El último de Aberasturi más antológico si cabe

Planellas, pues el Vicario General actuó en su nombre, procede de la diócesis de Gerona. Como ya tiene años es seguro que conoció lo que sucedió a los sacerdotes, religiosos y fieles de la diócesis. Es de suponer que alguna vez acudiera al templo del Sagrado Corazón, en la calle Albareda, a confesarse, según costumbre de los sacerdotes de la ciudad y provincia. Cerca del confesionario del Padre Parcerisa, donde era frecuente ver arrodillados a muchos clérigos, estaba, y sigue estando, la capilla de la Inmaculada, a la que acudían las distintas ramas de las Congregaciones Marianas. Junto a ese altar, a la izquierda, hay un placa con un extenso elenco de sacerdotes y laicos asesinados. No están todos, pues fue una diócesis mártir, con asesinatos en las cunetas de Gerona a Olot, pasando por la infausta curva de san Cosme. Todo un reguero de sangre. De los sacerdotes que lograron escapar la mayoría pasó el resto de la guerra en las diócesis de Córdoba (tío de Puigdemont), Badajoz (cura del pueblo de mi infancia y cura de sant Joan Les Fonts, de sant Jaume de Llierca, etc), por citar unos ejemplos escuetos. Me contó mosén Barceló cómo logró esconderse subiendo al piso de arriba y emparedándose. O la aventura de mosén Vidal… A un niño le encantaba oír las vivencias trágicas de aquellos sacerdotes de bien. O la familia de los Gusinyé, patricios del condado de Besalú desde el siglo XI, con el asesinato del padre y la quema de la capilla privada, amén obviamente de la Iglesia parroquial. Eso Planellas lo sabe.
Pero Planellas, como el cisterciense de Poblet que ocupa la sede de san Narciso, son de la «seva», expresión que por estos lares significa separatista. Y además, militantes, que, en aras de ese belicosa adhesión no le importó al primero echar a cajas destempladas a quien le rogó que quitara signos independentistas, ni al segundo dejar en evidencia si débil formación histórica ante un hispanista de pro. La ignorancia hace mucho daño a la Iglesia, en particular si va de la mano de arrogancia.
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