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Osoro ha perdido el granito de mostaza

Osoro
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Corría el año 1846 cuando se publicaba la primera colección de Doloras del poeta español Ramón de Campoamor. Entre sus más de 30 ediciones, destacamos aquí la titulada “Las dos linternas” en la que el poeta recita: “Y es que en el mundo traidor nada es verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”.

Dicha Dolora pone de manifiesto el convencimiento del poeta en el subjetivismo, la arbitrariedad, y el relativismo; así como la desconfianza en el mundo al que considera traidor ya que cambia, mostrando un día un rostro y otro día otro.

He preferido esperar un tiempo prudencial, antes de manifestar desde este blog mi gratitud, al Papa Benedicto XVI, que en gloria esté, por su servicio y entrega a Dios nuestro Señor en favor de toda la humanidad por medio de la Iglesia.

Todo lo que he leído sobre el Papa Benedicto XVI, claro de lo que se puede leer, está centrado en su magnífica homilía de la celebración eucarística Pro Eligendo Pontifice, con la que me identifico en su totalidad.

Nuestra Archidiócesis de Madrid ha experimentado durante estos años de pontificado del actual Cardenal-Arzobispo, Mons. Osoro, que “a quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalista. Mientras que el relativismo, es decir, “dejarse llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”.

Monseñor Yo-Yo, como se le conoce en la Archidiócesis de Madrid, especialmente entre nuestro clero diocesano, evitó gobernar con aquellos que consideró “fundamentalistas” y prefirió hacerlo rodeado de “relativistas”; aplicando en su gobierno pastoral su “propio yo y sus antojos”. Ningún criterio pastoral anterior a él le ha sido válido, repitiéndonos machaconamente, siempre que tenía ocasión, que había que olvidarse del “siempre se ha hecho así”. Había que destruir lo construido por sus antecesores, porque el peregrino en sus ideas, tenía que imponer su Yo relativista. Y su Consejo Episcopal, han sido participes de esto y corresponsables.

Todo su ministerio episcopal, al menos en Madrid, ha estado centrado en sí mismo y sus antojos. Llegó con aires populistas, no olvidemos aquel “referéndum” falaz que hizo entre nosotros y el clero regular, los religiosos, para ver quienes podían formar parte de su Consejo de gobierno. Total para nada, porque en su ego imperante, eligió para que le aconsejaran a un par de amigotes de toda la vida; formadores del seminario ascendidos a vicarios; compañeros que sin ser formadores abanderaban el relativismo doctrinal de la Archidiócesis y de los que hasta sus propios simpatizantes ideólogos se avergüenzan por el simple hecho de haberles visto vestidos con cleryman según para qué ocasión, al tiempo que se sienten traicionados por ver cómo renunciaban a lo que ellos creían que eran sus principios; o al jesuita octogenario que nadie pudo votar porque seculares y regulares le pensábamos ya difunto por sus años.

Y entre los que eligió como sus obispos auxiliares, más de lo mismo. En lugar de elegir de entre las primeras espadas que tenemos en nuestra Archidiócesis, “según el Credo de la Iglesia”, quiso inclinarse por los que él pensaba más “relativistas”.

Y hasta en eso se equivocó, porque Montoya y Vidal, sin ser grandes espadas, sino grandes Aranas, sí que se rigen por el Credo de la Iglesia, y a los dos les han sacado de distinto modo porque no aguantaban más.

Su verdadero auxilio creyó que sería Cobo, de ahí que en los informes previos sólo Osoro decía algo positivo de él. Lo consiguió sacar adelante, a pesar de que los informes que llegaban eran máximamente negativos; pero no supo calcular que quien lo auxiliaría era un Yo más grande que su propio Yo. Tan grande, que cuando ha visto que las cosas le podían empezar a salpicar ha sido capaz de informar negativamente a Roma, respecto del nefasto gobierno del titular al que antes auxiliaba y ahora traiciona.

Sí, Cobo le ha traicionado, porque “la dictadura del relativismo no reconoce nada como definitivo y deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”.

A Martínez Camino, “quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, se le ha aplicado la etiqueta de fundamentalista”, porque lo dice el Papa Francisco y Osoro lo repite, a ver si cayendo simpático conseguía que su Yo fuese mayormente aceptado y reconocido en Roma.

El Papa, que ya no es emérito, Benedicto XVI nos enseñaba que “nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo”.

Osoro no ha querido tener esta medida, y ha preferido “una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad, que no es una fe adulta profundamente arraigada en la amistad con Cristo”.

“Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Debemos madurar esta fe adulta; debemos guiar la Grey de Cristo a esta fe. Esta fe -sólo la fe- crea unidad y se realiza en la caridad. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como “címbalo que retiñe” (1Co 13,1)”.

Criterio de discernimiento que Osoro no ha tenido a la hora de elegir consejeros y colaboradores, y que justifica afirmando “a mi me engañaron” en lo civil; o “los curas tienen desafección hacia mi” en lo canónico. Cuando todo por desgracia es más sencillo que eso, nuestro Arzobispo, tristemente, no ha tenido una fe madura.

Este mundo traidor, del que habla el poeta, es en el que ha elegido vivir Osoro mostrando un día un rostro y otro día otro. Un día adornado con baños de oro y al otro con baños de plata, o eso esperamos, que sea sólo un baño; reflejo del Yo de nuestro Arzobispo, que según el oleaje de la moda, propio de una fe no adulta y poco arraigada en Cristo, se deja llevar de la última novedad respecto de la elección de según qué Papa.

Estamos ya, por fin, en el final de su pontificado que agoniza por falta de fe. Osoro recogerá lo que sembró; se le aplicará la Ley Campoamor por su irresponsable albedrío deliberado.

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