Persecution of Orthodoxy within the Church» (http://www.aemaet.de/index.php/aemaet/article/view/46) a un certo punto scrive: «Innanzitutto, per affermare che qualcuno “danneggia la comunione della Chiesa” in qualche materia, si deve in precedenza supporre che una qualche comunione, riguardo al soggetto che stiamo discutendo, esista effettivamente nella Chiesa. Ora, quale vescovo, quale sacerdote, quale persona istruita e informata nella Chiesa cattolica oggi non sa che non esiste un soggetto attualmente più controverso e più impelagato in una così terribile confusione come questo? In quale altra materia, chiedo, “la fede dei fedeli” è più confusa dalle più contrastanti voci in conseguenza della pubblicazione di “Amoris laetitia”?».

    Prosegue Pierantoni: «Qualcuno potrebbe obiettare che la confusione già esisteva prima di AL: sì, ma l’enorme problema con AL è che le correnti di pensiero relativistiche e di “etica della situazione”, che i tre papi precedenti avevano tentato di arginare, sono ora entrate surrettiziamente nelle pagine di un documento ufficiale del papa. Si è arrivati al punto che uno dei più importanti e lucidi difensori del precedente magistero durante più di tre decenni, personalmente sostenuto e incoraggiato nella sua attività filosofica da san Giovanni Paolo II come uno dei suoi alleati più preziosi nella difesa della dottrina morale infallibile della Chiesa, Josef Seifert, è ora licenziato e trattato come un nemico della comunione della stessa Chiesa».

    Conseguenze disastrose

    «Altrettanto ingiustificato e ingenuo, credo, è l’affermare che Seifert “semina sfiducia verso il successore di Pietro”. L’arcivescovo Martínez sembra ignaro di ciò che è altrettanto evidente di quanto abbiamo detto prima: includendo in un documento ufficiale affermazioni che contraddicono punti essenziali del precedente magistero e della dottrina millenaria della Chiesa, papa Francesco ha direttamente rivolto su di sé la profonda diffidenza di un numero immenso di fedeli cattolici. La conseguenza disastrosa è che questa sfiducia finisce col colpire, nella mente di molti, il papato stesso».

    «E qual è la vera causa di questa diffidenza? Può davvero essere il forte e costante impegno di Josef Seifert di opporsi all’errore dell’etica della situazione, un impegno a cui ha dedicato quasi tutta la sua vita e quella dell’istituzione che ha fondato, in servizio fedele alla Chiesa e alla Parola di Dio? O non sarà piuttosto il fatto che a questo stesso errore, contrario a tutta la tradizione cristiana (una tradizione di recente riaffermata in un’enciclica tanto solenne e importante come “Veritatis splendor”) è stato ora consentito di insinuarsi in un documento papale?».

    Penso che quando il professor Pierantoni parla della comunione infranta da alcune delle tesi sostenute in «Amoris laetitia» e della «disastrosa conseguenza» della sfiducia nei confronti del papato metta il dito in due piaghe dolorose, meritevoli di essere affrontate a viso aperto (anche pensando a chi dovrà esercitare il ministero petrino dopo Francesco) e non di essere nascoste mediante la reticenza, l’ambiguità e il ricorso alla stroncatura e alla censura.

    Aldo Maria Valli

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