50 años de Sacrosanctum Concilium: ¿Y ahora qué?

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Este 4 de diciembre se celebra el aniversario número 50 de la primera constitución emanada del Concilio Vaticano II: Sacrosanctum Concilium. Este documento genera en muchos católicos, particularmente entre quienes tienen una particular sintonía con la Liturgia, una doble sensación: Una de ánimo, puesto que en la constitución se plantea un legítimo desarrollo del Rito Romano y que recoge, de cierta forma, muchas de las premisas que se desarrollaron en el Movimiento Litúrgico del siglo XX, en sintonía con la Tradición de la Iglesia. Sin embargo, también produce una amargura al saber que en ella misma se encuentran las puertas abiertas a lo que sucedió después: una reforma litúrgica que, más allá de reformar la liturgia, vino a transformarla en algo nuevo: No se continuó el desarrollo “orgánico” que la Tradición supo mantener en la Liturgia, sino más bien vino a crear un nuevo rito, nacido de “mentes litúrgicas” que no valoraron ni respetaron el ritmo del desarrollo litúrgico en continuidad con la Tradición de la Iglesia.

Para poder llegar a una conclusión tan potente, basta solo con mirar detenidamente los estandartes de lucha que la reforma litúrgica dejó en muchos católicos, y que se suelen reconocer como los grandes logros del “Concilio”: La Abolición del Latín y su reemplazo por las lenguas vernáculas, y la Misa de cara al pueblo. En estos dos aspectos se puede, de inmediato, establecer que la Reforma de 1970 no fue realizada según la mens de los Padres conciliares, sino que fue una serie de decisiones personales o grupales, de paneles de expertos que (ávidos de novedades,) no tuvieron en cuenta el desarrollo orgánico de la Liturgia a través de los siglos.

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Curiosamente, estos tan reconocidos “logros” del concilio nunca estuvieron presentes en los documentos conciliares.

Por ejemplo, analicemos el caso del Latín. La Constitución dice en el número 36:

Original (Latín)

Traducción (Español)

36. §1. Linguae latinae usus, salvo particulari iure, in Ritibus latinis servetur.

36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular.

§2. Cum tamen, sive in Missa, sive in Sacramentorum administratione, sive in aliis Liturgiae partibus, haud raro linguae vernaculae usurpatio valde utilis apud populum exsistere possit, amplior locus ipsi tribui valeat, imprimis autem in lectionibus et admonitionibus, in nonnullis orationibus et cantibus, iuxta normas quae de hac re in sequentibus capitibus singillatim statuuntur.

§2. Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos, conforme a las normas que acerca de esta materia se establecen para cada caso en los capítulos siguientes.

Y como vemos, es totalmente lo contrario a lo que sucedió en la reforma. El documento conciliar declara tajantemente  que el uso del latín, como lengua litúrgica de la iglesia, se debe conservar. Aún más, como se puede leer en el párrafo 2 del mismo número, se explicita que la lengua vernácula es útil y puede ser utilizadas en algunos momentos particulares, como en las lecturas (lo cual es deseable, siempre que la traducción sea la adecuada), así como en las moniciones (que hoy parecen una verdadera plaga por su número y extensión), en los cantos (sin reemplazar a los propios, sino que como cantos adicionales para acompañar algunos momentos como la procesión de entrada, el ofertorio, la comunión y la salida).

Los padres conciliares tuvieron muy claro el hecho de que el Latín, como lengua de la Iglesia, proporciona un signo de unidad litúrgica muy fuerte, así como también, una protección eficaz contra la “deriva del lenguaje” que afecta a las lenguas vernáculas (Por ejemplo, muchas palabras que, antaño, parecían normales, hoy han sido transformadas en palabrotas y groserías de grueso calibre).

El resultado es públicamente conocido: La abolición “de hecho” del latín y la proliferación de las traducciones a una multitud de idiomas que, en muchos casos, no cuentan con la necesaria autorización de la Iglesia, y que por ende, presentan graves errores teológicos y litúrgicos.

Por otro lado, la Misa cara al pueblo es otra de los “logros” que se le adjudican al concilio. Pues bien, en Sacrosanctum Concilium no existe referencia alguna respecto a la orientación del celebrante. La primera referencia se tiene directamente en la instrucción post-conciliar para la correcta ejecución de la reforma litúrgica, llamada «Inter Oecumenici”, la cual fue redactada por el Consilium para la aplicación de la reforma. En este documento, podemos encontrar la siguiente referencia (en el número 91):

91. Conviene que el altar mayor se construya separado de la pared, de modo que se pueda girar fácilmente en torno a él y celebrar de cara al pueblo. Y ocupará un lugar tan importante en el edificio sagrado que sea realmente el centro adonde espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles.

 

Queda claro que la palabra “conviene” no queda sujeta a la celebración de cara al pueblo, sino a lo primero, que es poder girar fácilmente en torno a él. En instrucciones posteriores y en la primera versión de la Instrucción General del Misal Romano se clarifica la situación y, en muchas declaraciones posteriores por parte de los prefectos de la Sagrada Congregación de Culto Divino, que la celebración Versus Populum es solo una posibilidad más.

El resultado de esto es también públicamente conocido: El destierro de la celebración de cara al altar, su prohibición por parte de muchos obispos y, por cierto, la destrucción de numerosos altares artísticamente diseñados para dar paso a construcciones de cuestionable dignidad y calidad artística.

 

Mass-Coloquiuum

  Ante estas evidencias, nace una pregunta: ¿Que hacer?…

[Continuará]

Comentarios
0 comentarios en “50 años de Sacrosanctum Concilium: ¿Y ahora qué?
  1. Bueno el artículo y mejor la intención de salvar al Vaticano II a raíz del cual la Iglesia ha entrado en caída libre. Se terminó con la tradición, con el misterio y el conocimiento teológico y litúrgico. Basta ver las correcciones que muchos celebrante e incluso obispos introducen en los textos transmitidos por la iglesia contraviniendo, en muchos casos las más elementales reglas gramaticales, para darnos cuenta que hemos caído en la más asombrosa chabacanería y los obispos mirando de soslayo e incluso restando le importancia a escritos ramales que hacen llorar a la sintaxis con tal de que provengan de válidos puestos a dedo y sumisos como corderos. No quiero entrar en ciertos casos desgarradores que hablan y escriben en sus blogs contra la Iglesia y su «adoctrinamiento» y siguen desempeñando cargos en la administración diocesana. Todo fruto del Concilio Vaticano II que en vez de hacer de los obispos pastores los ha convertido en reyezuelos con poder omnímodo sobre su diócesis encasillados en sus lujosos palacios y rodeados de una playa de de sirvientes

  2. Muy buen artículo!!!
    Las consecuencias de esto no dejan de verse: menos vidas consagradas, seminarios vacíos, fieles que van a Misa a cantar y bailar al son de las guitarras en vez de a adorar y rezar,….
    Aún así hay que confiar en Dios….

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