Responder a la Yihad: ¿seguir la rutina o ponerse a trabajar?

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Por William Kilpatrick

Luego del atentado de la yihad con una camioneta a una bicisenda de Nueva York, los políticos y la prensa respondieron con las usuales reafirmaciones que vienen a continuación (así como la noche sigue al día).

De Blasio, el alcalde de esta ciudad afirmó, «Lo último que debemos hacer es comenzar a echar a rodar comentarios sobre [sic] toda una raza de personas o religiones». Cuomo, gobernador del estado declaró, «No los dejaremos ganar. Vamos a hacer nuestro trabajo… Vivan su vida, no les permitan cambiarnos».

Ya escuchamos todo esto antes, y luego de cada atentado terrorista también nos garantizaron que «lo sucedido no tiene nada que ver con el Islam». Hasta figuras en la Iglesia —desde el Vaticano hacia abajo— adoptaron este mantra.

La última variante en este tema fue la del comisionado adjunto de la policía de Nueva York: «Esto no es acerca del Islam, no tiene que ver con la mezquita a la que concurre». Entre tanto, los miembros de la prensa recitaban en forma mecánica de su libro de tácticas. NBC News publicó su ya conocido titular, «Los musulmanes de Estados Unidos se preparan para las represalias».

Todo lo cual parece ser una manera bastante anémica de responder a lo que es en esencia un ataque guerrillero en una guerra internacional. «Vamos a hacer nuestro trabajo». ¿Solo eso? La mayoría de la personas intuye que no resolverá el problema. «No dejen que nos cambien». ¿De verdad? Ya nos cambiaron. La ciudad de Nueva York despliega miles de oficiales de policía en eventos públicos; en París, los soldados patrullan las calles. Aun así, los ataques continúan.

La mayoría de las personas se da cuenta de que hay más calles para vigilar que soldados y policías. Asimismo, entienden que el origen del problema no se encuentra en las bicisendas del West Side o en los bulevares de Niza. Si se van a utilizar más policías, ¿por qué no hacerlo en los lugares donde se planifican los ataques?

Eso significaría enviar más oficiales a barrios con predominio musulmán, no necesariamente para patrullar las calles sino para obtener información, conseguir informantes, y visitar mezquitas y centros islámicos.

Estas medidas, no obstante, son exactamente lo que los titulares de «Los musulmanes se preparan para las represalias» intentan prevenir. Con el motivo de impedir esto, se diseñó la campaña de CAIR [Consejo de asuntos islámico estadounidenses] contra la «islamofobia» Es, también, por lo que las autoridades como el alcalde de Blasio siguen insistiendo con el tema de que lo peor que podemos hacer es echar a rodar comentarios sobre toda una «raza» o «religión».

De hecho, el Departamento de Policía de Nueva York tenía en verdad un programa muy efectivo para monitorear la comunidad musulmana hasta que de Blasio lo canceló para apaciguar a diferentes grupos islamistas de presión. Ese proyecto incluía vigilancia de la mezquita en Nueva Jersey a la que el atacante, Sayfullo Saipov, asistía.

Esta es la mezquita a la que el comisionado adjunto de policía se refería cuando dijo, «no tiene que ver con la mezquita a la que él concurre». Sin embargo, de acuerdo con Bill McGroarty, detective del departamento de policía de Nueva York (NYPD, por sus siglas en inglés) quien trabajó en la investigación, más de veinte hombres en la mezquita de Saipov fueron radicalizados.

Para las personas comunes, los programas de monitoreo cancelados por el NYPD tenían mucho sentido: si se desea atrapar a los terroristas antes de que ataquen, se va a los lugares en donde viven ellos y otros en potencia, y se comienza a hacer preguntas.

En una entrevista con Tucker Carlson, el exagente del servicio secreto Dan Bongino señaló que así es como las autoridades desarticularon a la mafia. La policía y el FBI consiguieron informantes en la —¡oh sorpresa!— comunidad ítalo-estadounidense. Lograron infiltrarse en las organizaciones de la mafia y no dudaron en sacudir algunos árboles.

¿Bongino? ¿No es un nombre italiano? ¿No debería haberse enfurecido frente a este intento de ensuciar a toda una nacionalidad? ¿No debería haberse unido, por el contrario, a la campaña en contra de la «italofobia»?

Afortunadamente, los ítalo-estadounidenses no lo veían de esa manera. La mayoría no tomaba a la vigilancia de la mafia como un signo de que Estados Unidos era anti-Italia; estaban felices de liberarse de su control.

Bongino recomienda un enfoque similar para deshacerse de los extremistas en las comunidades musulmanas. Por supuesto, ya sabemos cómo algunos van a responder. Aquellos que teman ser rotulados de «islamofóbicos» más de lo que temen al terror islámico darán un paso atrás de solo pensarlo; y asegurarán que incrementar el monitoreo ofenderá a los musulmanes moderados y hasta quizás los empuje al bando radical.

No obstante, si la gran mayoría de musulmanes son como los primeros, como tan a menudo se afirma, ¿no se alegrarán de cooperar con la policía para exponer al puñado de extremistas que les da mala fama a la comunidad? Si los musulmanes estadounidenses son tan patriotas como los ítalo estadounidenses, ¿no se sentirán felices de hacer su parte para limpiar el buen nombre del Islam?

Asimismo, si algunos no están muy seguros de su lealtad, ¿la policía y el fiscal de distrito no deberían presionar de alguna manera, como de vez en cuando sin duda lo tuvieron que hacer en la comunidad ítalo estadounidense?

No es que los miembros de la colectividad musulmana no estén bajo presión ya. Los imanes y otros líderes religiosos la ejercen a muchos para que primero ofrezcan su lealtad a la ummah. Otros tantos también se encuentran presionados por sus familias. Los grupos como CAIR, ISNA, y la Muslim American Society también la aplican para colocar al Islam por sobre cualquier otra lealtad. Algunas secciones de CAIR llegaron a recomendar a los musulmanes que no cooperaran con el FBI.

Si las presiones y los incentivos solo vienen de un lado, el resultado es predecible. A menos que haya respuesta a esa presión, la influencia moderada se debilitará y la colectividad musulmana caerá más y más en la influencia de la clase musulmana más radical. Al final, sus comunidades terminarán como algunas áreas de Francia y Bélgica, lugares donde la policía teme ir y donde la versión islámica del código de omertà tiene a todos bajo control.

Los musulmanes realmente moderados querrán evitar ese destino. Merecen toda la ayuda para resistirlo, aun si significa poner a algunos de sus autoproclamados representantes bajo la lupa.

Acerca del autor:

William Kilpatrick es el autor de Christianity, Islam and Atheism: The Struggle for the Soul of the West, y un nuevo libro, The Politically Incorrect Guide to Jihad. Para más información sobre su trabajo y escritos, viste su sitio web The Turning Point Project.

Comentarios
1 comentarios en “Responder a la Yihad: ¿seguir la rutina o ponerse a trabajar?
  1. El Islam ofrece unas convicciones y está tan convencido de ellas que hasta las quiere imponer, incluso con la violencia, en la seguridad que hace un bien a la humanidad; el pensamiento único sólo ofrece el gender, que nos degrada al rango de animales, no sólo a las mujeres, como en el Islam ; el catolicismo líquido de la misericorditis no ofrece ya prácticamente nada, sólo blandenguería y sentimentalismo barato. El futuro es del Islam, salvo que prevalezca el catolicismo de verdad, bastante adormecido y narcotizado. ¡ Católicos, es hora de despertar y despedir a la misericortitis aguda !

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