Los amigos del claretiano que sale en las quinielas

Al auxiliar de Iceta, Joseba Segura, creo que le deberían aceptar la renuncia. Léase “Con la Biblia y la Parabellum” Si echaron al cardenal McCarrick, con más razón a Joseba Segura. La pena canónica en un monasterio no haría justicia. Ya podía empezar el Vaticano a dar ejemplo a la llamada «justicia» civil.

¿Qué le hace pensar a usted que va a hacer ahora lo que no ha hecho en trece años?Porque, cuando se sostiene una teoría, hay que poner los datos en que se sustenta.¿Los tiene usted o no?

Si Cobo es obispillo titular de Madrid, apaga y vámonos. Yo me incardino en kuala lumpur…… al tiempo

Elle est là (Ella está allí)
Fray Damian Day OP
23 de Julio de 2020

Elle est là [Ella está aquí]. Sabía a qué se refería, el sacerdote dominico francés, que estaba a mi lado. Éramos de diferentes continentes y hablábamos diferentes idiomas, pero éramos hermanos, ambos hijos de Santo Domingo, y nos entendíamos perfectamente.

Muy por encima de nosotros, en la extraña faz del acantilado, se abría la boca de una cueva en forma de tumba. Entre nosotros y la cueva, que abarca el asentamiento, había crecido un bosque de árboles no característicos de aquella región, lo que indica la antigüedad de su follaje.
Pero las flores del Sur de Francia, todavía crecen allí y hacen de La Sainte-Baume una cueva en medio de un jardín.

Elle est là. ¿En qué otro sitio cabría imaginar poder encontrar a María Magdalena sino en una cueva en medio de un jardín?

Los Evangelios nos dicen que el Cuerpo de Jesús descansaba en un lugar así: «En el lugar donde había sido crucificado había un jardín, y en el jardín una tumba nueva, en la que nadie había sido enterrado.» (Juan 19,41; véase Mateo 27,60; Marcos 15,46; Lucas 23,53).

Y allí María Magdalena se sentó y lloró. Después de que los discípulos se fueron y la tumba fuese sellada, antes de que amaneciera Pascua, y después de que Pedro y Juan salieran desconcertados, ella lloró junto a la cueva en el jardín.

El amor del Señor la mantuvo allí. El amor hizo fluir las lágrimas ya que ella no sabía dónde estaba Su Señor. Lloró porque «buscó al que amaba su alma; [ella] lo buscó, pero no lo encontró.”(Canticum Canticorum 3,1).

Pero, no obstante lo encontró. O, más bien, fue el Señor Quien la encontró y, pronunciando su nombre con ternura, avivó las llamas de su amor. Jesús le encargó que propagase por doquier el fuego del amor divino: «Ve a mis hermanos y diles.» (Juan 20,17). Ella fue a los Ápóstoles, pero, no se detuvo allí.

Elle est là. Peregrinó desde Palestina a Francia. Vivió como penitente y predicó al Señor muerto y resucitado, encendiendo la llama del amor divino en las almas.
Este fuego encontró un hogar. O, como dice la Escritura, como la «paloma en las hendiduras de la roca, en los rincones secretos del acantilado,» (Cnt. 2:14), llegó a otra cueva en otro jardín.

Durante treinta años, el amor la mantuvo allí. Nuevamente, buscó a Su Amado, pero ya no lloró, pues, sabía dónde estaba Él.
Todos los días su deseo la llevaba de la cueva a la cima de la montaña, transportada por ángeles. Embelesada en la contemplación, esperó y anticipó la reunión ansiada con Su Señor. Seguramente las últimas palabras que Jesús le dirigió: «Voy a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios,» (Juan 20,17), resonaron en su corazón. Un día ella estaría donde se encuentra Él, junto con Su Dios y Padre.

Eso fue hace mucho tiempo; María ya no desea otra cosa que descansar junto a Su Señor, para nunca separarse de Él. En la roca de La Sainte-Baume, uno puede encontrarla todavía: Elle est là.

Me aconsejaron, mis hermanos dominicos, subir a la cumbre al amanecer. Subí por el sendero, Le Chemin des Rois (El sendero de los reyes), llamado así porque tanto los monarcas como los monjes han hecho esta peregrinación, que se engarza en unos bosques llenos de antigüedad.
Más allá de los árboles y después de trepar sobre las rocas, llegué a la pequeña capilla en la que a diario rezaba Santa María Magdalena.
Apoyando mi cabeza en las piedras de la capilla contemplé el sol naciente, simbolizando el amanecer desde lo alto -Oriens ex alto-, que presagia la segunda venida del Sol de la justicia.

Mientras rezaba la oración de la mañana con los primeros rayos de luz, entendí porqué los monjes y más tarde los frailes han vivido aquí durante un milenio y medio.
En la cumbre, a la primera luz de la mañana o en la cueva, en la oscuridad silenciosa, la paz es densa y la oración brota espontáneamente. Allí, escondido en las hendiduras de la «Roca de la Misericordia,» uno puede descansar en el Amor y levantarse renovado.

Aquí María Magdalena aún predica, proyectando el fuego de su deseo en el corazón de los peregrinos.
La que conocíó la misericordia del Señor nos llama a su cueva, a su montaña, y todavía parece susurrar las palabras que encendieron el mundo en llamas: «He visto al Señor.» (Juan 20,18).

Que nuestros corazones ardan con un amor como el de María Magdalena hasta que descansemos con ella en presencia de Aquél, Que es el único capaz de dar satisfacción a nuestra alma.

¿De verdad es necesario cubrir Burgos tan pronto?¿De verdad es necesario destrozar dos diócesis para cubrir Burgos?¿De verdad no encuentran a nadie para Burgos sin hacer un estropicio?Pueden echar mano de López Llorente, para un mandato corto, o de Catalá para lo mismo.¿No están ahí más que rodados los prelados de Lugo y Orense para echar mano de ellos?.Si mueven a Munilla (Dios no lo quiera), ¿no pueden poner a Elizalde o a Aznárez en su lugar?¿No pueden poner a uno de ellos en Bilbao si cometen el disparate de trasladar a Iceta?¿Cuánto tiempo más tendrán que esperar las cinco diócesis vacantes?El nuncio filipino empezó bien, pero los indicios empiezan a ser preocupantes, con Bru y father Ángel por el medio.Y un claretiano…lo que nos faltaba.¿Hay alguna fijación en Roma con las desórdenes religiosas?Porque parece que, cuanto peores son, más se valoran.