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La castidad: El mensaje crucial de una canonización

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Por el Padre Mark A. Pilon

A mi modo de ver, el evento más importante que se producirá durante el Sínodo del 2015 sobre el Matrimonio y la Familia, será uno en el que los obispos participantes no se involucrarán ni tampoco votarán. De hecho, creo que la decisión más inspiradora que rodea todo este Sínodo, es la canonización de los padres de Santa Teresita – Zélie y Louis Martin – que se llevará a cabo este domingo.

La Iglesia siempre ha apuntado a la vida de los santos para enseñarnos las grandes verdades de nuestra fe. En este caso el ejemplo no es sólo la fidelidad de esta pareja santa, ni su gran amor conyugal, ni tampoco la duración de su unión. Todas estas cosas también pueden encontrarse fuera del cristianismo, porque el matrimonio es una institución natural.

Lo que los Martins ejemplifican, al igual que todos los santos matrimonios católicos, es el papel integral y necesario de la castidad en el matrimonio. Los verdaderos matrimonios cristianos son castos, y los matrimonios castos, son siempre santos.

La santidad de la vocación matrimonial dentro del sacramento del matrimonio, es un tema importante de este Sínodo especial, como lo fue en el Concilio Vaticano II. Lo que no está tan claro es el tema de la relación integral entre esta santidad y la castidad de la pareja casada. Sospecho que este tema se menciona a veces, pero no acapara el mismo nivel de atención como muchos otros. Sin embargo, nada será más importante para la renovación del matrimonio cristiano, que la reafirmación de la enseñanza de la Iglesia sobre la castidad en el matrimonio, y los esfuerzos prácticos, valientes y sabios, para re-evangelizar a los laicos católicos en este punto.

No me sorprende para nada que el tema de la castidad conyugal no tenga el mismo énfasis en estas discusiones como lo tuvo en el pasado. Sólo recordar el título de la gran encíclica del Papa Pío XI de 1930 sobre el matrimonio, Casti connubii “Del matrimonio casto”, que en numerosas ocasiones alaba la sabiduría de Dios contenida en esta “comunión casta y sagrada de la unión nupcial”. Los Papas Pío XII, Pablo VI, San Juan Pablo II, escribieron todos bellamente alabando la grandeza y la santidad de los matrimonios castos. Pero hoy, después de medio siglo de una radical transformación sexual de nuestras sociedades occidentales, los matrimonios castos son encontrados, o entendidos, rara vez, incluso entre los cristianos, y por desgracia, incluso entre muchos líderes de la Iglesia.

Cuando Pío XI escribió su encíclica sobre el matrimonio casto, estaba respondiendo a la revolución sexual ocurrida en la Iglesia de Inglaterra que acababa de dar la aceptación moral de la práctica de la anticoncepción en la Conferencia de Lambeth. Hoy en día podemos ver fácilmente, si tenemos ojos para ver, los efectos devastadores de la anticoncepción en el matrimonio y en la sociedad: el terrible fracaso de la fidelidad conyugal, la ruptura del amor conyugal que conduce al divorcio y el trágico suicidio demográfico de casi todos los países occidentales que han adoptado la anticoncepción como una forma de vida tanto dentro como fuera del matrimonio.

Gran parte de esta devastación fue presagiada por el Papa Pío XI y fue actualizada tanto por el Papa Pablo VI como por San Juan Pablo II. Lo que ellos profundamente entendían era la íntima conexión entre el estilo de vida con anticonceptivos y la destrucción de la castidad en el matrimonio. Por desgracia, esta estrecha relación no siempre es entendida por los líderes de la Iglesia. Y más lamentablemente, el valor de la castidad en sí ha sido profundamente debilitado, tanto dentro del matrimonio como en la vida de soltero.

Hace algunos años me encontré con una declaración editorial de 1931, del editor del Washington Post, un laico metodista, que entendió esta conexión en detalle tan bien como lo hizo el Papa Pío XI. Este laico perspicaz concluyó que la decisión de las principales confesiones protestantes para aprobar la anticoncepción, produciría un desastre moral y espiritual: “Llevado a su conclusión lógica, el informe de la comisión, si se lleva a cabo, sería la sentencia de muerte del matrimonio como una institución sagrada mediante el establecimiento de prácticas degradantes que estimularían la inmoralidad indiscriminada”. También comprendió que la anticoncepción destruiría todo lo santo de la vocación matrimonial, y el mundo conduciría inevitablemente a una inmoralidad indiscriminada, sin castidad, tanto dentro como fuera del matrimonio. Él tenía razón, al igual que los Papas, fue un profético primer acuerdo ecuménico.

Me hace sospechar que la mayoría de los asistentes del Sínodo, con excepción de algunos obispos honestos y observadores laicos, le hayan prestado muy poca atención al tema de la anticoncepción en el documento final del Sínodo de 2014, como si se solo fuera un problema menor que afecta al matrimonio cristiano. Sin embargo, todas las encuestas religiosas nos dicen que una gran mayoría de católicos en gran parte de los países occidentales, han rechazado la enseñanza constante de la Iglesia sobre la inmoralidad de la anticoncepción. Eso significa que la falta de castidad se ha convertido en una característica dominante del matrimonio cristiano contemporáneo. Entonces surge una pregunta, ¿cómo puede este Sínodo esperar hacer un impacto real sobre la renovación del matrimonio cristiano y la vida familiar, si se niega a reconocer la importancia central de la castidad en el matrimonio y el impacto de la práctica anticonceptiva en la virtud conyugal?

El hecho de que un solo matrimonio, la sagrada unión de Zélie y Louis Martin, hayan podido producir tres santos – y tantas vocaciones a la castidad virginal – no es ajeno a la práctica de las virtudes heroicas de la castidad de los padres. Esto ha sido a menudo la historia de matrimonios santos en la historia de la Iglesia. Si el matrimonio está en problemas hoy en la Iglesia Católica, y si las vocaciones a la vida religiosa y el sacerdocio también tienen dificultades, sin duda la crisis de la castidad conyugal es la raíz de este problema. Sospecho que si usted realizara una encuesta a todos los Papas desde San Pedro, estarían de acuerdo con esta afirmación. Esperemos que estas canonizaciones también tengan algún impacto en las deliberaciones finales del Sínodo. Es casi seguro que tendrán un impacto en la vida de la Iglesia. Por eso, gracias Papa Francisco.

Acerca del autor:

El Padre Mark A. Pilon, un sacerdote de la Diócesis de Arlington, Virginia, recibió un doctorado en Sagrada Teología por la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Él es ex Presidente de Teología Sistemática del Seminario del ‘Mount St. Mary Seminary’; ex editor colaborador de la revista ‘Triumph’, y un jubilado y profesor visitante de la Escuela de Graduados de la Cristiandad de la Universidad de Notre Dame. Él escribe regularmente en littlemoretracts.wordpress.com

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  1. La castidad reside en llevar a la práctica el principio fundamental de la Ley Natural para formar una familia: Sexo y reproducción forman una unidad indivisible. Esta ley está inscrita en lo mas profundo de la vida por el Espíritu Santo. Su alteración produce nefastas consecuencias sicosomaticas.

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