El príncipe Cobo, el derecho canónico es garante de la comunión, la FUE se pliega al menos, menos, menos del Arzobispo de Madrid

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El pasado 30 de septiembre el Papa Francisco ha elegido Príncipe a Cobo entregándolo el capelo cardenalicio, alcanzando éste el mismo rango que nuestra princesa Leonor de Borbón.

Nadie se imaginaría que la princesa de Asturias a punto de cumplir la mayoría de edad, siendo ya cadete y habiendo jurado ante nuestra bandera dar la vida por España, manifestase su deseo de sustituir al Rey cuanto antes. Esto, que no se le ocurre decir a una adolescente de 17 años, sabedora, salvo muerte súbita, de que es la sucesora legítima al trono de la Corona de España; por el contrario, sí se le ha ocurrido insinuarlo a su homólogo el príncipe Cobo, que con posibilidades entre iguales de ser el sucesor al trono de la Santa Sede y jefe del Estado Vaticano, pero no con la certeza de alcanzarlo, sí ha manifestado con un “cada cosa a su tiempo” que no descarta conseguirlo.

La madurez de una princesa adolescente de tan sólo 17 años, a punto de la mayoría de edad, frente a la arrogancia de un príncipe inmaduro con 58 años recién cumplidos, pone de manifiesto la vanidad grosera del Arzobispo de Madrid.

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Como les indiqué en mi anterior artículo, no iba a ser el nombramiento como miembro del Dicasterio de Obispos, el último que le hiciese el Papa Francisco, ya le ha caído el segundo como miembro del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida; y no duden que puede venirle alguno más, pero tranquilos que esto es como la fiebre de un niño. Igual que viene, se va.

Cobo, elegido auxiliar tras menospreciar e ignorar el Papa Francisco los informes negativos del proceso de elección de obispo y una vez roto el cascarón del auxilio, traicionado al auxiliado, ha celebrado por todo lo alto su gesta lograda en escasos tres meses; algo que ni la princesa Leonor de Borbón legítima sucesora al trono ha celebrado todavía. Esto de celebrar todo a la vez y prácticamente en un sólo tiempo tiene la ventaja de que así no nos marea más, y ya está celebrado todo lo celebrable.

Pero ciertamente la vida de la Iglesia lleva otros ritmos y funciona con otros criterios. El problema surge cuando la Iglesia se mundaniza, los ritmos cambian y los criterios se sustituyen. Ya lo decía Ortega y Gasset, somos hijos de nuestro tiempo y la Iglesia que peregrina en Madrid, que lleva con el cuello girado hacia Roma, como decía Tarancón, desde que el peregrino traicionado llegase a Madrid en el año 2014, lo ha sufrido. Y ahora, durante el tiempo que dure, que no se sabe, el pontificado de Cobo, no es que seamos hijos de nuestro tiempo sino que nos hemos convertido en prisioneros de nuestro tiempo, matiz hegeliano.

La Archidiócesis de Madrid y no sólo, es prisionera de esta deriva de muchachitos, como Cobo, que aceptaron ser obispo dejándose llevar exclusivamente por ansias de poder y cambios revolucionarios, sabedores de que debían haber dicho que no eran dignos. Pero que sí aceptaron, porque en el actual discurso eclesial que es de tejas para abajo, se sienten cómodos con la sinodalidad, con la cultura del descarte, con la defensa de la ecología integral, con el cuidado de la casa común, con la Iglesia en salida, con ir a las periferias, con el olor a oveja, con la cabida de todos, etc … Discurso que repiten como cacatúas considerando que están así en comunión plena. Consideración errónea, porque no es suficiente con tener sólo comunión con el Sumo Pontífice, lo que equivaldría a nuestro rey Felipe VI, es necesario que la comunión sea basada en los dos pilares de nuestro Depósito de la Fe, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, a través de las cuales la fe se nos ha revelado; sólo así se está en verdadera comunión. Y sólo éste puede ser el resultado de la sinodalidad.

La fe de la Iglesia no se fundamenta en el Estado Vaticano que rige el Papa, ni en la Santa Sede del obispo de Roma, Francisco; sino en la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos profesar. Y la fe no se toca, porque pertenece al derecho divino.

¿Se imaginan que las conclusiones de los padres y madres sinodales fuesen: eliminar la dignidad de cardenal en la Iglesia, que la participación en el próximo Sínodo en lugar de 70 laicos, haya sólo 70 obispos y el resto fuesen laicos, o que al próximo Papa no lo eligieran los cardenales? Esa sinodalidad escandalizaría a los escandalizadores porque les moverían la silla.

Este riesgo de democratización de la Iglesia, preocupa a los cardenales que han presentado sus Dubias en muy digna representación continental, de otros muchos cardenales, arzobispos y obispos. Y no les preocupa porque a ellos a sus edades lo de moverles la silla les afecte personalmente, sino porque esto afecta al fundamento de la fe.

En algún otro artículo he escrito, que no hay nada peor que un un progre que se encuentre con otro más progre, o un comunista que se cruza con otro más comunista; y es peor porque el progre y el comunista se escandalizan de las barbaridades del que es más progre o más comunista.

Pues exactamente esto, estaría muy bien, que sucediese en el Sínodo de la sinodalidad para que algunos se escandalizasen de su propio escándalo.

Manejamos dos realidades en lo que con un solo término entendemos por Iglesia: la Santa Sede y el Estado Vaticano. Ambas realidades, desde mi punto de vista, son absolutamente necesarias en la Iglesia y seguro que los juristas, no los Truchos canonistas mediocres, ni los Cobitos civilistas más mediocres, me refiero a que los canonistas serios estarán de acuerdo conmigo en su necesidad.

La Iglesia no debe caer ni en democratizaciones, ni en totalitarismos, porque estaría atentando contra su propio estado de derecho, el canónico, que en cierto modo es garante no sólo de que el depósito de la fe no se viole, es decir, no se profane; sino y también, es garante de que haya un ordenamiento jurídico en la Iglesia al que deben estar sujetos todos sus miembros, sus hijos, los hijos de la Iglesia, todos, todos, todos.

Gracias a este Estado de Derecho, el canónico, entre otras muchas consecuencias destaca la de que la Iglesia sea libre e independiente frente a otros Estados, ya que se rige por sus propias leyes dentro de su Estado, el Estado Vaticano. Pero también gracias a este Estado de Derecho, el canónico, todos los hijos de la Iglesia desde el Papa Francisco en la actualidad, el príncipe Cobo y el resto de los cardenales, los arzobispos y obispos, los consagrados y los laicos somos iguales ante la ley; de ahí que todas las sedes apostólicas, es decir, todas las diócesis, incluida la Santa Sede, es decir, la diócesis del obispo de Roma, la del Papa, deben cumplir y hacer cumplir dicho derecho canónico.

Hay dubias de que se pretenda sinodalmente romper la comunión en la Iglesia: proponiendo que el obispo de Roma sea uno más, menospreciando así su designio divino de ser Primado entre el resto de obispos; de que los llamados sínodos de los obispos creados por Pablo VI para ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia terminen gobernando en la Iglesia hasta al mismo Papa; de que la conciencia individual permita al individuo decidir si está en comunión o no y participar de esta como es posible que hayan hecho Maciel, Zanchetta, Rupnik o el cura de Málaga, desobjetivando que la comunión se rompe a consecuencia del pecado y se recupera objetivamente sólo a través del sacramento de la penitencia y el cumplimiento de sus etapas.

Estas dubias y otras son legítimas cuando está en juego romper la comunión en la Iglesia con Sínodos sinodales opacos que pretenden o permiten poner en cuestión parcial o totalmente el depósito de la fe de la Iglesia.

El otro riesgo, el totalitarismo, ya sea de la Santa Sede o de otras sedes particulares como la de Madrid es también contrario al cumplimiento del estado de derecho de la Iglesia.

El príncipe Cobo, que no debe servirse de la sede apostólica que el Papa Francisco le asignó sino servirla, ha impuesto su veto a la conferencia de quien fuera secretario particular del Papa Benedicto XVI, el Arzobispo Georg Gänswein doctor precisamente en derecho canónico. Y para mi gusto, la Fundación Universitaria Española, fundación civil, presionada por Cobio y sus adláteres para que esta conferencia no se pronunciase, ha demostrada poco amor a la libertad y en consecuencia poco amor a la verdad.

¿Quién es Cobo para vetar al Sr. Arzobispado Georg Gänswein en un acto en la sede de una fundación civil? Ciertamente Lydia Jiménez, directora general de las Cruzadas de Santa María, Instituto Secular de derecho pontificio, está consagrada mediante la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.

El consejo evangélico de la obediencia, no le obligaba en este caso, ya que actuaba como presidenta del patronato de la Fundación Universitaria Española, fundación civil. Y en cualquier caso podría haber recurrido a Roma por ser de derecho pontificio.

Cobo que vino de Lisboa con la boca llena del todos, todos, todos del Papa Francisco al que él sí le debe todo, todo, todo; pronto ha hecho caso omiso al Santo Padre imponiendo su menos, menos, menos. Lo ven, ya asoma la patita el líder patrullero.

Imponer el criterio, sin más criterio, que el propio criterio, es un acto de totalitarismo que no se ajusta al derecho canónico, más si se hace tirando la piedra y escondiendo la mano, argucia que nos ha llevado a lograr ser Arzobispo de Madrid y príncipe de la Iglesia.

Sin embargo, si se cumple el derecho canónico, se garantiza la salvaguarda de la fe y las costumbres, y se habría mantenido de cura raso a quien nunca debió ser ordenado obispo.

Me piden varios lectores que escriba más a menudo, y les agradezco su interés, pero Cobito me tiene prácticamente sólo en la parroquia y no me da la vida. Pero lean a Paco Pepe que jubilado tiene mucho tiempo, a Guadalix que hace así un apostolado magnífico desde sus prqueños pueblos de la sierra o Francisco Serrano que se dedica profesionalmente a esto. Yo soy un pobre cura, más liado que la pata de un romano, por lo que no les prometo nada, aunque lo intentaré. Muchas gracias queridos lectores.

Comentarios
5 comentarios en “El príncipe Cobo, el derecho canónico es garante de la comunión, la FUE se pliega al menos, menos, menos del Arzobispo de Madrid
  1. Lo primero decirte que eres un cobarde que te escondes en un balcón para no dar la cara. Segundo que muchas veces hablas en nombre de los curas de madrid, los cuales somos la antítesis de tu cobardía, sentido eclesial y no estamos tan enfermizamente amargados como tú. También decirte, en línea con la doctrina y moral de la Iglesia, a la que tanto aludes y que tanto desconoces, que estás en pecado mortal, porque la calumnia y/o la difamación en materia grave, como es tu caso, y más a un obispo, es un pecado gravísimo. No sé si esto te da igual, o es que tu conciencia está tan deformada por tu soberbia que no eres capaz de verlo. Como hermano tuyo sacerdote, de igual a igual, lo primero te digo es que tu actitud y tu situación es lamentable, y que tienes la obligación moral de reparar todo este mal. A personas que conocemos las cosas de primera mano, como yo, y como «los sacerdotes de madrid», nos das pena, pero no nos haces daño. Pero cuántas personas sin formación ni criterio, se contaminarán con tu odio y tu resentimiento. Hermano, para, recapacita, confiésate y rectifica, por la salvación de tu alma y por el daño hecho a los demás. Cuenta con mi oración por tu conversión y confía, que nuestro Señor lo puede curar todo, también lo tuyo.

  2. Usted está casi solo en su parroquia como cientos de sacerdotes de la diócesis. Pero no es culpa del arzobispo, es culpa de que no hay vocaciones…quizá porque haya chicos que lean sus comentarios y piensen que no quieren llegar a ser tan malos como usted, que pensaban que la Iglesia era otra cosa, no un patio de vecinas chismosas donde se critica con muy mala baba a la última vecina que ha llegado. La caridad cristiana que se le presupone ha desaparecido, plantéese dedicarse a otra cosa. Deje de hablar en esos términos y con esos apelativos insultantes de su arzobispo, al que debe obediencia y respeto (del que carece). Se escuda en su anonimato aunque todos medio sabemos quién es usted. Rezo por sus feligreses, ¡qué engañados están!

    1. Un día le contaré cuántos jóvenes llevó nuestro arzobispo al seminario. Para que esperar: 0
      Quizá por eso estamos solos tantos.
      Una tila antes a madr acostarse le vendrá muy bien

  3. Dice: «Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos vanagloriamos profesar».
    Profesar nuestra fe no es gloria vana sino verdadera, porque nos conduce a la vida eterna.

    1. Antonio, dos agradecimientos el primero por leerme y el segundo do por corregirme. Debió de ser el corrector o yo que escribo a las tantas. Gracias

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