La ascensión de Cristo por Tintoretto

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Por James Patrick Reid

El gran arte religioso manifiesta la verdad y la mismísima persona de Jesucristo por medio de las diferentes maneras en los que procesa, incorpora y re-presenta a los elementos de las Escrituras. Se forma en el artista por un proceso constante de lectio divina (lectura meditativa de la Biblia), la oración y la inmersión en la liturgia (la Sagrada Eucaristía y el Oficio Divino). El artista religioso nos comparte los frutos de la contemplación a través de los detalles de su trabajo.

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Tintoretto (1519-1594) es uno de los más grandes predicadores con el pincel. En la celebración de hoy —jueves de Ascensión (con cambio de fecha a la celebración dominical en gran parte de Estados Unidos)— vale la pena explorar su cuadro Ascensión de Cristo (en la Scuola Grande de San Rocco en Venecia), nos conduce a través de de una sinfonía de alusiones bíblicas para contemplar la plenitud del misterio pascual.

Una verdad acerca del arte muchas veces pasada por alto es que una buena pintura, como la liturgia y la espiritualidad cristiana en su conjunto, se experimenta de manera corporal. No solo la miramos desde afuera; si la apreciamos en forma correcta nos emocionamos por medio suyo. La mayoría de los cuadros están diseñados para ser examinados desde el borde inferior, cerca de una de las esquinas. En este caso, la escena se nos presenta con el primer plano del apóstol que sostiene un gran libro abierto; evidentemente estuvo reflexionando acerca de las Escrituras.

La forma en que su cuerpo está girado, su cabeza inclinada y la secuencia de planos y volúmenes iluminados y con sombra (desde el libro, a la rodilla, a la otra pierna, al río) todos dirigen nuestra mirada hacia el paisaje desierto donde los apóstoles deambulaban y ahora están reunidos. Junto con el apóstol en primer plano, debemos mirar esta escena desde la perspectiva del que está leyendo el Libro.

Los escritores del Nuevo Testamento, y Cristo mismo, encuadran cada situación en términos de la historia de salvación que comenzó en las Escrituras hebreas, sin las cuales no podemos comprender los actos de Jesús. El éxodo es el acontecimiento fundamental del Antiguo Testamento, la partida de los judíos de la cautividad en Egipto y su viaje a la Tierra Prometida.

Los apóstoles en el lienzo de Tintoretto nos recuerdan a las doce tribus de Israel errando en el desierto. Llegan a una ribera, Cristo asciende por encima de ellos y, a la vez, cruza el río moviéndose de derecha a izquierda.

Esta representación, con Cristo girando a medida que asciende, muestra varios reflejos bien definidos del relato en el Libro de los Reyes del transitus del profeta Elías. Este cruzó el Jordán dividiendo las aguas, de la misma manera en que lo hizo Moisés cuando guió a los israelitas fuera de Egipto, y como lo hizo Josué cuando los condujo a la Tierra Prometida. Luego, Elías fue arrastrado por un torbellino. Ahora Jesús, el Señor, cumple lo que Él Mismo había anunciado por medio de Moisés y de su homónimo Josué, al liberar a Su gente de la esclavitud y llevarla al paraíso.

En contraste con el paisaje algo árido en la parte inferior, a medida que Cristo asciende, es rodeado por una explosión de vegetación de la Tierra Prometida, ramas de palmera y laurel que portan los ángeles, emblemas de su pasión victoriosa. San Lucas llama un «éxodo» al sufrimiento y muerte de Jesús, y la pintura de Tintoretto brinda abundante testimonio del significado que esta palabra específica e inspirada nos abre.

La ascensión de Cristo completa su propio éxodo. No obstante, la implicación también es clara: donde vaya debemos seguirlo. Él es el «primero de los frutos» y en su persona nuestra naturaleza, incluido nuestro cuerpo, queda comprendida. El Cristo que aquí vemos ascender es completamente corpóreo.

Sorprende que el Cristo de Tintoretto esté arrodillado mientras cruza el Jordán. Esta característica inusual nos brinda otra lección más aun. Cristo realiza todo el éxodo en obediencia al Padre, por lo cual su sufrimiento y muerte nos salvaron.  Siempre fue, y en todo, obediente por completo al Padre. Hasta en Su maravillosa Ascensión se mantiene en una postura de respeto. Asimismo, nosotros también debemos seguir a Cristo y esforzarnos para obedecer totalmente a Dios, aun a expensas de nuestras vidas. Tarde o temprano todos debemos morir.

Además, los cristianos ya llegamos a esta ribera y morimos y resucitamos con Cristo en el bautismo; ya estamos del otro lado con Cristo en Su reino dado que estamos en Él y Él está ahí.

Sin embargo, todavía estamos viajando en el desierto. Los apóstoles en el cuadro nos muestran lo que podemos hacer para recibir fortaleza en el camino: unir nuestras manos o cruzarlas sobre nuestro pecho en plegaria; caer de rodillas ante el altar (del cual hay una versión rústica aun aquí en el desierto); ser partícipe del sacramento en el cual Cristo permanece en forma corpórea con nosotros aunque Su cuerpo también esté en el cielo; y meditar continuamente acerca de las Sagradas Escrituras, ya que en ellas encontramos a Cristo y Él nos habla.

Acerca del autor:

James Patrick Reid es pintor y profesor especializado en la convergencia del arte y la teología. Vive en la ciudad de Nueva York donde ha dado clases en The Art Students League y en la New York Academy. Escribe con regularidad en SacredPaintings.org.

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