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El último articulo del arzobispo Aguer de una actualidad y una contundencia extraordinarias

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Se retiró Héctor Aguer, el obispo más polémico de la Iglesia argentina

Creo que no se podía decir ni mejor ni más alto.

Teodicea y kerygma en la

evangelización de la cultura

 

El cristianismo no es simplemente un fenómeno oriental, si no que sin óbice de sus raíces judías, se ha aclimatado  en Occidente y adquirió  en Europa su plena configuración. En estas afirmaciones se expresa un designio de la Providencia divina, tal como se anuncia en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, obra del evangelista Lucas. Las causas segundas han sido queridas expresamente, a través de la libertad del hombre, que colabora con la sabiduría y el amor del Creador.  Se puede afirmar entonces, según lo enseña Benedicto XVI, que la metafísica griega, críticamente purificada, ha entrado a formar parte de la fe cristiana.

La predicación de Pablo, como la de todos los apóstoles, se dirigía en las sinagogas a los judíos, que iban en todas partes rechazando el mensaje. Un primer choque y cambio de dirección sucedió en Antioquía de Pisidia, donde el Apóstol y Bernabé, que lo acompaña en ese su primer viaje misionero, plantea  que ante la sistemática oposición -auto exclusión de los judíos del llamado a la vida eterna (tēs aiōniou zōēs)-, se vuelve hacia los gentiles, advirtiendo que el Señor los ordena a ser luz de las naciones (eis phōs ethnōn). En 13, 46 aparece enunciada la decisión: nos pasamos a las naciones (gentiles): idoù strephómetha eis ta ethnē. El Espíritu Santo es quien guía la misión de Pablo, y es el Espíritu de Jesús el que impide continuarla; no les permitió seguir en Asia (16, 7): ouk éiasen autoùs to pnêuma Iēsou. En Tróade Pablo tuvo una noche una visión: un hombre macedonio, de pie le pedía: “Ven a Macedonia y ayúdanos”. No fue un sueño sino una visión: vio junto a sí al macedonio de pie. Inmediatamente se encaminaron a Macedonia, “convencidos que Dios los llamaba a evangelizarlos.» Es así como el Evangelio entró en Europa.

Un episodio representa simbólicamente el contacto del cristianismo con el mundo griego; es lo ocurrido en el Areópago de Atenas, capital de la Hélade. Se puede señalar como desencadenante la indignación de Pablo ante la idolatría que reinaba en la ciudad; la reacción del Apóstol ante la sociedad pagana era un silencioso paroxismo. En la sinagoga discutía con los judíos, y en el ágora, todos los días, con los que allí se reunían. Algunos de sus interlocutores eran filósofos epicúreos y estoicos; es interesante que San Lucas los identifique al mencionar estas escaramuzas iniciales entre el Evangelio y la cultura griega. Los filósofos, intrigados se preguntaban qué quería decir ese charlatán (Hech 17, 18): spermológos, “sembradores de palabras”. Como Pablo hablaba de Jesús y la Resurrección, algunos se decían que les anunciaba dioses extraños; ellos lo llevaron al Areópago y le preguntaban sobre esta nueva doctrina (kainē didajē). El discurso del Apóstol es un modelo de predicación ad gentes válido para iluminar el enfoque actual del diálogo con las culturas. Comienza con una “captatio benevolentiae”:  “Atenienses, los veo en todo como la gente más religiosa» (deisidaimonestérous). Esta observación sugiere que al analizar la índole de las culturas hay que prestar atención a posibles restos de actitud religiosa. El argumento parte de la interpretación del título que encontró en un altar erigido entre otros simulacros: “al Dios desconocido»: “yo les anuncio a ese que ustedes veneran sin conocerlo”

La primera parte del discurso es entonces un desarrollo de teodicea: Dios hizo el mundo y todo lo que hay en él; no  habita  en templos hechos por los hombres, ni necesita que le sirvan manos humanas porque él da a todos la vida, la respiración y todo. Creó el género humano para habitar la tierra y es el autor de los tiempos y los términos donde vive. Sacó de uno a todo el género humano y definió los confines de su habitación para que busquen a Dios por si lo palpan (a tientas) o encuentran, aunque no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en él vivimos, nos movemos y somos. Esta afirmación es corroborada por la cita de un poeta: “somos de su misma raza” (toû gar kai génos esmén). Sobre este fundamento, argumenta descartando la idolatría: Dios no puede ser de oro, o plata, o piedra, ya que existe una semejanza -o identidad- de génos entre la divinidad y nosotros. Ese “ ‘dios desconocido’ es quien estableció un día para juzgar al mundo con justicia en un hombre al cual resucitó de entre los muertos” y ahora anuncia que en todas partes los hombres hagan penitencia -es decir: se conviertan (metanoêin). Este es el kērygma: Jesús resucitado y la resurrección de los muertos. El efecto se precipita cuando los oyentes escuchan anastasin nekrōn: algunos hombres creyeron y se unieron a Pablo, entre ellos Dionisio el Areopagita, una mujer llamada  Damarís, y otros con ellos. El nombre de Dionisio resultó celebre en la tradición cristiana; a él se atribuyen escritos filosófico-teológicos que fueron comentados incansablemente

El discurso pasó de la Teodicea al kērygma o anuncio de la Resurrección. Algunos oyentes se rieron (hoi mèn ejléuadzon), lo cual anuncia la suerte del mensaje en algunas culturas reacias; más que risa se puede pensar en ajenidad o indiferencia. Anticipo esta noticia porque el discurso del Areópago resultó un modelo del discurso cristiano. El anuncio propiamente tal se inscribe en el desarrollo del diálogo con la cultura, la cuestión es el enclave de la teología portadora del anuncio con la teodicea. La cultura moderna aceptaría a Jesús como un gran personaje histórico vinculado como autor con el origen del cristianismo, pero no como el Viviente, perpetuamente actual en el decurso de las edades. Sin embargo, siempre habrá algunos que crean, lo cual da sentido a la predicación eclesial, que debe filtrarse a través del diálogo cultural. El mundo contiene variadas filosofías, y lo que es peor: el ateísmo. La Iglesia entonces no puede ver a los pueblos como “los más religiosos”; hay en ellos muchos “superstitiosiores”, es decir supersticiosos con nuevo mitos y supersticiones. Entre estas multitudes se puede incorporar a los que podría llamarse paganos bautizados, que no tienen la “memoria” de ser cristianos. Se puede reconocer una perfecta analogía con los atenienses a los cuales se dirigía Pablo en el Areópago. Esta analogía muestra la oportunidad del discurso que se inicia con una teodicea de aproximación antes de proponer el kērygma, porque los paganos bautizados no carecen de sensibilidad religiosa; no pocos de ellos se dejan ganar por los grupos evangélicos: eso sí, han perdido la “memoria” del catolicismo. En Argentina, un pueblo donde los bautizados católicos no van a misa, todavía subsiste -aunque cada vez menos- la práctica de la “primera” comunión, que suele ser la “única”. La Iglesia jerárquica no tiene presencia cultural, ha perdido protagonismo en los ámbitos en que se gestan las vigencias culturales: escuela pública, periodismo, pasión deportiva; la ausencia en los medios de comunicación es patética, y aisla a la Iglesia de la masa de la población

La adaptación del discurso del Areópago hay que elaborarla, lo cual implica la decisión de empeñarse en la pastoral de la cultura. El problema reside hoy día en que la orientación romana elude hablar de Dios: se ha impuesto un moralismo horizontal que no deja lugar a la teodicea, y por otra parte tampoco nombra a Jesús. Entonces, los dos componentes del discurso del Areópago no aparecen en el diálogo con la cultura, ganado como está por la Razón Práctica y el mundialismo. La persistencia en esta posición oculta la problemática de la Verdad, tan bien enfocada en el magisterio de Benedicto XVI: la evangelización de la cultura consiste en un combate por la Verdad, en el cual hay que suscitar en los adversarios la nostalgia de la Verdad; sin ella es imposible reconocer al “Dios desconocido”.

Existe una correspondencia entre doctrina (teología) y moral; los dos ámbitos constituyen la didajé cristiana. A la Teodicea o Teología natural, corresponde la moral natural; al kērygma corresponde la moral teológica o sobrenatural: los preceptos del Evangelio y la gracia sacramental, por la cual aquellos preceptos pueden ser cumplidos. Esta correspondencia exige que la predicación eclesial hable de Dios y de Cristo. El problema que se plantea en la última década es el silencio sobre Dios -el Dios Trino- y sobre Jesucristo Salvador del mundo, de quien necesita el mundo. Correspondientemente, la moral cae en un moralismo mundialista que acompaña al humanismo masónico. Esta caracterización puede ser dura, pero responde a la realidad de la orientación de Roma. De allí que el Papa insista reiteradamente en criticar lo que él llama “indietrismo”, nombre despectivo que aplica al enclave en la Tradición. Es curioso notar que los principales “indietristas” sean los jóvenes. El progresismo ignora que “per andare avanti bisogna primo tornare indietro”. Paradójicamente: para avanzar primero hay que retroceder. Es decir: el verdadero  progreso exige el arraigo en la Tradición. El futuro del catolicismo reside en esto; el progresismo es una vejez descartable, aunque es doloroso comprobar que ésa es la posición de la Santa Sede durante el actual pontificado, que está vaciando a la Iglesia. En un libro-entrevista de reciente publicación, el arzobispo Georg Gänswein evoca su vida junto a Benedicto XVI; el título de esta conversación con Saverio Gaeta es bien elocuente: “Nada más que la verdad” “Nient´altro que la Veritá” . Precisamente, la herencia del Papa Ratzinger es la Verdad que surge en el desposorio de la Fe con la Razón. La extravagante competencia con la Masonería es la ruina de la Iglesia, como multitud de fieles ya lo han comprendido. Esta última situación ha sido posible por el abandono de la razón metafísica y teológica, propia de la Gran Tradición eclesial, y el reconocimiento en la Razón práctica, herencia que Kant legó a la modernidad. De allí que a la Roma actual no le interesa si se difunden errores dogmáticos o ataques a la moral católica, y permanece inmutable ante el camino sinodal de la Iglesia alemana, que han señalado importantes cardenales como Müller o Burke. Un sector minoritario pero muy comprometido de los medios de comunicación apoya al Papa Bergoglio y promueve la aprobación de sus principales orientaciones. El libro-entrevista de Mons. Gänswein advierte la distinción que es preciso hacer respecto del Papa Ratzinger, incluso de sus discretas apariciones como emérito. No es ninguna provocación, como lo han calificado algunos periodistas; simplemente es la voz de la Iglesia de siempre, que es la custodia de la Verdad. Vivimos una situación insólita: el magisterio ordinario de Roma está descaminado, ha caído en la ambigüedad que es causa de confusión.

 

+ Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata

 

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

Académico de Número de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro.

Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).

Buenos Aires, viernes 3 de febrero de 2023.

Primer viernes de mes. Memoria de San Blas, obispo y mártir.-

Comentarios
1 comentarios en “El último articulo del arzobispo Aguer de una actualidad y una contundencia extraordinarias
  1. «Vivimos una situación insólita: el magisterio ordinario de Roma está descaminado, ha caído en la ambigüedad que es causa de confusión».

    Totalmente de acuerdo con lo que dice este Arzobispo, vedadero sucesor de los Apóstoles. Y hay que reconocerle que los tiene muy bien puestos en su sitio, no como otras «Ilustrísimas»

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