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Fue necesario que Francisco aboliera la Misa antigua en latín: Ni siquiera von Balthasar lo había pensado

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No se aplacan las polémicas suscitadas por el motu proprio ‘Traditionis custodes‘ del papa Francisco, que ha sentenciado de hecho la muerte de la Misa en el rito antiguo. Andrea Grillo, de 61 años, dos hijos, profesor en Roma en el Ateneo Pontificio de San Anselmo y uno de los liturgistas más conocidos y apreciados por el actual pontífice, al reivindicar la justicia de esta condena ha reclutado también a uno de los más grandes teólogos del siglo XX, Hans Urs von Balthasar (1905-1988), como si éste ya lo hubiera querido en su momento.

¿Pero es correcta esta relectura de von Balthasar por parte de Grillo? Según otros expertos, no. Entre ellos se encuentra Nicola Lorenzo Barile, historiador de la Iglesia y especialista en la Edad Media, becario en Berkeley de la Colección Robbins de la Universidad de California.

En su nota escrita para Settimo Cielo, explica que von Balthasar nunca abogó por la derogación del Misal antiguo, el cual no fue abolido por Pablo VI, el Papa de la reforma litúrgica postconciliar, ni por Benedicto XVI, que de hecho declaró expresamente que “nunca fue derogado”. Y es más que conocida la proximidad entre Joseph Ratzinger y von Balthasar en los ámbitos de la teología y la liturgia.

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¿Von Balthasar “más allá de San Pío V”? Nota sobre la presunta extinción del rito antiguo de la Misa

 

por Nicola Lorenzo Barile

¿Por qué es importante leer viejos libros? Porque, según C. S. Lewis, “cada época tiene su propia perspectiva. Es particularmente bueno para ver ciertas verdades y es particularmente propenso a cometer ciertos errores. Todos necesitamos, pues, libros que corrijan los errores propios de nuestra época” (“On The Reading of Old Books”, 1944).

Esto es lo que parece haber hecho el profesor Andrea Grillo en su contribución: “El papa Francisco y H. U. von Balthasar están de acuerdo: el rito antiguo se extingue”, publicada a raíz del motu proprio “Traditionis custodes”, del papa Francisco, basándose en una obra menor pero no menos importante del teólogo suizo: “Pequeña guía para laicos inquietos” (1980).

Debo este informe al teólogo y liturgista Nicola Bux, quien expresó su sorpresa ante una afirmación de la “Pequeña guía”, subrayada por el profesor Grillo, según la cual von Balthasar ya en aquella época consideraba que la “forma anterior del Rito Romano” estaba “destinada a extinguirse”, afirmación que el profesor Grillo sugiere que está en consonancia con las restricciones impuestas por la “Traditionis custodes” a la Misa en el rito latino antiguo.

En primer lugar, la insistencia del profesor Grillo en el “perfil conservador y, digamos, derechista de von Balthasar” pasa por alto la reputación de teólogo progresista que se le atribuyó después de la publicación de obras como “Razing the Bastions” [Arrasando los bastiones] (1952), pronto disipada luego de las severas advertencias del propio von Balthasar contra la apertura indiscriminada al espíritu del mundo, lo que le valió, esta vez sí, la fama de tenaz defensor de la tradición.

Además, resulta difícil explicar la contraposición que el profesor Grillo establece entre las citadas afirmaciones de la “Pequeña Guía” de von Balthasar y las, en cambio, de la casi contemporánea “Autobiografía” (1978) del entonces cardenal Joseph Ratzinger, según las cuales la reforma litúrgica tendría “carácter accesorio”, permaneciendo “intocable” el rito tridentino en su versión de 1962. En efecto, había una gran afinidad entre el teólogo bávaro y su colega suizo. “Siempre he conocido a Ratzinger y siempre ha sido así, siempre ha pensado así. […] Hay poco que decir. Ratzinger tiene razón”, dijo de él von Balthasar en la “Entrevista prohibida y perdida” concedida en 1984 a Vittorio Messori. Mientras que Ratzinger decía de von Balthasar: “Aunque no podía competir con su erudición, nos movía la misma intención, compartíamos la visión general” (“Últimas conversaciones”, 2016).

Dos métodos, por tanto, que yo sugeriría para una correcta lectura de la “Pequeña guía” de von Balthasar sobre la que el profesor Grillo ha llamado nuestra atención:

1) “poniendo los pasajes individuales del libro en recíproca relación”, como dice el propio von Balthasar en el Epílogo;

2) haciendo referencia a su “Entrevista prohibida y perdida” mencionada anteriormente, de la que se pueden obtener algunas aclaraciones adicionales.

En efecto, al leer el capítulo inicial de la “Pequeña guía”, von Balthasar explica que intenta examinar sólo una parte de la galaxia tradicionalista, en “rotundo distanciamiento” de otras: “Varios grupos, más o menos radicales, los cuales impugnaron abiertamente la legitimidad del último Concilio o deploraron algunas de sus disposiciones o protestaron a viva voz contra sus efectos. Amparados por unos pocos obispos, se han volcado por completo sobre lo preconciliar, pretendiendo así querer atenerse al Credo integral, pero encorsetándolo en la letra de formas litúrgicas que ya no son admitidas”.

Quiénes son los tradicionalistas a los que se alude en la “Pequeña guía” se explica también en la “Entrevista prohibida y perdida”, en la que von Balthasar expresa un juicio sereno no sobre la forma de un rito en particular, sino sobre la celebración de la liturgia en general, aunque limitada al ámbito germánico: “sobria y si se hace bien, es decir, en forma respetuosa de lo sagrado, […] bien aceptada por la mayoría de los que todavía van a la iglesia”.

Al entrevistador que le presiona para que se refiera a “ciertos círculos integristas que han hecho de la reforma litúrgica su caballito de batalla” y, en particular, al “movimiento lefebvriano” y a sus “durísimos ataques al Papa y a Ratzinger”, von Balthasar respondió sin ambages: “Lefebvre y sus seguidores no son verdaderos católicos. El integrismo de derecha me parece aún más incorregible que el liberalismo de izquierda. Creen que ya lo saben todo, que no tienen nada que aprender. Por otra parte, es contradictoria su proclamada fidelidad a los Papas, pero sólo a los que están de acuerdo con ellos”.

Ninguna hostilidad, por tanto, por parte de von Balthasar, respecto a un rito o a una de sus formas en particular, que también empezaba a debatirse en aquellos años. Se trataba más bien de una polémica contra los excesos de un cierto integrismo, inspirado en “una concepción errónea de lo que es la Revelación”, que “entiende su contenido como desprovisto de historia, de modo que pierde su dimensión relacional, dejando lugar sólo a la forma” («Integralismus heute», en «Diakonia» 19, 1988).

En consecuencia, reconstruido brevemente el contexto en el que fue escrita, la afirmación de von Balthasar sobre la extinción del Rito Antiguo no está en absoluto en desacuerdo con los temores del entonces cardenal Ratzinger sobre la “conservación de formas rituales cuya grandeza siempre emociona, pero que, cuando se las lleva al extremo, manifiestan un obstinado aislamiento” («Il coraggio di un vero testimone», prefacio a K. Gamber, «La Réforme liturgique en question», 1992).

Por lo tanto, encuentro que es arriesgado concluir, como hace el profesor Grillo, que von Balthasar habría aceptado de buen grado el fin de la celebración de la Misa según el rito antiguo, tal como lo decreta “Traditionis custodes”. Von Balthasar siempre invitó a redescubrir la belleza – desgraciadamente “ya no amada ni apreciada ni siquiera por la religión” – y en particular la belleza del rito litúrgico. Sin embargo, el riesgo actual es menos el del esteticismo y mucho más el del pragmatismo, por lo que es necesario, más que simplificar y podar, redescubrir el decoro y la majestuosidad del culto divino (cf: Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, «La belleza del rito litúrgico«, para el espacio reservado al teólogo suizo). Y la variedad es uno de los componentes de esta belleza, como ya enseñaba la experiencia de la Iglesia medieval: “En Roma, como en otras partes, se difundieron varios usos litúrgicos, pero ninguno fue despreciado, porque la variedad en el culto divino suscita atracción, mientras que la uniformidad disgusta” (S. J. P. Van Dijk-J. Hazelden Walker, «The Origins of the Modern Liturgy», 1960).

A pesar de la promulgación de un nuevo “Ordo Missae” que, de hecho, sustituyó al antiguo («ut in locum veteris substitueretur»), el propio Pablo VI no pretendía en absoluto reducir el uso de las formas celebrativas del rito litúrgico (“lex orandi”), el romano, patrimonio de la fe única e inmutable (“lex credendi”). Prueba de ello es la Constitución Apostólica “Missale romanum” del 3 de abril de 1969, que ciertamente quería sustituir el Misal de 1962 por uno nuevo, pero no derogar explícita y absolutamente el anterior, como confirma el motu proprio “Summorum Pontificum” de Benedicto XVI, promulgado el 7 de julio de 2007.

La continuidad de la validez del Misal de 1962, junto con el promulgado por Pablo VI, está garantizada, además, por el derecho a la existencia de la “consuetudo centenaria aut immemorabilis” sancionada por el Código de Derecho Canónico en el canon 28: “Salvo mención expresa, la ley no revoca las costumbres centenarias o inmemoriales”.

En efecto, la máxima autoridad eclesiástica no puede cambiar a la ligera la antigua y venerable liturgia de la Iglesia, como aclara el Catecismo de la Iglesia Católica (“Ni siquiera la máxima autoridad de la Iglesia puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino sólo en obediencia a la fe y en respeto religioso del misterio de la liturgia”, n. 1.125), a no ser que cometa un abuso de poder (“abusus potestatis”, n. 1.389).

Es una cuestión siempre presente. También von Balthasar, en el denso capítulo de su “Pequeña guía” titulado significativamente “Obediencia crítica”, invitó a evaluar cuidadosamente la falibilidad de las autoridades religiosas, aunque reconoció la dificultad de “trazar los límites entre el magisterio ordinario de todo el episcopado mundial, cuya ortodoxia está garantizada, y la falibilidad de los obispos individuales y de las conferencias episcopales, por no hablar de los párrocos y vicarios parroquiales ordinarios”, y que «incluso el Papa habla infaliblemente sólo en situaciones muy determinadas”, por lo que los fieles deben estar “incesantemente despiertos; y deben inquietarse cuando, por ejemplo, se afirma en un sermón algo que no corresponde al Credo o al canon de la liturgia”.

Lejos entonces de hacer volver a von Balthasar “más allá de San Pío V”, parafraseando el título de un libro de 2007 del profesor Grillo. Ciertamente, no lograremos obtener los beneficios que Lewis tiene en mente para nosotros si nos limitamos a leer en los libros antiguos los errores y supuestos característicos de nuestra época, a los que podemos habernos vuelto ciegos. No aprenderemos mucho de ellos si, en lugar de dejar que los libros cuestionen nuestras suposiciones, tratamos de convertirlos en aliados de nuestras actuales luchas ideológicas.

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