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La fidelidad como principio litúrgico.

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«Hoy en día, no hay ninguna Misa novus ordo igual a otra».

Esta frase resume, con cierta elocuencia, una realidad en la que estamos lamentablemente inmersos. Cada sacerdote tiene una forma particular de celebrar la Santa Misa, y dicha forma, lejos de ser homogénea,  está influenciada por las particulares condiciones «pastorales» del entorno del presbítero, así como su grado de formación intelectual y teológico. Es así como muchos sacerdotes aprenden el «ars celebrandi» de manos de sacerdotes fieles a la enseñanza de la Iglesia, pero también existen muchos que son enseñados en la improvisación y la excesiva repetición del axioma errado de la «cena eucarística no sacrificial», y también muchos (la gran mayoría), que se han formado del ejemplo de sacerdotes con los que han convivido, sin una guía clara, mediante el autoaprendizaje de las formas sin una completa conexión con el fondo.
 Cuando se habla del ars celebrandi de la liturgia, se le asocia directamente al rubricismo, es decir, un desmesurado apego a las normas sin contemplación del fondo que las sustenta y las eleva a la esfera de lo sagrado. Sin embargo, este ars celebrandi va mucho más allá de una norma o rúbrica del rito, pues corresponde a una visión organizada y completa de la forma de celebrar los ritos sagrados, comprendiendo principalmente el trasfondo de los ritos, es decir, a la teología litúrgica que subyace y da sentido al ritual.
De tal manera, el ars celebrandi es realmente una contínua profesión de Fe, pues contiene en si mismo la doctrina de la Iglesia. De cierta forma, la Liturgia permite mirar a través de ella toda la teología de la Iglesia, pues es una manifestación concreta de lo que creemos (según el célebre principio Lex Orandi – Lex Credendi).
 El ars celebrandi, en consecuencia, exige Fidelidad: Fidelidad a la las formas establecidas en el Ordo Missæ, puesto que ellas son fruto del desarrollo teológico del dogma; Fidelidad al canto sagrado y a la belleza del culto tributado a Dios; Fidelidad en los detalles, ya que en ellos demostramos nuestra preocupación por dar a Dios una alabanza digna de su Gloria y Majestad, con sobriedad y sencillez. Y, por cierto, lo más importante: Fidelidad en nuestras vidas, conformando nuestra vida de Fe con Cristo, de manera de que lo que rezamos (lex orandi) y lo que creemos (lex credendi) se manifieste plenamente en lo que vivimos (lex vivendi).

 

Comentarios
0 comentarios en “La fidelidad como principio litúrgico.
  1. Es cierto que el latín ya no se estudia, el otro día un sacerdote español me confesó, es un decir, que a él en el seminario no le habían enseñado latín, también me di cuenta de que nada de griego, y no conocía ni a San Agustín. Quedé muy consternado y no tuve fuerzas para imaginar cuál debe ser el nivel de un feligrés en Lugo si los sacerdotes tienen ese nivel de un tiempo a esta parte. Lo peor es que no creo que Lugo sea el peor de los lugares. Afortunadamente ya casi no hablo con sacerdotes y me ahorro tener exacta constancia del daño sufrido.
    Pero me temo que no puedo estar de acuerdo con eso de que la Misa en latín es una evocación sin retorno; hay gente que retorna con gusto a lo bueno, yo puedo dar testimonio de una masiva asistencia a la Misa en latín, cada Domingo la Misa de once ofrece un templo repleto de fieles, y cada día feriado la Misa de seis es la que más feligreses congrega. Es cierto que no es estrictamente un retorno, el latín nunca dejó de ser el mayor tesoro de nuestra parroquia, labor titánica de muchos sacerdotes que mantuvieron el latín durante medio siglo, además de impedir que el altar se moviera y tuviéramos que ver a un sacerdote dando la espalda a Dios.

  2. Seamos podagogos; la misa en latín es una evocación de un pasado que no tiene retorno. El latín ya no se estudia, ya no se entiende. ¿suprimirla? No. Facilitarla para los venerables fieles que la añoran. Sin más. El asunto no merece una discusión. El pobrecito Padre Benedicto se vio obligado a reprogranmarla en la pastoral añorante de un tiempo que se fue sin retorno. Hoy no la entienden ni los buenísimos pastores. Pero sigamos con nuestra murga y tratemos además de ser pedagogos para comprender cada fragmento de la Santa Misa

  3. Al menos en mi ciudad se celebran misas que creo que no son válidas, por cambiar cambian incluso la consagración del pan y del vino, se inventan plegarias eucarísticas, prefacio, oraciones, etc… se dio el caso de tener que escuchar durante la comunión un canto profano con ciertos ribetes eróticos y no pasa nada. Los obispos tan tranquilos encerrados en sus palacios rodeados de sirvientes y aduladores.

  4. tras el concilio VII las misas han ido convirtiendose en un pitorreo superficial, asemejandose punto por punto a las reuniones protestantes. Los resultados son demoledores. La mayor parte de los asistentes a misa en Europa son los nacidos y catequizados antes del concilio.

  5. En las últimas bodas a las que he asistido, se ha destacado entre los invitados lo brillante que ha sido la homilia de sacerdote. Larga y bien preparada, con continuas referencias a los novios, sobre todo en su niñez y adolescencia. Muy emotiva y sentimental, con detalles que emocionan a la audiencia, de tal manera que es al final lo único que parece relevante de la celebración. Vamos, que casi es un pena que haya que aburrir a los asistentes con el resto de la misa…

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