Ayer calificábamos lo que estamos viviendo en los sacros palacios con el final desesperado de un pontificado. El Papa Francisco ha cumplido 85 años, con aparente vitalidad, ya son 85, las cosas muy lejos no pueden ir y él lo sabe. Al inicio de su pontificado tenía claro que no había mucho tiempo para implantar las prioridades para las que había sido elegido, el objetivo no es solo realizar cambios sustanciales, sino hacerlo con guante blanco y de forma irreversible. El tiempo se termina y las prisas se notan. Los seres humanos somos inevitablemente hijos de nuestro tiempo y nos falta la necesaria distancia para valorar y juzgar lo que está sucediendo con una sola excepción, los santos, que son capaces de ver las cosas con los ojos de Dios. Lo nuestro es la vulgaridad de la vida diaria sin olvidar que Dios tiene sus planes y que tenemos que tener la humildad de reconocer que nunca deja de su mano la marcha de la historia.
La Congregación para el Culto Divino sobre la aplicación de Traditionis custodes son «apocalípticos», ya no es posible seguir engañándose de que no hay ataque. Es evidente que el Papa Francisco quiere erradicar y acabar con la liturgia tradicional, se propone romper la vida litúrgica de los fieles e incluso de las comunidades ex Ecclesia Dei. La supervivencia temporal se concede con el único fin de reeducarlos.
Todo se mueve en argumentos pueriles e inconsistentes con el pretexto de una mentalidad «anticonciliar» generalizada. Este proceso del Papa Francisco tiene una característica que puede terminar con el de malas maneras y es la cadena de chapuzas que lo lleva al ridículo universal. La Traditiones Custodes es un documento, como todo este pontificado, confuso y caótico, nada que ver con lo que estábamos acostumbrados. Su aplicación estaba quedando en la nada, no se puede poner en el mismo nivel los argumentos del Benedicto XVI y los actuales. Un documento de gobierno no lo es solamente por llevar un membrete y una firma, lo es por su contenido y mucho más en una institución como la iglesia que debe buscar la conversión y nunca la imposición, conversiones a estas alturas ya no se esperan, solo queda imponer a golpe de decreto.
Para no tocar el desastroso texto y no reconocer la chapuza se han inventado la forma de respuesta a unos dubia inexistentes. Los dubitativos no sabemos cuentos son, o si son, tanto mas cuando tenemos dubias, firmados, serios y nunca contestados. Pretender reafirmar la bondad e irreversibilidad de la «única expresión de la lex orandi», de la liturgia reformada, deseada por los padres conciliares, sin nunca jamás cuestionar la aplicación concreta de esta reforma. Se evita toda referencia a la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, no pensar en evaluar si después de 50 años las iglesias se han llenado o vaciado. Sin duda que es «triste que es ver cómo el vínculo más profundo de unidad se convierte en motivo de división», pero ¿quién ha fomentado esta división? ¿Los fieles que en la liturgia antigua han descubierto un alimento espiritual mayor que la media de las celebraciones parroquiales cuya mediocridad está a la vista de cualquiera? ¿O una cierta jerarquía que se enfurece contra una liturgia llena de espiritualidad, que tiene el único defecto de ser «preconciliar»? Un Papa Francisco que se vende como abierto a todo y a todos, está siempre dispuesto a destrozar todo lo que desprenda un olor a Tradición, dando una patada a esos fieles a los que desprecia , nunca los toma en consideración y los etiqueta a priori como » rígidos » y » pelagianos «.
Tenemos muchos artículos sobre el argumento, no todos los citamos, pero recomendamos el publicado por The Wanderer que, como siempre, no ayuda con su argentinidad a entender la caótica situación en la que estamos. Se centra en la iglesia sinodal y la revolución de la ternura: «La sinodalidad, nos explica el Papa Francisco, exige que la Iglesia escuche a todos los hombres, e insiste en el “todos”, sin ningún tipo de excepción. Pero los hechos, que son más elocuentes que las palabras, nos dicen que hay un “colectivo” que no debe ser escuchado sino que más bien, debe ser masacrado: es el “colectivo” de los católicos tradicionalistas». «La situación de hoy es, por cierto, mucho peor a la de hace un año. Pero es mucho mejor a la que tuvimos durante décadas bajo los pontificados de Pablo VI y Juan Pablo II. Conviene tenerlo en cuenta». «El movimiento tradicionalista es demasiado numeroso para ser dispersado a fuerza de documentos…». «La pax liturgica que había alcanzado el Papa Benedicto ha sido rota, y habrá guerra. Y la guerra provoca daños, graves en muchos casos, y ningún obispo con fe católica querrá guerras cruentas en sus diócesis».
El periódico anticatólico español «El País» ha entregado un informe detallado de 385 páginas sobre los presuntos abusos tras una investigación periodística de tres años. Entregado directamente al Papa Francisco por el corresponsal en Roma de El País, el pasado 2 de diciembre. Los obispos españoles desconocen cuántos casos se han producido aunque hablan de «muy pocos» episodios. La Conferencia Episcopal ya ha anunciado que no tiene intención de abrir una investigación general sino que se limitará a pedir a las víctimas que acudan a sus oficinas de atención, que fueron abiertas hace un año, sin embargo, aseguró que apenas se han registrado quejas hasta ahora. El País informa que ya recibió más de 600 mensajes en el buzón que se activó para recoger testimonios al inicio de la investigación hace tres años. Los abusos afectan a 31 órdenes religiosas y a tantas diócesis y los casos son inéditos, con la excepción de 13 ya publicados. Esperemos que no entremos en otro nebuloso y estadístico informe Sauve que naca aclara. Los responsables de estos abominables crímenes, y sus cómplices y encubridores, deben pagar por ello, pero aquí estamos entrando en una especie de causa general contra la iglesia que no tiene ningún sentido. Mucho nos tememos que, o los obispos españoles se espabilan y salen de su ‘dolce far niente’, o van a terminar como los chilenos.
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Buena lectura.
Lo peor de la completa ruptura de la pax liturgica con la inválida e ilícita Traditionis custodes y sus dubia, sino el cambio de la fórmula de consagración, lo que implicaría el cisma irreversible de la Iglesia Católica.
Puede acontecer ello si, por ejemplo, se cambia la fórmula de consagración, como por ejemplo:
– Tomad y comed todos de él, porque esto es mi alimento…
– Tomad y bebed todos de él, porque esto es el cáliz de mi bebida, bebida de la Alianza nueva y eterna…
En este ejemplo, que puede parecer imposible ahora, significaría el cumplimiento de la Abominación de la Desolación de Daniel, o el Anticristo del Apocalipsis.
Hasta ahora, en la Iglesia Católica está orientada hacia este posible fin, y que afectaría a la Latina y Oriental, como demuestra el intento de prohibir la misa del Canon Romano de hace 1600 años con Traditionis custodes y sus dubia, con la entrada de las mujeres en el lavatorio de pies de Jueves Santo, o la institución del acolitado y lectorado, o el estudio del diaconado femenino.