Editorial CCM / La candidata del oficialismo inició su carrera a la presidencia justo como en los viejos tiempos: Con la fiesta del acarreo, de la manipulación y del reconocimiento implícito de que su eventual administración irá por las vías que conducirían a México al autoritarismo militar, la demagogia, la destrucción de las instituciones para consolidar la República decadente y corrupta manipulada por los autócratas de izquierda.
Sin embargo, el inicio de las campañas no implica el deseo de una fiesta democrática, sino de la preocupación fundada de que México pueda elegir un camino que le cueste caro para retroceder más de tres décadas. Y el triunfalismo artificial de la candidata del oficialismo es opacada por constantes informes internaciones que ponen a México en el fondo de listas de países plagados de corrupción y manipulados por el imperio del crimen organizado.
En enero pasado, la organización Transparencia Internacional liberó su ranking de percepción de la corrupción en 180 países. Tras más de cinco años de supuesto gobierno transformador, los resultados resultan abrumadores. México está al fondo de la lista ocupando el lugar 126. Según el estudio, el país está peor calificado que Uruguay (73), Chile (66) y Costa Rica (55), los únicos países latinoamericanos que aprueban. Y peor evaluado que Cuba y Trinidad y Tobago (42) y Colombia (40).
Las causas son evidentes mientras el actual gobierno se empeña en sostenerlas como artífices de una transformación de instituciones. “No me vengan con eso de que la ley es la ley”, es la tapadera de corruptelas que abonan a proteger intereses de una casta política y nepotista mientras que, por cualquier medio, se impulsa de forma salvaje el desmantelamiento de cualquier institución que implique medidas de control y de equilibrio; a la par, el actual gobierno apunta a heredar al siguiente un sistema de justicia debilitado que deje a la corrupción sin controles civiles, pero bien protegidos por los militares. De hecho, poco se conoce de los manejos económicos, financieros y de la administración confiada a la casta militar que López Obrador ha creado. Desde dentro, un monstruo vestido de verde olivo comienza a desmoronar el México democrático para volver por los fueros del pasado, la de castrenses intocables en la vida política, económica y social.
Y esta corrupción también apunta a la opacidad como la mejor herramienta que oculte las tropelías y estafas de un gobierno rapaz, voraz, manipulador e indecente. Mientras usa el discurso de la honestidad y pañuelitos blancos como el mejor de sus antídotos, el veneno que lo corroe le inmuniza para crear un estado normalizador de la corrupción institucional. Los hijos se hacen millonarios con contratos de gobierno; los amigos, lo mejores compadres por los negocios turbios; el cash para evadir la rendición de cuentas y comprar voluntades. Como un político dijo: “En los sobres amarillos no cabe tanto dinero, se deben ocupar maletas completas…” Así es este sistema inmoral e hipócrita.
Por eso, la candidata del oficialismo tuvo un lapsus en su discurso triunfal de inauguración de campaña. Un lapsus que le puede costar muy caro, pero demuestra la calaña de la que está hecha. No hay otra cosa para el futuro de México. Para ella, la única vía es el “camino de la corrupci…transformación”
