HOY ES NAVIDAD

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HOY ES NAVIDAD
El catolicismo nunca fue, es, ni debe ser triste. Ya en la Anunciación el ángel Gabriel le
dice a la Virgen: ¡Alégrate María! Y la noche de Navidad, desde el cielo se dice a los hombres
“Alégrense, les traigo una buena noticia”
.
Cerca del pesebre velaban unos pastores cuidando sus rebaños; aquí discrepo con la
homilía que escuchamos ayer, en la cual, esos dueños de ovejas aparecían como los últimos
entre los israelitas, como si fueran los indigentes de hoy o integrantes de los millones de
descastados de la India. De ninguna manera: tenían un trabajo sano, una noble tarea; como
expresa Martín Fierro, cuando evoca las doradas épocas gauchescas, su quehacer más que un
trabajo era una función.
Un hombre que toda su vida vivió en el campo, como Gustave Thibon, cuando postula
humanizar el trabajo, nos dice: hacerlo más sano, “porque hay una vida dura y difícil que es
humana: la del campesino, la del pastor, la del soldado, la del artesano” (“Diagnósticos de
fisiología social”, Nacional, Madrid, 1958, p.36) y podemos agregar, sobre todo en la
Argentina, la del educador, en sus tres niveles.
Saint-Exupéry también tiene su pastor y se llama Mohamed, quien vivía en el Sur de
Marruecos y tenía una noble tarea: era conductor de rebaños; gobernaba un pueblo de ovejas
y decidía con su prudencia, la hora de las marchas, el tiempo de las fuentes y del reposo; al
atardecer, lleno de lana hasta sus rodillas, velaba y oraba por su rebaño.
Era un hombre libre y feliz, en la medida en la cual los hombres podemos ser felices,
como nos recuerda Aristóteles. Pero un día unos árabes lo engañan, lo secuestran y lo venden
como esclavo. Pierde hasta su nombre y ahora es Bark, como en el desierto se llaman los
esclavos.
Pero volvamos al tema central: hoy es Navidad y la Segunda lectura de la Liturgia de las
Horas es un sermón de San León Magno, papa, quien nos enseña:“Nuestro Salvador,
amadísimos hermanos ha nacido hoy, alegrémonos… que nadie seconsidere excluido de
esta alegría, pues el motivo de este gozo es común a todos.Nuestro Señor… ha venido a
salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca a la recompensa: regocíjese
el pecador, porque se le brinda el perdón, anímese el pagano, porque es llamado a la vida”.
Nadie es excluido de la alegría común a todos; esta es la verdad que la Iglesia predicó
siempre. Y hoy tenemos que soportar que, en muchas iglesias, se cante el error: “No has
buscado ni a sabios ni a ricos… en mi barca no hay oro ni espadas”, predicado por sacerdotes
ignorantes y repetido por fieles engañados. Esos clérigos serán muy inteligentes para otras
cosas, pero acá conducen al abismo, confunden, engañan… a sus crédulos feligreses, quienes,
a pesar de todo, se mantienen en su mayoría firmes en la verdad de su fe. Pero no olvidemos
las palabras de Juan Donoso Cortés: “En el abismo está con el error la muerte, en el
tabernáculo con la verdad la vida”.
Hoy vivimos en la gran confusión promovida desde las más altas esferas de nuestra
Iglesia, ante un atardecer sombrío de su vida en países que integraron la Cristiandad. Pero ya
la misma Iglesia. desde los primeros tiempos, nos recomendaba por boca del Pastor de Hermas
la práctica de una virtud que a veces olvidamos: la paciencia, que “es grande y fuerte, tiene
gran poder, firme y vigoroso y estriba en una amplia base. Ella es alegre, gozosa,despreocupada
y glorifica al Señor en todo instante; no contiene en sí amargura, es siempre
suave y quieta”. (“Los Padres Apostólicos”, Desclée, Buenos Aires, 1949, p.417).
Que Jesús niño nos conceda la gracia de practicar la prudencia en estos tiempos
crepusculares, sin olvidar que ella es alegre y gozosa.
Buenos Aires, diciembre 25 de 2003.
Bernardino Montejano
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