Por David F. Forte
Mientras la sociedad estadounidense sigue hundiéndose en el fango del solipsismo y el nominalismo, es la Iglesia, y quizá sólo la Iglesia, la que puede proclamar y defender las cosas que son permanentes, irreductiblemente reales y radicalmente buenas. Tal es la valiente y verdadera directiva sobre el tratamiento de las cuestiones «trans» emitida recientemente por Edward C. Malesic, obispo de Cleveland.
Cuidando de su rebaño con claridad moral, el obispo Malesic ha ordenado a «todas las oficinas, parroquias, escuelas parroquiales y escuelas diocesanas de la diócesis católica de Cleveland, así como a sus empleados, personal, voluntarios, estudiantes y jóvenes que participan en la formación en la fe parroquial o institucional» que afirmen el sexo biológico de todas las personas bajo el cuidado o empleo de la Iglesia.
La directiva del obispo parte de los primeros principios:
Nuestros cuerpos, creados masculino y femenino, son parte del diseño intencional de Dios en la creación y, por lo tanto, están imbuidos de significado y propósito. Como administradores de estos dones, estamos llamados a aceptar, amar y cuidar nuestros cuerpos tal como fueron creados.
En muchos lugares de los Estados Unidos, los profesores y las instituciones educativas alientan o incluso permiten a los estudiantes con problemas renunciar a su sexualidad divinamente creada por una «identidad de género» propia, incluso a costa de mutilar sus cuerpos para construir un facsímil de un sexo diferente. Su compromiso con esta ficción a menudo considera a los padres como enemigos potenciales a los que hay que mantener en la oscuridad.
Pero no, para este obispo, en la diócesis de Cleveland. Si un alumno experimenta disforia de género, se informará a los padres «con razonable prontitud». A sabiendas de que los profesores pueden eludir esa obligación alegando que el alumno se enfrenta a abusos paternos por tal revelación, la directiva establece criterios claros.
En primer lugar, las pruebas del posible maltrato deben ser «convincentes». En segundo lugar, aunque el profesor afirme que puede haber abuso, no puede por sí solo ocultar información a los padres, sino que primero debe consultar «con la Oficina Jurídica de la Diócesis y con el teólogo moral designado por el Obispo.» Además, la directiva rechaza la afirmación de que un padre que se niegue a utilizar los «pronombres preferidos» esté cometiendo un abuso.
También prohíbe explícitamente el uso de «pronombres preferidos» distintos del sexo biológico del menor. Tampoco pueden permitirse apodos equívocos. «Joe» no puede ser «Josie». Los baños y los programas deportivos deben diferenciarse exclusivamente por sexo biológico (con la posible excepción de permitir que las mujeres biológicas compitan en deportes masculinos).
Todos deben vestir de forma adecuada a su sexo biológico, ni se puede asistir a un baile o fiesta escolar o parroquial con una persona del mismo sexo (podrían permitirse amigos platónicos). Todos los expedientes escolares deben designar al menor por su sexo biológico sin alteraciones.
Ryan Anderson, presidente del Ethics and Public Policy Center (Centro de Ética y Políticas Públicas), ha descrito toda la gama de perjuicios que el movimiento transgénero ocasiona tanto a las personas como a las instituciones. Entre ellos, la pérdida de privacidad y seguridad, la coacción institucionalizada sobre los niños, la corrupción de la profesión médica, la desestructuración de la familia, la negación de la virtud de la modestia y un programa ideológico que no admite disidencias.
En cambio, la diócesis de Cleveland, basándose en el depósito de la fe, elige a Dios por sobre mammón. Erige una infraestructura moral de protección del menor. Inflexible, la directiva afirma:
Ninguna persona puede participar en las llamadas transiciones sociales, cirugías o tratamientos médicos que buscan la «transición» de la persona a un sexo o género incompatible con su sexo biológico dado por Dios. Esto incluye, pero no se limita a, bloqueadores de la pubertad prescritos o tomados para retrasar la pubertad en aquellos diagnosticados con disforia de género, y tratamientos hormonales y quirúrgicos para «feminizar» a un hombre biológico o «masculinizar» a una mujer biológica.
Sin embargo, la disforia de género es un fenómeno real, aunque sobre todo pasajero, especialmente para los adolescentes. Tienen que ser cuidados, pero en el contexto de lo que es verdad: «Las instituciones católicas deben acompañar a las personas que experimentan disforia de género y comprometerse tanto a proporcionar un entorno afectuoso como a defender la verdad de la realidad creada por Dios. Como enseña el Catecismo, las personas que experimentan estas percepciones o sentimientos deben ser aceptadas con respeto, compasión y sensibilidad, y debe evitarse todo signo de discriminación injusta a su respecto.»
Hoy en día es frecuente ver iglesias de diversas confesiones con un cartel en la fachada: «Todos son bienvenidos». Muchas iglesias, incluidas parroquias Católicas, tienen un servicio de atención a los LGBTQ. El obispo hace una advertencia crucial. «Todos son bienvenidos, en el entendimiento de que al aceptar voluntariamente la invitación a formar parte de una comunidad Católica, la persona acepta también la responsabilidad de esforzarse por hacer el bien y evitar lo que no lo es, de acuerdo con las enseñanzas morales Católicas».
La ideología victimista no puede prevalecer sobre esas obligaciones morales. Tampoco se puede afirmar mediante símbolos lo que es manifiestamente contrario a esas enseñanzas morales Católicas. En una declaración que ya ha despertado la oposición de los defensores de los derechos de los homosexuales, la directiva declara: «Ninguna persona [bajo la jurisdicción de la Diócesis] puede defender o celebrar públicamente la orientación o identidad sexual de forma contraria a las enseñanzas de la Iglesia Católica… Esto incluye, pero no se limita a mostrar símbolos como el arco iris del ‘orgullo LGBTQ’ o banderas del ‘orgullo LGBTQ’ u otros símbolos que puedan interpretarse como opuestos a la enseñanza de la Iglesia».
Se avecinan aguas turbulentas para este obispo. El centro LGBTQ de Cleveland ha iniciado una petición para que la diócesis «revierta» su directiva. El alcalde de Cleveland, Justin Bibb, la ha atacado como una «traición a las enseñanzas de la Iglesia». Sin duda, ha llamado la atención de Roma.
A primera vista, el obispo Malesic no resulta especialmente atractivo. Como le he visto en persona, tiene un comportamiento pastoral, pero su enfoque de lo pastoral va más allá del esfuerzo por ser simplemente «simpático», tan común en el púlpito.
Su alentadora llamada a los sacramentos, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía, está presente en casi todas las homilías. Su adhesión a la Presencia Real es palpable. Hay una seguridad en su vocación, y de esta directiva, uno puede ver que este es un pastor que se entregará por su rebaño.
Acerca del autor:
David Forte es Profesor Emérito en Cleveland State University y está en la Board of Scholars en el James Wilson Institute.