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El ilusorio “éxito” de Francisco, bajo la lupa de un sociólogo de la religión

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Panamá, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bulgaria, Macedonia, Rumania… Sólo en los primeros cinco meses de este año el papa Francisco puso en agenda tantos viajes fuera de Italia como los llevó a cabo anteriormente en todo un año. Y seguirán otros más también, a África y Asia. Esto es lo que hace también una “estrella” internacional. La imagen de la Iglesia católica se identifica cada vez más con la persona del Papa y con su “éxito” planetario.

Al nivel de la opinión pública el papa Jorge Mario Bergoglio goza seguramente de una amplia popularidad, incluso recientemente lograda en un país clave como Estados Unidos. Pero no sucede lo mismo para la Iglesia católica, que por el contrario, padece en casi todos lados un “fracaso” flagrante”.

Es esta contemporaneidad del éxito del Papa y del fracaso de su Iglesia uno de los rompecabezas de la sociología religiosa de hoy.

Un rompecabezas al cual da una respuesta original, en su último ensayo recién publicado, Luca Diotallevi, profesor de Sociología en la Universidad de Roma III y ex miembro senior en el Centro de Estudios de las Religiones Mundiales en la Harvard Divinity School, y politólogo de referencia de la Conferencia Episcopal Italiana durante el anterior pontificado:

> L. Diotallevi, “Il paradosso di papa Francesco. La secolarizzazione tra boom religioso e crisi del cristianesimo”, Rubbettino Editore, Soveria Mannelli, 2019.

*

Sin embargo, antes de intentar una respuesta a este rompecabezas, Diotallevi afronta otro que le es preliminar. Es la validez o no del paradigma clásico de la secularización, según el cual “más avanza la modernidad, más se marginaliza o directamente desaparece la religión, y con ella el cristianismo”.

Porque en muchos casos este viejo paradigma funciona, pero en otros no, como por ejemplo precisamente en el caso del papa Francisco.

Mientras que, por el contrario, en otros casos resulta ser un instrumento analítico muy eficaz la teoría de la diferenciación social elaborada por el sociólogo y filósofo alemán Niklas Luhmann (1927-1998).

Diotallevi dedica muchas páginas a ilustrar el paradigma luhmanniano. Subraya en ellas la validez, sobre todo allí donde ese paradigma muestra cómo todo subsistema en el cual una sociedad difiere las necesidades, para funcionar, de sus “lenguajes” especializados, que para la política pueden ser las leyes, para las sentencias el derecho, para la economía la moneda… ¿Y para el cristianismo? Diotallevi nota – justamente – que “no sorprende en absoluto que en el Concilio Vaticano II y en los años posteriores, en el centro del trabajo del catolicismo haya estado la cuestión de la liturgia y de su reforma”. A pesar de que en una sociedad de modernización avanzada, para una religión que quiera “decir Dios” a los hombres el rito no es la única de las modalidades comunicacionales posibles.

También para Luhmann, como para el paradigma clásico, la avanzada de la secularización signa el declive y la desaparición de las religiones que tienen un modelo “confesional”, que efectivamente hoy están en crisis en todas partes. Pero las religiones, y en especial el catolicismo, no son reductibles siempre y solamente a ese modelo.

Esto a lo que se asiste hoy en todo el mundo es efectivamente un boom religioso que no tiene nada de “confesional”, sino que es más que nada “una modernísima y desprejuiciada recuperación selectiva de las tradiciones”. Son “estilos, símbolos y retóricas utilizadas sin ninguna duda para penetrar en nichos específicos de mercado”, con “una primacía absoluta de la demanda religiosa sobre la oferta religiosa”.

Esta es la ”low intensity religion”, la religión de baja intensidad – escribe Diotallevi – que ocupa “el gran teatro socio religioso actual ”. También el catolicismo está ampliamente marcado por esto. Omite los vetos y las barreras que se oponen al consumo religioso individual, ignora los dictados doctrinales y morales que pretenden orientar la vida de los individuos y de la sociedad política, rechaza el arbitraje de una autoridad religiosa superior. La participación regular en los ritos declina, mientras el consumo individual de los mismos se hace cada vez más inorgánico e imprevisible.

Lo que ha de oponerse a esta mutación – sostiene Diotallevi – es sobre todo la forma de una Iglesia querida por el Vaticano II y por Pablo VI, una Iglesia proyectada por un “régimen de sociedad abierta y de libertad de conciencia”, una Iglesia capaz de combinar “alta autonomía y alta relevancia extra religiosa”. Ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI – a su juicio – dieron sustancia adecuada a este proyecto, pero después llegó la “revolucionaria” renuncia de Joseph Ratzinger al papado para cerrar el largo paréntesis, que duró siglos, de la Iglesia católica “confesional” y para reabrir el espacio para una nueva relación del catolicismo con la modernidad avanzada.

En este espacio irrumpe en el 2013 el papa Bergoglio. Y así estamos hoy.

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Al llegar a afrontar el rompecabezas del éxito de Francisco en el interior de una Iglesia en pleno fracaso, Diotallevi escribe ante todo lo que es un éxito del actual Papa como “religious celebrity” no particularmente original, sino deliberadamente incrementado por el aparato mediático que lo circunda – sin valorar eficacia y costos – y peligrosamente inclinado a alimentar ese proceso de “reificación y mercantilización de la religión” que es típico del actual boom religioso.

Un segundo factor de éxito, para el papa Francisco, es – a juicio de Diotallevi – la atenuación del rigor doctrinal para orientar la praxis.

Un tercer factor es su elaborada simplicidad “franciscana”, la cual consiste en una estrategia hecha de “continua y razonada sustracción” respecto a los códigos de conducta papal del pasado y termina por confundir en él el rol de “jefe de gobierno” con el rol de “jefe de la oposición”, pero privado de verdaderos proyectos de reforma alternativos y necesariamente complejos.

Además – escribe Diotallevi – debe tenerse en cuenta un efecto de gran importancia y de largo alcance del éxito del papa Francisco. Es un efecto particularmente visible en Italia, pero no sólo allí. “Francisco produjo un terremoto en la identificación religiosa católica”. Mientras que antes los católicos más o menos practicantes tenían “como referencia de su propia pertenencia religiosa no al Papa, no a la diócesis, menos que menos a grupos y movimientos, sí a la parroquia, verdaderamente la más difundida institución religiosa con forma eclesial que ciertamente se puede no frecuentar, pero que no se puede elegir a gusto, con el papa Francisco esto ha estallado”. La referencia es él y basta. Esta personalización es un rasgo constante de la religión “de baja intensidad”. Si no la ha querido, ciertamente “el papa Francisco no la ha rechazado”.

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En cuanto al fracaso de la Iglesia católica, Diotallevi identifica una primera señal en el desmoronamiento de la cadena de mando que desde el Papa iba a los obispos, a los párrocos y a los diferentes niveles y oficios de la Iglesia. Ahora cada uno se mueve “con creciente y recíproca independencia” y “con referencias a autoridades reales distintas de las canónicas”.

Después está la pérdida de los recursos humanos: menos sacerdotes, menos religiosas, menos laicos en los movimientos y en las asociaciones. Todos ellos disminuyen en cantidad y en calidad. Y crece la tendencia “a ceder cada vez más a la exigencia de los consumidores”, obedeciendo paradigmas religiosos o culturales externos al catolicismo.

Se debilita también el interés de la Iglesia católica para influir en la configuración de la sociedad. Mientras, por ejemplo, se va transformando el perfil legal de la familia – advierte Diotallevi – “lo que falta o se atenúa es la participación de los católicos en el diálogo público, en las formas propias de la dinámica política”. En el campo de las obras católicas disminuye el compromiso sobre todo en la escuela y en la industria editorial, es decir, en los sectores con más alto valor agregado cultural, y está quien exalta esta falta de compromiso en nombre del pauperismo y de la laicidad. En Italia, el “proyecto cultural” promovido por la Conferencia Episcopal Italiana durante los dos anteriores pontificados ha sido cancelado, sin ser sustituido por algún otro proyecto.

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Ahora bien, entre estas dos tendencias que se propagan hoy en la Iglesia católica – entre una religión “de baja intensidad” y un neo confesionalismo residual-, ¿qué hace el papa Francisco? ¿Sus palabras y sus actos de gobierno “elaboran e implementan en medida adecuada, a más de cincuenta años de la finalización del Concilio, el programa de ese viraje eclesial”? ¿Con mayor razón hoy que “la Iglesia católica es más débil y los desafíos de la modernización avanzada se han vuelto enormemente más exigentes”?

A estas dos preguntas Diotallevi da respuestas negativas. Y las explica, entre otras cosas, tomando el ejemplo de “Amoris laetitia”, con su “degradación” de la doctrina sobre la familia, fingiendo no haberla rozado siquiera, con el resultado de pasar “del caso por caso al caos de un régimen de obispo por obispo”, según los sentimientos de cada uno. ¿Y entonces “como frenar la propagación del shopping religioso, incluso en el interior de la Iglesia católica”?

Otro terreno sobre el cual Diotallevi ve a Francisco dramáticamente lejos del gran proyecto eclesial del Concilio y de Pablo VI es el político. Sus discursos a los “movimientos populares” exaltan de hecho como principios “no negociables” la tierra, el techo y el trabajo, sobre el trasfondo de una idea del “pueblo” típicamente latinoamericana y peronista, totalmente incompatible con el popularismo de don Luigi Sturzo y de Giovanni Battista Montini.

En síntesis, entre una religión “de baja intensidad” veteada por un lado de pentecostalismo, y por otro lado el proyecto integral de renovación eclesial del Concilio y de Pablo VI, el papa Francisco da vía libre a la primera, así como al “embarazoso neoclericalismo”, inclinado esta vez a la izquierda, de muchos de sus cortesanos.

“Desde el punto de vista sociológico – concluye entonces Diotallevi – el éxito del papa Francisco y el fracaso de la Iglesia católica no parecen contradictorios en absoluto, porque independientemente de las intenciones de los protagonistas, las razones del éxito de Francisco no contrastan para nada con el proceso de progresiva descomposición del catolicismo”.

Otro problema además es que en el comienzo de este siglo XXI parecen estar en dificultades también las “sociedades abiertas”, las cuales se nutren de un relevante aporte del cristianismo, pero de las que ni siquiera el catolicismo romano puede prescindir, “como lo prueba el viraje eclesial del Vaticano II, desde la Declaración ‘Dignitatis humanae’ sobre la libertad religiosa hasta los discursos de Benedicto XVI en el Westminster Hall y frente al Bundestag”.

Pero para Bergoglio esto es hablar en árabe.

Comentarios
10 comentarios en “El ilusorio “éxito” de Francisco, bajo la lupa de un sociólogo de la religión
  1. Sandro Magister, formidable, admirable y honorable periodista converso, hace una glosa del libro del sociólogo italiano Diotallevi (Desde 2008 es vicepresidente del Comité científico y organizador de las Semanas sociales de los católicos italianos) intitulado «La paradoja del papa Francisco. La secularización tras el boom religioso y crisis del cristianismo», escrito en clave de la pauta sociológica de la «teoría de sistemas» en la que profundizó y sitematizó el alemán Niklas Luhmann quien a su vez había captado esa comprensión de los sitemas sociales en la Universidad de Harvard con el profesor Talcott Parsons.
    Es un análisis sociológico del influjo para bien o para mal del actvismo papal de Francisco en el cristianismo durante su pontificado hasta el presente. Ni Diotallevi, ni Parsons ni Luhmann son unos cualquiera intelectualmente como algún chisgaravís trata de minusvalorar. Y por supuesto tampoco se le puede imputar al honorabilísimo Magister ser un vendido a los detentores de las monedas de plata o a intereses ajenos a la Catolicidad al desacreditar supuestamente la legitimidd de ejercicio de Francisco; la realidad es que analizan los vaivenes sociales, de las mareas humanas, y sus motivaciones, también en las religiones y por supuesto en este caso en el Cristianismo y el devenir de las religiones y el sentido empírico religioso de causa a efecto.
    Si en lugar de hablar de Iglesia como un todo estructural y conceptual se diferencia Religión Católica e Iglesia Católica en el plano diacrónico la primera y sincrónico en la segunda, las pegas que se quieren poner en el análisis sociológico de Diotallevi quedan diluidas.

  2. GILIPOLLAS SIN FRONTERAS
    Veo que escribes como otro tonto anterior, no se si el Lindor u otro, pero te has delatado. No me voy a molestar en mirarlo, pero eres torpe hasta para expresarte. Tu problema no es que seas hereje, que también, tu problema es que eres gilipollas con balcones a la calle.
    ¿De que Capital hablas, del de Soros, del de los millonarios de Google, o Microsoft, o Aple que apoyan a Planned Parenthood, o las políticas de la vivora cornuda hilaria clintón? Si en español es clintón. Y en todos los idiomas ella es una víbora que ha sufrido mucho y quiere hacérnoslo pagar a todos porque además de fea y mal encarada debe de ser un bicho, y su marido ha estado varios decenios tirándose a todo lo que se movía a una milla alrededor.
    En fin una resentida como tu. ¿A ti tampoco te hacen caso, y por eso depones tus chorraditas por aquí?

  3. Escrito por el Padre Julio Meinvielle en su libro «De la cábala al progresismo» págs. 461 a 463 enero de 1970, lean a este sabio sacerdote: «Como se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferi non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya está obrando; no hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como «pusillus grex» por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesia, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.
    La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de Asistencia de la Iglesia se reduce a una Asistencia que impida el error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos.
    Ninguno de los aspectos de esta hipótesis que aquí se propone queda invalidado por las promesas consignadas en los distintos lugares del Evangelio. Al contrario, ambas hipótesis cobran verosimilitud si se tiene en cuenta los pasajes escriturarios que se refieren a la defección de la fe. Esta defección, que será total, tendrá que coincidir con la perseverancia de la Iglesia hasta el fin. Dice el Señor en el Evangelio: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?».
    San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la fe, que ha de coincidir con la manifestación del «hombre de la iniquidad, del hijo de la perdición».
    Y esta apostasía universal es la secularización o ateización total de la vida pública y privada en la que está en camino el mundo actual.
    La única alternativa al Anticristo será Cristo, quién lo disolverá con el aliento de su boca. Cristo cumplirá entonces el acto final de liberar a la Historia. El hombre no quedará alienado bajo el iníquo. Pero no está anunciado que Cristo salvará a muchedumbre. Salvará sí a su Iglesia, «pusillus grex», rebañito pequeño, a quien el Padre se ha complacido en darle el Reino.»

  4. Cuanta palabrería para explicar algo muy sencillo. El éxito de bergoglio es entre los que odian a la Iglesia. Entre los que la aman no. Los que odian a la Iglesia quieren a Bergoglio y le jalean porque son conscientes de que es un hereje, que quiere destrozar la Doctrina. Como eso es algo ya evidente, ningún católico honesto y comprometido tiene la más mínima simpatía por Bergoglio y su corte de mentirosos y de cínicos. Ese supuesto éxito de Bergoglio ante el mundo, es su perdición. Si sigue así se condenará. Hay que ser gilipollas para condenarse siendo Papa. Mas le valía haberse hecho un vividor.

    1. «Juan nadie»:El argumento «ad hominem» para ver si un artículo es adecuado o no, nunca sule ser bueno. Es un artículo largo, con multiples interpretaciones de datos y hechos. Sí coincido que el éxito del papa está, sobre todo, entre los que odian a la Iglesia por uno u otro motivo y, en este odio, se unen los antes enemigos, como pasó con Cristo, que unió a Herodes y Pilatos, antes enemigos.
      El peligro de condenación existe para todos si no somos fieles y rezamos de verdad. No es lo malo ser más o menos listo para condenarse, lo peor es que, habiendo estado cerca de El y viendo a la Verdad, uno se condene. Si ya Santa Catalina de Siena afirma que en el infierno los bautizados tienen mas pena que los otros, por despreciar ese don inmenso ¿qué pensar de aquellos que siguen más de cerca a Cristo?. «…libranos del fuego del Infierno…» que la Virgen enseñó a rezar a los Santos pastorcillos en Fátima.

      1. NA
        Creía que se entendía a la primera. Hay un texto llamado la biblia en verso, que al final dice, Y EL QUE SE SALVA SABE Y EL QUE NO SABE NADA. Ya se que el salvarse o no es cuestión de «inteligencia» entendida como capacidad de razonamiento o conocimiento, sino que es cuestión de vivencia y honestidad, pero…. lo cierto es que de algún modo si que podemos decir que si uno es muy inteligente o sabe mucho y al final no se salva, en realidad no sabe nada, o lo que sabe no le ha servido para lo importante. En cambio si alguien supuestamente menos inteligente se salva, entonces ese ha aprovechado de verdad sus menores talentos.
        Y la cosa mas estúpida del mundo es ordenarse y corromperse. Para eso es mejor hacerse vividor.

    2. Juan Nadie, comparto al 100% tu comentario.
      En cuanto a lo farragoso del artículo, le pediría al Sr. Magister una mayor elaboración de su mensaje en aras a hacerlo más didáctico y comprensible.
      Por lo demás, el tema que plantea es muy interesante. Un ángulo nuevo de un problema que por desgracia padecemos los fieles de a pie.

      1. El problema no es de MAGISTER, sino del sociólogo.
        El tal LUMAN, explica la iglesia como si fuese un club social, o una burocracia gubernamental. El análisis del tal LUMAN podría ser mínimamente válido si no existiese Dios. Pero si la IGLESIA es una realidad sobrenatural entonces el análisis de LUMAN se queda en la epidermis, no llega a enterarse de que va el tema. Es que no puede. Le resulta imposible, como a mucha gente que desconoce lo que es la religión, no la católica, sino cualquiera, porque la consideran una tontería y jamás le han prestado la más mínima atención. Son enormes incultos, porque desconocen que una base fundamental de su cultura, independientemente de si creen o no, se debe a la Iglesia católica.
        No tengo tiempo de desguazar al tal LUMAN, pero sus chorradas sobre el rito, y otros conceptos aplicadas a la Iglesia son verdaderas eso si con mucha palabrería propia del ámbito sociológico.
        Yo creo que el resumen de MAGISTER es muy bueno, como siempre, lo que es malo, y no puede mejorar por mucho que se resuma es la farfolla de LUMAN.
        El problema es muy sencillo. Hay un monton de curas desertores del arado, que se han metido sin vocación porque eran pobres, y era una manera de ascender socialmente y comer. Otros se han corrompido por otras causas. El caso es que gran parte de los obispos y sacerdotes son corruptos. Lo eran en el CVII y antes y lo siguen siendo. En el CVII aunque promovido con buena intención, se genero un llamado espíritu del concilio que básicamente es que hay que relajar el esfuerzo de vivir la fe y hacerla mas digerible par adecuarla a los nuevos tiempos. Es decir desnaturalizarla. Esto siempre se hacía desde corruptos periféricos. Algún obispo, teólogo, cura, pero hasta ahora nunca el propio papa. Eso es lo que cambia todo. Que ahora el corrupto es Bergoglio, que quiere protestantizar la Iglesia. Hay un libro del también corrupto cardenal Carlo Maria Montini, que fue arzobispo de Milan, que se titula conversaciones en tierra santa o algo así, en el que desglosa una agenda completamente protestante. Expone todo su pensamiento herético como si nada. Esa agenda es la que esta siguiendo Bergoglio con gestos, sibilinamente, porque no puede decir a las claras que se quiere cargar de jure los 10 mandamientos. Pero de facto lo esta haciendo y bien. El problema es que Cristo dijo que pasaría todo menos sus palabras. Por eso en estos tiempos siempre nos quedará MATATIAS. Aunque en vez de los emisarios de Antioco sean los de un diocesano corrupto y corruptor.

    3. El arte, la iconografía y la gran literatura cristiana de todos los tiempos abundan en imágenes apocalípticas de papas, cardenales y obispos ardiendo en los Infiernos.

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