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El juicio de los hombre y el juicio de Dios. Viganò ataca de nuevo, los últimos tiempos.

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Estamos en vísperas del encuentro Viganò y Viganò se hace presente de nuevo. Es indudable que la reunión de finales de febrero es el efecto del primer testimonio Viganò, efecto tardío, pero efecto al fin. Hoy se hace público un texto con un tono distinto de los anteriores y que va en la única dirección de pedir a McCarrick que ida perdón públicamente por el bien de su alma y el de la iglesia. Podemos definir este comunicado como de una gran altura de miras.

En 1535, el papa Pablo III encargó a Miguel Ángel, el más grande fresco jamás pintado que trataría sobre el Juicio Final y que se ubicaría en la pared del altar de la Capilla Sixtina. El tema estaba relacionado con lo que había sucedido en la Iglesia en los años precedentes: la Reforma Protestante y el saqueo de Roma. Por eso se intentaba representar a la humanidad haciendo frente a su salvación. Según algunos obispos, el fresco no correspondía a un recinto tan sagrado como la Capilla sino a una taberna. Quizás se sentían molestos ante la elocuencia brutal de Miguel Angel.

El Papa celebraba a diario la Misa mirando  la eternidad y al Juicio Final, su Juicio Final, al que todo mortal esta llamado. Es evidente que tenemos que actuar con la mirada puesta no en el juicio de los hombres sino en el juicio de Dios , que a fin de cuentas es el verdadero y definitivo.

Muchos de los protagonistas de lo que está sucediendo, y por razones puramente naturales, están cercanos a su juicio y no estaría mal que se sintieran molestos viendo el rostro, amable y misericordioso, pero infinitamente justo Cristo Juez.

La carta de hoy de Viganò a Mccarrick nos pone a todos ante la responsabilidad que tenemos ante Dios ya a valorar las cosas en su verdadera y única dimensión. El problema al que nos estamos enfrentando no es un problema de raíces morales, es un problema de fe. Creemos o no en la vida eterna y en las consecuencias de nuestras acciones o simplemente actuamos de tejas abajo con miradas profundamente humanas.

La celebración de la Misa y la oración nos pone a todos delante de la eternidad y delante de Dios y está dimensión, que queda oscurecida en la actual liturgia, no puede desaparecer porque quedaría un cristianismo mucho menos sagrado y más cercano a una taberna.Cuando nos abandonamos a nuestras pasiones, entrelazamos espinas alrededor de nuestro corazón.

Terminamos con las conocidas palabras de santo Cura de Ars que sigue siendo el patrono de todos los sacerdotes:

«El que vive en el pecado toma las costumbres y formas de las bestias. La bestia, que no tiene capacidad de razonar, sólo conoce sus
apetitos; del mismo modo, el hombre que se vuelve semejante a las bestias pierde la razón y se deja conducir por los movimientos de su’ cadáver’ (su cuerpo).
Un cristiano, creado a la imagen de Dios, redimido por la sangre de un Dios. iUn cristiano… hijo de Dios, hermano de Dios, heredero de Dios! iUn cristiano, objeto de las complacencias de tres Personas divinas! Un cristiano cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo: he aquí lo que el pecado deshonra!
El pecado es el verdugo del Buen Dios el asesino del alma…
Ofender al Buen Dios, que sólo nos ha hecho bien! Contentar al demonio que tan sólo nos hace mal ¡Qué locura!»

«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo.»

Buena lectura.

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Comentarios
1 comentarios en “El juicio de los hombre y el juicio de Dios. Viganò ataca de nuevo, los últimos tiempos.
  1. En la Biblia, dice de los viejos que acosaron a la casta Judith, de los viejos que fueron los primeros en irse aventando las piedras al suelo, cuando Cristo dijo: «El que esté libre de culpa..», y en el juicio sumario que le hicieron a Cristo , la mayoría eran viejos, en una fila de confesionario, las personas jóvenes, terminan pronto, los viejos tardamos más, nuestros pecados abundan al igual que nuestros días, aquí en la pintura magistral de Miguel Ángel, ! qué bien representa, a un hombre viejo, que se ha dedicado a sus nefastas pasiones!, Los viejos, estamos por llegar a nuestro último destino, tenemos la urgencia de lavar nuestros pecados, y pedir a Dios, que tenga misericordia de nosotros, la confesión se ha dejado de lado, y es un tesoro que tiene únicamente nuestra Santa Iglesia Católica, no la ignoremos.

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