No siempre hay que poner la otra mejilla

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Abortistas-agreden-a-defensores-de-catedral-de-San-Juan-Argentina Lo primero que recomiendo es leer «Es lícito juzgar al prójimo». De hecho este escrito viene siendo una continuación del anterior. Apriorísticamente cualquiera diría que el título está en contradicción con el Evangelio, pero no es así.  Tras la lectura de estos textos espero que el lector abandone la equivocada costumbre de absolutizar pasajes del Evangelio o de sacarlos de contexto… Como decía el Padre Loring, un texto sacado de contexto es un pretexto. Hay que saber discernir en qué casos es aplicable y santo lo de la otra mejilla y en qué casos es insensato e incluso una afrenta al sentido común y a la justicia. ¿Pero cómo? ¿Jesús no dijo lo de la otra mejilla? ¿Cómo contradecirle? Pues de hecho a Jesús cuando le pegaron en la mejilla no puso la otra, sino que respondió al guardia. Hablo de la famosa bofetada. «Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». O Jesús se contradice o bien hay que tomar las palabras de Jesús con sensatez y saber a qué casos se refiere. Lógicamente, me decanto por lo segundo. Efectivamente uno tiene que tener la predisposición de poner la otra mejilla, tal como recomienda Jesús, y muchas veces la pondrá, pero muchas otras es justo sacarle los colores al pecador ante su iniquidad o denunciar el mal que hacen algunos a la sociedad, cosa que también hizo Cristo. Lo primero es incluso caridad ante el malvado, al que no se le consiente su mal del mismo modo que un padre no lo haría con su hijo, y lo segundo no es sólo caridad para con el malvado sino para con los inocentes que pueden ver como el no poner coto a ciertos comportamientos es permitir la extensión de un cáncer. Hay que tener en cuenta que la caridad se practica en consonancia con todo lo bueno, esto es, con el Evangelio y con Dios, y no a su pesar. ¿La solución es no juzgar al pecador pero sí al pecado? Seguramente en la mayor parte de nuestra vida aplicar esto será bueno, pero no siempre. Lo primero que hay que considerar es que si hacemos esto será por caridad, pero no porque el pecado sea algo extrínseco a la persona. El que asesina, por mucho que le duela, es un asesino. El que roba, un ladrón. Establecer una dicotomía entre pecado y pecador puede confundirnos a la hora de discernir la realidad. Jesús tildaba a los fariseos de hipócritas y malvados, y no de buenas personas con hipocresía y maldad. Cuando pecamos, somos nosotros los que vamos al infierno. Y cuando somos virtuosos, también nosotros somos los recompensados. Hay veces en los que es necesario juzgar al pecador. Sobre todo cuando su maldad pervierte a la sociedad. La experiencia nos dice que en estos casos denunciar el delito y justificar a la persona sólo sirve para endulzar el mal. Puedo poner muchos ejemplos: ¿La repetición de aquello de que el aborto es un crimen, pero quien aborta es inocente a qué ha llevado? A pensar: «pues entonces no será tan crimen… habrá que comprenderlo… quizás sea justificado…no seamos duros diciendo que lo que ha hecho está tan mal». Y en poco tiempo a decir: «a mí me puede parecer mal, pero hay que respetar si alguien no opina así y que cada cual decida si aborta o no.» (aclaro, todas las personas en circunstancias difíciles pueden tener grandes eximentes, pero eso jamás justificará el mal ni dará carta de inocencia.) En el otro extremo el nazismo. ¿Alguien puede justificar a Hitler sin ser sospechoso de justificar lo que hizo? ¿A qué conlleva la demonización de Hitler? Al rechazo absoluto al nazismo. ¿De veras alguien ha oído frases como «yo no soy nazi pero si alguien tiene esa ideología hay que respetarlo»? También hay ocasiones en las que podría ser bueno ser misericordioso con el pecador (luego aclararé el concepto de misericordia). Caso de las prostitutas, utilizadas por la sociedad y a su vez arrojadas al ostracismo, en el que una mano amiga es lo único que les puede llevar al buen redil. Hablaba en el párrafo anterior de misericordia de tal manera que pareciese que la dureza al hablar o  que la denuncia no lo es. Pues sí lo puede ser si eso es beneficioso para con el prójimo. De hecho, a veces no hay cosa más inicua que una sonrisita o una palmadita en la espalda. ¿Y qué fórmula utilizamos? ¿Látigo o bálsamo? ¿Maldiciones o bienaventuranzas? Pues dada la infinitud de casos y circunstancias es difícil obtener una ecuación absoluta. Mejor apelar al sentido común en cada caso, en concordancia con un Evangelio no adulterado.

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