Se habla mucho de tener un encuentro personal con Jesús, más que de tener una relación con Jesús. Sin ánimo de causar polémica quisiera hacer varias consideraciones al respecto, y animo al lector a que las lea sin querer obviar el detalle y entendiendo lo que realmente se dice aquí. 1) No se rechaza el encuentro con Jesús. Sólo se rechaza hablar exclusivamente de encuentro y no de la relación. 2) La palabra encuentro tiene connotaciones más propias de la coincidencia, del choque, de dar con algo o alguien que nos faltaba. La palabra relación tiene que ver con la estabilidad, con la conexión, con lo duradero. 3) El SOLO hablar de encuentro es teología protestante. A veces es cierto que se confunde inocentemente el término encuentro con el término relación. Hay que hilar muy fino. Incluso la expresión es usada en el Evangelii Gaudium de Francisco y en otros textos. Pero hay que ser astutos. El encuentro es realzado por los pentecostales y las sectas porque ellos no aceptan el BAUTISMO católico hecho a los niños. Para ellos sólo es válida la fe que pasa por un encuentro, por un cambio de vida, por un bautismo adulto, por una metamorfosis madura. Esto supone una negación de la inmersión en la Iglesia y en la Fe desde el bautismo de niños. 4) Quien habla de encuentro, más que de relación, puede sin querer denigrar el bautismo o afirmar heréticamente que es necesaria una transformación ulterior, o supeditar la confirmación de la Fe por un sentimiento como sinónimo de conmoción, sensibilidad, pasión o experiencia mística. Este sentimiento se puede tener, y bien conocido es el éxtasis de Santa Teresa de Jesús y la transverberación de su corazón, pero no es la conditio sine que non se tiene Fe. 5) ¿Por qué hablan tanto las sectas protestantes, sobre todo pentecostales, del encuentro? Pues porque al ser movimientos que se nutren no tanto de la tradición generacional como de la captación, desprecian el bautismo de niños propio del catolicismo y afirman que la Fe solo es válida con un bautismo adulto, con un cambio de vida. Esta filosofía se ha infiltrado en la Renovación Carismática Católica, dado que proviene del movimiento carismático pentecostal. Dos profesores católicos de la Universidad de Duquesne, tras la lectura del libro pentecostal La Cruz y El Puñal, decidieron hacer una reunión interreligiosa en casa de una presbiteriana donde dicen que recibieron carismas, para posteriormente propagar el movimiento por otras universidades e iglesias. Esto no quita que los carismáticos católicos estén reconocidos por Roma y que su labor sea encomiable, pero tienen que dejar atrás teologías de corte protestante. 6) ¿Puede alguien ser santo sin tener un encuentro con Cristo? Entendiendo encuentro como sinónimo de conversión adulta, claro que alguien puede ser santo sin pasar por esto, porque alguien puede vivir amando profundamente a Dios y siéndole fiel desde que nació. 7) ¿Puede alguien ser santo sin tener una experiencia de Dios? Si nos referimos a experiencia como sentimiento, como arrobo, como experiencia mística, claro que alguien puede ser santo sin necesidad de pasar por ella. Se nos pide amar a Dios (y al prójimo), y el amor verdadero no requiere necesariamente de este tipo de experiencias. ¿Pero alguien puede amar sin sentir? Es difícil responder a esto por un problema más semántico que teológico. Así que simplifiquemos la cuestión diciendo que se puede amar serenamente a Dios, siéndole fiel, queriéndole mucho, dando la vida por él. No es justo rechazar este tipo de amor y solo legitimar una clase de experiencia sensorial muy concreta. 8) ¿Pero y la gente que cambió su vida a partir de esa experiencia? Cambiaron su vida a raíz esa experiencia, pero no significa que sea imprescindible este tipo de experiencia. Si eran malos cristianos, o si no amaban suficientemente a Dios, no era porque no hay amor sin transformación adulta, sino porque ellos, simplemente, no eran buenos cristianos o, lo que es lo mismo, no amaban suficientemente a Dios. 9) ¿Y por qué sí hablar de relación con Jesús? Es bien sabido el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas. Pues Jesús es también Dios, y viceversa. Jesús, Dios, es alguien. Nosotros amamos a Jesús, no sólo creemos en Él, o mejor dicho, no se puede separar creencia de amor. Bajo este sentido nace nuestra Fe. Esto no significa un rechazo a la doctrina y a los dogmas sino más bien entender que el amor es la génesis de la creencia. Por supuesto esta relación con Jesús no tiene por qué ser sinónimo de arrobamiento. Qué mejor sublimación de la relación con Dios que el propio amor a Dios. Pues ese es el principal mandamiento. 10) Conclusión: Mejor hablar de amor de Dios. Mejor que encuentro y que relación.
Mejor relación con Jesús, que encuentro con Jesús
| 30 abril, 2015
hoy me he podido encontrar con Jesus en la calle, esto es un hecho, no compliquen tanto las cosas. Seamos humildes ante la grandeza omnipotente de Dios
La Renovación Carismática Católica no tiene ideología protestante. Si hay algún autor que haya manifestado algo contrario al catecismo seguramente no pertenecerá a ningún grupo de Renovación Carismática Católica sino a otros grupos de oración ajenos a ella. La Renovación Carismática Católica no surge de ningún movimiento pentecostal, sino como un movimiento dentro de la Iglesia Católica. San Juan XXIII en la constitución apostólica «Humanae Salutis» (año 1961) pedía a Dios: «renueva en nuestros tiempos tus maravillas como un nuevo Pentecostés y concede que la Santa Iglesia, manteniendo unánime una oración continua, con María, Madre de Jesús, y bajo la dirección de San Pedro, aumente el Reino del divino Salvador, el Reino de verdad y de justicia, de amor y de paz, amen». En 1967 unos jóvenes provenientes de los Cursillos de Cristiandad organizaron un retiro de oración en la Universidad Católica de Duquesne (Pensilvania, EEUU). En ese retiro tuvieron una experiencia de efusión del Espíritu Santo. A partir se extiende este movimiento católico como una corriente de gracia que tiene como fundador al Espíritu Santo. Actualmente es el movimiento dentro de la Iglesia que agrupa a más personas.
Personalmente he escuchado muchos testimonios de personas cercanas que después de tener esa «experiencia de encuentro con Jesús» han visto aumentada su fe y han mantenido una «relación» con Dios y la Iglesia mucho mejor que antes. Personas que no se confesaban o se confesaban muy de vez en cuando ahora lo hacen todas las semanas, van a Misa todas las fiestas e incluso diariamente y se ven alegres de vivir amando a Dios y siendo amados por Él. Son conscientes ahora de que Jesús está vivo y de que les ama y se entrega en la cruz por ellos.
En la vida de los santos vemos como casi siempre hay un momento en su vida en el cual tuvieron ese encuentro con Jesucristo. Después de ese encuentro, tras abrir las puertas a la gracia, se llenan de Espíritu Santo y hacen cosas poco lógicas para la mentalidad y el sentido común de la época. Como afirmaba San Agustín: «si comprehendis non est Deus».
En el caso de no bautizados es conocido que al fariseo Saulo, cuando iba camino a Damasco, «de repente le rodeó una luz venida del cielo» (Hechos 9, 3). Tras ese encuentro con Jesús su vida cambió radicalmente. De perseguidor de cristianos se convierte en apóstol de Cristo, en San Pablo, que muere mártir por Jesús.
En el caso de bautizados hijos de familias católicas cuyos padres le enseñaron que tenían que amar a Dios hay muchísimos ejemplos:
El soldado Íñigo López de Loyola en 1521 cuando se recuperaba de unas heridas sufridas en batalla tuvo ese encuentro en el cual se supo amado por Dios a pesar de sus pecados. Tuvo el convencimiento profético de que Dios lo perdonaba y que no iría al infierno a pesar de que lo tuviera merecido por sus pecados. A partir de ahí su vida cambia, cuelga su ropa de militar frente a la Virgen de Montserrat y descalzo y con harapos se retira a una cueva de Manresa dedicado a la oración y al ayuno. De esta experiencia nacen los ejercicios de San Ignacio. Posteriormente en Roma funda la Compañía de Jesús. Éste es San Ignacio de Loyola.
San Josémaría Escrivá de Balaguer a principios del siglo XX en un tranvía de Madrid sintió de repente “el alcance de aquella asombrosa realidad” de ser hijo de Dios, y bajó del tranvía balbuceando “Abba, Pater! Abba, Pater!” (Gálatas 4, 6).
El 21 de septiembre de 1953 un chico de casi 17 años que iba de camino a una fiesta pasó por delante de su parroquia, vio a un sacerdote que no conocía y sintió la necesidad de confesarse. Sintió en esa confesión una voz, una llamada. Jesús le pedía que se ordenara de sacerdote. Hoy en día es el Papa Francisco.
Todos estos ya sabían que había que amar a Dios sobre todas las cosas, pero hubo un momento en sus vidas en que vivieron ese mandamiento como experiencia de Amor que todo lo cambia, que todo lo transforma, que hace nuevas todas las cosas. Descubrieron que antes de esa experiencia no conocían el Amor de Dios en su totalidad y que ese Amor les transformaba. Un mundo nuevo se abría ante ellos. Sin ese encuentro su vida habría sido diferente.
No podemos separar «encuentro» y «gozo». La experiencia del «encuentro con Jesús» produce un gozo inmenso, una alegría santa, que hace que la persona sea plenamente consciente de que es amada por Dios a pesar de que es indigna de ello. Eso hace crecer su fe y aumentar el amor a Dios y el deseo de santidad. En palabras de San Gregorio, padre de la Iglesia: «el gozo de Dios, bondad infinita, que renace continuamente, constituye el punto de partida de un deseo siempre más grande, más nuevo y más fuerte por una participación del Bien mismo».
Es muy difícil imaginar a un enamorado que no sienta gozo y deseo de estar con la persona amada. Ese gozo se puede sentir y vivir. Cuando se siente por primera vez ese gozo inmenso no se olvida. Su recuerdo acompaña toda la vida. «Ponme como sello en tu corazón, como tatuaje sobre tu brazo porque el amor es fuerte como la muerte» (Cantar 8, 6).
Es cierto que ese gozo sólo será eterno al llegar al Cielo y vivir la visión beatífica de Dios. Por eso se suele hablar de «encuentro» para referirse a esa experiencia previa e incompleta aquí en la tierra, ya que vivir en el Cielo es estar con Cristo (Catecismo, 1025). Por ese motivo esa experiencia de gozo no es constante. Los santos pasan periodos de «sequía» de consuelos y sentimientos de gozo de Dios. Ejemplos los tenemos en las vidas de Santa Teresa de Jesús o en la de la Beata Teresa de Calcuta.
El que haya vivido ese encuentro con Jesucristo no puede nunca decir que «encuentro» y «relación» con Jesús sean términos incompatibles. El «encuentro con Jesús» lleva a tener una relación con Él. Por tanto una cosa lleva a la otra. No me he encontrado a ningún católico que haya tenido una experiencia así y se haya quedado con la misma vida de antes, sin mantener a partir de entonces una relación con Jesús y Su Iglesia basada en la frecuencia de los Sacramentos y la oración. Todo el que ha vivido ese «encuentro» mantiene una «relación» y habla de ambas cosas. Tampoco el que lo haya experimentado negará que se pueda vivir una vida santa sin sentir ese gozo espiritual, esos consuelos de Dios según decía Santa Teresa. Lo que sí que pondrá en duda es que se pueda vivir una vida santa o salvarse sin la ayuda de Dios porque «para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible» (Mateo 19, 26). No es posible «vivir amando profundamente a Dios y siéndole fiel desde que nació» por las propias fuerzas sin la acción de la gracia de Dios. Esta gracia gratuita e inmerecida transforma y renueva a las personas y puede ser experimentada por los dones y frutos del Espíritu Santo. Los dones del Espíritu Santo pueden ser ordinarios y extraordinarios y sólo los da Él, no ningún hombre, e inmerecidamente siempre.
El término «encuentro», tal y como es concebido en algunas iglesias /grupos del Protestantisno, donde se considera:
– iniciación a la Fe adulta y por tanto lo verdadero
– y donde el elemento sentimental de reconocer-sentir-memorizar lo ocurido es fundamental.
No es católico.
Si eso es lo que el autor quiere decir: de acuerdo.
Dicho lo cual, pareciese que el autor quiere transmitir que en el mundo católico el «encuentro» cmo se definió arriba es muy usado en la pastoral.
No lo sé.
Pero sí sé que el Evangeluo está lleno de encuentros verdaderos, donde la libertad y la voluntad y el afecto se mueven sorprendentemente en la búsqueda permanente de u Ho bre excepcional que es a la vez Dios Único y Verdadero.
Y los sujetos o protagonistas de esos verdaderos encuentros tuvieron una Relación con Cristo de tal importancia que nosotros formamos ese pueblo de amigos a quienes nos dan Testimonio esos protagonistas ( recordad como acaba Evangelio de san Juan:» muchas otras cosas hizo Jesús….»( es un Testimonio).
Por supuesto los protagonistas a los que me refiero principalmente son los Apóstoles.
Recomiendo por el interés drl tema tratado, al autor que aclare o perfile mejor lo que quiere decir con su artículo a fin de seguir un debate aprovechable e interesante.
Un soldado llevaba dos años sirviendo voluntario en la Columna del Coronel Llisas. Sus órdenes llevaban a través de los sargentos y tenientes, y de hecho le había visto una vez de lejos. Le admiraba y hasta había derramado su sangre cumpliendo sus órdenes. Podemos decir que amaba al Coronel Llisas sin saber casi nada de él. Sabía que servirle era algo bueno y virtuoso.
Un día, después de años de lucha, un hombre se sentó a comer junto al fuego, al lado del soldado. «Hola, soldado, ¿quieres un cigarrillo? ¿Qué tienes para comer? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Qué harás tras la guerra?» Entonces lo reconoció: era Él, el coronel Llisas.
Esto fue un ENCUENTRO PERSONAL. Lo cambió todo, lo recordó siempre, lo transformó. El soldado SUPO que Llisas le conocía y apreciaba personalmente y el soldado pudo dar testimonio, en persona, de aquella cena, de lo que hablaron juntos, lo que sintieron juntos, lo que vivieron juntos…
Esa es la importancia del ENCUENTRO PERSONAL.
«Si alguien abre la puerta entraré y comeré con Él y Él conmigo».
Lo de «el encuentro personal no es necesario» suena a decir «no hace falta abrirle la puerta y comer con Él»… «yo le amo a distancia, como ese soldado a su coronel apenas entrevisto…»
Se puede ser una buena esposa sin consumar el matrimonio, con un marido lejos en el mar o la guerra… ¡¡pero el matrimonio está hecho para el encuentro personal y la consumación!!
Por supuesto, ese encuentro debe madurar en una relación cada vez más profunda. Pero esa relación llegará después del encuentro. Sin encuentro, sólo habrá una «esposa por poderes» o un «servidor lejano».