UN SOLDADO-MONJE Y UNA REINA SANTA

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Santa Isabel de Portugal (1271 – 1336) - Catalunya Cristiana

UN SOLDADO-MONJE Y UNA REINA SANTA

Gracias a MÉDIAS-PRESSE-INFO nos enteramos de la existencia del “Espejo de los Caballeros”, el bienaventurado Nuno Alvares Pereira (1360-1431), el gran héroe portugués quien dijo: “Teniendo una firme esperanza en Dios, pocos de entre nosotros venceremos a un gran número”.

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Este desconocido fue el gran héroe portugués del siglo XIV. Portugal es un país pequeño, pero una gran nación de grandes navegantes como Vasco de Gama, primer europeo que descubrió la ruta marítima hacia las Indias, una gran nación católica que además de tener una reina en los altares, Santa Isabel, princesa de Aragón, se honra con el bienaventurado Nuno Alvares Pereira, jamás vencido en el campo de batalla.

Por sus victorias militares contra los castellanos, fue nombrado condestable de Portugal por el rey Juan 1°. Pero ante la sorpresa general, el 17 de agosto de 1421, se retira al Carmelo de Lisboa y toma el nombre religioso de hermano Nuno de Santa María. Muere diez años después el 1° de noviembre de 1431 en su humilde celda del Convento.

El papa Benedicto XV por el decreto “Clementissimus Deus, del 23 de enero de 1918, lo proclamó bienaventurado.

El monje antes fue jefe y en una arenga antes de la batalla de Atoleiros, frente a los castellanos tres veces superiores en número les dice a sus caballeros y a sus soldados: “Mis amigos, me dicen que los castellanos son numerosos y elevados en dignidad, más vuestro honor será grande. Si quieren ser mis compañeros de armas, les prometo ser el primero en enfrentar al enemigo. Si algunos tienen miedo que se vayan ahora. Con los bravos que queden, venceré. La victoria pertenece a Dios, no a los hombres. Teniendo en Dios firme Esperanza, estoy seguro que un pequeño número de los nuestros vencerán a un gran número de enemigos”.

El bienaventurado nos convoca a intensificar nuestra vida de oración y sacramental y nos dice: “Militamos por Cristo Rey y su Santa Madre”.

Queremos asociar al soldadomonje con Santa Isabel de Portugal, quien era princesa de Aragón y aparece en la historia portuguesa en virtud de su casamiento con el rey Dionis el 11 de febrero de 1281. Por ella se llama Isabel nuestra hija mayor.

Fue una mujer sacrificada que tuvo que sufrir las infidelidades de su marido, que supo disimular con heroico silencio, mientras con dulzura y amor quiso apartarlo de las relaciones adulterinas. Su grandeza la llevó a ocuparse de los bastardos de su cónyuge.

Fue una mujer extraordinaria, de una cultura fuera de lo común en ese tiempo: conocimiento de lenguas, el latín incluido, de música, arquitectura, medicina y enfermería; diagnosticaba e indicaba el remedio.

Era una mujer piadosa, que dedicaba largas horas a la oración y rezaba con sus capellanes, elegidos entre los sacerdotes más cultos, las horas canónicas y cantaba. Su espíritu de mortificación fue grande en ayunos y abstinencias.

Ejemplar como mujer y madre, estaba atenta a las necesidades de su pueblo y enfrentaba cada carencia; así surgieron la obra para recién nacidos, para la juventud necesitada a la que ayudaba para casarse honestamente, la obra de regeneración para los caídos en el pecado, la obra hoy llamada de la tercera edad, la obra para tratar leprosos.

Merced a su constante y discreta intervención, contribuyó a reconciliar a Portugal con el Papa, se firmó un concordato y se fundó la Universidad de Coimbra.

Fue enérgica y pacificadora, en tiempos difíciles en los cuales veló por el interés nacional. Mujer bondadosa pero fuerte, como la llama la liturgia. Ante los conflictos familiares impuso su reconocida autoridad moral.

Su hijo, el futuro Alfonso VI detestaba a su padre, y el odio se acrecentó por la envidia que en él despertaban los favores que el rey dispensaba al mayor de sus bastardos. Por tres veces el príncipe se rebeló. Ella buscaba la paz en el reino y la reconciliación del padre y el hijo. Una muestra de sus afanes es la carta que mandó al rey: “No permitáis que se derrame sangre de vuestra generación que estuvo en mis entrañas. Haced que vuestras armas se paren. Si no lo hacéis iré a postrarme ante vos y ante el infante, como la leona en el parto si alguien se aproxima a los cachorros recién nacidos. Y las ballestas han de herir mi cuerpo antes que os toquen a vos o al infante. Por Santa María os pido que me respondáis pronto para que Dios os guíe”.

Hasta el campo de batalla llegó sola, montando una mula, cuando empezaba otra lucha entre el rey y su hijo. Allí mismo consiguió el perdón del rey para su hijo, inquieto y rebelde.

Un año después enfermó el rey y su mujer lo cuidó con desvelo y abnegación. Muerto Dionis, Isabel vistió el hábito de las clarisas. Y se entregó al servicio de los demás.

Murió en el castillo de Estremoz el 4 de julio de 1336 y fue canonizada por Urbano VIII el 25 de mayo de 1625.

Dos figuras ejemplares, legítimo orgullo de Portugal.

Buenos Aires, abril 27 de 2024. Bernardino Montejano

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