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Señor, ¿a quién iremos?

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Encerrado en mi casa, esta cita del Evangelio no deja de resonar en mi cabeza. No es mi intención meter el dedo en la llaga, así que nadie se de por aludido, estoy tratando de poner orden en mi cabeza.

El Domingo no pude asistir a Misa por mi situación familiar y el famoso coronavirus. Cuantas más vueltas le doy al asunto, peor. Yo, que soy de una Fe árida, jamás pensé que me encontraría en una situación así y me sorprendo a mí mismo descubriendo una necesidad eucarística que no creía tener.

Me he dado cuenta de que santificar el Domingo yendo a Misa no es tan sencillo como pensaba. Cuántas veces he ido con pereza, con desgana, sin la debida reverencia, o peor aún, asistiendo casi como si fuera un derecho y no un privilegio.

Que cierto es aquello de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Cuando todo esto pase quiero ir a Misa y comulgar todos los días aunque el sacerdote tenga la lepra.

Esta crisis debería servir para aprender a poner los sacramentos en su debido lugar de prioridad. Y si los sacramentos son importantes, los que los imparten no lo son menos.

No está bien entrar en la conciencia de nadie, supongo que en la de un sacerdote, menos todavía. No quiero entrar en el mérito de cada párroco pero he visto a algunos prácticamente celebrar el cierre de Iglesias y a otros hacer todo lo posible por no abandonar a sus fieles en un momento en el que necesitan más consuelo del habitual.

A los primeros, les diría que por favor no olviden la dimensión espiritual de su vocación. Salvar y confortar a las almas es infinitamente superior a salvar y confortar a los cuerpos. Que donde no llega un médico, llega un sacerdote. Que sean valientes.

A los segundos, agradecerles infinitamente su entrega. Entrega que debe llegar hasta el extremo como la del Maestro. La paradoja del sacerdote es la de la vela, que para iluminar, debe consumirse. Cuanto más santo sea el sacerdote, más santos intentaremos ser los fieles.

Aprovechemos los fieles para demostrar en este periodo de prueba nuestra más absoluta fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo. Cuanto más grande sea la prueba, mayor será la recompensa. Recemos el Rosario en familia, el Ángelus, hagamos oración y santifiquemos los días. Sí, tenemos difícil acceso a los sacramentos, pero le tenemos a Él.

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6:68.

I.G.T

Comentarios
2 comentarios en “Señor, ¿a quién iremos?
  1. Por cierto, esta famosa frase espontánea y llena de Fe de San Pedro siempre me ha conmovido. Me ha ayudado en momentos de vacilación. Me ha reforzado… «SEÑOR A QUIEN IREMOS SI TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA»… Qué gran «tipo» fue San Pedro…

  2. Cuanto bien me hace leer este artículo. RUBRICO TODO cuanto aquí se ha escrito. Cuanta verdad que AHORA que muchos no podemos pisar una iglesia, valoramos más la MISA y la oración dentro del Templo y ante el SANTÍSIMO. Dios quiera que con esta – para mí es una prueba, contrariedad y confusión–se regenere y fortalezca más nuestra práctica religiosa y nuestra Fe, asi como la de Nuestros Pastores que creo yo, o están bastantes despistados o confusos y no saben c{ cómo actuar. Muy buena reflexión. Bravo!!!

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