Santiago Martín y las pachamamadas

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Excelente, como siempre. Incluso pienso que todavía se ha superado. Hasta me parece notar alguna novedad en su discurso.  Creo que es de escucha obligatoria. Y de mérito extraordinario

https://www.youtube.com/watch?v=piYk5njMn3M

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Esa farsa estúpido-idolátrica es un hito más, difícilmente superable, de la degradación vaticana.

Comentarios
16 comentarios en “Santiago Martín y las pachamamadas
  1. Pues, efectivamente, yo también aprecio un ligero cambio, y positivo, en su línea discursiva. Esperemos que siga por este camino y se quite finalmente la venda de los ojos…

    1. Desde luego no vale la pena. Pero sírvanos de distracción risueña las estupideces, incongruencias, sueños, alarmas, y demás de este hombre que no parece dispuesto a callar. Al menos vamos a reírnos un poco.

  2. El lenguaje de Agrelo es agresivo, violento, injurioso, pretencioso, denigratorio y maniqueo. No sólo es impropio de un franciscano o de un arzobispo, sino simplemente de una persona equilibrada. O estás de acuerdo con él o eres un fariseo horrible que te dedicas a robarle el pan a los pobres -mismamente como Ricitos de Oro a los tres ositos- y ahogar inmigrantes y refugiados con tus propias manos. O le das la razón o te pronostica el fuego del infierno y la condenación eterna. Parece un inquisidor majara al que se le ha ido completamente la pinza. Debe creer que cuando le llegue la hora le van a poner como consejero de San Pedro para sugerirle quién puede entrar en el cielo y quién no. Lo de Agrelo es -sin exageración alguna- de frenopático. Debería hacérselo mirar, porque estas cosas, si no se tratan, suelen ir a peor.

  3. ¡Luminoso, ponderado, muy objetivo, muy apostólico y excelente el P. Santiago Martín en «Pachamama y Curas Casados» (27-OCT-2019)!

  4. Insuperable, también, el P. Santiago Cantera:

    LA VERDADERA HONRA

    ¿Por qué cuesta tanto desprenderse de la fama? Porque la honra falsa va de la mano de nuestro ego. Cuando la honra se confunde con el buen nombre ante los demás y el halago ajeno, estamos ante una honra mentirosa, que no es honor.

    Al pueblo fiel y también a los no creyentes les puede sorprender, escandalizar y hasta doler la mundanidad claramente perceptible en quienes debiéramos ser hombres de Dios. Mundanidad que se puede manifestar tanto en la adopción de ciertas formas externas (cuidado esmerado y extremadamente delicado en vestidos de marca, peinados, uso de colonias, etc.), como en actitudes más profundas (deseo de agradar a todos para quedar bien y tener buen nombre, anhelo de fama y de reconocimiento, ascenso en la vida eclesial y académica valiéndose incluso de inflar falsamente el currículum…) y en acciones tales como esconder la verdad de la fe y oscurecer la doctrina o pactar interesadamente con los poderes de este mundo renunciando al deber de defender lo que es de justicia para mantener ciertas prebendas. Por el contrario, cuanto más desprendidos de todo esto se muestran una religiosa, un religioso, un sacerdote o un obispo, tanto mayor es el reclamo para acercar a las personas a Dios.

    A quienes debiéramos ser hombres de Dios, no habría de preocuparnos el éxito en esta vida ni el aplauso del mundo, ni la obtención o la conservación de un bienestar material. Todo ello, cuanto más lo tengamos y lo recibamos, mayor riesgo supone para que alcancemos a Dios. Y si es Él quien realmente lo da, debemos acogerlo con aceptación y sin una apropiación inadecuada, restituyendo siempre al Dador de estos bienes temporales y contingentes lo que le debemos y el agradecimiento por otorgárnoslos (cf. San Francisco de Asís, Avisos espirituales, 18), de tal manera que la codicia, la vanidad y la soberbia no se adueñen de nuestro corazón.

    El mayor peligro para quienes debiéramos ser hombres de Dios es no esforzarnos en vaciarnos del «yo» para llenarnos sólo de Él. Esto pasa, evidentemente, por una renuncia progresiva y creciente de nuestra parte respecto de los bienes materiales de este mundo, de tal manera que dejemos de ser esclavos de ellos, usándolos únicamente en la medida en que los necesitamos, pero sin apegarnos a estos lastres que nos impiden elevarnos al Sumo Bien, a Aquel cuya única posesión debe ser toda nuestra riqueza.

    Éste es el camino de las «nadas» de San Juan de la Cruz, el que enseña a «inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido… no a lo más alto y precioso (humanamente), sino a lo más bajo y despreciado… no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo, de todo cuanto hay en el mundo» (Subida del Monte Carmelo, I, 13, 6). Desnudez y vacío, no sólo respecto de los bienes materiales, sino también de todo aquello temporal que puede atar nuestra alma impidiéndole elevarse hacia Dios. «Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada…» (Ibid., I, 13, 11).

    Hay una cosa que ata muchas veces a quienes debiéramos ser hombres de Dios. Además del apego a los bienes materiales y al dinero que tristemente se apodera de nuestro corazón con más frecuencia de lo que debiera, y además del deseo de una vida cómoda y sin problemas, nos ata y nos esclaviza mucho el deseo de fama humana, de honra mundana, y nos preocupamos muy en exceso de aquello que Santa Teresa de Jesús llamaba los «puntillos de honra».

    Este apego a la fama es una manifestación del ego que no quiere morir para que Dios lo sea todo en nuestro interior. Es una evidencia de la carencia profunda de humildad. Y el camino de la humildad, como enseña San Benito (sobre todo en los capítulos IV y VII de la Santa Regla), es un camino que pasa por sufrir humillaciones y menosprecios, hasta poder llegar a esa apatheia o «impasibilidad» a la que aspiraban los monjes antiguos del Oriente cristiano. Para ser verdaderamente poseídos del todo por Dios, es necesario ser capaces de estar por encima del respeto a nuestra propia fama; es imprescindible poder llegar a ser indiferentes tanto a los halagos como a los insultos, a los ensalzamientos como a los desprecios que recibamos. Pero este camino es, por supuesto, un camino de espinas y de cruz que pasa fundamentalmente por las humillaciones, por los menosprecios, a veces hasta por ser difamados y calumniados, padeciendo, con amor a Dios y a aquellos mismos que nos hacen sufrir.
    ¿Por qué cuesta tanto desprenderse de la fama? Porque la honra falsa va de la mano de nuestro ego. Cuando la honra se confunde con el buen nombre ante los demás y el halago ajeno, estamos ante una honra mentirosa, que no es honor. La verdadera honra que debiera asentarse y fructificar en nosotros, debiera ser únicamente la de sabernos hijos amados de Dios y llenos de su amor infinito. Entonces se llega a comprender aquello que decía Santa Teresa acerca de la fatiga espiritual que produce buscar esa falsa honra mundana, pues «la honra que el mundo llama honra» es «grandísima mentira». Por el contrario, «la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, teniendo en algo lo que es algo y lo que no es nada tenerlo en nonada, pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a Dios» (Libro de la Vida, 20, 26).

    —SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B.

    http://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=36141&fbclid=IwAR28rXNpjBcNTVBLXvnNYNsrDbCde0zFt686ptKaBK1WAwCsAKk7N5Y6G8c

    1. Pues vamos para rato, Juanjo. Esto no ha hecho más que empezar, por desgracia.
      Ya estoy empezando a escuchar a sacerdotes otrora ortodoxos, decir que los seres humanos tenemos la culpita de tó, del cambio climático y de la madre que parió a Paneque.
      Me los llevaría a mi casa, sin calefacción, para que conocieran el ahorro energético., les dejaría sin móvil, sin agua caliente y sin agua corriente, como en el Amazonas.

  5. Hagámonos a la idea de que las posibilidades de que este Papado implique una revolución que proseguirán otros Papas aumentan cada vez que el Papa crea nuevos cardenales y todos son de su cuerda. Sin embargo no entiendo por qué no se pone el acento en cómo se ha llegado a esta situación. Al Sr. Fernández de la Cigoña le pido disculpas por comentar ésto pero debido a mi juventud hay cosas que no entiendo muy bien. Como todos saben el Papa y Msgr. Agüer fueron nombrados auxiliares de Buenos Aires el mismo año. Leí hace poco que el Papa Benedicto XVI tenía pensado nombrar a Msgr. Agüer arzobispo de Buenos Aires cuando se le aceptara la renuncia al entonces Cardenal Bergoglio. ¿Si ambos llegaron al episcopado a la vez por qué desde Roma se toma la decisión de nombrar arzobispo al ahora Papa? Entonces la situación de la Compañía de Jesús ya era tristísima. ¿Qué ocurrió para que se nombrara arzobispo de Buenos Aires al Cardenal Bergoglio? ¿A McCarrick arzobispo de Washington? ¿A Martini arzobispo de Milán? ¿A Schönborn arzobispo de Viena? ¿A Lustiger arzobispo de París? Tendría ejemplos a montones pero no pretendo colmar la paciencia del bloguero. Tan solo hablar de cosas que hacen que actualmente estemos como estamos.

  6. Mirad las estupideces de Agrelo, magnificadas por RD para que se sepan: una ofensiva contra el Papa porque el Papa se ha puesto al servicio de los pobres… ¡Toma ya! ¡Qué lenguaje más cansino el de «los pobres»! Agrelo, aburridísimo en su jubilación, parece que se va a entretener viviendo a lo grande en Santiago, comiendo bien, y escribiendo twits y post en Facebook. La diversión parece estar asegurada.
    ¡Pobre Bergoglio1 ¡Qué bueno es y qué malos somos todos los que vamos a Misa!

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