Editorial Centro Católico Multimedial. «Es la vocación de la Iglesia»

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Este domingo 23 de octubre, la Iglesia universal celebra el Domingo Mundial de las Misiones -DOMUND- , fecha especial en la cual se despierta la conciencia de los fieles católicos en torno al ser y quehacer de la Iglesia: la proclamación de la Buena Nueva por todos los rincones de la Tierra como fue el mandato de Cristo hecho por sus discípulos.

Suponemos que la expansión del cristianismo es un hecho, pero no es así. Nos impresionaría la cantidad de tierras de misión en la cual la Iglesia hace presencia en pequeñas comunidades. 1.117 diócesis consideradas de misión en 139 países del mundo. En África hay 518, seguida de Asia con 481. En América hay 72, la mayor parte vicariatos apostólicos en la región de la cuenca del Amazonas. Y en Oceanía, hay un total de 46. En Europa no quedan territorios misioneros. La India encabeza la lista con 132 territorios.

 En ellas se reparte la labor de 1.092 instituciones sociales y 72.295 instituciones educativas. La actividad misionera más fuerte está en África y Asia. También, esta jornada por las misiones está de manteles largos. Se cumplen 200 años de su fundación;  100 años de su declaración como Pontificia y la beatificación en 2022 de su fundadora, Paulina Jaricot.

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La principal fuente de ayuda de los misioneros proviene de la generosidad del pueblo de Dios aportando sus colectas para destinarse a los propósitos caritativos y de acción de la Iglesia en esas zonas. Según los datos proporcionados por el Domund 2022 de España, tres son los países con mayores aportaciones: Estados Unidos, España e Italia. El año pasado, según las cifras de las Obras Misionales Pontificio Episcopales, se recaudaron casi 64 millones de euros -equivalentes a poco más de un mil millones de pesos- siendo América y Europa los que aportan más de la mitad de esa cantidad.

 ¿Qué pasa con el dinero de los católicos al Domund? ¿Quién lo administra? Según la Conferencia Episcopal Española, cada año los responsables de las Obras Misioneras Pontificio Episcopales en el mundo se reúnen en asamblea para determinar las urgencias misioneras. Cada país es responsable de lo recaudado y, según las necesidades, es destinado a las labores, desde aportaciones para solventar gastos ordinarios, hasta la consolidación de infraestructura como hospitales, escuelas, templos o asilos.

En México esta jornada no pasa desapercibida, especialmente por la presencia de agentes organizados por las diócesis a nombre de las Obras Misionales Pontificio Episcopales del país que se presenta como un instrumento del Papa y los obispos de México, instituidas para “infundir en los católicos, desde la infancia, el sentido verdaderamente universal y misionero, y de recoger eficazmente los subsidios para bien de todas las misiones, según las necesidades de cada una”.

Se supone que esa organización concentra todos los donativos del pueblo católico mexicano que serán distribuidos, vía nunciatura apostólica, para las misiones. Lamentablemente, el resultado de colectas organizadas por el Episcopado Mexicano o instituciones como la Universidad Pontificia de México, muchas veces queda en la opacidad. El privilegio de la verdad está reservado a pocos.

 A diferencia de otras organizaciones y episcopados los cuales dan cuenta, dólar por dólar, de lo recaudado, en México, las aportaciones de los católicos permanecen cómodamente bajo el velo que nos impide saber si el destino o propósito de nuestro donativo tuvo efectiva realización conforme  los deseos y propósitos personales.

Quizá el Domund en México debe ser propicio para despertar otro tipo de actividad misionera en la Iglesia. Como bien afirma el Evangelio, “Quien es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho” y lo mejor es afianzar esta confianza por las misiones sabiendo que la Iglesia está fuera de sospechas y que los recursos de los fieles son usados de forma adecuada, no como negocio o conveniente caja que, al final, se pierden en la turbiedad que propicia la corrupción. Si la Iglesia quiere ser creíble, entonces debe ser transparente.

 

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