Wall·E

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Un film que apuesta con rotundidad por el amor como sentimiento básico del hombre.

José María Pérez Chaves– Indudablemente, Pixar se ha convertido en el estudio de referencia dentro del campo de la animación. Sus cintas no solo concitan el aplauso del público, sino que también obtienen el reconocimiento de la crítica. Esto se debe a la notable calidad artística de toda su obra y, al mismo tiempo, a la moraleja que suele transmitir con ella. Así, a lo largo de su ya extensa carrera, hemos visto claros mensajes a favor de la familia (Los increíbles), de la amistad (la trilogía de Toy Story) y, por consiguiente, en contra del individualismo y de la soledad (Up). En un momento de la historia en el que el hombre ha optado equivocadamente por estas dos últimas actitudes, la película que nos ocupa retoma la diatriba propuesta por sus antecesoras y ofrece contra ellas un sentimiento más fuerte: el amor.

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Wall·E es un pequeño robot basurero. Desde que el hombre abandonase la Tierra debido al grado de contaminación que esta había alcanzado, ha trabajado tenazmente en su labor, prensando y estibando los desperdicios que aquel dejó atrás en su huida. Cierto día, conoce a otra máquina, Eve, que ha sido enviada a nuestro planeta para detectar algún rastro de vida orgánica. Aquel se enamora perdidamente de ella, por lo que hace lo posible para acaparar su atención y suscitar en su interior el mismo amor que él experimenta dentro de sí.

Evidentemente, el film apuesta con rotundidad por el amor como sentimiento básico del hombre. Para ello, contrapone la vivencia del solitario robot, que lo anhela (vemos cómo mira una y otra vez el musical Hello, Dolly!, que versa sobre él), con la de una humanidad que lo ha rechazado. Esta última es descrita con especial crudeza, ya que ha postergado el sencillo contacto físico, prueba del amor verdadero, en favor del virtual; además, comprobamos que está embebida en un consumismo gregario y en una molicie atroz, que consiguen aletargar en mayor medida dicho sentimiento. Paradójicamente, es la máquina protagonista la que despierta en ella el deseo adormecido, pues su empeño por permanecer junto a Eve cautiva el corazón de los humanos que la conocen y origina en ellos la voluntad de imitarla (atención a la pareja que descubre su deplorable estado gracias al tropiezo con Wall·E).

Como decíamos arriba, el hombre de hoy ha optado por el individualismo y la soledad. Sin embargo, estas dos actitudes lo convierten a la postre en un ser huraño y triste. Pese a los adelantos de las nuevas tecnologías, estas le han servido para un aislamiento mayor, puesto que, en no pocas ocasiones, las usa como pretexto para evitar ese encuentro físico antes mencionado. Al respecto, alguien escribió lo siguiente: “Los medios de comunicación actuales acercan a los que están lejos, pero alejan a los que están cerca”. Por esta razón, tal vez sea el momento de romper esa pared virtual que hemos levantado ante nosotros y abrir la puerta del afecto y del amor que hemos aletargado.

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