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La Teología de Andrés Torres Queiruga

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 Como hemos sabido, por las informaciones leídas los últimos días, el presunto teólogo Andrés Torres Queiruga ha sido puesto en entredicho por la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe de la Conferencia Episcopal Española. En efecto, tal comisión, gracias a los denuedos y proclamas del Sr. Director de Infocatólica y sus sesudas reflexiones acerca de la teología del teólogo gallego, no ha podido sino concordar con la sublimidad de sus reflexiones teológicas y decidirse por fin a lanzar el fulminante anatema. Por los comentarios que se vierten en el portal vecino no podemos dejar de esperar que el siguiente paso sea el endosamiento del sambenito a Torres, para que, previamente al auto de fe presidido por consejo editorial de Infocatólica, se pasee por las calles de las principales ciudades españoles, con régimen de pan y agua, orejas de burro, la lectura de todas las entradas escritas ad hoc por el director de infocatólica, sin dejar de sostener como hombre anuncio, sendos carteles, en los lombos y el tórax que lleven impresa la dirección electrónica de Infocatólica.
   Nosotros, dado que no estamos en tales alturas de pensamiento, preferimos desgranar sintéticamente el pensamiento del “teólogo” para que cada cual pueda juzgar adecuadamente  la nota de la referida comisión episcopal., así como para ilustrar a los lectores que desconocen el pensamiento del teólogo en entredicho.
Revelación y progreso humano: La tesis que sirve de gozne a las dos obras más características del teólogo (“La revelación de Dios en la realización del hombre” y “Creo en Dios Padre”) establece una equiparación entre el proceso de revelación por parte de Dios, y la asunción de una conciencia humana emancipatoria que se rebela contra todas aquellas situaciones que desdicen de la condición propiamente humana. La Revelación consiste en “descubrir” a Dios en todo proceso humano orientado hacia la constitución de lo humano, su progreso y su enfrentamiento contra todo aquello que en el hombre pueda ser considerado como “malo”. Ese proceso es denominado “mayéutico”.
Mayéutica y presencia del mal: En las situaciones humanas de postración, se puede dar una reacción que anhela un plus de humanidad, tras descubrir la presencia del mal. Ese desarrollo de la conciencia es puramente inmanente. Es un proceso de desvelamiento, en palabras de Torres Queiruga un “caer en la cuenta”, un desarrollo de algo que implícitamente el ser humano ya tiene dentro, cuyo desarrollo se fundamenta en esa estructura potencial del ser humano hacia su realización. De ese modo en el éxodo, el pueblo judío “caería en la cuenta” que en el Éxodo, Dios se habría manifestado junto a su pueblo contra el mal, la esclavitud, y esa presencia la habría descubierto a través del desarrollo de ese mismo proceso liberador. Vemos que el mal tiene una importancia decisiva en el proceso de desvelamiento. ¿Qué es pues el mal? Torres Queiruga tras pasar revista a las distintas concepciones religiosas y filosóficas sobre el origen del  mal –entre la que sitúa la interpretación clásica del pecado original- plantea un dilema. O Dios es omnipotente o es bueno. Si es omnipotente, quiere positivamente el mal –dado que lo permite- y a pesar de las justificaciones que puedan darse a tal actitud, Dios no podría ser bueno. Si es bueno, entonces no es omnipotente, pues su bondad le llevaría a erradicar sin más el mal del mundo. Torres se decanta por la segunda posibilidad, estableciendo un argumento de clara génesis leibniziana: Dios no puede acabar con el “mal” puesto que el mal es una condición de posibilidad de la cración. Dios para crear algo perfecto tendría que re-crearse a sí mismo, lo cual es imposible. Toda creación de Dios es limitada, es finita, y es finitud es el origen de las imperfecciones y disfunciones. Esas disfunciones son las que los seres humanos categorizan bajo el término “mal”. Ahora bien, Dios al hacer la opción de crear, considera que es mayor el bien que van a recibir sus criaturas, los hombres, que el mal que van a padecer debido a las disfunciones inherentes al mundo. Además, Dios “está” contra el mal junto al hombre. Ahí es donde se aprecia más claramente en qué consiste el progreso de la Revelación.
Pre-pascual y post-pascual: Siguiendo con lo anterior, en Jesucristo se daría la plenitud de ese “estar” de Dios contra el mal junto al hombre. Sería la plenitud de una conciencia de la que se habrían dado pasos desde la autoconciencia del pueblo judío como la de un pueblo que cuenta con Dios en los avatares de su historia. Jesucristo mostraría cómo Dios está con el hombre frente a todas las experiencias negativas que ponen en entredicho su propia realización. La cruz sería la respuesta definitiva al problema del mal, en cuanto el Dios que se revela promocionando la autonomía del progreso y su autodesarrollo inmanente frente a las experiencias del mal y del dolor. En este punto se hace necesario clarificar lo relativo a la naturaleza de Cristo. Cristo iría descubriendo su propia divinidad en cuanto plenitud de lo humano. En palabras del teólogo :”Siendo tan humano sólo se puede ser divino”. Cristo no sería inmediatamente consciente de su divinidad y tampoco sus discípulos. Tan sólo después de la experiencia de la muerte de Cristo, y del re-pensar su vida a la luz de la experiencia post-pascual de los discípulos, éstos “caerían” mayéuticamente “en la cuenta” que es desde la vida de Jesucristo desde la que se puede entender toda la Revelación. Así, en los textos evangélicos –en paralelo con la distinción del “Jesús de la historia” y el “Cristo de la fe”- habría que discernir los textos que obedecen a los reales acontecimientos históricos de Jesucristo de los que reflejan las experiencias “post- pascuales”de la primera comunidad cristiana. Desde ahí, la mayor parte de los milagros, los fragmentos relativos a su divinidad, los relatos de la propia Resurrección de Cristo y las apariciones post-pascuales a los discípulos serían elaboraciones de la comunidad cristiana primitiva. La Resurrección no sería un hecho histórico, pero no dejaría de ser real. Torres Queiruga al establecer tal distinción entre realidad/historicidad puede evadir dialécticamente la acusación de “negador” de la Resurrección.
Cristianismo y religiones: El cristianismo sería por ello la plenitud de lo humano en cuanto Dios es capaz de comunicarlo al hombre. ¿Qué sucede con las otras religiones? El cristianismo sería en efecto, la religión por la que Dios habría transmitido el mayor potencial de realización humana, pero esto no obsta a la “verdad” de las demás religiones. Para Queiruga todas las religiones son igual de verdaderas, pero no son todas igual de “veraces”. La “veracidad” se evalúa en función de la capacidad de representar el verdadero desarrollo de lo humano.
  Sólo una breve reflexión. Teniendo en cuenta este desarrollo “teológico”, sorprende que esa “censura teológica” –tan comedida y suave en sus términos, aunque Luis Fernando y Cigoña quieran hacer otra lectura- llegue cuando Torres Queiruga se ha jubilado de su actividad docente. Sorprende más todavía la dificultad para encontrar errores doctrinales de bulto en su trabajo. Lo difícil es no encontrarlos. ¿O no es sorprendente? La distinción entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe la toma Queiruga de Bultmann y de J.Jeremias, ampliamente citados por la crítica bíblica católica contemporánea; la cuestión del análisis que Queiruga hace de aquellos textos pre-pascuales y post-pascuales está en dependencia de los estudios del biblista católico Boismard sobre la formación de los Sinópticos; el tema de los milagros tiene como base bibliográfica explícita los conspicuos escritos del cardenal Kasper sobre los “Milagros de Jesús”. En el tema de la Revelación, Queiruga cita a Henri De Lubac, cuyo estudio sobre “Lo sobrenatural” especifica como pertinente para poder desarrollar su tesis. El desarrollo de la “mayéutica” tiene como referente bibliográfico a Karl Rahner, siguiendo su tesis de la capacidad trascendental del hombre como “Oyente de la palabra”, del mismo modo que desarrolla la relación entre religión y religiones sobre la base de la tesis rahneriana de los “cristianos anóminos”. Sin olvidar lo que dice la Gaudium et Spes, 26 sobre la relación entre desarrollo humano y Reino de Dios. Latourelle , Pannemberg, Schillebeecx son otros teólogos ampliamente empleados por Queiruga en sus análisis. Todos ellos teólogos ampliamente citados y empleados en la enseñanza católica en los seminarios. Rahner, De Lubac, Kasper…; La dificultad de condenar esos aspectos de la teología de Queiruga quizá venga dada por ser desarrollos  de esos padres-gurús del Concilio-postconcilio. ¿Miedo de incluirlos a ellos en la condena? Repitamos el dicho clásico: tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias.
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