Gattaca

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Un excelente ejemplo de ciencia-ficción cinematográfica, una película que quiere ser, por un lado, una apremiante advertencia del futuro hacia el que nos encaminamos, pero, por el otro, un canto a la compasión y a la solidaridad.

José María Pérez Chaves– Habitualmente, se confunde el género fantástico con la ciencia-ficción. Aunque, en efecto, ambos suelen ofrecer relatos imaginarios desarrollados en el porvenir, uno lo hace con mayor grado de veracidad que otro. De este modo, mientras que el primero no está obligado a respetar las leyes de lo creíble, el segundo basa su narración en el presente con la intención de exponer una historia futurista que resulte verosímil. Por otro lado, este último género, además, suele denunciar un exceso de nuestro tiempo, con el fin de advertir acerca de las posibles consecuencias que su perpetuación puede acarrear. Precisamente, este largometraje es uno de los mejores ejemplos de ello.

Gattaca es una famosa empresa aeroespacial que está a punto de lanzar una nave tripulada a la órbita de Titán, uno de los satélites del planeta Saturno. Muchos son los candidatos que optan a los puestos que ofrece, pero el proceso de selección es tan arduo que son muy pocos los que logran superarlo. Entre ellos se encuentra Vincent (Ethan Hawke), un humano “no válido” que lucha por vencer su debilidad y coronar su deseo de navegar por las estrellas. Efectivamente, en el futuro que nos presenta la película, los seres humanos se distinguen entre aquellos que han sido concebidos de manera natural (“no válidos”) y aquellos que lo han sido dentro de una probeta (“válidos”). A diferencia de los primeros, estos han sido fabricados según las directrices de la eugenesia, por lo que, al mismo tiempo, han sido diseñados con el objetivo de cumplir ciertos cometidos que aquellos son incapaces de asumir. Por esta razón, el mencionado Vincent contactará con Jerome (Jude Law), uno de estos últimos, para que lo auxilie en su empeño de surcar el cielo.

Como vemos, pese a que la película se desenvuelve en un tiempo venidero (no muy lejano, según podemos leer en los primeros minutos del metraje), la inquietante situación que nos plantea es muy parecida a la que vivimos en la actualidad. Ciertamente, la eugenesia que parece dominar ese mundo futuro aún no es practicada en el nuestro de manera directa (según el film, los padres del mañana podrán escoger todas las características físicas de sus vástagos), pero es innegable que se recurre a menudo a ella mediante el aborto para erradicar cualquier malformación o enfermedad que sea padecida por un feto dentro del seno materno (atención al diálogo mantenido entre el ginecólogo y los padres de Vincent, muy parecida a la que muchos especialistas de hoy sostienen con sus pacientes). Pero este no es el único problema que aborda el filme, pues, derivado de él, también realiza un doloroso discurso acerca de la esclavitud a la que son condenados los niños que nacen conforme al modelo eugenésico, pues están llamados a cubrir las expectativas que sobre ellos han arrojado tanto sus progenitores como la sociedad misma (recordemos que, en un momento del metraje, el protagonista asevera que los únicos niños libres son aquellos que han nacido del amor natural).

A pesar del negro futuro que describe la película, lo cierto es que este pesimismo sirve de marco perfecto para la entrañable relación que mantienen Vincent y Jerome. Uno y otro son víctimas de las esperanzas que el nuevo mundo ha depositado sobre ellos, puesto que el primero ha tenido que desuncirse de ese yugo, mientras que al segundo le ha resultado excesivamente oneroso. Para luchar, pues, contra semejante imposición, ambos unen sus capacidades y sus anhelos, decisión que les enseñará a conocer la humana virtud de la solidaridad y a cultivar la libertad de la que ambos se han visto privados desde su nacimiento.

Por tanto, nos encontramos ante un excelente ejemplo de ciencia-ficción cinematográfica. Una película que quiere ser, por un lado, una apremiante advertencia del futuro hacia el que nos encaminamos, pero, por el otro, un canto a la compasión y a la solidaridad, capacidades que nunca desaparecerán de la especie humana. Por desgracia, el final puede ser interpretado como un tropiezo en ese fantástico recorrido que hace sobre las capacidades del hombre; sin embargo, si ese era el propósito de su responsable, se trata de una pequeña mácula que no ensombrece la totalidad de este magnífico largometraje.

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