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Se va un jesuita aceptable, llega otro que también lo parece

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García de Cortázar crea "conciencia de país" con su libro

Ha fallecido, con 79 años el jesuita García de Cortázar, excelente como vasco, español e historiador. Como religioso siempre me pareció más disimulado. Y no estoy diciendo malo, solo disimulado, aunque  eso en sí ya no sea bueno.

Pero entre lo que tanto abunda en la Compañía el fallecido era una muy positiva excepción.

Descanse en paz.

También me enteré, gracias a Soley,  que por lo menos hay otro jesuita excelente y éste nada disimulado. Ni en el atuendo ni en el SJ: el P. Bohórquez.

De quien ignoro hasta la residencia. Pero lo que sabemos es de matrícula de honor.

 

Esto es lo que él ha manifestado.
Sorprendente. De modo muy positivo.

P. Antonio Fco. Bohórquez SJ
@AFBohorquez
Ojalá gobernar con moderación no signifique dejar intactas las leyes ideológicas de la izquierda mientras arreglan la economía para que la próxima vez que la izquierda venza vaya un paso más adelante en su programa ideológico.
Comentarios
14 comentarios en “Se va un jesuita aceptable, llega otro que también lo parece
  1. El programa ideológico de la izquierda, en realidad, es también el programa ideológico del PP. O, mejor dicho, de quienes dirigen, entre bambalinas, ambos partidos. De ahí, todo.

  2. Galería de charlatanes. García de Cortázar, la sensiblería de Pero Grullo
    García de Cortázar se convirtió por un tiempo en historiador de cabecera del PP. Uno de sus rasgos fue un antifranquismo tan fiero como impostado, cabe suponer que para congraciarse con la historiografía progre, tan falsaria como matonesca, y que ha concluido en leyes soviéticas contra las libertades democráticas. Es o ha sido jesuita, orden rescatada en España por Franco, cosa que al parecer no le perdona.
    El historiador García de Cortázar cae de lleno en el enfoque falsamente sentimental de la guerra. En su presentación (‘Historia de dos odios’) de la serie sobre la Guerra Civil que va publicando El Mundo, el señor García de Cortázar achaca al franquismo el “mito” de la inevitabilidad de la guerra, lo cual ya empuja a los biempensantes de izquierda a rechazarlo. No recuerdo que los franquistas consideraran la contienda inevitable en ese estilo algo metafísico; y a Gil-Robles, autor del libro No fue posible la paz, pocos lo llamarían franquista. El planteamiento empuja a “verdades” así: para evitar la guerra, hubiera bastado con que un buen número de españoles no hubiese decidido resolver sus decepciones a cañonazos o revoluciones; hubiese bastado con que un buen número de españoles no hubiera considerado indigno convivir en la misma República y compartir el mismo país. Nadie podrá objetar al aserto, empezando por Pero Grullo. Pero en el mundo real no hubo entonces ese “buen número de españoles”, y quizá el historiador debiera preguntarse precisamente por qué.
    Y cuando, siguiendo esa vía,Cortázar concreta esas “verdades”, cae ya en la falsedad: Hubiera bastado que los conspiradores militares se hubiesen mantenido fieles al juramento de lealtad a la República. Pero si entendemos por república un sistema legal y democrático y no una invocación palabrera, el juramento carecía de valor desde las elecciones fraudulentas de febrero del 36, pues entonces aquella república dejó de existir. El régimen, muy gravemente dañado por el asalto izquierdista de octubre del 34, se derrumbó con rapidez desde dichas elecciones. Y fueron sus políticos de izquierda quienes traicionaron su juramento o promesa de guardar y hacer guardar la ley, rebelándose primero contra un Gobierno legítimo y creando o auspiciando después un violento proceso revolucionario. ¿Se puede escribir la historia olvidando o difuminando hechos tan cruciales?
    No choca menos leer: El socialista Largo Caballero y también Indalecio Prieto pensaron en 1934 que la destrucción de la democracia era irreparable si el fascista Gil Robles llegaba al poder. En absoluto. No tenían el menor interés en la democracia, y sí en una dictadura al estilo soviético. Además, los dos conocían muy bien lo que Besteiro dijo en voz alta: que no existía ningún peligro fascista. Los documentos, que he exhumado, lo prueban irrefutablemente. ¿Puede un historiador prescindir de ellos de esa forma?
    La sentimentalidad continúa: En octubre, la huelga general lanzada por los socialistas recorre Madrid y el País Vasco, asalta Barcelona (…) y en Asturias (…) estalla en insurrección popular. Los rebeldes se alzaban desde la miseria y desde el ingenuo convencimiento de una sociedad sin clases, soñando con sepultar aquella otra sociedad que ignoraba sus padecimientos. Esto es un rosario de falsedades. Los socialistas no lanzaron sólo una huelga, sino una insurrección armada, que fracasó (con muertos en 26 provincias) y triunfó por dos semanas en Asturias. Nada, tampoco, de “insurrección popular”, sino planificada por el PSOE como guerra civil. Y los mineros tenían un trabajo duro, pero eran también los obreros mejor pagados de España. Lejos de “ignorar sus padecimientos”, la sociedad mantenía con subvenciones unas minas muy poco rentables que les daban empleo. Verdadera miseria había en Extremadura o Andalucía, y allí casi nadie siguió los llamamientos a la guerra civil.
    Sigue Cortázar: Las represalias se extienden a toda España (…) Las derechas gritan que la República estaba traicionando a España, mientras la izquierda más radical identifica la insurrección de Asturias con la sublevación de Espartaco, la Comuna de París…. La realidad, hoy bien documentada, es que hubo muy pocas represalias y una amplia represión judicial, que fue la menos dura de las represiones a movimientos parecidos en el resto de Europa. Y las derechas –el grueso de ellas–, lejos de gritar lo que dice Cortázar, defendieron el orden constitucional y lo mantuvieron frente al asalto revolucionario y después. En cambio, la izquierda se glorió de su ataque a la democracia burguesa y lanzó una campaña mendaz sobre atrocidades represivas, que Cortázar acepta sin la menor crítica.
    Más retórica sensiblera: El sueño de Azaña –construir y regir una nación en la que la idea de comunidad civil superase la de la lucha de clases en el corazón de todos los españoles– no consiguió salir del gueto de una minoría ilustrada. Cabe dudar de que la mayoría de los españoles albergara la “lucha de clases” en su corazón: eran ciertos partidos quienes pugnaban por insuflar en ellos el odio “de clase”, en nombre de tal o cual mesianismo. La admiración de García de Cortázar por Azaña le impide ver lo que Azaña mismo explicó: que él estaba empeñado en un “programa de demoliciones”, especialmente contra la Iglesia, a costa de libertades como las de conciencia, asociación y expresión, y que pensaba hacer de “los gruesos batallones populares”, es decir, de los sindicatos extremistas, el instrumento de su plan. Así lo expuso en vísperas de la República, y sus actuaciones respondieron a ese designio hasta el final, si bien resultó él quien sirvió de instrumento a la revolución.
    El mismo estilo encontramos en frases como la pretensión de que Unamuno causó tristeza y horror en el mundo al apoyar a los militares alzados. En realidad causó enorme furia en los partidarios del Frente Popular (que no monopolizaban “el mundo”), y alegría en los contrarios. ¿O no existen los últimos para Cortázar?
    Por resumir y terminar: Los moderados fueron rebasados por la bullanga revolucionaria de la izquierda más exaltada y la nostalgia clerical, militarista y anacrónica de la derecha más conservadora“. El proceso revolucionario resultó muchísimo más que bullanga, y la gran mayoría de la derecha, representada en la CEDA, permaneció afecta a la legalidad hasta casi los últimos momentos del régimen, hasta constatar la inutilidad de sus presiones para que el Gobierno aplicase la ley. En cuanto a los “moderados” (Azaña y los suyos, según Cortázar), colaboraron con el proceso revolucionario ya desde 1933, cuando incurrieron en golpismo al perder las elecciones, y sobre todo cuando volvieron al poder en el 36. La abundante documentación de la izquierda, aportada en mi libro El derrumbe de la república y la guerra civil, deja el asunto bastante claro, y en todo caso a los documentos no puede oponerse una literatura sensiblera. El peligro y la conculcación de la ley vinieron sobre todo de la izquierda y los separatistas, muy secundariamente de la derecha. Equipararlos supone distorsionar de modo fundamental la visión de la época.
    Obviamente, el señor Cortázar conoce perfectamente los hechos, pero prefiere soslayarlos y refugiarse en generalidades. Y como él, bastantes otros historiadores de derechas. Sospecho que lo hacen por congraciarse con la izquierda, acaso en aras de una reconciliación que nunca llegará por la senda de la falsedad. Al final todo queda en expresión de sentimientos fáciles o en jeremiadas triviales, quejumbrosas y pretendidamente lúcidas sobre el sino de los españoles, cuando no sobre la historia y el género humano en general. En España componen todo un género literario, bastante necio y pesado con su “cainismo” y similares.
    Valga un ejemplo en Meditaciones en el desierto, un curioso libro de Gaziel saludado con alborozo por la intelectualidad progre porque se refiere al franquismo: La historia es una auténtica y espantosa tragedia. El azaroso resultado, siempre imprevisible, no de una lucha noble y claramente desproporcionada entre el bien y el mal, sino de una vil e inmunda mezcla por encima de la cual se despliegan, como espejitos para cazar alondras, las banderas más deslumbrantes y los lemas más puros, mientras por debajo corren desatados, como víboras y escorpiones, el crimen y la traición (…) Historia es pura zoología“. Perfecto. Sólo cabe una observación: quien así escribe, ¿se considera la excepción o una parte de ese truculento panorama? ¿Se cree por encima de la historia, como juez de ella, o entra en el catálogo de víboras y escorpiones? Creerse por encima suena a vanidad ridícula, y formar parte de tal “zoo” vuelve muy dudoso el juicio expresado.

    Pío Moa.

  3. Me he encontrado esta semblanza, que no habla, a mi entender, muy bien del finado.

    García de Cortázar refleja a la perfección el antifranquismo impostado y cutre del señoritismo pepero, con su radical falta de respeto a la verdad histórica y a la decencia intelectual. Era jesuita y en una de sus conferencia un oyente le preguntó: “¿Cuándo perdonarán ustedes a Franco el haberles traído de vuelta a España?” El jesuita, simplemente, no respondió y pasó a otra cosa. Pero la pregunta ponía en evidencia el significado de sus “historias”. ¡Hay que adaptarse a los tiempos, hombre!

    García era el “historiador” oficioso del PP. Queda feo en la muerte de una persona señalar lo peor de su obra, y habría preferido pasarlo en silencio. Pero el coro de ditirambos de los señoritos cutres, del ABC a Hope Aguirry, me ha obligado a dejar sentada mi opinión. Reconozco sentir más respeto por los socialistas, y sobre todo por los comunistas. Al menos creen o parecen creer en lo que dicen, mientras que estos hipocritones solo lo fingen. Ya lo dijo su pensador: “la economía lo es todo”.

    Esto lo dice Pío Moa en su blog. Yo no sabía quién era, tal vez me sonara el nombre.

    Aquí, en Galería de charlatanes: “García de Cortázar y la sensiblería de Pero Grullo”: https://www.piomoa.es/?p=16638

  4. Del Qué pasa es aquello de que “el hábito no hace al monje pero el clergyman lo deshace”. Hace años conocí a un competentísimo sacerdote que supongo ya habrá doblado su cincuentena sacerdotal que no era menos competente como profesor de derecho un una Universidad estatal. Jamás llevaba clergyman (sólo en marcados momentos de representación oficial en la Universidad). Tenía una curiosa habilidad: cuando, por ejemplo, explicaba el aborto siempre lo hacía transmitiendo la doctrina de la Iglesia pero sin citar ninguna fuente eclesiástica. Lo hacía a partir de juristas ateos famosos internacionalmente, pero siempre transmitiendo transversalmente la sana doctrina de la Iglesia. Y solía decir: cuando mis alumnos escuchen al Papa censurar el crimen del aborto pensarán que el Papa no está diciendo sino lo que afirman grandes juristas. Nunca se me ocurrió pensar que “le faltara algo a su esencia sacerdotal por no llevar la tirilla.

  5. Pues desconocía totalmente que Cortázar fuera jesuita. Varios libros tengo de él en casa. Disimulado al máximo.

    Si uno evita en un libro decir que es jesuita, mal vamos. ¿Para vender más libros?

  6. P. Antonio Fco. Bohórquez SJ
    @AFBohorquez
    Sacerdote jesuita. Graduado en
    @ICADE_Derecho
    – E1 Int. y Bach
    @TeoComillas
    . Estudiando Licencia en
    @TeoComillas
    .
    En Él solo la Esperanza, S. Ignacio de Loyola
    Madrid, Comunidad de Madrid

  7. No puedo juzgar si García de Cortázar fue un jesuita aceptable o no porque no recuerdo que él nunca se manifestara como jesuita. Yo lo conocía como historiador y para me llevé una sorpresa el día que supe que pertenecía a la Compañía de Jesús; no recuerdo haberlo oído nunca hablar de espiritualidad o de religión. Sobre su faceta como historiador, Pío Moa tiene un mal concepto de él y yo me fío mucho del criterio de D. Pío.

    Dios lo acoja en su seno.

  8. EL Padre Bohórquez estuvo destinado como maestrillo en el colegio de Villafranca de los Barros, hasta la supresión de la comunidad de ese colegio, y entre otras cosas, instauró la adoración eucarística de los jueves en la preciosa custodia donada por la fundadora del colegio y que fue requisada en la Republica por su valor, como lema al señor siempre lo mejor. alguno brotes verdes se divisan en el horizonte, la Compañía de Jesús debe desintoxicarse aun del arrupismo de los años 70 y 80, e instaurar la compañía de San Ignacio de Loyola.

  9. Otro que se fue, anteayer, fue el obispo más anciano del mundo: el canadiense Laurent Noël, emérito de Trois Rivières, uno de los pocos padres conciliares aun vivos. Le sucede como decano de edad un obispo chino de 101 años: John Bai Ningxian. En 1997 fue ordenado por un obispo clandestino del que fue auxiliar, de modo que no fue obispo residencial ni recibió título episcopal.

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