Un concilio celebrado en vano

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Joseph Ratzinger trató acerca de la posibilidad de que un concilio fuera celebrado en vano. He aquí la cita: 

«Intentemos extraer ahora un balance global. Al final del Concilio [Vaticano II], Karl Rahner recurrió a una comparación según la cual son necesarias enormes cantidades de pezblenda para obtener un poco de radio, que es lo único que importa de todo el proceso. Según esto, de toda la poderosa proclama del Concilio, lo único valioso sería el más —por muy pequeño que fuera— de fe, esperanza y amor que, a través de él, pudo conseguirse. Es muy posible que no alcanzáramos a comprender en toda su amplitud, en aquellos días, la terrible seriedad de estas palabras. De todas formas, hay una relación necesaria entre la pezblenda y el radio. Donde hay pezblenda, hay radio, aunque la relación de cantidades sea abrumadoramente pequeña. No existe, en cambio, esta misma necesaria relación entre la pezblenda de palabras y papeles y la realidad viviente cristiana. Que el Concilio llegue a ser una fuerza positiva en la historia de la Iglesia sólo de una manera indirecta depende de los textos y de las agrupaciones. El factor decisivo es que haya o no hombres —santos— que, mediante el compromiso inconmovible de su propia persona, acierten a crear cosas nuevas y vivas. La decisión definitiva sobre el valor histórico del concilio Vaticano II depende de que existan hombres capaces de hacer frente al drama de la separación del trigo y de la cizaña y den así un claro sentido a un conjunto que no puede abarcarse sólo con palabras. Todo lo que, por el momento, podemos decir es que el Concilio por un lado ha abierto sendas que, prescindiendo de ciertos extravíos y desviaciones, conducen verdaderamente al centro del cristianismo. Pero, por otro lado, debemos tener la suficiente capacidad de autocrítica para reconocer que el ingenuo optimismo del Concilio y la presunción de muchos que lo apoyaron y propagaron han justificado de terrible manera los funestos presagios de muchos varones eclesiásticos del pasado sobre los peligros de los concilios. No todos los concilios legítimos de la historia de la Iglesia han sido concilios fructuosos. De algunos de ellos sólo queda, como resumen, un enorme «celebrado en vano» 14 [14. En este contexto, se menciona con frecuencia, y con razón, el concilio Laterano V, celebrado en 1512-1517, pero sin aportar una ayuda eficaz para la superación de la crisis amenazante.] Respecto del rango del Vaticano II aún no puede pronunciarse un juicio definitivo, aun admitiendo que en sus textos hay muchos elementos válidos. Que, al final, haya de ser enumerado entre los faros luminosos de la historia de la Iglesia es algo que depende de los hombres que deben transformar la palabra en vida.» (Cfr. Ratzinger, J. TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS TEOLÓGICOS. BARCELONA. HERDER, 1985. Ps. 452-453. La bastardilla es nuestra.)

Llama la atención la comparación inicial: la pecblenda (para la traducción de Herder: “pezblenda”) y su relación con el radio. De acuerdo con el DRAE, la pecblenda es un mineral de uranio, de composición muy compleja, en la que entran ordinariamente varios metales raros, entre ellos el radio. Se necesita una tonelada de pecblenda para extraer sólo un gramo de radio. ¿Se insinúa aquí que los documentos del Vaticano II son como una tonelada de pecblenda de la cual sólo podría extraerse un gramo de utilidad para la Iglesia?
Otro dato de interés es la mención del Concilio Lateranense V en nota al pie como ejemplo histórico de un concilio celebrado en vano. Convocado por el papa Julio II, el sermón inaugural del lateranense V fue pronunciado por Egidio de Viterbo, general de los agustinos y causó una fuerte impresión en el auditorio. El orador saludaba la llegada de los nuevos tiempos en los siguientes términos: «¡Dichosos los tiempos que vieron estas grandes asambleas! ¡Desgraciados los que no las recibieron!». ¿Algún parecido con el entusiasmo del «nuevo Pentecostés» y la censura a los «profetas de calamidades»? Siete meses y medio después de la clausura de este concilio, entraba en escena Lutero, y la aceleración de la rebelión protestante volvería irrisorias las medidas conciliares. Con todo, la adquisición más duradera de este verdadero fracaso pastoral fue haber puesto la palabra final a las teorías conciliaristas vigentes, reconociendo la superioridad del papa.  
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