Amar al prójimo… ¿Amar a Hitler?

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hitler El concepto de amor cristiano, incluso al enemigo, es algo difícil de asumir pero también de entender. Se ha extendido la tendencia en algunos católicos de asumir su fe como un narcótico que les hace sonreír ante todo y con todos. ¡¡Te amo a ti, amo a aquél, amo a éste, qué hermoso es todo, y siempre con una sonrisa!! Si dijese que parecen pánfilos quizás alguno me salte al cuello, pero si analizamos etimológicamente la palabra, + , veremos que pánfilo es aquél que ama todo, el tontín al que todo le parece bueno, que vive en una nube que le impide tener un sentido crítico de lo que le rodea. Seguramente estos pánfilos tendrán una buenísima intención, pero esta actitud no se ha de identificar con la del buen cristiano, pues sólo ha sido tomada en la (post) modernidad y no concuerda con la de los mayores santos de la historia, y mucho menos con la de Cristo y sus seguidores. Por no decir que resulta mucho más atractiva, y por ende evangelizadora, la actitud digna del Señor que la de los sempiternos sonrientes, per saecula saeculorum, amen. Pero vamos a la cuestión. ¿Amor al prójimo implica amar a alguien como Hitler? Pues si Cristo nos dio el mandato de amar a nuestros enemigos, pero también llamó sepulcros blanqueados, raza de víboras e hipócritas a los fariseos; de sentenciar que «al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino […] y que se ahogara en lo profundo del mar»; o que «si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis»; quizás tengamos que entender a Jesús desde un punto de vista menos simplista. El amor no es un sentimiento, no es amistad, no es una sonrisa. Es un concepto mucho más complejo. Y estoy seguro de que Jesús amaba a aquellos a quienes pidió no saludar ni recibir. ¿Pero cómo? ¿Fingía? ¿Era un paripé? No. Quizás uno exprese su rechazo absoluto hacia una persona por sus comportamientos (¿y lo de amar al pecado pero no al pecador? más abajo hablaré de esto), quizás uno crea justo que alguien por sus fechorías deba de ser condenado ante un tribunal, pero en el fondo, si uno se alegrase por la conversión de esta persona, demuestra un amor que trasciende, y que lejos de las apariencias, realmente estaba allí. Lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas, y por tanto, a la bondad, a la justicia, a la equidad… El amor al prójimo no puede ser a costa de esto. Amar al prójimo y rechazar su comportamiento inicuo, precisamente por ser justos con nuestro amor a Dios, a lo Santo, no es mostrar contradicción alguna, sino encarrilar a la perfección el segundo mandamiento con el primero de los dos presentados por Jesús. ¿Y lo de amar al pecador pero no al pecado? Pues lo primero que hay que decir es que lo que aquí expongo no contradice al amor al pecador sino que lo determina, y lo segundo que hay que decir es que pecador y pecado no se pueden separar. No existe dicotomía real entre una persona y sus actos, porque cuando pecamos vamos nosotros (y no nuestros pecados) al infierno, y cuando cumplimos los preceptos de Dios vamos nosotros (y no nuestras virtudes) al cielo. Pero por supuesto se ama al prójimo. Porque uno demuestra amor, por ejemplo, si se alegrase en caso de la conversión del inicuo, y porque el amor no es solamente en segunda persona del singular, TÚ, sino del plural, VOSOTROS. Y quien cree que ama al prójimo por ser cuidadoso, respetuosísimo, a la hora de mostrar su rechazo a Hitler (por ejemplo), demuestra no amar al prójimo por no ser lo suficientemente duro con alguien que representa unos ideales dañinos para sus hermanos, del todo inocentes. En eso del amor al prójimo, no valen muchas flores para el TÚ, a costa de devastar el jardín del VOSOTROS. 

Comentarios
0 comentarios en “Amar al prójimo… ¿Amar a Hitler?
  1. Yo creo que hitler ya pasó, no vamos a estar amando a lo pasado y bien pisado, me pregunto si ahora los miles de hitler que conviven con nosotros, esos políticos, médicos, y demás que sin ningún remordimiento asesinan a miles de millones de humanos indefensos, aborto, eutanasia, cristianos perseguidos, etc., en fin, debemos amarlos? debemos callar como hizo Pio XII o gritaran la piedras por nosotros….

  2. Hola José. No tiene por qué disculparse. Con mucho gusto hablo con usted, y además vale la pena reflexionar sobre la compasión. La verdad es que sabemos que Jesús nos amaba, pero no sabemos muy bien si se podría decir con certeza que estaba siendo compasivo al sacar el látigo en el templo, por ejemplo. Pero es curioso cómo yo puedo amonestar vehementemente a alguien, y aunque en ese momento no albergue lo que el común de los mortales puede entender como compasión, si haya en mí Amor, entendiendo el amor como algo más trascendente de lo que todos pueden creer. ¿Por qué? Porque detrás de mi aparente dureza, hay amor a la Verdad, amor a lo Santo, amor a Dios, e incluso amor al prójimo que está cogiendo un camino que ofende a Dios.
    Amor es amor, como usted deja caer. ¿Y también, siempre, compasión? Bueno, no sé si por ejemplo el amor a Dios puede ser definido como compasión. La equiparación constante, exclusiva y excluyente, del amor con la compasión, aunque bien intencionada, puede terminar desfigurando la verdadera esencia del amor, y puede traer males muy grandes como neutralizar o demonizar la necesaria denuncia de hechos, de personas, la lucha, la severidad, la justicia… Todo en perjuicio de Dios, en perjuicio de la persona, y no en su beneficio.
    Al menos, eso es lo que está pasando de unos años a esta parte. Encantado de hablar con usted.

  3. Se ama al prójimo por compasión, y esta cualidad no es humana sino divina.. quién se compadece actua conforme al Amor de Dios; campadecer es compartir, asumir las miserias, necesidades y limitaciones de otros, y eso sólo es posible si Dios actua en nuestro interior.
    Dios se compadece incluso cuando juzga, por eso su justicia es misericordiosa, que no injusta.
    Explicar el amor al prójimo sin compasión es «hechar las perlas a los cerdos», y esto lo dijo el Señor.
    Me temo que sobran las palabras… aún cuando el intento sea válido.

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