LEJOS DEL FANGO, CERCA DEL SOL

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LEJOS DEL FANGO, CERCA DEL SOL
Hoy, dos de marzo, la Liturgia de las Horas, nos permite, aunque sea por un día, respirar aires
mejores, lejos del fango de Francisco y sus secuaces por un lado y de los políticos vernáculos y
periodistas, por otro y respirar otros aires, cerca de las águilas, cerca del sol.
El texto es de un gran obispo, san Ambrosio de Milán, a quien le sobraban ciertos
atributos viriles, que no encontramos en los de nuestros días en estas latitudes y cuya valerosa
actitud marcó límites al poder imperial de Teodosio (otro grande) y consagró la libertad de la
Iglesia para señalar los grandes derroteros que separan lo justo de lo injusto, el derecho del
entuerto, con medidas adecuadas y sin recurrir a diálogos grotescos, reclamados por quien
ojea, pero que no ve. Ante una visible y enorme injusticia con motivo de los sucesos de
Tesalónica el obispo excomulgó a Teodosio y le prohibió el ingreso a la Iglesia. Pasaron los
meses el césar lloró su pecado y fue, pero condicionando medidas en el futuro para evitar
grandes entuertos. Tiempo después, al morir Ambrosio, vino el reconocimiento a quien lo
había castigado: solo conozco uno que merecía llevar el nombre de obispo: Ambrosio.
Comienza sus comentarios el maestro de San Agustín con un elogio; ¿qué cosa hay más
agradable que los salmos? Los salmos son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el
elogio de los fieles, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión luminosa de nuestra
fe, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría. Ellos calman nuestra ira, rechazan
nuestras preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas… ellos expresan la tranquilidad
de nuestro espíritu, son prenda de paz y de concordia…
En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina, son a la vez un canto que deleita y un
texto que instruye… en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de ka
resurrección, los bienes prometidos, en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir
arrepentimiento y vergüenza de los cometidos.
¿Qué otra cosa es el salterio sino el instrumento espiritual con que el hombre
inspirado hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales? Nos enseña que
primero debemos morir al pecado y luego, no antes, poner de manifiesto en este cuerpo las
obras de las diversas virtudes, con las cuales pueda llegar hasta el Señor el obsequio de
nuestra devoción.
¿Alguna palabra de más? ¿Alguna omisión? Nada de esto. La respuesta del obispo ante
la masacre de siete mil personas en Tesalónica, como hemos visto, fue excomulgar al
emperador y negarle la entrada a la iglesia mientras no se arrepintiera en forma pública. En la
Argentina la ley del aborto en un par de años de vigencia asesinó a más de 132.000 inocentes.
Tenemos más de cien obispos y un papa argentino, ¿alguna excomunión aunque fuera de
algún diputado? Ninguna. Por eso me alegro de la votación en el Instituto de Filosofía del
Colegio de Escribanos, a unos diez días de la elección de Francisco, al pedido del
vicepresidente de dirigirnos con una nota al Consejo Directivo para que manifestara su alegría
por la elección de un papa argentino. Como presidente, me opuse y argumenté con razones
señalando los más graves entuertos en su gestión arzobispal y le dije muy seguro: como acá
todos son democráticos, votemos. El solicitante votó a favor de su propuesta. Yo, que presidía
en contra y después una catarata de votos en contra: una judía, un agnóstico, porque no es el
INFIP, sino un lugar pluralista, varios católicos y la moción fue retirada.
El comentario de san Ambrosio es la catequesis de los santos, los santos en serio,
válida para ayer, hoy y mañana, no la de algunos cuya canonización debe ser revisada. Otro
santo en sentido estricto, Charles de Foucauld, que también sigue operando en la Francia de
otro asesino de inocentes, Macron, y que ha conseguido incorporar el aborto en la
constitución de la que algún día fuera proclamada “hija primogénita de la Iglesia”, escribió un
libro “Meditaciones sobre los salmos” (Ágape, Libros, 2022). Que ella y la de san Ambrosio nos
aprovechen y un rayo de claridad nos ayude a transitar estos tiempos oscuros de la Iglesia.
Buenos Aires, marzo 2 de 2024.
Bernardino Montejano.
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