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La Iglesia SJ del Papa Francisco, ¿un Vaticano III?, el autocanivalismo de occidente; dogmas, modas y el papa ‘pro tempore’.

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Ayer , por fin,  hemos visto la plaza dignamente llena de fieles con motivo de centenario del nacimiento de Luigi Giussani fundador de Comunión y Liberación. “No faltaron graves problemas, divisiones y ciertamente también un empobrecimiento ante un movimiento eclesial tan importante como Comunión y Liberación, del que la Iglesia y yo mismo esperamos más, mucho más”. Se ha intentado por todos los medios dar una imagen de ‘plaza llena’ por parte de un movimiento que lo ha sido todo en Italia y parece que ya no es así. Muchos claros, y el Papa Francisco recordando que están intervenidos y que veremos: «los períodos de transición no son nada fáciles, cuando el padre fundador ya no está físicamente presente. Muchas fundaciones católicas han experimentado esto a lo largo de la historia. Hay que agradecer al padre Julián Carrón su servicio al frente del movimiento durante este período y haber mantenido firme el timón de la comunión con el pontificado”.

El Papa Francisco está provocando un terremoto en muchas nuevas fundaciones, es evidente que no le gustan mucho y en los sacros palacios se habla de quererlas ‘jesuitizar’:  «Unidad con quienes y quienes dirigen el movimiento, unidad con los pastores, unidad en el seguimiento riguroso de las indicaciones del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y unidad con el Papa, que es servidor de la comunión en la verdad y en la caridad. No malgastes tu precioso tiempo en charlas, timidez y oposición».

Traemos una reflexión recordando la propuesta de Martini de un Vaticano III que parece que gusta en la actual administración del Vaticano, lo vemos en L’Osservatore Romano, 13 de octubre de 2022 , titulado: «¿Un Concilio Vaticano III? Una pregunta abierta». «Se trata de situarnos en un lugar de frontera, donde los estímulos recibidos de la riqueza de la asamblea conciliar, en lugar de encerrarnos en la tranquilidad de una meta alcanzada, nos empujen a nuevas preguntas e incesantes investigaciones.(…) Nos preguntamos, por tanto: ¿es suficiente para nosotros lo que dijo, escribió y puso en práctica el Concilio Vaticano II, o es hora de esperar un Concilio Vaticano III?».

Martini se refiere a temas concretos y específicos: «Pienso en la escasez ya dramática de ministros ordenados en algunos lugares y en la dificultad creciente para un obispo de proveer a la cura de almas en su territorio con un número suficiente de ministros del Evangelio y de la Eucaristía; a algunas cuestiones relativas a la posición de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, la participación de los laicos en determinadas responsabilidades ministeriales, la sexualidad, la disciplina del matrimonio, la práctica penitencial, las relaciones con las Iglesias ortodoxas hermanas y, más en general, la necesidad de reavivar la esperanza ecuménica; a la relación entre democracia y valores y entre leyes civiles y ley moral».

Recordemos que el Papa Francisco en sus encuentros con Jesuitas: «Hay ideas, comportamientos que surgen de un restauracionismo que, al final, no aceptó el Concilio. El problema es precisamente este: que en algunos contextos el Concilio aún no ha sido aceptado. También es cierto que se necesita un siglo para que un consejo eche raíces. ¡Todavía tenemos cuarenta años para que eche raíces, entonces!”. «La pregunta queda abierta y nos entrega al discernimiento, en la forma sinodal de ser Iglesia en la que todavía estamos llamados a caminar, cuestionarnos y, sobre todo, escucharnos unos a otros».

Cerca de 200 estudiantes de la Universidad «La Sapienza» participaron, en la sede «Marco Polo» de la Facultad de Letras, en un seminario sobre la Declaración de Abu Dabi, firmada el 4 de febrero de 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmed Al-Tayeb. Recordemos que fue esta universidad la que no dejo entrar a Benedicto XVI, hoy son otros tiempos y se defienden otras cosas mucho más en línea con los objetivos 2030, ya tenemos puertas abiertas y dineros públicos a cambio de una traición, la universidad defiende lo mismo. «El Documento para la Fraternidad Humana reúne a cristianos y musulmanes después de un camino que está en continuidad con sus propios textos sagrados y tradiciones, para que ambos converjan en los temas de la paz y la convivencia común, a través de la libertad religiosa, la ciudadanía y, de hecho, la fraternidad».

Seguimos con noticias sobre el nuevo presidente de la Cámara italiano y sus ‘aficciones’ ultracatólicas, entre sus muchos pecados está en ser amigo de los cardenales estadounidenses cercanos a Donald Trump, y de rezar ’50 avemarías’ a diario, es decir, el rosario.

En la London Gallery  dos idiotas arrojan una sopa de naranja en un tarro sobre los Girasoles de Van Gogh, es el gesto simbólico: odiar el arte occidental, el genio,  el momento sublime que queda, que habla de una cultura. El cambio climático es ya considerado una nueva religión y todos tenemos que manchar simbólicamente obras maestras «para salvar el planeta».  Occidente ha entrado en un proceso de  autocanibalismo. Los bien pagados “activistas climáticos” paralizan carreteras y requisan museos al grito de “¡ya no hay tiempo!”, “Última generación”, “¡No me quiero morir!”.  En la década de 1960 el planeta se estaba congelando, estábamos frente a una gran glaciación. No se congeló y pasamos al calentamiento global, «el planeta hierve a fuego lento, no hay más tiempo». Un mundo irracional, lleno de frikis del terrorismo medioambiental,  «activistas climáticos», «activistas medioambientales lbgtqi». Adolescentes perpetuos y no binarios, ociosos e ineptos, pero con suficientes fondos para vivir la vida de los distraídos y  mantenidos, para no tener que trabajar. Lo que no entra en cabeza humana es que hace el Papa Francisco y los chicos del Vaticano metidos con todo esto.

Stilum Curiali nos ofrece un interesante artículo de Nicola Bux: «La Iglesia es como una madre, no podríamos repudiar su pertenencia, aunque cayera en una condición miserable». «Como es bien sabido, el depósito de la fe contenido en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles a toda la Iglesia (CIC 84). El oficio de interpretar,  de enseñar solo lo que ha sido transmitido por los Apóstoles, lo ejerce únicamente el Magisterio, constituido por los obispos en comunión con el Papa: el cual no está por encima de la Palabra de Dios, al contrario, «él la escucha piadosamente, la guarda santa y la expone fielmente” (Dei Verbum 10). Solo los dogmas requieren la adhesión irrevocable de la fe, no así el Magisterio ordinario y sus diversos grados».

San Gregorio Magno se enfrenta así, en su tiempo, a la ineptitud de los pastores:  «hay gente que quiere escuchar la buena palabra, pero no hay predicadores. He aquí que el mundo está lleno de sacerdotes, y sin embargo, rara vez se encuentran los que trabajan en la mies del Señor; …Pero sabemos con toda certeza que el silencio del pastor a veces daña él mismo, y siempre los fieles sometidos a él.  Abandonamos el ministerio de la predicación y somos llamados obispos, pero tenemos el título honorífico y no las cualidades. Los que nos han sido confiados abandonan a Dios y nosotros callamos. Mienten en sus pecados y no nos acercamos a ellos para corregirlos. Pero ¿cómo nos será posible enmendar la vida de los demás si descuidamos la nuestra?”.

El pueblo medieval, como Dante, sabía muy bien que cada uno debe salvar su propia alma, y ​​por eso distinguían en el Papa como «dos cuerpos»: la persona pecadora del oficio que es sagrado. Por eso, en Amoris laetitia, los cuatro cardenales utilizaron el instrumento de la Dubia, porque es respetuoso de la autoridad pontificia y con el papa ‘pro tempore’. Incluso si no han recibido una respuesta, las preguntas permanecen, y alguien tendrá que responder antes o después, no debemos tener prisa por separar el trigo de la cizaña, incluso en la Iglesia.

«…cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Buen lectura.

 

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